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Un viaje a nado por las piscinas más fascinantes de Europa
Un viaje a nado por las piscinas más fascinantes de Europa
9 minutos de lectura
Un viaje a nado por las piscinas más fascinantes de Europa
08 de febrero, 2015
Por: Yorokobu.es
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La Arena Club en Berlín tiene una cubierta plástica desmontable que permite usar la piscina incluso en esas noches de verano en las que refresca.
La Arena Club en Berlín tiene una cubierta plástica desmontable que permite usar la piscina incluso en esas noches de verano en las que refresca.

«-¿Qué estás haciendo?
-Nado hasta casa. Fíjate, piscina a piscina, a lo largo de todo el condado, se forma un río que me lleva directo a casa».

El Nadador. Frank Perry. 1968.

Si el 75 % del cuerpo humano está cubierto de agua y el ser humano está compuesto por ella en un 71 %, es perfectamente lógico que la humanidad haya establecido gran parte de sus relaciones sociales, urbanas e incluso arquitectónicas tomando al agua como referente. Las canalizaciones, el alcantarillado, los embarcaderos, los puertos, los embalses, los ríos. El mar.

[contextly_sidebar id=”0SlbYxyBDAIr32fW3WR4QBYBjrHHAZK4″]Claro, el mar como objeto y también como símbolo. El mar inabarcable, el fin del mundo durante tantos siglos.

Y sin embargo, desde que dejamos de ser cazadores-recolectores, el impulso de la especie nos ha llevado a intentar domesticar todo lo que nos encontrábamos. Domesticamos el trigo y las naranjas. Domesticamos caballos e incluso lobos –hoy les llamamos «perros»-. Y también hemos domesticado al océano. ¿Qué es, al fin y al cabo, una piscina, sino un trozo de mar domado a nuestro antojo? Un pequeño fragmento de océano o de río al que hemos desposeído de la bravura del oleaje o del peligro de sus rápidos, para quedarnos solo con lo que nos gusta y, en definitiva, nos define: el agua.

Es seguro que los primeros recintos artificiales para contener agua servían para canalizarla y usarla en los campos de riego ante posibles periodos de sequía; albercas, acequias y cisternas. En cambio, es relativamente difícil saber cuál fue la primera piscina que se construyó con objeto puramente recreacional. Algunos libros de historia la colocan en la localidad pakistaní de Mohenjo-daro, en el valle del río Indus. La llaman El Gran Baño, y es considerada «el primer tanque de agua de uso público del mundo antiguo». Y desde luego es antigua, pues las ruinas datan aproximadamente del tercer milenio antes de Cristo.

Fotografía: Saqib Qayyum (CC)

Con la aparición de las civilizaciones griegas y romanas, las piscinas comenzaron a ser artefactos comunes y hasta populares. Tanto en residencias privadas -donde a menudo servían también de acuario- como en recintos públicos, ya fuesen termas y baños o lugares de entrenamiento para atletas o gladiadores. Salvo excepciones como el reino nazarí de Granada, donde los recintos para el agua tuvieron una importancia singular aunque más como objetos arquitectónicos o decorativos que como lugares para el baño, las piscinas no volverían a recibir empuje social hasta mediados del siglo XIX y, sobre todo, principios del XX, con la aparición de los Juegos Olímpicos modernos y la puesta en valor del deporte como actividad saludable y beneficiosa.

Así, a lo largo del siglo pasado las piscinas se fueron multiplicando por todo el mundo, a veces dentro de complejos deportivos y otras veces abiertas al público, que las usaba –y las usa- como simulacro amable y de secano de las playas costeras. Tras la Segunda Guerra Mundial, la piscina se convirtió en objeto de deseo para la clase media norteamericana. Cada dueño de cada chalet de cada calle quería tener su piscina privada y, con el abaratamiento de las técnicas constructivas, el paisaje de los suburbios residenciales estadounidenses se colonizó de pequeños puntos azules encastrados en los patios traseros de las casas.

Vista aérea de un suburbio a las afueras de Phoenix. Imagen: Google

Desde lugares tan ajenos al agua como Phoenix, en medio del desierto de Arizona, hasta urbanizaciones costeras como Cala en Porter en Menorca; todas las casas han acabado teniendo su piscina privada. Y cuando no son chalets unifamiliares, son edificios de pisos, donde ahora mismo no hay prácticamente ninguno que no venga con su piscina comunitaria para que los niños la ocupen hasta los topes como acogotados Choco Krispies en un tazón de leche.

