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Luis Villoro sobre la izquierda, la muerte y el amor
Luis Villoro sobre la izquierda, la muerte y el amor
11 minutos de lectura
Luis Villoro sobre la izquierda, la muerte y el amor
06 de marzo, 2014
Por: Rogelio Laguna | @RogelioLaguna
@ 
Foto: Cuartoscuro.
Foto: Cuartoscuro.

Nacido en Barcelona, de padres mexicanos, Luis Villoro dedicó su vida a la investigación y a la docencia, principalmente en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que fue investigador emérito.

91 años no le hicieron perder su compromiso de buscar un país justo que incluya los que históricamente han vivido oprimidos.

[contextly_sidebar id=”82808b949df349380f0495068b031253″]Era un hombre que no temía señalar las injusticias ni confesar abiertamente su postura política. Era sencillo, amable y muy atento. Hablaba de la muerte y del amor y se confesaba al mismo tiempo religioso y ateo sin que por ello se contradijera.

Me recibió en su casa al sur de la Ciudad de México. Diferentes espacios fueron testigos de la conversación, siempre amena. Nos rodeaban retratos de su familia y de Bertrand Russell. Me pareció  ver un muñeco de Marx en la sala pero olvidé preguntar por ello.

Villoro respondió a todas las preguntas realizando, en ocasiones, pequeñas pausas para reflexionar. Escuchó respetuosamente y habló con claridad. Si bien su gran pasión fue la filosofía, no sólo fue un filósofo, lo demostró en diversas ocasiones, como aquella en que tradujo El principito para un semanario.

Animal Político recupera esta entrevista publicada originalmente por Revista Escrutinio.

El camino de la izquierda

¿Cómo decidió dedicarse a la filosofía? ¿Usted fue un niño que quería ser filósofo?

LV: No, desde luego que no. Decidí estudiar filosofía después de muchos años. Me preocupé por la filosofía siendo muy joven pero nunca pensé en estudiarla como carrera. Por eso elegí cursar medicina porque tenía un antecedente familiar, mi padre era médico, y me gustaba la carrera. Pero después de estudiar tres años seguía teniendo mucha preocupación por preguntas filosóficas.

Mi preocupación fue creciendo hasta que llegó un momento en que decidí dejar la carrera de médico para dedicarme a filosofía porque era lo que me llamaba verdaderamente la atención, lo que me daba “toques” en el corazón.

¿Cuáles eran esas preguntas que lo llevaron a la filosofía?

L.V. Mis preguntas fundamentales eran más bien preguntas que cualquier niño puede hacerse: ¿Qué debo hacer? ¿Para qué? ¿Adónde voy a ir? Toda filosofía nace de la preocupación de una persona en una situación. Toda filosofía existe en una situación y está influida por su tiempo. Eso fue guiando mis preguntas a pensar la situación mexicana.

Me preocupé por hacer una reflexión filosófica que estuviera enraizada en la realidad del país, que era muy compleja. Cuando era muy jovencito participada en un grupo que se nombramos “Hiperión.” Mis primeros escritos filosóficos corresponden a esa época. Con mi grupo de amigos: Uranga, Guerra, Portilla, entre otros, hacíamos reflexiones filosóficas.

¿Qué es la filosofía?

L.V.: La filosofía es la posibilidad de hacerse preguntas, no consiste en dogmas o en doctrinas. En ella no hay respuestas definitivas, hay preguntas. Es la interrogación constante que conduce a otras interrogantes. Las preguntas fundamentales permiten que cambiemos de opinión al reflexionar.

Por eso la filosofía no es ideología: un bloque de doctrinas, sino que es un conjunto de preguntas que nace de la perplejidad del ser humano. Empieza en cuestionamientos que parecen sencillos como: ¿Quién soy? La filosofía griega decía que la filosofía es una virtud intelectual. Pero no una virtud para hacer productos, sino una virtud intelectual, para pensar mejor, para ver el mundo desde una perspectiva más amplia.

Se adentró en la filosofía en una época en la que se vivía un régimen partidario en México. ¿Cuál era su posición ante ese régimen?

L.V.: Yo no tenía una posición política en ese entonces, actualmente tengo una posición asumida en la izquierda, pero en los tiempos en que estudié, en mi juventud, no había tomado partido por nadie. Tardé mucho tiempo en tener una posición política clara. Después de pasar por muchos caminos me di cuenta que es necesario tener una postura para hacer algo ante la realidad injusta.

La situación en México está muy mal, y por ello necesitamos cambiar muchas cosas. La posición que quiere hacer los cambios es la izquierda.

¿Qué es la izquierda?

