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Por la dignidad del jornalero; “luchar por nuestros derechos no es delito”
Por la dignidad del jornalero; “luchar por nuestros derechos no es delito”
8 minutos de lectura
Por la dignidad del jornalero; “luchar por nuestros derechos no es delito”
25 de abril, 2015
Por: Kau Sirenio Pioquinto
@periodistagonzo 
Jornaleros de San Quintin marchan por la carretera Transpeninsular para exigir un salario de 200 pesos y demandas sociales. Foto: CUARTOSCURO
Jornaleros de San Quintin marchan por la carretera Transpeninsular para exigir un salario de 200 pesos y demandas sociales. Foto: CUARTOSCURO

[contextly_sidebar id=”XvBWwV9dtMN0NTrNOkpOjutEcC7G0qnF”]La mañana que los jornaleros agrícolas del Valle de San Quintín, decidieron abandonar sus machetes, botes y bombas aspersores para caminar más de 20 kilómetros, en demanda de salario justo y trato digno en su trabajo, la carretera transpeninsular de las Baja California se convirtió en un babel mexicano, de un lado se oye el canto en triqui, del otro, el tu’un savi (mixteco), atrás el mixe y adelante el náhuatl.

El esfuerzo de cuatro días de preparación de la marcha surtió efecto: En la colonia Vicente Guerrero al Norte de San Quintín caminaron los de la Triqui de San Juan Copala, y todas las organizaciones sociales que llegaron un día antes sumarse a los “sucios” o los “indios flojos” que piden aumento de 130 a 300 pesos de salario por jornada.

Los trabajadores del campo que de lado Sur caminaron de la colonia Lázaro Cárdenas hasta el centro de gobierno de Valle de San Quintín. Todos al grito de “si no hay solución no hay elección”, otros más repetían la consigna sureña de Zapata vive la lucha sigue.

Con ellos caminan: los indígenas nativos de California, los Pai Pai, Kiliwas y Kumiai; los maestros y pensionados; los campesinos de la Central Campesina Independiente (CCI); los de la Central Campesina Cardenistas (CCC): universitarios y telefonistas.

“Vamos por un futro más próspero y una patria nueva” dice un profesor de la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por justicia social, en el altoparlante.

Y es que, para las mujeres que despertaron a las 3:00 de la madrugada, la desvelada si valió la pena, porque sus esposos, hijos, hermanos, primos y vecinos caminan juntos, por lo menos un día sin competencia entre ellos por un peso que les pagan por el bote de pepino o jitomate, ahora no importa la carrera para ver quien hace más botes o surcos.

No solo fue echar tortillas de harina o guisar unos huevos para taquitos del almuerzo, sino que también implicó caminar, gritar, llorar por la emoción de ver a su pueblo unido en contra de la discriminación que sufren en los campos agrícolas.

Los otros (empresarios), tampoco estaban dispuestos a perder, y menos que unos “indios mugrosos”, así como suelen llamar a los jornaleros, les ganen en la batalla, así que dispusieron toda la estrategia para evitar que los campesinos salieran a la marcha pero no lo lograron a pesar que entregaron cobijas, despensas y comida caliente.

En Santa María Los Pinos, una comisión de la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la justicia social recorre en las calles polvorientas de la colonia que luce abandonada. Con un palo en la mano los señores van en busca de sus compañeros, les piden que se unan a la marcha por un día, pero la invitación no hace eco, muchos prefieren trabajar por 130 pesos que unirse a la lucha.

“Vamos compañeros, no tengan miedo, luchar por nuestros derechos no es delito” anima Lucila Hernández a los señores que esperan que camiones destartalados pasen por ellos para llevarlos a trabajar. Nadie se anima, solo hacen gestos y siguen caminando apresurados.

–Acá, sí, que nos tienen amenazados. No es la primera lucha que damos contra Los Pinos, ya son varias por eso no nos perdonan –dice una señora que se oculta en su pañuelo y gorro.

Antes de salir a la calle, Icela López se apresuró a echar tortillas, luego taquitos para la marcha: “Es que allá, cuando hay marcha cierran todo, no hay tiendas abiertas y menos de comida por eso es mejor cargar con taquitos”.

Mientras amasa la harina, Icela me explica de la lucha en Valle de San Quintín, lo hace con soltura, voltea la cara y con una sonrisa dice: “Aquí en Los Pinos en 1995 le dimos batallas, en ese entonces iniciaron con el proyecto de vivienda para deshacerse del campamento Las Pulgas así que diseñaron una zona habitacional para los jornaleros, cuando estuvieron terminados las casas no las entregaron. Recuerdo que esa vez vino el presidente de México, Ernesto Zedillo, primero inauguró la cuartería El Vergel después esta colonia, que también se le conoce como las casitas por el diseños de las casas, pero después que ya no trabajamos con ellos, vino la represión”.

Voltea la tortilla en su estufa, luego agrega: “Como la mayoría ya no trabajaba con ellos así que nos cercaron, cercaron con malla alrededor de la colonia, pusieron una caseta con vigilante para que nadie saliera, tuvimos que organizarnos para que los quitaran, eso le costó a muchos compañeros, los despidieron, luego los boletinaron en la región y empresas afines a ellos, es por eso que los vecinos de aquí tienen mucho miedo de luchar”.

La historia de Icela, dibuja el contexto la madrugada de 24 de abril, acá los hombres que buscan salida rápida para llegar a su trabajo, prefieren no hablar, ni siquiera saludar a los que los invitan a la marcha en San Quintín.