Tal es así que, en 1968, el cineasta Frank Perry con la ayuda de Sydney Pollackdirigió El Nadador, un filme que se desarrolla íntegramente entre las piscinas de un barrio residencial de Connecticut. Basado en el cuento homónimo de John Cheever, la película es una fábula que narra las peripecias de Ned Merrill, un hombre de mediana edad que, tras haber sufrido un colapso nervioso y aparentemente amnésico, decide atravesar el condado y recorrer el camino que le separa de su casa nadando de piscina en piscina, sea pública o privada. En realidad, la cinta de Perry es un drama psicológico con una intensa componente surrealista, pero también nos sirve para ver a un Burt Lancaster cincuentón en un estado físico más que envidiable para los que tenemos unos cuantos años menos.

Imagen: Columbia Pictures

Nosotros vamos a repetir la odisea de Ned Merrill pero domesticada; intentaremos quitarle el psicodrama y nos quedaremos solo con la parte acuática. Desde Viena hasta Oporto nadaremos por algunas de las piscinas más chulas de Europa. Lo bueno es que ninguna pertenece a un hotel de lujo ni forma parte de un costoso resort. Todas, al margen de su gestión, son de acceso público y a precios populares. Y además, todas son interesantísimas piezas arquitectónicas.

Amalienbad

Fotografía: Mav_at

Fotografía: Alg:Fotografi

Construida en Viena entre 1923 y 1926 por los arquitectos Karl Schmalhofer y Otto Nadel, los baños de Amalienbad formaban parte, en su inauguración, del spa más grande del viejo continente. La piscina climatizada se extiende bajo una bóveda de medio punto de vidrio que se abre en los meses de verano.

Amalienbad en los años 30

Amalienbad sufrió un intenso bombardeo en la Segunda Guerra Mundial, pero tras una profunda restauración llevada a cabo a principios de los 80, los vieneses -y cualquiera al que le apetezca- aún puede nadar en una atmósfera que recuerda al exuberante Imperio Austrohúngaro de entreguerras. De hecho, el edificio conserva el diseño original jugendstil –el art nouveau geométrico y centroeuropeo- con la que fue inicialmente concebido.

Arena Badeschiff

Si las piscinas no dejan de ser una versión controlada de los mares y los ríos, las del Arena Club de Berlín llevan este posicionamiento a sus últimas consecuencias. Porque la piscina está, literalmente, incrustada en medio del río Spree.

Fotografía: Arena Club Berlin

Construidas en 2004 por el extinto estudio canario AMP junto a la artista berlinesa Susanne Lorenz, el proyecto respondía a la propuesta ganadora del concurso internacional de arquitectura que convocó el ayuntamiento de Berlín para revitalizar una zona industrial del río. Atendiendo a criterios de reciclaje material, el vaso de la piscina no es más que el casco reutilizado de una vieja embarcación fluvial hundida rellenado con agua depurada. Las piscinas forman parte de un extenso complejo que incluye una sala de conciertos, salas de exposiciones y locales de ocio.

Fotografía: Arena Club Berlin

Aunque solo están abiertas al público en los meses calurosos del año, también tienen una estupenda cubierta plástica desmontable que permite usar la piscina incluso en esas noches de verano en las que refresca y tu madre te dice que te pongas la rebequita. Porque debajo de esos gusanos de polietileno se conserva muy bien el calor.

Les Bains des Docks

Fotografía: Atelier Jean Nouvel

Continuamos nuestra travesía y seguimos nadando por el cauce de un río, en este caso, el parisino Sena. Sin embargo, nos vamos a ir hasta el final, hasta la desembocadura, hasta la localidad atlántica de Le Havre. Al igual que sucedió en Berlín, la municipalidad de Le Havre decidió poner en valor la zona de los muelles, hasta ese momento dedicada exclusivamente a edificios industriales o almacenes. Para ello, en 2008 encargó al estudio de Jean Nouvel la construcción de un centro acuático público.

