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Mancera, el exprocurador a fondo
Mancera, el exprocurador a fondo
8 minutos de lectura
Mancera, el exprocurador a fondo
11 de enero, 2012
Por: Alberto Tavira Álvarez (@BetoTavira)
@WikiRamos 

Tiene 45 años. Es divorciado por partida doble. Padre de tres hijos y actualmente soltero. El personaje que aspira a gobernar la Ciudad de México permite ser auscultado en lo más íntimo de su vida privada y por vez primera revela si es que ha fumado mariguana; a qué edad perdió la virginidad; qué lo hace llorar y por qué no funcionó su noviazgo con su ahora rival Alejandra Barrales. Con ustedes: Miguel Ángel Mancera.

La causa de su causa

Quedó inconsciente. Lo último que alcanzó a escuchar antes de perder el conocimiento fue el sonido de la sirenas de una ambulancia que acudía rápidamente en su ayuda. Miguel Ángel Mancera Espinosa (Ciudad de México, 1966) –entonces de 18 años–, estaba atrapado en el asiento del copiloto de un Volkswagen que hasta antes de convertirse en chatarra era conducido por un amigo. Ambos jóvenes habían sido embestidos por otro vehículo más grande que se pasó el semáforo en rojo, ocasionando que el parabrisas del vocho volara en miles de pedazos que, en gran porcentaje, se enterraron en la cara de Miguel Ángel.

Cuando Mancera despertó estaba en la Cruz Roja. Tenía todo el rostro vendado. Un cirujano plástico había pasado horas cosiendo la cara del accidentado y haciendo todo lo humanamente posible para que no quedaran cicatrices. En cuanto Miguel Ángel fue dado de alta, personal de la clínica le pidió que firmara un documento para poder irse. La convalecencia se juntó con la inexperiencia y lo que en realidad Mancera firmó fue el perdón que eximía de cualquier responsabilidad al conductor del auto que ocasionó el accidente.

Poco tiempo después, Miguel supo que había sido engañado y movió cielo, mar y tierra para tener una audiencia con la procuradora Victoria Adato Green y explicarle su caso. La primera mujer que fue procuradora de justicia del Distrito Federal le dio seguimiento hasta llegar a las últimas consecuencias. Incluso, hubo sanciones para el Misterio Público. En el largo trayecto para conseguir que se hiciera justicia, Miguel Ángel decidió cambiar de carrera. Se despidió de su ilusión por estudiar Medicina y le hizo caso al llamado del búho: optó por la licenciatura en Derecho.

En aquella década de los 80, Mancera ya había terminado el último año en la Escuela Nacional Preparatoria No. 6 “Antonio Caso”, de la UNAM. Entonces tenía acreditada el Área II, Químico Biológica, y tuvo que solicitar hacer exámenes extemporáneos, pues ya no eran extraordinarios, para aprobar cuatro materias que le permitieran acreditar el Área IV. Meses más tarde ya estaba sentado en las aulas de la Facultad de Derecho de la máxima casa de estudios.

Un doctor muy precoz

Apenas tenía cuatro años de edad y el pequeño Miguel Ángel ya tenía novia. Se llamaba Verónica y estudiaba con él en el kínder que en aquel 1970 se ubicaba en la colonia Tacuba, cerca de la calzada México Tacuba y del Colegio Militar, lugar por donde se encontraba la casa de la familia Mancera Espinosa. El patriarca –que trabajaba en los banquetes El Cisne, en la colonia Roma–, había tenido un matrimonio anterior del cual nacieron sus hijos: Ana, Miguel, Jaime y María del Carmen, a quienes no les importó ser medios hermanos de Miguel y siempre lo protegieron por ser el menor.

Por su parte, la mamá de Miguel trabajaba como administrativa en unos laboratorios en la zona de Miguel Ángel de Quevedo. Así que prácticamente el pequeño Mancera creció solo, jugando a ser doctor y, en otras ocasiones, a ser policía.

Años más tarde, el padre de Miguel se mudó con los suyos a la colonia Narvarte. Ahí vivieron sobre la calle doctor José María Vértiz. Un tío suyo tenía un restaurante en la calle de Álvaro Obregón, en la Roma, y se lo dejó. Era un un café de chinos, el cual su padre  tomó y convirtió después en  “Bisquets Obregón“, negocio que actualmente es de la familia.

Cuando tocó el turno que el menor de la familia entrara a la primaria lo inscribieron en la escuela pública Miguel Alemán, en la colonia Postal. Mancera no fue un niño de dieces pero tampoco mal alumno. Eso sí, tuvo cuatro novias formales.

En sus años de adolescencia estuvo en la Secundaria 45, por avenida Cuauhtémoc. Con la hormona a todo lo que daba en esos años, Miguel Ángel perdió su virginidad, como algunos de sus compañeros de su generación. Por supuesto que el caballero no repite el nombre de la joven que le dio clases de anatomía.

En esa época de desarrollo físico, Mancera nadaba en las instalaciones de la YMCA, donde también practicaba gimnasia olímpica de manera permanente, mientras que los partidos de futbol rápido eran ocasionales. No sólo desarrolló la disciplina del deporte sino que también aprendió el gusto por tener los músculos bien puestos.

Todavía no cumplía la mayoría de edad y Mancera ya se procuraba su dinero. En una ocasión se quería ir de vacaciones con un amigo a Puerto Vallarta y se puso a vender pan. Su papá le enseñó a hacer mantecadas y el aprendiz no sólo acabó con toda su producción sino que, como pretendía, hizo sus maletas rumbo a la playa.

