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Así es como Alemania le dice adiós al carbón y transita hacia las energías renovables
Así es como Alemania le dice adiós al carbón y transita hacia las energías renovables
9 minutos de lectura
Así es como Alemania le dice adiós al carbón y transita hacia las energías renovables
05 de marzo, 2017
Por: Juan Mayorga (@juanPMayorga)
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Alemania permanece firme en su decisión de transitar hacia las energías limpias, aun con la paradoja que plantea el uso provisional de un tipo de carbón mientras se instala más capacidad renovable y el gran costo de los subsidios a las energías renovables, los cuales son pagados por los ciudadanos.

Es por eso que los alemanes redoblan esfuerzos reimpulsando los aciertos y revisando qué ha ido mal.

[contextly_sidebar id=”kx79vTVZgRNfvr0Ahhr3Jeo3ZfFSEULt”]Mientras que el lignito –el carbón utilizado en esta transición energética– sigue siendo un asunto contencioso, Alemania está dando un golpe de determinación en el área del carbón duro (antracita), el cual será suspendido definitivamente en 2018.

Leer: Descarbonizar a la cuarta economía mundial: Alemania pone el ejemplo hacia energías limpias

Esto representa un gran paso para la nación que fue pionera de la revolución industrial basada en carbón, y donde esta actividad extractiva ha permeado en lo más hondo del carácter popular.

En el sur de Renania del Norte, en la frontera con Bélgica, plenamente influenciada por la herencia industrial de la región del Ruhr, la mina de carbón de Ibbenbüren cuenta los días para su desactivación.

En Renania del Norte –al este de Alemania–,  una de las dos últimas minas de carbón, Ibbenbüren, tiene los días contados para su desactivación, luego de que en 2011 el gobierno alemán y la Unión Europea acordaron un plan para el cierre de las plantas de este tipo de carbón.

“Es muy triste. Es como asistir a nuestro propio final”, asegura Friedhelm Hundertmark, líder local del sindicato minero y encargado de negociar las condiciones de los mineros para alcanzar el apagón.

La empresa RAG –propietaria de la mina– reconoce que entre su personal existen “sentimientos de injusticia” y un “estado de ansiedad” por el cierre de sus fuentes de empleo. Junto con el gobierno y los sindicatos, buscan una “solución socialmente responsable” para jubilar o reemplear a los 12mil personas que ahí trabajan. 

Pese a que representa el fin de una era en sus vidas, los mineros están conscientes de la relevancia de este episodio para el futuro de su nación. “Hablo en nombre de mis camaradas, es difícil cerrar las minas. Pero es una misión política y es nuestra última misión”, asegura emotivo Hubert Hüls, administrador de actividades operativas de RAG.

En 2014, Alemania sólo produjo 7.6 millones de toneladas de antracita, a diferencia de los 150 millones que llegó a producir en 1957, antes de que el declive comenzara, según el último reporte de la Asociación Alemana de Carbón.

Eficientando a un gigante

ThyssenKrupp es la mayor siderúrgica de Alemania y una de las más grandes del mundo. Ha acompañado el desarrollo industrial alemán desde 1811, cuando Friedrich Krupp abrió su casa acerera y comenzó a producir maquinaria para ferrocarriles e incluso armas para los ejércitos prusiano y nazi durante las guerras mundiales.

Pero dese inicios de este siglo, en cambio, trata de vincular su nombre al liderazgo ambiental alemán, apoyando la transición energética.

En medio del contexto de transición, ThyssenKrupp está tratando de optimizar las cadenas de valor en sus tres divisiones, la acerera, la energética y la química, explica su jefe de Innovación Estratégica y Proyectos, Markus Oles. Esto significa, en la práctica, capturar los subproductos útiles de cada proceso y reaprovecharlos en otro. Por ejemplo, capturar el gas residual de los altos hornos de acero para su uso en los procesos energéticos y químicos.

La planta de ThyssenKrupp en Duisburgo es, prácticamente, una ciudad enclavada dentro de otra ciudad. Es tan grande que tiene una red de trenes en su interior y un consumo energético similar al de Berlín, la ciudad más grande y capital del país.

Sólo este complejo genera dos millones de metros cúbicos de gas residual por hora, un volumen que rebasa 150 veces su capacidad de almacenamiento, según datos de la empresa. Con estos volúmenes, eficiencia también significa ahorros financieros.

Presión hace competencia

La transición energética ha transformado totalmente el panorama del suministro de energía en Alemania.

En 1990, un consumidor solo tenía una opción para comprar su energía, debido a la concentración del sector. Para este año, las opciones rondan las 150. Esto se debe, fundamentalmente, a la liberalización del sector.

