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Los migrantes ‘exóticos’ y las redes de trata en México
Los migrantes ‘exóticos’ y las redes de trata en México
10 minutos de lectura
Los migrantes ‘exóticos’ y las redes de trata en México
19 de enero, 2016
Por: Manu Ureste (@ManuVPC)
@ManuVPC 

[contextly_sidebar id=”Dd4byM5WZ6pWqAOBHV9uFb49CaDHX0et”]Mientras fuma con parsimonia un cigarrillo, Umut asegura que ni él ni su primo eran conscientes de que la lancha en la que viajaban apiñados junto a otros 21 centroamericanos era del crimen organizado.

“No sabíamos que eran de la mafia mexicana –dice en un inglés rudimentario pero correcto el migrante de 18 años de origen kurdo y pasaporte turco-. Por eso no teníamos miedo”.

Umut da otra calada al cigarro y suelta una bocanada violácea que le envuelve el rostro de nariz contundente, labios gruesos, y espesa barba que le brota por el cuello y las mejillas.

A continuación, encoge los hombros y explica con desgana que tampoco es que tuvieran otra opción. Por lo que de haber sabido que estaban en manos de unos criminales que les cobraron 4 mil dólares a cada uno por cruzarlos vía marítima a México, también hubieran asumido el riesgo.

“Mientras tú pagues lo que piden no hay problema –reflexiona en voz alta, con un tono desapasionado-. Y si los tienes… todos tenemos que morir algún día. Sólo Allah sabe cuándo será eso”.

Ahora Umut está sentado en una silla dando la espalda a un mural que da la bienvenida a un albergue para solicitantes de refugio, en el DF. Hasta aquí llegó desde la estación migratoria Las Agujas, en la delegación defeña de Iztapalapa, donde estuvo tres meses después de ser detenido por la Policía Federal en San Luis Potosí, al norte de México, por transitar sin documentos.

Pero antes de llegar a esa parte de la historia, el migrante narra toda una odisea.

Un migrante de la India (en el centro) posa junto a otros dos migrantes de Pakistán en la ciudad de Tapachula, al sur de la frontera mexicana. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)
Un migrante de la India (en el centro) posa junto a otros dos migrantes de Pakistán en la ciudad de Tapachula, al sur de la frontera mexicana. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)

“En Turquía, el gobierno ataca a los kurdos. Desaparecen gente y los matan –su mirada inquieta de ojos negros, por momentos infantil, se torna dura-. Por eso yo participaba en protestas contra Erdogan (primer ministro turco). Hasta que un día llegó la policía y casi nos matan a golpes”.

Umut da una última calada al cigarro y lo aplasta contra el suelo como si pisoteara una cucaracha.

A partir de entonces, el joven explica sin querer dar muchos detalles –su familia aún está en Turquía- que a raíz de “problemas con la policía” comenzó a sentirse amenazado. Por lo que, a través de un amigo, contactó a un traficante de personas que puso en funcionamiento el engranaje de una red que lo llevaría a atravesar Europa y Centroamérica.

“Un profesional nos ofreció a mí y a mi primo un paquete por 15 mil dólares cada uno para viajar a México”, dice el kurdo, quien saca del bolsillo del pantalón una cajetilla arrugada de tabaco rubio y se lleva otro cigarro a la boca.

-¿Por qué México, específicamente, y no Estados Unidos? –se le pregunta mientras acerca la cabeza incandescente de un cerillo al cigarro-.

-Porque el paquete era para ir lo más lejos posible –contesta exhalando la primera bocanada-. Y porque este profesional nos explicó que en México teníamos más posibilidades de conseguir refugio que en Estados Unidos o Canadá. Por eso invertimos todo el dinero de nuestra familia en este viaje.