José José, Emmanuel y José Luis Perales fueron los compañeros imprescindibles en las noches bohemias de Mancera y sus cuates de la prepa 6, de Coyoacán. Miguel Ángel era de los que se echaba de vez en cuando sus drinks pero, asegura, nunca fumó mariguana. En las fiestas más prendidas se apoderaba de él el espíritu del rey del baile. Incluso, a la fecha, el musculoso político es de los que a la menor provocación se levanta a raspar la suela al ritmo de la salsa y de la cumbia.

Lo que hace llorar al exprocurador

Con el título bajo el brazo como licenciado en Derecho, Mancera se casó. Tenía 24 años y luego de vivir un año en unión libre contrajo nupcias con Martha, con quien duró dos años en matrimonio a principios de los 90. Tuvieron que pasar seis años para que Miguel Ángel volviera a dejar la soltería, esta vez del brazo de Magnolia, con quien procreó dos hijos: Miguel, actualmente de ocho años, y Leonardo, de cinco. Entonces Mancera disfrutaba los albores de los 32 años y ya era abogado litigante en el despacho de penalistas García Cordero y Asociados.

Tras poco más de una década casado, Mancera volvió a divorciarse. Los niños se quedaron a vivir con su mamá y el entonces ya funcionario público aprendió el valor de la calidad de tiempo en vez de cantidad. Así que impuso en su agenda, como prioridad, los festivales del día del padre, los cumpleaños de sus hijos, los días después de Navidad.

Sus descendientes vinieron a enseñarle a Mancera a ser paciente. Y es que debido a que no es mucho el tiempo que tiene para verlos, prefiere delegar en la madre de ellos toda la parte de educación mientras que él los consiente, los divierte. En los días que les toca estar juntos el exProcurador de Justicia del Distrito Federal no usa nana. Así que el hombre que de 2008 a 2012 se encargó de capturar a los líderes más peligrosos de la Ciudad, baña a sus hijos, los viste, les canta, les pone películas y les cocina.

Son ellos, sus hijos, los únicos que pueden hacer llorar al hombre que, aparentemente, es de hierro. “De repente me entra la nostalgia de no poder verlos, de no estar tanto con ellos y eso a veces me pega”. Pero Mancera dice llorar más de alegría pues presume ser dueño de buen sentido del humor.

En sus días de Procurador, a veces la agenda no le permitía llevar a sus hijos al parque o al cine, así que con tal de estar con ellos se los llevaba a su oficina de la colonia Doctores, llamada “El Búnker”. Hay una estampa memorable en la que Leo se sentó en la silla más importante de la Procuraduría de Justicia del DF y, recargado en el escritorio, empezó a hacer como que firmaba papeles. Cuando se disponía a levantar el famoso teléfono rojo su papá lo detuvo. “Leo, no agarres ahí”, a lo que el niño le contestó: “No soy Leo, soy el Procurador”.

Todo parece indicar que los dos Manceritas, por ahora, no tienen ningún interés de heredar la profesión de su padre. A Leonardo le gustan los aviones, de alguna forma quisiera ser piloto aviador. Y Miguel, muere por el futbol. Incluso le va a los Pumas, como su papá.

Pero para Mancera hay un capítulo en su vida del que prefiere no ahondar: una hija que tuvo de una relación con una mujer, de la cual nunca ha mencionado su nombre. Por decisión de la madre de la niña, Miguel Ángel no tiene contacto con ninguna de las dos.

La exnovia y rival política

En el 2008, mientras Mancera estaba recién desempacado en la Procuraduría se dio una nueva oportunidad en el terreno del amor y sostuvo un noviazgo con la entonces presidenta del Partido de la Revolución Democrática en el Distrito Federal. Del inicio del romance se tuvieron menos noticias que de la ruptura. “Diferencia en proyectos personales” fue la versión oficial que circuló en los pasillos de la política. Mancera tiene su propia versión:

-Duraste un rato con Ale Barrales.

-Estuvimos saliendo poco más de un año.

-¿Es cierto que se iban a casar?

-No. Nunca llegamos a hablar de una fecha de boda.

-¿Qué te atrajo de ella?

-Es una mujer muy inteligente y muy simpática.

-¿Entonces por qué tronaron?

-Yo creo que nuestra relación se dio en un momento en que, tanto la vida de ella como la mía, tenían una problemática emocional por nuestras respectivas separaciones y eso nos permitió coincidir. Con el tiempo maduramos y nos dimos cuenta que ya no había coincidencias.

-Pocas veces vemos en la política competir con una expareja por el mismo puesto ¿cómo la llevas con Alejandra?

-Muy bien. Somos buenos amigos. Nos saludamos cuando nos encontramos.

-¿Se echan carrilla? ¿Bromeas con ella de que le vas a ganar?

-No, todo muy respetuoso.

-… Muy político.

-(Se ríe) pues sí, a pesar de todo, sí. El término más que político es de mucho respeto. Al menos en mi caso yo la saludo con mucho gusto siempre que la veo. Espero que le vaya muy bien.

-¿Y si te gana en las elecciones para candidato al GDF?

-Pues está bien.

-¿Le pedirías chamba?

-No creo.

-¿Y si ella te invita?

-No lo creo. Son diferentes proyectos. Ella tiene un equipo de mucha gente valiosa y seguramente así va a desarrollar su labor.

-¿En el escenario de que tú ganaras, la invitarías?

-Tampoco.

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