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“La policía le dijo a mi hija que no denunciara la violación”: crónica de una agresión sexual impune en Querétaro
“La policía le dijo a mi hija que no denunciara la violación”: crónica de una agresión sexual impune en Querétaro
10 minutos de lectura
“La policía le dijo a mi hija que no denunciara la violación”: crónica de una agresión sexual impune en Querétaro
01 de julio, 2015
Por: Manu Ureste (@ManuVPC)
@ManuVPC 
En una imagen de archivo, mujeres protestan en MIchoacán en el Día Internacional de Lucha Contra la Violencia hacia las Mujeres. //Foto: Cuartoscuro
En una imagen de archivo, mujeres protestan en MIchoacán en el Día Internacional de Lucha Contra la Violencia hacia las Mujeres. //Foto: Cuartoscuro

[contextly_sidebar id=”IUAUx8H7SKF7w6QfbpH6D3RT5iINSNFB”]La noche del 4 de febrero de 2015, Martín Torres acude como hace a diario a la parada de autobús donde espera a su hija.

Ya es casi medianoche, y eso lo angustia.

Su “mamá” –como llama cariñosamente a Laura, una joven “chaparrita” de 21 años, delgada, pelo negro, tez cobriza y ojos café- hace un par de horas que cerró el puesto de helados donde trabaja, en la calle Corregidora del centro histórico de Querétaro, y ya debería haber llegado.

Pero los carros y camiones deambulan por la carretera y no aparece nadie por la parada de El Marqués; municipio conurbado a la capital queretana, al que Martín ‘emigró’ hace apenas un año con toda la familia en busca de un lugar más tranquilo para vivir, después de más de 30 años residiendo en el Distrito Federal.

Al fin, suena un mensaje de texto. La joven se excusa asegurando que se quedó sin saldo y que ya está próxima a llegar. A los pocos minutos, un viejo Chevy surge en mitad de la noche cerrada y aminora la marcha hasta ponerse a la altura de la parada del autobús. Se abre la puerta del acompañante y Laura desciende del carro para sorpresa de su padre, que no espera que su hija llegue en el coche de un extraño.

-Oye hija, ¿qué pasó? ¿Por qué llegas tan tarde? –le inquiere de inmediato, visiblemente molesto-.

La joven agacha la mirada y no dice nada.

Martín estudia ahora con preocupación el gesto adusto de su hija, la tercera de cuatro hermanos. La toma del brazo y cuando se disponen a caminar rumbo a su domicilio, la otra puerta del Chevy se abre y de su interior baja un joven de 21 años de edad, moreno, de un metro setenta de altura, y con una nariz afilada que destaca en su rostro ovalado de frente amplia, labios gruesos y mejillas lampiñas.

-Hola señor, soy el novio de Laura –se presenta educadamente-.

Pero el padre de familia intuye que algo no está bien. Y cuando el Chevy comienza a ser un rumor lejano en la carretera, le pregunta a su hija quién es ese tipo y de qué lo conoce.

Laura detiene el paso. Con la mirada aún pegada al suelo, balbucea algo que el señor Martín no entiende.

“Me ha violado”, acierta a decir a su padre, quien al comprender las palabras de su niña, comienza a sentir náuseas.

“La policía le dijo a mi hija que no denunciara la violación porque nos pedirían mucho dinero”

Mientras caminan, Laura narra que ese chavo que “muy cínicamente” se ha presentado como su novio, hace un par de horas se ofreció a darle un aventón en coche hasta El Marqués desde el centro de Querétaro, lugar del que se conocen de vista puesto que él también vende en la calle perfumes y lociones.

Sin embargo, mediante engaños, Laura acaba en un lote baldío. En la zona del el aeropuerto viejo, donde a pesar de los mordiscos y arañazos que propina a su agresor para defenderse, es abusada sexualmente.

En mitad de la narración, las cuatro ruedas del Chevy se clavan en el asfalto. Y para sorpresa de padre e hija, el vehículo emprende el camino de vuelta en reversa. El muchacho, al que Laura identificará en su posterior declaración ante las autoridades como Jesús Eduardo G.M., baja la ventanilla y le exige que le regrese el celular que le prestó unos minutos antes para que enviara un mensaje a su padre.

Laura corre hacia el coche. Pero en lugar de entregar el teléfono, apunta el número de matrícula del Chevy, a lo que Jesús Eduardo contesta emprendiendo la huida a toda velocidad.

Con el número de placa y el teléfono, la joven le pide a su padre que vayan a denunciar la violación a un módulo de Policía Municipal de El Marqués, el cual está a escasos metros de donde se encuentran.

