En la actualidad estamos muy acostumbrados a los comics, pero en mis épocas se llamaban cuentos o historietas (sí, pueden empezar a calcular mi edad).
[contextly_sidebar id=”PMvM38KALq8VCw6Gxw9yX7mDGlGod5Uo”]La mayoría de estas historietas eran las versiones en español de clásicos norteamericanos, desde superhéroes de Marvel y DC, hastaDisney, Archi y Tom y Jerry. Pero antes de todo esto, hubo un boom de historietas mexicanas al cien por ciento, que semana a semana llenaban los puestos de periódicos con las aventuras de personajes entrañables y que apelaban a nuestro sentido de identidad.
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De la mente creadora de Rubí, el Pecado de Oyuki y Alondra, llegó a nuestras manos la melodramática historia de un simpático niño de piel negra pero de espíritu blanco (lo que sea que eso signifique). Estamos hablando de Memín Pinguín, creado por Yolanda Vargas Dulché.
La historieta contaba las aventuras de un niño de 11 años llamado Memín Pinguín (nombre que la señora Dulché tomó del apodo de su marido Guillermo de la Parra Loya quien al parecer era un pingo cara de loco) y sus amigos Ernestillo, Carlangas y Ricardo.
La historia de Kalimán, séptimo hombre de la dinastía Kali, no comenzó en el Tibet ni en la India, sino en el 1110 AM, Radio Cadena Nacional. Ahí, Rafael Cutberto Navarro y Modesto Vázquez González crearon esta serie radial con las voces de Luis Manuel Pelayo (como Kalimán) y Luis de Alba (como Solín).
Fue tal el éxito de estas emisiones, que en 1965 comenzó a hacerse la historieta, la cual alcanzó gran popularidad, vendiéndose semanalmente durante 26 años ininterrumpidos.
Esta es quizá una de las historietas de mayor éxito en la historia de México. Creada en 1948 por Gabriel Vargas, La familia Burrón llegó a tirar 500 mil ejemplares y dejó de publicarse el 26 de agosto de 2009 con el número 1616.
Apoyado en la crítica humorística de la clase media mexicana, las desventuras de Doña Borola Tacuche de Burrón, Don Regino Burrón, El Tejocote, La Pecocha, Fóforo Cantarranas y el perro Wilson, pegaron hondo en la sociedad pues se encontraban reflejados en dichos personajes. La vecindad ubicada en Callejón del Cuajo y la peluquería El Rizo de Oro eran los escenarios perfectos para la farsa, la ironía y la parodia de un México clase mediero.