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“El docente reflexivo y crítico como alternativa para afrontar los retos de la educación”
“El docente reflexivo y crítico como alternativa para afrontar los retos de la educación”
6 minutos de lectura
“El docente reflexivo y crítico como alternativa para afrontar los retos de la educación”
03 de abril, 2013
Por: Gustavo Mendoza
@WikiRamos 

Por: Maestro Gustazo Mendoza

Soy el Maestro Gustavo Mendoza, trabajo en la educación pública y privada, en los niveles de primaria, secundaria y preparatoria. Estoy de acuerdo que se implementen mecanismos de evaluación a los docentes siempre y cuando no se conviertan en pretextos discursivos de exclusión y distinción para legitimar la idea errónea de que los profesores son los responsables directos del “fracaso” escolar.

Está claro que es una necesidad mundial, muchos países llevan  a cabo estos procedimientos y lo que realmente distingue a unos de otros, es el análisis de las condiciones así como las medidas justas que se procuren al respecto para resolver las problemáticas detectadas.

No es un secreto que la educación es un asunto estructural que involucra a los docentes, autoridades, padres de familia y a la sociedad en general en donde los medios de comunicación por supuesto juegan un papel primordial, más adelante detallaré cuál puede ser su nivel de impacto en el denominado “público”.

Como sucede con la pruebas “Enlace” y “PISA” entre otras, las lecturas y el análisis hasta ahora no han sido de lo más afortunado por decir lo menos. Por ejemplo, si un profesor de una primaria de Oaxaca obtiene el mayor puntaje en “Enlace”, me parece que se deja de lado que, a nivel nacional, es una entidad con enormes rezagos en todos los ámbitos y se puede manejar como “si en esas condiciones lo hizo, entonces cualquiera debería obtener esos puntos”. A mi entender, esa prueba debe considerarse como un reto para cada plantel, plantearse metas mínimas y máximas, comparar los resultados a lo largo de los años, que si bien se hace en la mayoría de las escuelas, todavía se obvian las condiciones y peculiaridades.

Además, solamente se miden algunas áreas del lenguaje y las habilidades matemáticas privilegiándolas en correspondencia con las denominadas “exigencias sociales”, menospreciando otras que por lo menos, son de igual importancia como las áreas artísticas, la cultura física, las habilidades sociales, la inteligencia emocional, el poder discursivo y argumentativo que no necesariamente tiene que reflejarse al leer o escribir. 

Las pruebas escritas, si se quiere estandarizadas, son por antonomasia un escenario estresante para algunas personas y existen otras alternativas para “evaluar”, ¡todos los días en la cotidianidad escolar los docentes nos enfrentamos a tal circunstancia! Por ello, la evaluación puede no ser un sutil pero efectivo acto de exclusión y de distinción, también puede ser una maravillosa oportunidad para valorar, de ahí la acepción de “e-valuar”, los pequeños, pero enormes constructos de ese complejo, pero también necesario e irrenunciable mundo de vida llamado educación.

Ahora bien, parafraseando una idea de Esteve, Franco y Vera en su texto los profesores ante el cambio social, la vestimenta que ahora debemos llevar es de un nuevo color, un traje de color brillante que llamaremos “reflexivo y crítico”, el último apegado a lo que Morente atinadamente menciona al referirse al filósofo Kant: “estudio”; así es, también los docentes podemos estudiar para que en congruencia con aquella voz que un día nos susurró al oído, sigamos ejerciendo esta noble labor.

Para finalizar, con los estudiantes la evaluación incluye aspectos cuantitavos y cualitativos, entonces también implementemos con los maestros tales premisas, por ello, me permito proponer las siguientes alternativas para responder a la pregunta: ¿y ahora qué hacemos con la educación?

1.- Los maestros comprometidos no rechazamos la evaluación si ésta incluye una lectura y un análisis justos.

2.- A los alumnos en la mayoría de los casos no sólo se les evalúa con un “examen” escrito, se contemplan otros elementos para que sea justa, equitativa y procurando que apele a la noción de integralidad.

3.- Por ello es fundamental que a la aplicación de un examen estandarizado, también se diseñen instrumentos cualitativos lo que permitiría una aproximación más congruente a su “realidad docente”.

4.- Se deben reformar también las escuelas de formación, particularmente las Normales para que desde sus inicios, se fomente en los maestros una cultura de rendición de cuentas y la evaluación.

5.- Si aspiramos a construir un régimen democrático real, también se deberán evaluar a las autoridades, sin excepción.

6.- Existen otras maneras para indagar qué profesores tienen una formación académica sólida y que las vías de mejora profesional dejen de ser una traba burocrática y existan oportunidades realmente transparentes para su promoción y que no sólo se les procure una suerte de incentivo, sí y sólo sí, sus alumnos obtuvieron “altos” puntajes en la prueba “Enlace” o ellos mismos en el ejercicio que se pretende implementar en la Reforma.

7.- A los docentes que les vaya “mal” en la evaluación, en el entendido que se cumplió con lo mínimo establecido en esta propuesta, por supuesto que deberán comprometerse, en tiempo y forma, a recuperar su posición con base en un principio de dignidad, superación y reflexión.

8.- Una alternativa que ya está en la “Reforma Educativa” una vez que se detectaron los casos que requieren apoyo, consiste en canalizar a los profesores a una actualización, prefiero emplear el término “profesionalización”, pues la primera me suena como a hardware ocasional que se puede borrar o llenar, siempre y cuando las personas elegidas para esa tarea realmente demuestren que son las idóneas para ello; en la Universidad Pedagógica, o en la UAM, por poner dos ejemplos concretos, existen posgrados que seguramente tienen alternativas viables y contribuir valiosamente al respecto.

9.- Los medios de comunicación no sólo tienen que presentar el 15 de mayo un reportaje de una maestra que lleva cincuenta años en la docencia y mostrar cómo la quieren sus alumnos pese a no tener gises, o de mostrar sondeos, que no encuestas serias, en dónde se evidencie que el 70% opina que los profesores son los únicos responsables del fracaso escolar; también deben de incluir diversas voces, abrir foros de discusión, invitar a algunos maestros en servicio, tal vez directores, supervisores, jefes de sector y a verdaderos expertos en el tema, pero también es imperante cuestionarse a profundidad el papel de los padres de familia que si bien, en muchas ocasiones, aportan elementos valiosos, por otra parte y sé que es un tema álgido, pueden constituirse como ausencias perversas, agentes condenatorios, también por qué no decirlo, en trabas u obstáculos que en algunas ocasiones pueden contribuir a sesgar o desviar el análisis de todo lo anteriormente expuesto.

10.- Por último, y no por eso el punto menos relevante, sólo para seguir el orden de estas propuestas, hago un llamado a los maestros que están comprometidos para mejorar las cosas en nuestro país, que se vistan con el traje sugerido en líneas anteriores, apostar a la reflexión y la crítica prudente, inteligente, mesurada, participativa y digna, ¡vaya qué correlación entre conceptos: prudencia, dignidad, frónesis!, mi intuición me dice que no son unos cuantos, no sé si la mayoría, ¿qué hacemos con la educación?, de una buena vez y por todas, que sea el verdadero motor de la transformación.

¿En verdad queremos aspirar a ello?

 

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