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El “boom” exportador a Venezuela
El “boom” exportador a Venezuela
13 minutos de lectura
El “boom” exportador a Venezuela
14 de junio, 2015
Por: El Confidencial
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Foto: El Confidencial.
Foto: El Confidencial.

El diario El Confidencial de Nicaragua -medio aliado de Animal Político- publica una serie de reportajes sobre el presunto desvío de recursos venezolanos hacia las arcas del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.

Segunda entrega: Albanisa, el nuevo emporio

Tercera entrega: a continuación.

Las exportaciones a Venezuela crecieron 4,946.7% entre el 2007 y el 2014, al pasar de US$7.6 a US$375.95 millones en el periodo, según datos oficiales del Centro de Trámites de las Exportaciones (Cetrex). El porcentaje sería mayor (5,760.5%) si se calculara contra el 2012, que fue el año más alto del periodo en que sumaron US$ 444.02 millones.

Antes de eso, más allá del petróleo que le compraba Nicaragua, la relación comercial con Venezuela era apenas simbólica. Los US$2 millones exportados a ese país sudamericano en el 2006 muestran que en ese momento, los mercados de Haití (US$4.3 millones) o Belice (US$3.6 millones) eran más atractivos para colocar nuestras mercancías.

El intercambio comercial comenzó a crecer exponencialmente a partir del 2007, luego de la firma del Acuerdo de PETROCARIBE, que incluyó la base legal para crear un ‘mecanismo de compensación’. “Para el pago diferido, el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, podrá aceptar que parte del mismo se realice con productos, bienes o servicios establecidos mutuamente”, cita el texto.

Ese mecanismo de compensación, operado por Alba Alimentos de Nicaragua (Albalinisa), una subsidiaria de Alba de Nicaragua (Albanisa), permitió no sólo ese crecimiento de las exportaciones, sino que dio pie también a la creación de lo que fue, en 2014, el segundo mayor exportador del país, como lo muestra el siguiente gráfico.

Aunque la disminución de las ventas al mercado venezolano observadas en 2013 y 2014 se interpretan como ‘variaciones normales’ en el contexto del comercio internacional con cualquier país, la caída de los precios del petróleo, permite prever que este año también disminuirá el monto de lo que el país podrá vender al cliente sudamericano.

Aunque no es necesariamente una buena noticia, la perspectiva de tener menores ventas no será una catástrofe para las empresas e industrias que se quedan con la mayor parte del ‘pastel’ exportador.

El sector azucarero, por ejemplo, que casi triplicó sus exportaciones a Venezuela entre 2012 (US$34.2 millones) y el 2014 (US$98.5 millones), no se angustia ante la posibilidad de que haya un descenso en la venta de azúcar a Venezuela, porque se trata de un producto con alta demanda, que puede redirigirse hacia otros mercados.

La industria láctea –que ha llegado a colocar hasta el 44% de sus exportaciones en esa nación sudamericana- sí sufriría, afectando a toda la cadena, al requerir por un tiempo, menos producto para transformar, aunque a la larga terminarían regresando a alcanzar los mismos niveles de comercialización internacional de sus productos.

En el caso del café, “si por alguna razón no pudiéramos venderle a Venezuela, eso no sería un problema para el sector, porque la demanda del café nicaragüense es muy alta. El sector tiene contratos tanto con Europa como con Estados Unidos y Asia, y tenemos que cumplirlos porque han sido clientes de Nicaragua, por muchos años”, explica Juan Ramón Obregón, Secretario Ejecutivo de la Comisión nacional del Café (Conacafe).

La industria cárnica, que tiene dificultad para vender toda la carne que le piden sus compradores, tampoco sufriría sobremanera si tuviera que vender menos producto a este cliente en particular. En el pasado, la industria ha dejado de colocar carne en Venezuela, y la ha enviado a otros países porque consiguió mejores precios en otras partes del mundo, reveló José Adán Aguerri, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep).

Nada para los pequeños

Si bien la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), pretende ser un instrumento de cooperación solidaria que toma en cuenta criterios de complementariedad y asimetría, que pretende ayudar al desarrollo de los países, ni las pymes ni las cooperativas agrícolas se han beneficiado mayormente de la existencia y vigor de ese acuerdo.

Como muestran los expertos, hay un marcado contraste entre los grandes grupos económicos que se beneficiaron de la apertura de ese mercado, y los pequeños productores del campo y la ciudad, cooperados o no, que se quedaron al margen de tan jugoso pastel.

