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Lo hice por amor, una novela queer sobre una relación apasionada (capítulo gratis)
Lo hice por amor, una novela queer sobre una relación apasionada (capítulo gratis)
4 minutos de lectura
Lo hice por amor, una novela queer sobre una relación apasionada (capítulo gratis)
27 de octubre, 2016
Por: Redacción Animal Político
@arturodaen 

Hace un año la plataforma digital Novelistik —de la mano de Librerías Gandhi, Quimera ediciones, el portal Animal Político y la estación de radio RMX— lanzó el Concurso de novela corta de amor y erotismo. El premio era la publicación del libro y su distribución en Librerías Gandhi de todo el país.

De 201 proyectos recibidos, la novela ganadora del Premio Quimera a Mejor Literatura Queer fue «Lo hice por amor» de Mildred Pérez de la Torre. Desde el inicio del concurso hasta ahora ha tenido más de 20,000 lecturas digitales y, a tan solo tres meses de haber salido a la venta, ya se reimprimió.

Para celebrar este acontecimiento, el próximo viernes 28 de octubre se llevará a cabo una presentación en el Foro Expresarte de la Librería Gandhi de Mauricio Achar (Miguel Ángel de Quevedo #121). La conductora Leonora Milán y la cantante y compositora Pambo serán las invitadas especiales de este evento que iniciará a las 20:30 horas.

A continuación te compartimos un capítulo de esta novela que aborda la retorcida historia de amor de Martha y Eugenia, dos mujeres con muy pocas cosas en común que se las arreglan para iniciar una relación apasionada y tormentosa con la que cualquiera podrá identificarse, independientemente de su edad o preferencia sexual.

Capítulo 13

Ni cómo fingir. Mi vida siempre ha sido muy aburrida. Nada como lo que sentí cuando me besó Eugenia. Sus labios poco carnosos parecían inocentes pero no lo eran. Nunca imaginé que su lengua pudiera ser tan agresiva. Su beso sabía a que ella había besado muchos otros labios, probablemente más experimentados que los míos.

Eugenia no solo sabía lo que hacía, sino que lo llevaba a cabo con una mezcla de rabia y deseo; parecía como si quisiera arrancarme los labios, y una parte de mí quería que lo hiciera: solo así podría detenerme. Su cuerpo se embarraba contra mi escritorio, arrugando mis papeles. Fue la primera vez que deseé a alguien. Mis manos, acostumbradas a siempre estar quietas, se atrevieron a jalarla hacia mí. Ella se dejaba. Ella quería. Pero al besarla, al sufrir con cada mordida, comprendí que Eugenia no era la chica angelical que yo creía; ella era todo menos eso. Fue doloroso darme cuenta de que ella había hecho eso antes. Yo no era la primera. Yo no era la única. Yo era una boca más. Una lengua más que se dejaba violentar por la suya, sin quejarse, sin pedirle que se detuviera, porque no quería que lo hiciera; porque si se hubiera detenido, mi corazón, irremediablemente, se hubiera parado algún día sin haber tenido la más remota idea de lo que es el amor.

Durante el beso, que duró demasiado poco, una voz en mi mente me decía que me detuviera, pero no hice caso. No quería dejar de sentir ese piercing de metal arremetiendo contra mi lengua. Nunca antes había sentido algo con tanta intensidad. No podía ignorarlo más. Me había contenido suficiente. Y aunque llevaba tres años pensando en qué pasaría si algún día sucediera algo entre Eugenia y yo, nunca me hubiera atrevido a besarla. Si ella no lo hubiera hecho, todo seguiría siendo una fantasía, una pérdida de tiempo. Pero el tiempo pasa, y a veces, cuando no te ha ido tan bien como esperabas en la vida, el universo se apiada de ti y te envía un poco de suerte para, al menos, sentirte amada, algo que yo necesitaba desesperadamente.

Aunque soy especialista en no hacer lo que realmente quiero, por esta única vez iba a permitírmelo. Si Eugenia se había ido enamorando de mí hasta no poder contenerse, yo no iba a rechazarla; ya no quería resistirme más. Y es que, ¿cómo? Era innegable que Eugenia y yo teníamos un vínculo profundo; lo tenemos aún, aunque no esté aquí conmigo, aunque nunca vuelva a verla. Algo como lo nuestro no nada más se termina. Ese tipo de cosas no tienen fin, y estoy convencida de que como no logramos ser felices en esta vida nos reencontraremos en la próxima. Solo espero que en esa todo sea más sencillo. Ojalá seamos de sexos opuestos y de edades similares. Con eso me conformo.

De ninguna manera iba a rechazar a Eugenia y a sus largas pestañas que se enredaban en mi alma cada vez que me miraba. Si desde antes yo ya sentía un cariño muy especial por ella, ese beso había empeorado todo: me había enamorado más. Mi corazón, siempre necio, insistía en que Eugenia y yo debíamos estar juntas; no debíamos dejar pasar la oportunidad de reencontrarnos. Nuestro amor no tenía fin. Nuestro amor estaba destinado a no morir nunca.

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