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Valentina dobló al Estado “con dignidad de mujer indígena”
Valentina dobló al Estado “con dignidad de mujer indígena”
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Valentina dobló al Estado “con dignidad de mujer indígena”
16 de diciembre, 2011
Por: Paris Martínez @paris_martinez
@WikiRamos 
Valentina Rosendo Cantú.

“Mi nombre es Valentina Rosendo Cantú, ahora tengo 26 años, pero en febrero de 2002, cuando me agredieron sexualmente militares, tenía 17 años. Desde entonces he buscado justicia.”

Y esta justicia, al menos en parte, comenzó a cristalizarse ayer.

“Luego de ser atacada –narra Valentina–, de parte del gobierno no recibí buena atención. En ese momento, fui con el doctor del centro de salud de Caxitepec (en la Montaña de Guerrero), pero no me quiso atender, dijo que no quería tener problemas con los militares.”

La joven mujer habla desde su asiento, evitando el podio que sí ocupan los políticos que la antecedieron al micrófono (y los que la seguirán).

“Entonces, tuve que caminar ocho horas para llegar a Ayutla de los Libres, con mi hija de tres meses de nacida en brazos. Pero ahí, en el hospital general, me dijeron que tenía que sacar cita para el siguiente día e igual pasó cuando intenté poner la denuncia ante la Procuraduría de Justicia de Guerrero: no me quisieron atender, no me pusieron un traductor, aunque sabían que no hablaba bien el español.”

A la derecha de Valentina está Jenny, La Calabacita, su hija, aquella bebé que tuvo que cargar por 16 horas, en cada viaje a Ayutla, y que hoy tiene diez años. Y a su izquierda está Alejandro Poiré, el secretario de Gobernación de la administración calderonista.

Después de que denuncié la agresión –sigue Valentina–, comenzaron a subir militares a mi comunidad, y luego el presidente municipal de Acatepec, que en ese entonces era Gerónimo Godoy, me visitó para exigirme que dejara de denunciar o, de lo contrario, ya no iba a mandar apoyo para el pueblo, desde entonces recibí el rechazo de la comunidad, comencé a recibir humillaciones, me señalaban por ser una mujer violada. Dos años después de haber sido atacada, tuve que salir de la comunidad.”

Valentina continuó por tres años más su lucha por justicia y castigo a sus agresores, en soledad, “incluso, cobardemente mi marido se fue, pero también encontré amigos con los que he llorado y he reído. Concretamente, en 2007 comenzaron a apoyarme grupos no gubernamentales, como el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, con los que mi caso logró llegar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos“, órgano de justicia continental que, el pasado 31 de agosto de 2010, condenó al Estado mexicano a reparar el daño causado a Valentina por la agresión sufrida a manos de militares y por la falta de acción de las autoridades para brindarle apoyo y para castigar a los culpables, además de rendir una disculpa pública a la afectada, en una ceremonia oficial que ayer fue realizada, en la Ciudad de México.

Valentina y su hija Jenny.

 

El protocolo

El acto de “Reconocimiento público de responsabilidad internacional”, realizado ayer en el Museo de la Tolerancia, arrancó con una ronda de aplausos que acompañó a la presentación de Valentina Rosendo y Abel Barrera, director del Centro Tlachinollan, ovación que cesó de tajo al ser nombradas las autoridades presentes, Clara Irene Herrerías (procuradora social de Atención a Víctimas del Delito), el general brigadier Rafael Cásares (director de Justicia Militar y Derechos Humanos de la Secretaría de la Defensa Nacional), Humberto Salgado (secretario de Gobierno de Guerrero), Maricela Morales (procuradora General de la República) y Alejandro Poré (de la Segob).

En su turno al habla, la procuradora Social, Clara Irene Herrerías aprovechó para afirmar que desde septiembre, cuando fue creado el organismo que dirige (y que denominó Procuraduría de Atención a Víctimas de la Violencia, tal como el Movimiento por la Paz exigió en el segundo diálogo que sostuvo hace tres meses con el presidente Felipe Calderón), ha creado delegaciones en 13 estados, “y el resto esperemos que estén el próximo año”.

Mientras que, por su parte, la titular de la PGR, Maricela Morales, anunció que el caso de Valentina será atraído para su investigación al ámbito federal.

A su vez, Humberto Salgado (quien acudió en representación de Ángel Aguirre, gobernador de Guerrero), quien informó “con beneplácito, que se ha instalado la Agencia del Ministerio Público Especializada en Delitos Sexuales en la Ciudad de Ayutla de los Libres… faltando solamente su inauguración”.

Cabe destacar que, luego de “refrendar el compromiso de respetar, defender y promover los derechos humanos, el estado de derecho y la democracia”,  el funcionario guerrerense salió prácticamente corriendo tras concluir el acto en el Museo de la Tolerancia, negándose a responder cualquier pregunta relacionada con el asesinato de dos estudiantes a manos de policías, al ser disuelta una manifestación en Acapulco, el pasado martes.

El Estado no la protegió

Algo similar hizo Poiré, quien antes de rendir la petición de disculpa a Valentina, en nombre del Estado mexicano, aclaró a la prensa que no haría “más declaraciones de las que estoy haciendo en este momento, por la solemnidad del evento que hoy nos convoca”.

Valentina Rosendo y Alejandro Poiré.

Luego de lo cual, el funcionario federal, para quien ésta fue la segunda disculpa que presenta en nombre del Estado (la primera fue en el caso de Rosendo Radilla, campesino desaparecido en los 70, y que se realizó sin la presencia de los deudos), afirmó que “conforme a la vocación democrático y al compromiso de este gobierno de hacer valer y respetar los derechos humanos, el Estado mexicano reconoce la responsabilidad internacional por violaciones a los derechos humanos ocurridos en el caso de Valentina… Señora Valentina, a usted, a su hija, les extiendo la más sincera de las disculpas por los hechos ocurridos hace casi una década.”

Y más adelante abundó: “Hace casi una década, el Estado no la protegió ni le procuró justicia. Hoy, el Estado mexicano reconoce su responsabilidad y actúa en consecuencia. Este acto público es prenda de esa convicción y, a sabiendas de que parte de su sufrimiento es irreparable, deseamos que para usted, para la pequeña Jenny, para todos sus familiares, este acto simbólico se traduzca en una mínima expresión de justicia.”

Vino entonces un largo abrazo entre Valentina, su madre, doña María, y la pequeña Jenny, cobijado por el aplauso en pie de todos los asistentes.

“He recorrido un largo camino con mi hija –señaló en su momento la joven indígena–, con mi madre y mis hermanos, y sigo luchando como mujer, algo que mi esposo nunca valoró, sigo con la frente en alto, con dignidad de mujer indígena, estoy orgullosa de mi por ser quien soy…”

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