L.V.: La izquierda es una posición que puede ser individual o colectiva que dice “no” a la dominación y a las situaciones de opresión. Dicha dominación puede provenir del Estado o puede provenir del individuo frente a sí mismo. La izquierda quiere decir siempre “no” a la opresión. Rechaza la dominación y todo lo que existente que intente dominar.

La izquierda no es una doctrina, es una actitud que se enfrenta a toda clase de imposición. Es la posición que quiere hacer los cambios y no dejar las cosas como están.

¿La izquierda es una utopía?

L.V: Si por utopía entendemos un régimen ideal, no. En cambio si por utopía entendemos la posibilidad de un camino que vaya hacia algo mejor de lo que existe actualmente, entonces sí. La utopía es, más bien un ideal hacia el cual caminar.

¿Qué puede hacer un filósofo para cambiar la realidad de su país?

L.V.: Además de reflexionar mucho sobre ello, puede comprometerse para hacer algo al respecto. Trabajar en equipo con gente de muchas otras disciplinas. La filosofía no sólo sirve para reflexionar, es también la posibilidad de actuar. En mi vida he tratado, poco a poco, de comprometerme cada vez más y de actuar para mejorar las cosas.

Usted es miembro del Colegio Nacional y también es asesor en materia de ciencias para la presidencia de la República. ¿Esto le da mayor influencia para hacer cambios en México?

L.V.: No, en el Colegio Nacional no realizamos labores de ese tipo, simplemente somos un grupo de reflexión y no tenemos la influencia política que deberíamos tener. El consejo consultivo para la presidencia no está funcionando lamentablemente y, en mi opinión, no ha servido para hacer nada.

Pensar la muerte

¿Qué piensa usted de las religiones?

L.V.: Yo he sido muy religioso, pero no soy católico. Más bien he sido partidario de la doctrina budista porque es una doctrina cosmológica. Tengo mucha influencia de las religiones orientales, especialmente del budismo, pero eso no quiere decir que sea budista.

Me voy a morir pronto y no creo en la resurrección ni que mi alma vaya a ir a algún lado. Sólo el cristianismo y otras religiones específicas creen en la inmortalidad del alma pero yo no creo en ello.

Para empezar no creo en que haya diferencia entre alma y cuerpo. Tampoco creo en Dios, en ese sentido soy ateo, pero si creo en la divinidad del cosmos, que el mundo mismo es divino.

¿Piensa en la muerte?

L.V.: Todo el tiempo. Pienso en la muerte como una manera de disolverse, difundirse en el todo. Todos nos vamos a morir algún día. Yo entiendo ese proceso como una unión con todo: las galaxias, la materia, incluso aquello que aparentemente no tiene relación con el individuo.

¿Qué le queda por escribir?

L.V.: Estoy a punto de terminar tres conferencias sobre cuestiones que hace faltan, no sólo en México sino también en el mundo: justicia, democracia y pluralidad. Pues más bien existen en su negativo: injusticia, la falta de democracia, la ausencia de pluralidad. Escribo en contra de lo que sucede para señalar qué cambios son necesarios.

¿Se arrepiente de algo que haya escrito?

L.V.: No… (duda un poco)…No, no me arrepiento.

¿Cómo fue que decidió no seguir el camino de la filosofía analítica y tomar el de la reflexión con tendencia social?

L.V.: La filosofía analítica no me interesa. Los filósofos analíticos son gramáticos que piensan el lenguaje. Eso está muy bien pero a mí me interesa algo más amplio. La filosofía no sólo es la reflexión sobre el lenguaje. Me interesa la filosofía como una reflexión en situación, como decían los existencialistas. Una filosofía que tenga la actitud de estar en el mundo.

Tampoco creo en la Metafísica, soy muy escéptico del pensamiento que quiere ir más allá sin comprender lo que está aquí. El mundo es un mundo en el que podemos caminar para repensar las cosas. Los filósofos han pensado el mundo una y otra vez desde Grecia, esa reflexión existe porque las cosas pueden ser siempre de otra manera. Sin embargo también afirmo que la claridad y el rigor son las características de una buena filosofía, en Latinoamérica muchas veces nos ha faltado ser más rigurosos y más claros.

La rigurosidad entendida como consciencia de la justificación de lo que se está diciendo. Revisar que lo que decimos esté basado en buenas razones, de otra manera nuestras afirmaciones son dubitativas, frágiles. La filosofía debe tener siempre buenas razones.

Su libro Creer, saber, conocer es, finalmente, una aportación a la filosofía analítica.

L.V.: No estoy de acuerdo. Creer, saber, conocer no es de filosofía analítica. Es obvio que tiene influencia de la filosofía analítica, ¿quién no tiene influencia de esa filosofía? Fue muy importante en el siglo XX. Prueba de ello es que el libro termina con una crítica a la filosofía analítica y muestra que hay problemas que la superan y que van más allá. Mi lugar es México, sus indígenas

Otro de los grandes temas de su reflexión han sido los indígenas. ¿Por qué?

