[contextly_sidebar id=”KOk9EeupZEIfDAZZmQuqizQydsZqaHm5″]La obesidad es considerada uno de los problemas más grandes que enfrenta la humanidad.
Y en estos días Puerto Rico debate si multar a los padres que no consigan que sus hijos pierdan peso. Pero, ¿funcionaría una medida de este tipo en cualquier sitio?
Más de 600 millones de personas, o el 13% de la población adulta mundial, son obesas. La proporción subió más del doble entre 1980 y 2014, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El costo calculado para la economía global es de US$2 billones.
Intentos fallidos de campañas públicas
Gobiernos nacionales y locales tratan de abordar la obesidad, que se define como tener un índice de masa corporal –basado en la proporción entre la altura y el peso– superior a 30.
A menudo, los países que intentan controlar este problema de salud pública hacen frente a acusaciones de ser un “Estado niñera” y se encuentran con la oposición de empresas de alimentos y bebidas.
Los intentos han sido irregulares y los expertos no se ponen de acuerdo sobre qué, si es que hay algo, funciona.
En 2011, Dinamarca introdujo un “impuesto a la grasa” en alimentos que contienen más del 2,3% de grasa saturada, pero el alza de precios impulsó a los consumidores a cruzar la frontera hacia Alemania.
La medida se revocó un año más tarde y el gobierno canceló planes de poner un impuesto al azúcar.
Algunos expertos consideran que el entorno también es responsable del incremento de la obesidad, bo sólo los individuos.
“En contraste, estos cambios son ejemplos de cómo se puede apoyar y dar poder a los padres para que les resulte más fácil mejorar la salud de sus hijos”.
Puhl alega que se necesita un enfoque más integral, en el que las escuelas fomenten una mejor alimentación y más ejercicio.
Algunos críticos creen que las multas afectan de forma desproporcionada a los padres pobres.
“Hay margen para pensar más sobre incentivos, quizá algún tipo de premios por perder peso, especialmente dado que la obesidad tiende a afectar más a los pobres”, sostiene Peter Ayton, profesor de Psicología en la City University.
“La gente responde a incentivos y disuasiones. Se necesita hablar más sobre qué es lo que funciona”.
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