Fotografía: Atelier Jean Nouvel

Los Baños de los Muelles son un complejo de termas y piscinas cubiertas y descubiertas, generado mediante una serie de paralelípedos de espacio que se entrelazan y se yuxtaponen. El exterior es gris y austero, en chocante contraste con un interior de gresite blanco –salvo la hipercromática sala de descanso- donde el aire y la luz fluyen como en el interior de una escultura de Eduardo Chillida.

Valdesanchuela

VALDESANCHUELA

Ahora viajamos –vete tú a saber cómo- hasta el sur de Madrid. Es curioso, pero la piscina cubierta más interesante de España no está en ningún lugar especialmente privilegiado: está en Valdemoro, al final del cinturón industrial de la capital.

Fotografía: Roland Halbe

VALDESANCHUELA3

Inauguradas en 2007, las piscinas municipales de Valdesanchuela son el primer proyecto público de Alberto Nicolau y tiene un notable parecido con el Aqualadede Mantes-la-Jolie, al oeste de París. La diferencia es que las piscinas francesas se construyeron cinco años después y su cubierta ajardinada hace referencia a los parterres que se abren frente a ellas junto al río. En Valdemoro no hay río –el Tajo pilla unos cuantos kilómetros más al sur- y la referencia que toman las piscinas es, como ya hemos dicho, industrial. O mejor dicho, híbrida. Industrial porque la cubierta se realiza mediante unas cerchas masivas de acero y todo el recubrimiento, tanto interior como exterior, es metálico. Pero también adopta una metáfora acuática, porque esas cerchas no son rectas, sino onduladas, simulando un oleaje artificial que cubre el espacio y, además, permite un juguetón artificio entre la luz que resbala por los lucernarios y las enormes superficies acristaladas que miran al exterior.

Piscinas das Marés

Fotografía: Verónica Aguilar (CC)

Empezamos por el mar y acabamos en el océano. En el océano Atlántico. A un par de kilómetros al norte de Oporto, en la localidad de Matosinhos se levantan –o quizá debería decir, se agachan- las Piscinas de las Mareas.

En 1961, el Ayuntamiento de Matosinhos encargó a al joven Álvaro Siza el proyecto de unas piscinas para los vecinos y también para los numerosos portuenses que acudían a las playas de Leça da Palmeira. Se trataba de ofrecer un lugar donde la gente, y sobre todos los niños, pudiesen bañarse los días en los que el Atlántico se despertaba embravecido. Así pues, el formidable arquitecto decidió no enfrentarse al océano, sino acariciarlo y domesticarlo.

Fotografía: Fernando Cerqueira (CC)

Fotografía: Velcro (CC)

Por eso decía que las Piscinas das Marés se agachan, porque el edificio de los vestuarios, que es una pastilla casi invisible de hormigón y madera embreada, apenas sobresale desde la altura del paseo marítimo. Hay que descender hasta una cota entre el mar y la ciudad para llegar a las piscinas. Y por eso Siza acaricia al mar bravo, porque los vasos de las piscinas no son rectangulares ni rectos sino que, en el borde de poniente, asumen la propia forma de las rocas preexistentes. De hecho, el formidable arquitecto portugués paso días enteros midiendo cada montículo y cada peñasco, hasta conformar un lugar tan ajeno al hombre como agradable para bañarse. A día de hoy siguen abiertas cada temporada estival y los portuenses, sobre todo los niños, disfrutan de un océano domesticado solo para ellos.

Fotografía: Velcro (CC)

Las Piscinas das Marés son las únicas piscinas de nuestro recorrido que no son cubiertas ni climatizadas, y ya sé que estamos en pleno invierno, pero qué quieres que te diga: no seríamos seres humanos si no tuviésemos siempre la ilusión de un verano en el horizonte.

Fotografía: Velcro (CC)

Nos hemos dejado unas cuantas piscinas por el camino, como el ya nombrado Aqualade parisino diseñado por el estudio Agence Search hace un par de años, o el London Aquatics Centre de la arquitecta Zaha Hadid, construido ex profeso para los Juegos Olímpicos de Londres de 2012. También podríamos  haber incluido las Termas de Vals, exquisito edificio del arquitecto suizo Peter Zumthor, levantado en una ladera alpina, pero no tiene piscina como tal y además pertenece a un carísimo complejo de hotel-resort, y no está la economía para dispendios. De todos modos, como seguro que nos hemos olvidado alguna piscina que a ti te gusta especialmente, aquí debajo tienes los comentarios para recordárnosla.

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