En el Río Suchiate, en la frontera entre México y Guatemala, se encuentra un punto de cruce al que llaman 'Paso del Coyote'. Por allí cruzan miles de migrantes para iniciar su camino a Estados Unidos. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)
En el Río Suchiate, en la frontera entre México y Guatemala, se encuentra un punto de cruce al que llaman ‘Paso del Coyote’. Por allí cruzan miles de migrantes para iniciar su camino a Estados Unidos. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)

El “profesional”, como se refiere siempre Umut al traficante, fue quien se encargó de todo: primero, volaron a Moscú. Allí otro contacto los recibió en el aeropuerto Sheremétievo y los trasladó a una casa donde permanecieron seis días. Y de ahí, el gran salto. Cruzaron el Atlántico hasta Cuba, donde también estuvieron en una casa hasta que saltaron a Centroamérica.

En Cuba el dinero del paquete se agotó. Y en cada eslabón de la cadena, los traficantes –o polleros, como se les llama en México, puesto que éstos llaman pollos a los migrantes que llevan traficados- les exigieron un nuevo pago para atravesar, “a caballo, autobús y caminando”, el corredor Nicaragua-Honduras- Guatemala-México.

El pago “extra” más fuerte fue el de la lancha, admite Umut. Otros 4 mil dólares por cruzarlos desde Puerto Ocós, en la costa guatemalteca, hasta alguna playa de Oaxaca en el Pacífico mexicano, y por viajar en un camión con otros 30 centroamericanos que fue detenido en San Luis Potosí.

Cuando se le pregunta al migrante por qué viajaban a la frontera norte si querían pedir refugio en México -y por lo tanto hubiera bastado con unos pocos pesos para cruzar en una balsa el Río Suchiate, en la porosa frontera entre México y Guatemala-, y entregarse a las autoridades migratorias para solicitar asilo, Umut pensativo encoge los hombros para admitir que, evidentemente, ninguno de los traficantes de la cadena les advirtieron sobre esa posibilidad.

“No sabíamos nada de eso –contesta lacónico tras dar otra chupada al cigarro-. Nosotros sólo seguíamos instrucciones”.

En 2015, México detuvo a más africanos y asiáticos que nunca

El flujo de migrantes extracontinentales como Umut que llegan a México no es comparable con el de centroamericanos. Según las estadísticas del INM -uno de los pocos baremos para medir un fenómeno imposible de cuantificar con exactitud-, México detuvo de enero a noviembre de 2015 a 178 mil 254 migrantes de Centroamérica. Cifra récord desde 2006.

En cambio, en ese periodo el INM detuvo a 3 mil 722 africanos y asiáticos. Tan sólo el 2% del total de centroamericanos.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, este último dato de 2015 refleja un auge importante de extracontinentales que pasan por suelo mexicano. De hecho, desde que se tiene registro oficial, México nunca había detenido a casi 4 mil africanos y asiáticos en un año.

Por ejemplo, de enero a noviembre las capturas de asiáticos aumentaron 89%, siendo los migrantes de Bangladesh, India y Nepal, los que más eventos de detención acumularon -cabe recordar que en un evento puede haber más de un migrante detenido-.

Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)

Mientras que en los africanos, el aumento es todavía mayor: 180% en comparación con 2014, siendo los somalís, ghaneses y los eritreos, quienes más capturas acumularon.

Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)
Gráfica: Omar Bobadilla (@obobadilla)

En estos casos, especialmente de africanos y asiáticos cuyos países no tienen embajada en México –Eritrea, Camerún, Togo, Afganistán, por ejemplo-, son los migrantes quienes se entregan al INM en busca de un salvoconducto u oficio de salida.

La razón es que, al no poder iniciar un trámite de deportación con consulado alguno, o no poder siquiera corroborar la nacionalidad del migrante, el INM opta por darle el oficio para que abandone el país en 20 días. Este documento permite al migrante transitar hasta la frontera norte legalmente, y sin tener que recurrir a La Bestia, el tren que usaban mayoritariamente los centroamericanos antes de que México endureciera su política de control migratorio a través del llamado Plan Frontera Sur.