Sin embargo, al llegar con los uniformados en busca de auxilio, nadie hace nada. Al contrario, un agente que escucha con desgana el testimonio, se lleva a la joven a unos pasos de su padre, y la intenta persuadir para que no denuncie, “porque les van a pedir mucho dinero”.

El señor Martín entra en cólera cuando su hija se lo cuenta.

No sospecha que, más allá de la violación de su niña, acaba de comenzar un calvario que tendrá como punto cumbre la muerte de Laura, quien decidió tirarse de un puente peatonal la noche del 10 de febrero, cinco días después de ser violada.

Más de 4 meses después, aún no hay orden de aprehensión del agresor

Meses más tarde de la pérdida de su hija, Martín Torres comenta con rabia contenida que no puede evitar “repetir una y otra vez” en su cabeza todo lo que le sucedió a Laura.

Recuerda, por ejemplo, cómo los policías locales de El Marqués se quitaron el problema de encima cuando no lograron que su hija se desistiera de denunciar la violación y los mandaron al Ministerio Público especializado en delitos sexuales, en Querétaro.

Allí, Laura pasa de un escritorio a otro durante toda la madrugada sin atención médica y psicológica urgente, y recibe un trato denigrante por parte de los agentes de la fiscalía “especializada”, que no fueron capaces de apuntar correctamente su edad, sexo, ni quién era la persona que la acompañaba. Incluso, la agente del Ministerio Público apunta en el expediente a “probables responsables” por el delito de violación, cuando Laura sólo imputa a un sujeto.

“Mi hija me preguntaba: ‘papá, si ya tienen el nombre del tipo, las placas del coche, y el teléfono, ¿por qué no lo agarran?”, cuenta el señor Martín, quien subraya que el próximo sábado 4 de julio se cumplirán cinco meses de los hechos. Tiempo en que aún no se ha consignado una averiguación previa por el probable delito de violación contra Jesús Eduardo G.M., ni se ha girado una orden de aprehensión en su contra, a pesar de que sobre este sujeto pesan varios antecedentes criminales, destacando otro probable delito de violación contra una menor de edad, también en El Marqués.

“La policía tiene todos los datos para hacer su trabajo. Ya nada más falta que yo vaya a buscar al tipo, lo agarre y lo lleve a la puerta del MP para que hagan la investigación”, añade sarcástico el padre de familia, en la entrevista que tuvo con Animal Político el lunes 22 de junio.

Programan ayuda psicológica… 15 días después de la violación

Ese día, la Defensoría de Derechos Humanos de Querétaro emitió otra recomendación, la segunda por un caso de violencia sexual no atendida, a la Procuraduría de Justicia del estado, debido a que documentó múltiples violaciones a derechos humanos en las diligencias derivadas de la investigación del caso de Laura.

Una de las irregularidades más graves que revela la Defensoría –aquí puedes leer la recomendación-, es la nula atención psicológica a la víctima.

Según el expediente de queja DDH/0054/2015/PG, la evaluación pericial psicológica de Laura se programó para el 19 de febrero; esto es, 15 días después de los hechos y a nueve de su suicidio.

Asimismo, a Laura no se le brinda asistencia como víctima en el momento de la denuncia, ya que se programó que se le canalizara al Departamento de Asistencia a la Víctima de la Procuraduría –donde se gestiona a la víctima asistencia social, asesoría médica, y atención médica- hasta el 20 de febrero del 2015, 16 días después de la agresión.

 Giran órdenes para investigar, pero después del suicidio

En cuanto a la labor de investigación del MP especializado, el ombudsman estatal, Miguel Nava, enfatiza que a pesar de que la víctima aporta numerosos datos –nombre del agresor, placas del vehículo, etcétera-, la autoridad ministerial no comienza a investigar… hasta que tiene lugar el suicidio de Laura.

“El día en que ella decide quitarse la vida –el 10 de febrero-, es cuando la autoridad ministerial gira el oficio al director de ingresos del Gobierno de Querétaro para conocer la matrícula vehicular. Ese día también se gira el oficio del área de informática de la fiscalía para que investiguen el teléfono. Mientras que el oficio para saber si, efectivamente, el agresor era alumno de la universidad que la víctima refirió, ese lo mandan hasta el mes de marzo, casi un mes después de los hechos”, detalla Nava, en entrevista con Animal Político.