Consultado para la elaboración de este especial, el economista Adolfo Acevedo señala cómo “los principales productos que gozan de acceso preferencial al mercado venezolano -con excepción del frijol negro- se encuentran en manos del gran capital nacional. Para la Comisión Nacional de Productores de Azúcar, para las plantas industriales de procesamiento de productos lácteos como Centrolac y Parmalat, para el Matadero San Martín, entre otros, el mercado de Venezuela ha sido un excelente negocio”.

“El sector privado tradicional ha sido el mayor ganador con este esquema”, señala. “Esta asociación entre Albalinisa y los grandes procesadores y exportadores privados, habría cimentado aún más la estrecha asociación que existe con los grandes grupos económicos del país”, añade.

Por su parte, la economista Gloria María Carrión Fonseca, experta en medio ambiente y desarrollo, señala en un escrito publicado en la Revista Envío, los acuerdos firmados al amparo del ALBA tienen, cuando menos “claroscuros”. Los principales, en la forma en que se dejó por fuera a las cooperativas.

Carrión cita a Sinforiano Cáceres, directivo de la Federación Nacional de Cooperativas (Fenacoop), explicando cómo sus asociados quedaron esperando tener acceso a la urea (fertilizante) que ofreció el gobierno venezolano en condiciones de pago accesibles, para ayudar a los pequeños productores.

“Según Cáceres, la distribución de la urea venezolana se canalizó únicamente a través de la cooperativa Nicaraocoop, cuya legitimidad ha sido cuestionada por varias cooperativas. Cuando la Fenacoop preguntó al gobierno sobre los mecanismos de distribución de la urea, éste respondió que “la urea sería distribuida en base a la urgencia”. Sin embargo, según Cáceres, en la práctica la urea se vendió a tres precios diferentes: “el precio para miembros del partido, el precio para los líderes de algunas asociaciones y el precio para los que no se encuentran en ninguno de estos dos grupos”.

La investigadora Carrión también cita cómo una asignación de US$10 millones efectuada por el finado presidente de Venezuela, Hugo Chávez, para financiar préstamos dirigidos a pequeños y medianos productores, terminó distribuida “en sólo cinco empresas. Cuando los miembros de Fenacoop preguntaron por el criterio que se usaría para acceder a los préstamos, el gobierno les informó que los criterios ya habían sido establecidos y los recursos distribuidos”, aseguró.

La llave de Albalinisa

Muchas cosas cambiaron a partir del 2007, al implementarse el convenio petrolero por el que Caracas acordó que proveería a Managua 3.65 millones de barriles de hidrocarburos al año, (que después se amplió a 10 millones), ofreciendo condiciones blandas de pago, entre las cuales, el ‘pago en especies’ se convirtió en una buena oportunidad de negocios para varias empresas nacionales.

Esa cláusula dio pie a la creación de Albalinisa, una de las más activas empresas del Grupo ALBA, que no produce ningún tipo de alimentos, pero pasó de ser inexistente en el 2007, a instalarse como el exportador número 48 en el 2009, cuando exportó US$6.1 millones a Venezuela.

La intermediaria fue creciendo, a tal punto que ocupó el quinto lugar (US$99.3 millones) en el 2013, y se consolidó como el segundo mayor exportador en el 2014, con US$154.2 millones, según datos del Centro de Trámites de las Exportaciones, (Cetrex).

La llave de Albalinisa para exportar a Venezuela la tiene el Ingeniero Francisco López, vicepresidente de Albanisa. “Él es quien decide en última instancia”, coincidieron varias fuentes consultadas. Y aunque hay funcionarios intermedios con los que pueden revisar algunos detalles operativos, López, hombre de confianza de Daniel Ortega, Tesorero del FSLN y Vicepresidente de Albanisa, es el hombre fuerte con el que hay que firmar las negociaciones y acuerdos.

La clave es precisamente ese mandato que le permite pagar con productos (en su mayoría carne, café, aceites y grasas, leche y frijoles), aunado a una debilidad estructural de Venezuela: ese país de más de 31 millones de habitantes, importa cerca del 75% de los alimentos que consume, lo que abrió la puerta para aumentar el precio y volumen de las exportaciones nicaragüenses a ese mercado.

“Las empresas exportadoras se beneficiaron del nicho que representa Venezuela para colocar parte de su producción, pero lo mejor para ellas fue que pudieron hacerlo en un momento oportuno: cuando estaba la crisis”, explica el economista Alejandro Aráuz.