L.V: Me ha preocupado mucho la división en México entre los indígenas y la modernidad occidental. Es un tema que me ha marcado mucho. He estado mucho tiempo en contacto con los indígenas, acabo de estar en Chiapas en una reunión sobre lo que ellos llaman “la otra campaña.” El movimiento indígena actual plantea una decisión: o seguir aceptando las cosas como están y que no pueden cambiar, o buscar procurar que las cosas cambien radicalmente.

El movimiento zapatista, por ejemplo, tiene el interés de que las cosas cambien. No es un movimiento que proponga una revolución violenta. Ya hubo muchas en México y no es deseable otra. El movimiento indígena trata de cambiar las cosas a fondo de una manera pacífica y dialogante. La historia de México ha sido una historia de muchos actos violentos. Pero a veces las revoluciones violentas son necesarias para un cambio radical, tal es el caso de la Independencia de México y la Revolución Mexicana. Pero a pesar de que eran hechos violentos estaban cargados de esperanza. El camino que debemos seguir ahora no puede ser violento, y para ello hace falta organización. Los zapatistas están tratando de ir a ese camino, por eso me interesan mucho.

¿Ante las desigualdades que ve en México y la falta de cambios reales, no le han dado ganas de irse a otro país?

L.V.: He estado en España y a otros países pero nada más de viaje. Pero siempre he tenido claro que mi lugar es México.

En “La mezquita azul” usted hace referencia a una experiencia mística y después la analiza racionalmente para concluir que la razón no puede descifrarla por completo.

L.V.: En efecto, la modernidad ha creído que puede entender todo a través de la razón y no es así. El problema de los indígenas es producto del abuso de la razón. Frente a ese abuso cabe también la emoción y el sentimiento. No somos simplemente seres racionales, somos emotivos, esperanzados, eso también constituye a los humanos. Ahí es donde tenemos que reconocer la intuición además de los argumentos racionales. La intuición que toma en cuenta las emociones y eso en muchos casos es más importante que el razonamiento puramente racional.

A la filosofía le deben importar las intuiciones, porque no nace como una necesidad de razonar sino de la perplejidad. Esa perplejidad es esencialmente emotiva y a través de la emoción da lugar a la filosofía. Es después del asombro cuando queremos razonar y nos olvidamos de la emoción siguiendo un camino seco y riguroso.

El corazón tiene razones que la razón no entiende…

L.V.: En efecto, tal como decía Pascal.

Su reflexión filosófica siempre habla del otro, eso sin duda que implica al amor. ¿Cómo entiende usted al amor?

L.V.: El amor es siempre la necesidad de estar en la presencia de lo otro; que puede ser una persona o puede ser la divinidad. Lo otro es lo que siempre está presente en nosotros, por ejemplo, los indígenas frente a lo occidental. Lo otro es lo que es diferente a nosotros y al serlo nos produce esperanza y necesidad de un ideal que abarque a todos. Los indígenas y los pobres son vistos como lo otro en el capitalismo de occidente. Esa otredad tiene que dar lugar a una reflexión filosófica fuerte que vaya más allá de los estereotipos.

¿Cómo conciliar la razón el corazón?

L.V.: (Ríe) Creo que ya hemos dicho algo: teniendo esperanza, viviendo las emociones.

El otro Luis Villoro

¿Cómo es aquél Luis Villoro que no es filósofo, qué le interesa?

L.V.: (Hace una larga pausa) Las relaciones con los demás, fundamentalmente el camino hacia el amor. Es lo que mi corazón siente que le interesa realmente.

¿Qué le gusta leer, además de filosofía?

L.V.: Soy amante de la literatura, la poesía me cuesta trabajo entenderla, pero soy amante de los clásicos. Sobre todo la literatura que está cerca de presentar ideas como la literatura rusa, Los hermanos Karamázov, Tolstoi…

¿Qué música escucha?

L.V.: La clásica, me gusta muchísimo Mozart, su música es el equilibrio total. Después me interesa Beethoven. No me gusta la música estridente.

¿Qué le da miedo?

L.V.: Una muerte con dolor. Quisiera morir sin sufrimiento.

¿Le da miedo que México no cambie?

L.V.: No me da miedo. Tengo fe en que encontraremos poco a poco un camino. Mi participación política va en ese sentido, me parece que la socialdemocracia tiene un porvenir en este país, la derecha no tiene ningún porvenir. La izquierda debe ponerse de acuerdo para enfrentar los intereses privados y económicos del capitalismo extremo.

*Rogelio Laguna actualmente es académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

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