Cuando se cuestiona al ombudsman si la autoridad hace estas solicitudes sabiendo que la víctima ya se quitó la vida, y como una medida para ganar tiempo y tapar negligencias, éste contesta que “sería una apreciación subjetiva” afirmar que sí. Pero a continuación, da a conocer que un hecho relevante en ese sentido es que “la autoridad no quiere decirle inmediatamente al padre que su hija ha perdido la vida”, a pesar de que al momento del levantamiento del cadáver, Laura trae consigo su credencial de elector y otros documentos de identidad.

Además de estas violaciones, Miguel Nava asevera que la Defensoría que preside encontró “irregularidades de naturaleza administrativa” -como folios alterados en el expediente de la investigación, incongruencia de fechas y horas en que se realizaron algunas diligencias- y “probables conductas delictivas” por parte de funcionarios locales y estatales.

“Hemos documentado una serie de violaciones donde la autoridad incurre en una probable conducta delictiva, puesto que está obstruyendo la administración de justicia y está dando ventaja al probable agresor. Tienen muchos elementos que normalmente no se tienen en este tipo de indagatorias, y sin embargo están dejando que se esfumen con el paso del tiempo, lo cual provoca que la víctima directa, su familia, y la sociedad, sean los afectados”, apunta Nava, que concluye haciendo énfasis en que el caso de Laura “no es un suceso aislado”, sino “una violación sistemática de derechos humanos” en Querétaro.

“¿Por qué vienen ahora con dos psicólogos cuando mi hija ya está muerta?”

A las 11 de la mañana del 10 de febrero, la familia de Laura la vio salir por última vez de su casa. Según dijo el personal médico del Hospital de la Mujer de Querétaro a Martín Torres, la joven sí acudió a recoger unos análisis médicos, pero en las horas posteriores se le perdió la pista, hasta que su cuerpo apareció sin vida a las 21 horas de ese mismo día, en la concurrida Avenida Constituyentes.

Sin embargo, la familia no se enteró del suceso hasta el día siguiente. Aunque, sin saberlo, Martín ya había visto la noticia en los medios de comunicación.

“A las diez de la noche del 10 de febrero regresé a casa y vi que estaba puesta la televisión. Estaban pasando una noticia en la que decía que una niña se había aventado de un puente. Me dio un vuelco el corazón. Pensaba… pobrecita de esa familia, cuánto deben estar sufriendo. Pero en ese momento, jamás pensé que se trataba de mi hija”, relata Martín.

La noche en la que fallece Laura ninguna autoridad se comunica con la familia. Y es el propio padre de familia quien, después de hablar con las amigas de su hija y de recorrer hospitales, se presenta el 11 de febrero en la fiscalía del estado buscando información.

“Me llevaron a la agencia número 1. En el coche se subieron conmigo dos mujeres que me dijeron que eran psicólogas y también un empistolado, que era el que manejaba”, recuerda Martín, quien asegura que en el trayecto le preguntaban insistentemente por “el tipo de vida” que llevaba su hija.

Cuando llegan al Ministerio Público, el coche se detiene. El empistolado se separa unos pasos, y tras varios minutos comienza a apremiar a las doctoras.

“El policía llamó a una de las psicólogas y le dijo: ¡órale, ya suéltasela, ¿no? ¡Pues ya qué!”, cuenta Martín, que entrecierra los ojos y aprieta los dientes rememorando la escena.

Al fin, la psicóloga da la noticia de que Laura “ya no está con nosotros”. El señor Martín entra en estado de shock durante unos minutos, hasta que reacciona cargado de ira.

-Van y chingan a su madre –les espeta a gritos-. ¿Por qué me vienen con dos psicólogas ahora que mi hija está muerta? Cuando ella los necesitó, le dijeron que la atenderían dentro de un mes. ¿Ahora para qué las quiero yo?

“Quisiera que se me chispara el alma para ir a buscar a mi hija”

Sentado en una silla de oficina, con las manos entrelazadas y una sonrisa leve, humilde, Martín cuenta que aún le cuesta admitir en su interior la pérdida de su “mamá” Laura. Se atormenta preguntándose si tal vez las cosas pudieron haber sido de otra forma, pero como respuesta sólo obtiene el silencio.

“Es muy duro llegar a casa y ver que están tres de tus hijos y que te falta uno. Te sientes… fracasado como padre. Además, te vuelves egoísta. Porque no ves a tus otros hijos, sólo ves a la que te falta”, dice con la voz rugosa.

“A veces quisiera que me chispara el alma de mi cuerpo, e irme a buscar a mi hija –las palabras del padre de Laura se van consumiendo lentamente, hasta tornarse en un murmullo-. Todavía en la noche, cuando llego de trabajar, agarro el teléfono y sin querer busco el número de mi hija para preguntarle por qué aún no ha llegado a casa”.

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