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Isabel Miranda, la historia <br>detrás de una “Dama de Hierro”
Isabel Miranda, la historia <br>detrás de una “Dama de Hierro”
8 minutos de lectura
Isabel Miranda, la historia <br>detrás de una “Dama de Hierro”
08 de diciembre, 2010
Por: Alberto Tavira Álvarez (primera parte)
@WikiRamos 

Miranda de Wallace

Isabel Miranda Torres huele a Angel de Thierry Mugler: el perfume al que le ha sido fiel durante más de una década, es el que su hijo Hugo Alberto Wallace le regalaba cada año. Fue hace más de 40 años cuando Isabel compró por primera vez un perfume. Tenía 14 años y  le destinó casi el total de su sueldo como secretaria en la empresa de seguros La Territorial.

En esa época de adolescente, Isabel tenía como uno de sus más anhelados sueños dejar la estela del aroma tras su paso. Ese sueño lo tuvo que hacer realidad ella misma. Y es que no había de otra. El ingreso que tenía su papá, Fausto Miranda Romero, como chofer de taxi apenas alcanzaba para darle de comer y mandar a escuelas públicas a sus 10 hijos: Alfredo, Heriberto, Isabel, Fausto, Asunción, Martha, Guadalupe, Roberto, Víctor y Magdalena.

Por ser la mayor de las mujeres,  Isabel aprendió muy pronto las tareas de ama de casa para ayudar a su madre, Mónica Torres Jaime, en el departamento en el que vivían los Miranda Torres, ubicado en la colonia Industrial Vallejo, en la ciudad de México. Mónica se dedicó a procrear los hijos que “Dios tenía destinados para ella”. Trajo al mundo uno tras otro. Prácticamente durante más de una década la señora Miranda estuvo embarazada.

En los albores de sus 10 años, Isabel ya sabía lavar, planchar, cocinar, cambiar pañales y preparar los biberones de sus hermanitos. Pero no era a lo único a lo que se dedicaba, asistía a la primaria “Atenedor Monroy”, en la delegación Azcapotzalco. Vale la pena decir que nunca reprobó alguna materia. Tiempo después acudió a la escuela privada Universidad Motolinía donde al mismo tiempo que estudiaba la secundaria hacía la carrera técnica en Comercio. En ese  entonces, Isabel, de 14 años, ya trabajaba como secretaria en la aseguradora La Territorial donde le dieron trabajo por sus habilidades como mecanógrafa. Con sus ingresos ayudaba a sus papás con los gastos de la casa y pagaba su escuela.

Madre adolescente

Apenas tenía 16 años cuando Isabel Miranda se casó. Fue el 28 septiembre de 1968 cuando se unió ,  sólo por lo civil, al contador Enrique Wallace Díaz de 31 años. Este hombre, 15 años mayor que ella – y con el que sigue casada luego de más de cuatro décadas– se convirtió en el padre de sus dos únicos hijos: Hugo Alberto y Claudia.

Tras un año de casados nació el primogénito de los Wallace Miranda. En el hospital Dalinde, de la colonia Roma, Hugo Alberto se despidió del cordón umbilical de su madre el 12 de octubre de 1969. “Desde el momento que nació mi hijo, él y yo tuvimos una relación especial porque a mí me costó mucho trabajo tenerlo: cuando estaba embarazada me enfermé, estaba anémica; fue muy complicado dar a luz, pasé dos días en trabajo de parto. Yo no quería que me pusieran anestesia así que tuve a Hugo en mis cinco sentidos. Luego de verlo perdí el conocimiento”, rememora con nostalgia, en entrevista para Animal Político, la señora Miranda de Wallace, ahora de 59 años.

La maternidad la transformó. A pesar de que Isabel había sido de alguna manera “mamá” de sus hermanos menores, no sabía lo que significaba realmente hasta que tuvo a su hijo en sus manos. “Fue hasta que abracé a Hugo por primera vez cuando entendí que yo era la única responsable de esa vida. No había alternativas. Tuve que madurar de sopetón.”

Isabel se volvió una mamá joven y le sacó partido a los beneficios que eso conlleva. Conforme iba creciendo Hugo Alberto, además de su hijo, se fue convirtiendo en su compañero, su amigo, su protector. “Hubo un momento que Hugo ya era un adolescente y yo apenas tenía 30. Así que mi hijo pasó a ser mi más grande confidente”.

Los hermanos de Isabel lo adoraron. Hugo se convirtió en el primer hijo, en el primer nieto (a esa edad ninguno de los hermanos de ella se habían casado), en el primer sobrino… vamos, en la locura de la familia. El pequeño era sumamente extrovertido. Los domingos familiares se sentaba en la sala de la casa y recitaba, cantaba o hacía algunas payasadas que de inmediato se apoderaron del corazón de los Miranda. “Siempre he creído que Hugo era un hombre tocado por la mano de Dios. Lo digo porque tenía un ángel que cautivaba a todo el mundo”.

Los primeros años escolares, Hugo Alberto los pasó en el colegio Reina de México, ubicado en San Jerónimo, DF. Ahí les dejó claro a sus profesoras que se sentía solo. Que quería una hermanita. Sí, niña. Las maestras mandaron a llamar a Isabel para decirle que su hijo todo el tiempo hablaba de “su hermanita”. Preguntaron que si era verdad que existía la niña, pues ellas no la conocían. El matrimonio Wallace entendió el mensaje y comenzó a escribirle a la cigüeña. Les costó trabajo que llegara su segunda hija. Pero finalmente, luego de cinco años de búsqueda, el 18 de abril de 1975 nació Claudia.

