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El librero del Titanic
El librero del Titanic
7 minutos de lectura
El librero del Titanic
15 de abril, 2013
Por: Manuel Ureste (@ManuVPC) Gráfico: Mariana Hernández (mariana1dzc)
@WikiRamos 
El librero Max Ramos muestra una de las piezas de la colección sobre el Titanic. //Foto: Manuel Ureste

Los acordes limpios y agudos de un violín flotan libres por el espacio abierto de este salón con aroma a libro viejo, al tiempo que las notas sugerentes y melancólicas de un piano ponen la banda sonora a las cientos de historias épicas que encierran estas paredes sobre mares ancestrales y naufragios trágicos.

Junto a la entrada de la tienda, cruzando a mano derecha y sobre una mesita de madera con el barniz ya algo desconchado, un puñado de postales amarillentas con retratos en sepia de un colosal trasatlántico de la compañía White Start Line fondeado plácidamente en las aguas gélidas de Belfast , se amontonan unas con otras junto a unos lentes de época y una botella verde rescatada de su tumba natural en las profundidades del océano –aún conserva incrustaciones de tierra aferradas al vidrio-, bajo la tenue luz anaranjada que emana de una lámpara de estilo barroco.

A un lado de las postales, entre la portada del diario The Daily Mirror fechada en un lejano martes 16 de abril de 1912 y varios libros de tapas desgastadas, una cajita de madera abierta contiene en su interior varias misivas con textos en inglés selladas en puertos lejanos y algunas fotografías en blanco y negro que se conservan en buen estado. Con extrema precaución de no tirar nada de alguna estantería repleta de objetos, ladeo la botella rescatada de un naufragio y tomo entre el pulgar y el índice uno de los retratos para observarlo con detenimiento. Se trata de un hombre de unos cuarenta años de edad, anoto en la libreta. Tiene los ojos grandes y diáfanos, y su mirada es tranquila, serena. La expresión pulcra del rostro, complementada a su vez por unas cejas rectas y pobladas, una nariz contundente, un corte de cabello marcial, un bigotito recortado con escrupuloso esmero y una ropa elegante -viste un imponente gabán de grandes solapas y una camisa blanca de corte fino-, transmite a la cámara que lo fotografió hace algo más de cien años una inapelable sensación de seguridad y aplomo.

Al verme absorto con la fotografía en la mano, Max Ramos, el librero de la tienda ‘Jorge Cuesta’, deja con cuidado en su correspondiente estantería uno de los ejemplares que estaba hojeando y se dirige con paso calmado y las manos metidas en los bolsillos del pantalón hacia el estrecho pasillo donde se encuentra la colección. “Te presento a Manuel Uruchurtu”, saca la mano derecha del bolsillo y apunta con el índice la imagen sin llegar a tocar la fotografía. “El mexicano que murió en el Titanic”.

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“El Titanic marcó un ícono en la historia de las tragedias humanas”

Hace ocho años empecé de manera lenta y esporádica a recabar material relacionado con esta tragedia –comienza a explicar el regente de esta tienda especializada en primeras ediciones y libros de saldo anclada en el número doce de la calle Liverpool en la colonia Juárez, mientras pasa al azar las hojas de la obra El hundimiento del Titanic, de Hans Magnus Enzensberger-. Primero compré un pequeño lote de libros en donde venían algunas cosas relacionadas con el Titanic. Luego acumulé algunos recortes, alguna ficha, pósters, libros, fotografías de la época… Cualquier cosa que hiciera referencia a este suceso”. Posteriormente, dice tras volver a colocar el libro en la mesita de madera donde reposa junto a otros títulos, la colección fue creciendo mediante modestas adquisiciones y aportaciones que realizaban algunos amigos y compañeros, los cuales le cedieron desde postales, a películas y discos con la música que se tocaba a bordo del llamado Barco Maravilla, hasta llegar a formar lo que, asegura encogiéndose de hombros y echándole un vistazo al escaparate del establecimiento, es en realidad “un breve homenaje al Titanic”. “Porque nosotros no nos dedicamos a la exposición –añade solemne levantando la palma de la mano-. Esto lo hacemos únicamente con un afán lúdico, de recrear lo que fue el hundimiento del trasatlántico, el cual marcó un ícono en la historia de las tragedias humanas”.