“Si Venezuela no le compra más alimentos a Nicaragua, es porque Albalinisa se ve limitada por ese tope del 25% de la factura petrolera que puede pagar con productos, pero si por Venezuela fuera, importara cantidades mucho mayores desde nuestro país”, dijo a Confidencial una fuente empresarial.

“Las cantidades que le vendemos cada año depende de contratos anuales, y está en función del porcentaje [de la factura petrolera] que se puede pagar con alimentos. Depende de cuánto espacio tenga Venezuela para comprarle a Nicaragua, con base en esa factura petrolera”, explica Alfredo Lacayo.

En el caso del sector azucarero, Mario Amador detalla que “todos los ingenios exportan a Venezuela. No es una regla. Algunos años van todos, otros años van unos cuantos; unos venden mayor cantidad, otros menor cantidad… eso depende de la negociación que cada uno realiza. Albanisa nos dice: necesitamos equis cantidad de azúcar. Los ingenios dicen: ‘yo tengo tanto, tengo compromisos por tanto, puedo darte tanto; este es mi plan de exportación o no tengo nada este año’. Cada ingenio es libre de exportar o no”.

Dificultades para exportar a Venezuela

El incremento exponencial en el valor de las exportaciones a Venezuela, (que pasó de representar el 0.6% de nuestras ventas totales en el 2007, al 13.7% en el 2014), permitió que seis rubros cimentaron su posición como productores y exportadores, y por consiguiente como generadores de divisas.

En algunos casos (carne, azúcar y café), se trata de grandes empresas que simplemente incluyeron (o consolidaron) a un viejo cliente, que de pronto pasó a comprarles en mayores cantidades y a pagarles prontamente y con certeza. En otros (grasas y aceites, leche y frijoles), poder vender a la siempre voraz Venezuela, les dio acceso a un mercado y a unas divisas que les permitieron mejorar su posición frente a la competencia.

Pero sin importar el tamaño de la empresa exportadora –y a pesar de contar con la ‘bendición’ política de quienes administran el esquema de compensación que maneja Albanisa- exportar a Venezuela requiere, de inicio, satisfacer un papeleo complejo en el que no sirven de mucho los padrinazgos.

“Exportar leche a Venezuela es igual de fácil o complicado que hacerlo a Costa Rica, Guatemala o El Salvador. No es ni más ni menos complicado”, explica Alfredo Lacayo, gerente General de Centrolac, cuya marca se comercializa en Venezuela.

“Desde el primer día fue difícil comenzar a venderles leche -aún a través del mecanismo de Albanisa- pero fue haciéndose más difícil con el paso de los años, porque todo camina lento en Venezuela: las certificaciones, las inspecciones. El que se exportara a través de Albanisa, no significa que se obviaban los requisitos para importar alimentos”, añade.

El gerente explica que “ese es uno de los problemas de Venezuela. A pesar de ser un país que importa todo lo que consume, los requisitos para importar son sumamente engorrosos, y la burocracia que vive de eso es enorme, poderosa e independiente… es un ‘animal’ que tiene vida propia”.

Lacayo consigna que “conseguir un registro sanitario en Venezuela te toma más de un año. Aunque el presidente diga: ‘dénle mañana el registro sanitario”, igual tarda un año. Y hay que tener alguien en el lugar que llegue, recoja el papel y lo lleve a tal lado, porque el papeleo que hay que llenar es bien complicado”.

La ventaja es que, “una vez que llenas todo ese papeleo, las cosas marchan bastante bien”.

Reclamos de Venezuela

Ese ‘bastante bien’, no significa que la actividad exportadora esté exenta de dificultades y reclamos por parte de un cliente cuya burocracia dificulta no sólo el conseguir la documentación, sino también la recepción de los productos. Aunque ya hayan pagado por ellos.

Mario Amador, Gerente de la Comisión Nacional de Productores de Azúcar (CNPA), recuerda una vez que el gremio recibió un reclamo de Albalinisa por un embarque de azúcar. Su contraparte venezolana rechazaba el producto recibido porque decían que se les había enviado azúcar sólida, petrificada, “pero era mentira. Era un problema de descarga que ellos tenían en Venezuela”, desmiente.

“Decían que el azúcar había llegado hecha piedra y que no se podía ni descargar… mandamos los técnicos, y al final de cuentas no era tal. Al exportar azúcar a granel, en barcos grandes, el producto tiende a solidificarse por la humedad y por el mismo peso que soporta. En una bodega con 2,000 toneladas de azúcar, el mismo peso compacta el producto”, señala.