Sin embargo, las redes de tráfico también han incorporado esta rendija legal a su modus operandi, instruyendo a los migrantes para que se entreguen y obtengan el documento, y luego los reenganchan para que éstos continúen el camino bajo su ‘dominio’.

El migrante camerunés Boniface huyó de su país por motivos políticos. Para llegar hasta México, usó Ecuador como trampolín de acceso a Latinoamérica. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)
El migrante camerunés Boniface huyó de su país por motivos políticos. Para llegar hasta México, usó Ecuador como trampolín de acceso a Latinoamérica. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)
Gorjit pagó 20 mil dólares para llegar de la India hasta Argentina. De ahí inició un largo periplo para llegar hasta Tapachula, México, de donde partirá a la frontera con Estados Unidos. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)
Gorjit pagó 20 mil dólares para llegar de la India hasta Argentina. De ahí inició un largo periplo para llegar hasta Tapachula, México, de donde partirá a la frontera con Estados Unidos. //Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)

“Los traficantes operan como cualquier agencia de viajes”

Rodolfo Casillas, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), lleva años estudiando a las redes que trafican con quienes él denomina como “pollos exóticos”. Es decir, los migrantes que llegan traficados a Latinoamérica procedentes de países remotos de África, Asia y Eurasia, como la región del Kurdistán.

Desde su despacho en la Ciudad de México, Casillas expone que, para traficar a estos migrantes “exóticos”, las redes aprovechan “el marco legal internacional sin violarlo” y así llegar hasta México, “la antesala de los flujos migratorios del mundo que quieren cruzar a Estados Unidos”.

Por eso Ecuador, que en 2008 emitió un decreto ministerial para permitir la libre entrada y estancia durante 90 días de turistas sin necesidad de visado, se convirtió en un una enorme puerta de acceso al continente.

“La medida del gobierno de Rafael Correa ocasionó que Ecuador se convirtiera en un trampolín para migrantes de Bangladesh, Nepal o Eritrea, por ejemplo, que quieren ir al Norte”, señala Jacques Ramírez, académico ecuatoriano especialista en migraciones internacionales.

“Pero ante esta situación, las autoridades comenzaron a investigar y detectaron que teníamos un problema de tráfico de personas –añade el experto-. Por eso se tuvo que poner un candado a 10 nacionalidades –entre ellas, Bangladesh, China, Eritrea y Somalia- a las que ya se les pide visa”.

Gráfica: Yosune Chamizo (@_Yosune)
Gráfica: Yosune Chamizo (@_Yosune)

Para Rodolfo Casillas este tipo de situaciones legales, que un día abre una puerta y otro la cierra, es algo con lo que ya están habituados a ‘trabajar’ las redes de tráfico, sin que esto les ocasione mayores inconvenientes.

“No hay solo una puerta de entrada para introducir a estos migrantes -hace hincapié Casillas-. Además, los traficantes son como cualquier agencia de viajes paralelas a la legalidad. Por eso, de acuerdo con la nacionalidad del migrante, le buscan la ruta más práctica y accesible”.

De ahí que otros países latinoamericanos que tienen “una política migratoria flexible, como Brasil, Argentina, Uruguay o Paraguay”, sean otras de las principales alternativas para las redes.

“Estos traficantes profesionales no están maniatados a un solo país, sino a buscar el máximo beneficio y en el menor tiempo posible”, remacha Casillas.

5 mil dólares, un pasaporte falso, y una red de redes de tráfico

El eritreo Hashed, de 25 años, entró por Brasil al continente. Pero antes inició su largo camino en Kenia, donde un traficante nigeriano le ofreció “un paquete” por 5 mil dólares que incluía un pasaporte falso, un boleto de avión a Río de Janeiro, y un teléfono celular donde esperar instrucciones.