Lejos de pensar que Hugo se pusiera celoso, se volcó en atenciones hacia su hermanita. Se transformó en el más fiel cuidador de ella. La abrazaba, la besaba. Ya más grandecitos, ella jugaba con él al fútbol americano; él con ella a las muñecas. La cuestión de género nunca fue un impedimento para que se hicieran los mejores amigos. “Recuerdo que los primeros meses que  llegó la nena él se quedaba al pie de la cuna contemplándola durante horas. Ese amor de hermanos perduró hasta el día que la vida los separó“.

El apogeo económico

No dejó de trabajar. Ya con dos hijos, Isabel se levantaba a las 5:30 de lunes a viernes a preparar el desayuno, vestir a los niños y a llevarlos a la escuela. Luego de esa rutina se iba al negocio de camiones de transporte que había puesto con su marido. La empresa se llamaba HUCLA, que son las iniciales de los nombres de sus hijos Hugo y Claudia. Por su parte, Enrique se dividía entre su microempresa y el empleo que tenía como contador en Ayotla Textil. Antes había trabajado en Nacional Financiera. A través de la cultura del esfuerzo, la pareja abrió más tarde otro negocio propio, en Toluca: Concretos Hidráulicos S.A. de C.V.

Los Wallace le dijeron adiós a los departamentos que habían rentado en la colonia Nápoles y Del Valle y finalmente adquirieron su casa en el fraccionamiento Rinconada Coapa, al sur del DF. Su estilo de vida ya se había ganado, muy a pulso, un lugar en la clase media de finales de los 70.

A pesar de que tenían una empleada de servicio, de los suyos se encargaba Isabel: A la 1 de la tarde recogía a sus hijos en el colegio y a las 2:00 todos los integrantes de la familia se sentaban a comer. Luego Enrique regresaba a su oficina mientras Isabel se dedicaba a las tareas escolares. Poco antes de caer la noche, ya que dejaba a sus hijos dormidos, la señora Wallace se iba a la Escuela Normal, donde estudió para maestra, más tarde haría la carrera de Pedagogía en el sistema abierto de la UNAM.

Las vacaciones a diversas playas y ciudades de México se hicieron una constante en la familia. Pero el primer viaje familiar a Europa se apoderó de los recuerdos inolvidables. Hugo, de siete años, hizo de Grecia y Egipto sus lugares preferidos del mundo.

Llegó el momento de la pubertad y el mayor de los Wallace Miranda tuvo su primer amor. “Hugo no nos presentó a su novia. Fui yo la que lo caché con ella un día que se fueron de pinta”. En pleno Periférico, en horas de escuela, Isabel vio pasar desde su coche el auto de su hijo quien iba con una acompañante. Lo alcanzó y le pidió que se orillara. El joven de 16 años argumentó a su mamá que, casualmente, ese día los habían dejado salir temprano y por eso iba con su novia a Reino Aventura (ahora Six Flags). A decir de Isabel, Hugo y su novia duraron alrededor de dos años.

Una vez que terminó la prepa en La Salle, a los 18 años, el hijo de Enrique e Isabel hizo sus maletas para vivir fuera de casa: había sido contratado para trabajar durante unos meses en Disneyland. Hugo les pidió a sus padres irse solo. Quería probar el sabor de ser independiente.

Los últimos años con su hijo

No tan joven como su mamá, pero Hugo se despidió de la soltería pronto. A los 22 años se casó por el civil con Érika –Isabel pide no mencionar los apellidos, por seguridad–, quien era tres años mayor que Hugo. El enlace, descrito por Isabel como “sumamente emotivo”, fue en el restaurante San Ángel Inn.  Pocos invitados. Apenas  150. La idea de Hugo y su esposa, según la señora Wallace, era que luego de cinco años contraerían matrimonio por la iglesia. Sin embargo, antes de ese tiempo se separaron aunque ya habían procreado a una niña que fue bautizada con el nombre de Andrea.

Tras el divorcio, Hugo no volvió a casarse ni tener hijos. Se dedicó de lleno a la manutención de su hija que se quedó al cuidado de su mamá. Wallace también se abocó por completo a sus empresas Outlook y Showcase Publicidad. Hugo había estudiado publicidad en Estados Unidos.

A decir de su mamá, a Hugo le iba bien y le gustaba vivir bien. “No escatimaba en nada que le proporcionara una comodidad. Traía buenos coches (un BMW y una Windstar), tenía una casa muy bonita, se vestía muy bien, le encantaba viajar y era espléndido con la gente que lo rodeaba”.

Hugo Alberto Wallace Miranda amaba la música. Entre sus grupos preferidos estaban The Beatles, pero en general le gustaba toda la música de los ochentas. “A veces creo que Dios sabe que los seres humanos tienen corta vida y por eso hace que la aprovechen al máximo. Hugo, sin saber que iba a morir, disfrutó de manera admirable cada momento de su vida”.

(El próximo viernes se publicará la segunda parte de esta entrevista)

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Etiquetas:
secuestro
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