“Aparentemente había ocurrido un problema con el barco, pero no era culpa nuestra. Nosotros entregamos el azúcar en Corinto, ellos hicieron la revisión de calidad y todo, pero aun así querían decir que el azúcar era mala, que la habíamos cambiado, pero luego se comprobó que no era así. Enviamos nuestros técnicos a Venezuela, y ellos los convencieron”, refiere.

El sector lácteo ha tenido problemas similares. Lacayo, el gerente de Centrolac, recuerda un caso en que su contraparte venezolana dejó varado por tres meses un contenedor en Puerto Cabello, “y la leche no está supuesta para permanecer en un contenedor a 80 grados Farenheit (26.70 Celsius) por todo ese tiempo”.

Recuerda que dijeron a sus clientes: “tienen que sacarla del puerto. Pero es que sacar un contenedor de Puerto Cabello también es engorroso. Ese es parte del problema económico del Venezuela, que la burocracia ha crecido a tal grado, que los trámites son tan difíciles, que baja la actividad económica. Un privado no puede tener un contenedor atascado tres meses: son tres meses de capital de trabajo ‘amarrado’ ahí. No se puede, pero sacar un contenedor de ese puerto es muy difícil”, insiste.

Buenos precios y mejores pagadores

Poder vender a Venezuela es bueno, porque es un cliente que siempre vuelve por más, además de ser buen pagador. Tan bueno, que había mejores tiempos (cuando el precio del barril de petróleo coqueteaba con la barrera mágica de los cien dólares), en los que se daba el lujo de pagar por adelantado. De paso, tener a ese cliente en la lista de compradores, contribuye con la estrategia de diversificación de las empresas que le proveen de alimentos.

Alfredo Lacayo, de Centrolac, asegura que “prefiero a Venezuela, no por razones de precio, sino porque paga rápido, mientras que los otros me piden financiamiento. Más que por precio, es por la liquidez que me da Venezuela. El precio es sumamente competitivo, pero en la medida en que han subido el precio de la materia prima y los precios al consumidor en Centroamérica en los últimos cinco años, ese ‘muy competitivo’, ha perdido el adverbio ‘muy’. De todos modos, sigue siendo mejor precio que el de Nicaragua”.

Si por alguna razón se le cerrara ese mercado, Lacayo considera que “sería fácil redirigir al menos la mitad de esa leche a otros mercados. Para la otra mitad, compraría menos leche a los productores. Habría un reacomodo, pero todos saldríamos perdiendo, porque entrarían menos dólares a Nicaragua, menos dinero al campo, y esta empresa sería menos rentable. Necesitaríamos unos dos años para recuperar las ventas”.

La industria cárnica tiene una visión similar. Raúl Barrios, Presidente de la Cámara Nicaragüense de la Carne (Canicarne), refiere que “en los últimos cinco años, Venezuela representó el 40% de nuestras exportaciones de carne y ganado en pie”. Ese porcentaje disminuyó a “entre 25% a 30% en el 2014”, lo que Barrios atribuye a una mayor diversificación de mercados por parte de la industria nacional.

En referencia a los precios, reconoce que éstos son “competitivos. Si no fuera así, no le estaríamos vendiendo a ese país”. De todos modos, reconoce que la principal ventaja de contar con el cliente venezolano es que se trata de un comprador que adquiere altos volúmenes del producto, que paga bien, y lo hace en dólares.

Todo ello le ha dado mucha estabilidad a la industria, porque pudo negociar buenos precios por largos periodos de tiempo, lo que “elimina la incertidumbre, y genera mayor racionalidad para los precios de la carne y la leche”.

La historia es similar para los proveedores del azúcar que se exporta a ese país. Mario Amador, de la CNPA, dice en referencia a los precios que son mejores que los que obtienen en otros mercados, lo que no significa que sea el mejor. Ese lugar lo ocupa el mercado estadounidense, “que tiene un precio súper preferencial. Ese es el mejor. Después estaría el de Taiwán. El venezolano es bueno, pero no mejor que los otros”.

Las empresas de todos los rubros que exportan a Venezuela están claros de que la caída del precio internacional del crudo y sus derivados, hará que se reduzca el monto de la deuda que Nicaragua tiene que pagar a Venezuela con productos alimenticios a través del ‘mecanismo de compensación’, y se están preparando para ello.

Una fuente del sector privado explicó que el impacto de la reducción es diferenciado, según el tipo de industria. Si bien, los exportadores de carne, los de café y los de azúcar, en realidad necesitan más productos para colocar en los mercados internacionales porque la demanda que tienen es muy alta, la industria de aceites será la primera gran afectada de las disminución de la demanda venezolana.

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