“El conecte en Brasil me marcó al número que el otro tipo (el traficante nigeriano) me había dado en Kenia. Él ya tenía instrucciones de recibirme y de decirme qué hacer”, cuenta Hashed en un inglés atropellado, quien detalla que en cada eslabón de la cadena la operación es la misma: te reciben, pagas, y sigues instrucciones para continuar el viaje.

“Cuando fui a Perú, el (traficante) de Brasil ya tenía un enlace allí que me estaba esperando. El de Perú, a su vez, tenía otro enlace en Colombia, y el de Colombia otro en Panamá…”. Así, hasta completar la cadena que lo trajo hasta un hotel en el centro de Tapachula, donde convive con pakistanís, indios, bengalís, y cameruneses, y desde donde partirá a la Estación migratoria Siglo XXI para entregarse en busca de un salvoconducto que le permita transitar hasta la frontera con Estados Unidos.

El eritreo Hashed (izquierda) y el somalí Ismael se conocieron en un campamento para migrantes en Panamá. De ahí continuaron juntos su camino hasta Tapachula, en la frontera sur de México. Ahora tienen planeado viajar a EU para pedir asilo. // Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)
El eritreo Hashed (izquierda) y el somalí Ismael se conocieron en un campamento para migrantes en Panamá. De ahí continuaron juntos su camino hasta Tapachula, en la frontera sur de México. Ahora tienen planeado viajar a EU para pedir asilo. // Foto: Manu Ureste (@ManuVPC)

Rodolfo Casillas comenta que el caso de Hashed y el del kurdo Umut son claros ejemplos de cómo funcionan las redes de tráfico.

“Son redes transcontinentales que llegan a acuerdos operativos con las redes de tráfico centroamericanas y mexicanas, para incorporar a estos migrantes extracontinentales a sus eslabones, y así llevarlos a Estados Unidos”, expone.

“Es decir –ahonda en la explicación-, los traficantes en África, Europa o Asia buscan en Latinoamérica a otros traficantes locales, y le dicen al hondureño, al guatemalteco o al mexicano, yo tengo mercancía de Asia o de África que quiero llevar a Estados Unidos, pero no conozco el terreno. Necesito contratar tus servicios o que nos hagamos socios. Entonces, llegan a un acuerdo económico y cada quien hace lo que le toca en la cadena”.

Mynor Pinto, titular de la Fiscalía contra la Trata de Personas de Guatemala que combate sobre el terreno a estas redes, corrobora lo expuesto por el académico.

“Son varios grupos que trabajan al unísono para traficar personas. Es decir, operan como una especie de confederación de estructuras criminales que trabajan con un mismo fin”, apunta el funcionario, cuya fiscalía desbarató en julio de 2015 uno de esos eslabones locales, el grupo con nombre en clave ‘Luis Guatemala’. Una cédula de tres personas que, a través de acuerdos con otros grupos de traficantes en Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Honduras, recibía a africanos y asiáticos para cruzarlos de Panamá a México a cambio de 500 dólares por cabeza.

Ya en México, otro eslabón local los capta y los traslada con el permiso y ‘protección’ del crimen organizado, especialmente de los cárteles del Golfo y de los Zetas, los cuales dominan el paso de migrantes, principalmente en Tabasco, Veracruz y Tamaulipas.

En el último eslabón antes de llegar a Estados Unidos, otra odisea empieza entonces para los africanos y asiáticos, quienes deberán afrontar nuevos pagos para continuar engrasando la cadena del tráfico de personas.

Porque, tal y como sentencia el fiscal Pinto, “nadie llega a la frontera norte de México si no paga el derecho de paso a los criminales”.

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Este reportaje fue producido en asociación con Round Earth Media, organización de la sociedad civil de Estados Unidos que impulsa a la próxima generación de periodistas internacionales. Los periodistas Conrad Fox y Francisco Rodríguez de León participaron en la elaboración de este trabajo periodístico.

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