Nota del editor: esta entrada fue publicada originalmente en ClickNecesario.com, el 31 de mayo de 2016.
Cuando alguien dice Walt Disney Pictures, lo primero que pienso es en el bello y esplendoroso castillo de príncipes y princesas, iluminado por los toques mágicos de Campanita y su brillante personalidad. A partir de ahí, millones de lindas historias, con personajes buenos y entrañables, han inundado nuestras cabezas por décadas. Pero siendo el aguafiestas que suelo ser, temo decirles que incluso el maravilloso mundo de Disney tiene su lado oscuro.
Si bien en varias de las cintas más famosas de Disney hay momentos tristes, desgarradores e incluso bastante crueles para la mente de un niño, este artículo no va de eso. El lado oscuro de Disney es más una muestra de que la compañía que presumía de ser toda bondad y de mostrarnos valores como la diversidad, el no prejuicio y el amor, eran igual de canijos como la raza humana suele ser. Acá unos ejemplos de ello:
Disney era más que Mickey Mouse y largometrajes animados basados en clásicos cuentos y fábulas. Hacia finales de los cincuenta y durante la década de los sesenta, Walt Disney Pictures también produjo una serie de documentales sobre la vida animal. Eran largos, tediosos y francamente aburridos (al menos para un niño de tan sólo ocho años).
Uno de estos documentales se llamó White Wilderness y platicaba la bonita historia real de la vida en el ártico. La cinta, filmada en 1958, contenía múltiples escenas de cómo vivían los animalitos en esta fría parte del mundo, y una especie que causó gran interés dentro del documental fue el lemming.
En aquellos entonces, se tenía la idea de que el lemming llevaba a cabo una larga migración que culminaba con las tiernas bolas de pelo aventándose al Océano Ártico, supuestamente cometiendo suicidio masivo.
Una vez que el documental se estrenó, comenzó a llevarse las palmas de la crítica y del público. La cinta ganó el Óscar a Mejor Documental y un León de Oro en el Festival de Cine de Berlín en 1959. Además del reconocimiento fílmico, el “suicidio” de lemmings quedó grabado en la memoria de todos creando la leyenda urbana de que estas criaturas terminan con su vida como si fueran víctimas de un líder religioso dictándoles qué hacer.
La polémica llegó años después cuando en 1982 se transmitió el documental Cruel Camara, investigación que tocaba el tema de crueldad animal en Hollywood (y en específico en la cinta White Wilderness). Según la cinta del 82, los creadores de la cinta de Disney, James Algar y James R. Simon, habían matado a decenas de lemmings para poder filmar aquella escena. Es decir que los lemmings no se aventaban por voluntad sino que eran empujados por los realizadores hacia el océano.
Por si esto no fuera suficiente, se encontró que el documental de Disney ni siquiera se había grabado en el Océano Ártico sino en el Río Bow cerca del centro de Calgary en Canadá (donde al parecer los lemmings sólo van si su agente de viajes los mandó por error).
Así que si pensaban que la muerte de Mufasa en el Rey León era lo más cercano a crueldad animal de parte de Disney Pictures, están muy equivocados.
El dato de si Walt Disney era racista o no, es casi imposible de saber y tampoco se trata de decir que el padre de Mickey Mouse era la peor persona del mundo. Lo que sí es un hecho, es que algunas cintas realizadas por los estudios Disney, por allá de la década de los cuarenta, mostraban personajes negros pero con un estereotipo racista de esa raza.
Tres ejemplos son claros de este tema:
La cosa se pone peor con la “Canción de los peones”. La cinta de Disney nos muestra a unos trabajadores de circo (obviamente negros, pero sin rostro) que trabajan mientras cantan algo como: “Trabajamos como esclavos casi hasta morir, pero estamos encantados de corazón”. Y rematan con un verso que dice más o menos así: “A seguir trabajando, basta de evitarlo. Tira de la cuerda, mono peludo” (sólo les faltó que estuvieran comiendo plátano).
A estos ejemplos cinematográficos, puede uno agregarle el hecho de que en los primeros años de apertura de Disneyland, hubo cierta polémica por la poca voluntad de la compañía en contratar a minorías para trabajar en el parque de diversiones.
Si nos pusiéramos a hablar sobre como las cintas de Disney, en específico las de princesas, son sexistas, quizá no acabaríamos nunca. Sólo por mencionar algún ejemplo claro, La Sirenita recibió las peores críticas por básicamente enseñar a las niñas del mundo que para ser feliz necesitas cambiar una parte de tu cuerpo haciendo incluso hasta lo imposible por ello, como vender tu voz.
Pero para ejemplificar un poco más clara la postura del tío Walt sobre las mujeres, un ex empleado de los estudios platicó alguna vez lo siguiente: “Algunos de los socios creían que a Walt no le gustaban las mujeres. El no confiaba ni en los gatos ni en las mujeres” (imagínense, menos confiaría en Gatúbela).
Para apoyar el tema del sexismo, o más bien machismo de los estudios, existe una carta que los ejecutivos de Disney mandaron en 1938 a una chava que andaba buscando chamba ahí. La carta contenía la siguiente frase: “las mujeres no hacen trabajo creativo”.
No sé porque tengo la impresión de que al recibir esta carta, esa mujer pensó en al menos 50 formas bien creativas para contestarles.
Todos recordamos aquellos cortometrajes animados donde el Pato Donald lucha contra Hitler y el nazismo. Son divertidos, políticamente correctos (si eres norteamericano viviendo en los cuarenta) y además fijan una postura clara sobre la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los rumores son cada vez más crecientes de que el señor Walt Disney era antisemita (nos referimos al odio hacia los judíos, no al odio hacia las semitas poblanas).
En 1938, sólo un mes después de la Kristallnacht (el comienzo de la campaña nazi para reunir a todos los judíos), Leni Riefenstahl llegó a Estados Unidos. La cineasta y conocida propagandista del partido nazi andaba buscando apoyo de productores norteamericanos para difundir su película Olympia, sobre los Juegos de Berlín de 1936 (una cinta que vanagloriaba la raza aria), y Disney fue el único que aceptó recibirla.
Walt le dio la bienvenida, un tour por los estudios Disney (que al parecer incluía gorrito con orejas de Mickey) y la trató de maravilla. Tanto así que a su regreso a Alemania, Leni elogió a Disney, sus buenas ondas y sus estudios.
Además, Walt era miembro fundador de la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Estadounidenses (MPA), creada básicamente para “defender” la industria del cine contra la “peligrosísima” infiltración comunista y judía.
Lo curioso llegó años después, cuando los Estados Unidos decidieron entrarle a la Segunda Guerra Mundial, y los estudios Disney comenzaron a trabajar en pequeños cortos animados donde se mofaban del nazismo y japoneses, y ensalsaban el patriotismo norteamericano.
Algunos de los más famosos fueron:
Si bien la historia nos ha enseñado (o las maestros de historia, al menos) que los alemanes eran los malos de la película, lo que al final de cuentas estaba haciendo Disney también era propaganda. El uso de entrañables personajes animados para implantar una ideología en el público resulta igual de cuestionable que un filme de atletas alemanes (posibles modelos a seguir) diciendo que el alemán puro es lo mejor del mundo.
En todo caso, lo verdaderamente oscuro resulta el odio, ya sea hacia judíos, negros, lemmings, alemanes o semitas poblanas.