Rancho Los Pinos, es la empresa agrícola que paga menos en todo el Valle de San Quintín, un jornalero gana 85 pesos la jornada de 10 horas, la entrada al campo inicia a las 7:00 de la mañana y salen a las 5:00 de la tarde, la tarea del día consistía: antes, 45 botes de pepino ahora con el 15 por ciento de aumento se tiene que cortar 60 botes, antes se trabajaba 5 surcos en desbrote ahora 6, así que el aumento nunca se reflejó en beneficio del trabajador.

Los maltratos a trabajadores también se viven en el rancho Los Pinos, aquí los revisadores le gritan a los jornaleros cuando estos se revelan: “pinche indio mugroso si no quieres trabajar vete a tu casa, de todos modos hay muchos indios como tú que quieren trabajar”.

Antes que el alba golpeara la tierra labrada por los indígenas provenientes de Oaxaca, Veracruz, Chiapas y Guerrero, los jornaleros de Santa María de Los Pinos abordan el camión que los lleva al tramo conocido como El Gol al sur de San Quintín, el transporte que corre más lento que un burro de carga no ofrece nada cómodo, todos sus asientos están rotos y empolvados, la unidad no tiene ni un cuidado, que importa es para los “sucios”, los que trabajan porque el patrón le hace un favor al darle trabajo.

En El Gol unos muchachos y muchachas mantienen cerrada los ramales de la carretera, no dejan pasar camiones que van al campo con jornaleros. Un chavo se anima a subir al autobús destartalado para inspeccionar que no vaya ahí un “necio” a trabajar.

–No hay nadie, todos van por otro lado o se fueron caminando –explica a sus compañeros.

Al arrancar el camión, de otro lado de la carretera, del campo de bolitas de Brúcela salé una camioneta con unos 10 trabajadores: “Bájenlo, bájenlo” pide una muchacha con cara de adolescente, su grito tiene logro, los jornaleros deciden descender de la camioneta del rancho Los Pinos, y el carro arranca como si el chofer viera el mismo diablo.

Sin embargo los jornaleros solo permanecieron unos minutos, en un descuido, los campesinos abandonan el lugar de uno por uno desaparecen hasta alcanzar el vehículo que los espera metros más adelante.

Rancho Berrimex, traslada a sus trabajadores escoltados con la policía municipal de Ensenada en carretera de terracería, para que los inconformes no los detengan.

La plática con los muchachos en El Gol termina cuando llega el comisario ejidal del ejido Reforma Agraria Integral, Misael Benítez. El ejidatario dialoga con los plantonistas les dice que él está en su lucha y les pide que no detengan su movimiento, después ofrece un aventó hasta la colonia Vicente Guerrero a 40 kilómetros, al norte de San Quintín.

En el recorrido por el Valle, se van dibujando la protesta de los jornaleros, en los ramales de la carretera se ven hombres y mujeres posicionados en pequeñas barricadas.

En el camino, Misael explica las causas de la lucha de los jornaleros, dice que el gobierno federal es irresponsable por no atender el conflicto en el Valle de San Quintín. “Ellos son cómplices de los empresarios que tanto han abusado de los indígenas que vienen a trabajar a los campos agrícolas, sin una garantía laboral, aquí no hay prestaciones, menos tratos justo. Los ricos pagan una miseria que no alcanza ni para comer”.

Mientras maneja, agrega: “Los afectados no son solo los jornaleros, también los pequeños productores somos víctimas de todo esto. Con el incremento al combustible y los insumos del campo nos ahogan más, y peor aún, por la falta de política adecuada para el campo”.

De Lázaro Cárdena a la orilla de la carretera se van dibujando una pintura multicolor, las triquis con sus huipil rojo, los otros enfundados en chamarra y sudaderas, todos esperan que pase la marcha que viene desde el Norte.

Sobre la carretera cerca de la entrada del ejido Zarahembla, el dueño del Rancho Los Molinos, Carlos Haifer reparte agua embotellada mientras grita “esta lucha ya no los detienen nadie, es de ustedes compañeros”. Unos metros adelante de ahí, camina Reynaldo Sánchez, enfundado en una sudadera negra, le aprieta el paso para que nadie lo rebase, pero accede hablar con el reportero.

Reynaldo, viene de la región na savi (mixteca) oaxaqueña, con 30 años en el valle de San Quintín dice que el empresario Carlos Haifer es el único que paga en la región a 20 pesos por cajas de fresas y 200 pesos jornada laboral, cuenta además que Rancho Berrimex paga a ocho pesos por caja de fresas y 130 el día de trabajo.

Al pasar en la instalación de la empresa Driscoll los jornaleros gritan una y otra vez: “Nuestro dinero no puede ser usado para proteger a empresarios que tanto nos explota”. La indignación de los inconformes se debe porque los militares resguardan con celos a las trasnacional que compra toda la producción agrícola del Valle de San Quintín.

Después de caminar cuatro horas, entre consignas, los jornaleros arriban al centro de Gobierno de Baja California, ahí, durante el mitin, Justino Herrera Martínez arenga a los campesinos, luego les pregunta: “¿Ustedes están contentos con sus sindicatos de la Confederación de los Trabajadores Mexicanos (CTM)?”. “Nooo” contestan al unísono los trabajadores. Luego Justino fustiga,”esos rateros no los queremos aquí, ellos utilizaron nuestro movimiento para firmar el incremento a 15 por ciento”.

El mitin termina y la comisión de voceros oficiales se trasladan al restaurante Santa María Isabel, a la reunión con una comisión de senadores y diputados; visitadores de la Organización Internacional de Trabajo y el subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda.

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