Tras la respuesta, el librero se cruza de brazos y guarda silencio mientras la tarde va cayendo lentamente sobre el asfalto húmedo de la calle Liverpool y las notas tristonas del piano de la White Star Line Soundbook parecen presagiar lo que está por suceder a bordo del insumergible. “Me gusta mucho el simbolismo –suelta a bote pronto observando el escaparate donde se exponen cerca de 200 libros, 60 revistas, 40 objetos, 4 fotos originales del único mexicano que viajó y se hundió con el Titanic (el diputado federal Manuel Uruchurtu), y algunas ediciones facsimilares de estampas, postales y diarios de la época que vienen en cajas de madera-. Me gusta el simbolismo –repite circunspecto-. Porque el accidente de esta construcción habla de la imaginería del ser humano y de cómo, de repente, una cosa tan grande, que requiere de una técnica tan trabajada, puede irse a las profundidades en cuestión de pocas horas. Además –continúa tras hacer una leve pausa y tragar saliva-, toda la parte heroica de lo que se cuenta en miles de historias que concurrieron en ese momento al interior del trasatlántico, es algo que me ayuda a entender cómo es el alma humana, la cual en una situación así se hermana en la tragedia”.  

“En México nosotros también hemos tenido nuestros Titanics

– ¿Y por qué una exposición sobre el Titanic en México?, pregunto a colación, curioso.

“Porque la tragedia humana está en el mundo –contesta de inmediato, como si ya esperara de antemano la pregunta, o como si ya se la hubieran formulado en varias ocasiones; la tragedia no está emparentada con nacionalidades. Debemos tener memoria de las tragedias, y el Titanic representa uno de los grandes desastres, no solo marítimos, sino de toda la historia de la humanidad. Asimismo, en esa travesía, en ese hundimiento, hubo mucho heroísmo, y creo que es bueno asomarse un poquito al pasado. Por otra parte, aquí en México nosotros también hemos tenido nuestros Titanics, tal vez no en hundimientos, pero sí en terremotos como el que asoló la ciudad de México en 1985. Es decir, hemos sufrido tragedias, y son tragedias que se van hermanando, por eso debemos tener una buena memoria histórica“.

Son más de las nueve y la noche le ganó, al fin, la partida al lánguido ocaso de la tarde. Al otro lado del escaparate, un par de curiosos que caminan por la banqueta se detienen frente al expositor que aún no tiene la cortina metálica bajada y señalan, dejando las huellas de los dedos marcadas en el cristal,  la portada del diario británico The Daily Mirror en la que una fotografía de El Especial de los Millonarios, borrosa y negruzca por el paso del tiempo, ocupa prácticamente toda la página acompañado de un titular que, cien años después, aún sigue helando la sangre: Disaster to the Titanic. Desastre en el Titanic.

“Fue muy curioso que, de casualidad, me encontrara con la edición de este libro que trata asuntos de la Constitución Inglesa que el diputado mexicano Manuel Uruchurtu tradujera al español”, comenta el librero con un cierto deje de orgullo en su tono, tomando ahora entre sus manos una de las cuatro fotografías originales que “una vecina del barrio” hizo llegar a la tienda en calidad de préstamo para la exposición. Y es que, a pesar de que Max Ramos se muestra reticente a la hora de elegir una pieza de la colección como su favorita, es evidente que los retratos del único mexicano que viajó y trágicamente murió hundido con el otrora glamuroso trasatlántico –dejando tras de sí una hermosa historia que la escritora mexicana Guadalupe Loaeza retrata en la novela de reciente publicación El Caballero del Titanic– son de una gran valía para este librero que lleva dedicado a la profesión doce años.

“A mí me gusta tener las cosas por un tiempo –dice ajustándose de nuevo los lentes, mientras muestra a la cámara fotográfica el facsímil de la última cena que se sirvió en el comedor de primera clase de la embarcación y el póster con los trágicamente célebres miembros de la Orquesta del Titanic, los cuales no pararon de tocar hasta que la proa del barco capitaneado por el capitán más prestigioso de la White Star Line y el primero y único del RMS Titanic, Edward John Smith, empezó a hundirse de manera irremediable hacia las profundidades del océano Atlántico-. Yo ya he tenido todas estas piezas y, como todo buen librero, hay que saber desprenderse de las cosas a tiempo. Me gustan mucho todos los artículos de la colección, claro –los observa con detenimiento y con los brazos puestos en jarra, como si en cada uno de ellos recordara una historia que atesorar-. Pero yo ya los tuve conmigo y deben seguir su ciclo después de esta exposición–vuelve en sí con una sonrisa ciertamente resignada y echándole de reojo un vistazo al reloj-. Ya es hora de que se embarquen hacia otros mares“.

 

¿Quieres saber qué música se escuchaba a bordo del majestuoso Titanic? Dale click al video:

*Publicada originalmente  el 15 de abril de 2012.

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