Pero en todo cambio hay ganadores y perdedores, y las perdedoras de la descentralización del sector y de la Energiewende han sido las empresas tradicionales de electricidad. Las “cuatro grandes” —como llaman en Alemania a E.ON, RWE, EnBW and Vattenfall— pasaron de ser dueñas absolutas del mercado energético a tener apenas 12% de la participación en el total de energías renovables, mientras sus activos energéticos tradicionales están siendo desplazados.

E.ON tiene actividades en casi 30 países y atiende a 33 millones de clientes. Como operadora de plantas nucleares, resultó severamente afectada con la decisión gubernamental de desterrar esta energía. Solo en 2011, cuando el gobierno reanudó el cierre nuclear, la empresa registró pérdidas récord por mil 900 millones de euros.

En medio de la presión por la transición la compañía ha emprendido un hecho revolucionario: perseguir el mercado de las renovables. “Básicamente, decidimos dividir la compañía en dos” con una inversión de 10 millones de euros, explica su directora de estrategia y comunicación, Danielle Jarski.

Pero no se entiende la reducción de las grandes corporaciones energéticas sin la emergencia de nuevos competidores, muchos de los cuales son empresas administradas por los municipios. Sólo entre 2005 y 2014 fueron creadas 72 de estas últimas.

Detonando la innovación

Sin minimizar los cambios en los sectores claves de la energía alemana, el terremoto económico generado por la transición energética ha abierto grietas de oportunidad donde la innovación empieza a florecer. Se trata de una relación ganar-ganar, un efecto secundario en la economía bien recibido entre políticos, emprendedores y buscadores de empleo.

Un ejemplo de esto es Hendrik Samisch. Cual genio del Silicon Valley, Samisch abandonó su doctorado en economía en la Universidad de Colonia para convertir su tema de investigación —la manipulación de la capacidad energética mediante información en tiempo real— en una aventura empresarial junto a su colega, el ingeniero en negocios Jochen Schwill.

Samisch y sus socios definen su empresa, Next Kraftwerke, como una empresa energética digital. En su lógica virtual, funcionan como operadores de plantas de energía, pero sin tener una sola planta. Les gusta pensarse como el símil energético de Airb&b, Uber o Facebook.

“Nuestro modelo de negocios es ganar dinero con la flexibilidad del mercado y compartirlo con nuestros clientes. No poseemos esos activos, sólo los interconectamos”, explica Jan Aengenvoort, jefes de comunicación e investigación de la empresa.

Proveen, básicamente, dos servicios: ofrecer tarifas flexibles y mantener la red balanceada. Lo primero se logra a través de disminuir el suministro de fuentes lentas como plantas de biomasa, hidroeléctricas y de cogeneración cuando en la red la hay mucha energía de fuentes volátiles como la solar y la eólica. La prioridad es estabilizar la frecuencia de la red.

El balance de la red significa detonar el consumo cuando los precios de la energía son bajos, ayudando a equilibrar la oferta y demanda.

Next Kraftwerke inició en 2009 con cinco empleados y un puñado de unidades de prueba. Para 2015, la firma ya contaba con 2 mil 844 unidades, 107 empleados y ganancias por 273 millones de euros.

Hasta el momento han instalado 3 mil unidades en cinco países europeos (Alemania, Francia, Bélgica, Holanda y Austria) y administran unos 2 000 MW. Su objetivo a mediano plazo es expandirse al resto de Europa, detalla Aengenvoort.

La energía del pueblo

Pero más allá del gran capital y la esfera política, la determinación de la Energiewende tiene un acento de colectividad. Esto queda asentado en ejemplos como el de Saerbeck, una localidad de 7 mil 200 habitantes ubicada apenas a 15 kilómetros de Ibbenbüren y su agonizante mina de carbón duro.

Impulsados por el accidente en Fukushima, la población buscó la neutralidad de carbono mediante una transición a renovables. No solo la consiguió, sino que ahora produce más del doble de la energía que consume. El excedente es vendido.

Visitantes de todo el mundo acuden al pueblo para conocer su central térmica con fachada de vidrio —diseñada así para transparentar su esfuerzo hacia las renovables—, sus experimentos de eficiencia energética y sus proyectos educativos. Sin embargo, la joya de esta localidad sustentable tiene un nombre persuasivo en la era de la sustentabilidad: el Bioenergiepark o bioparque energético.

Ubicado sobre una antigua armería militar, a cuatro kilómetros del pueblo, el bioparque despliega siete generadores eólicos, un complejo de energía solar, dos plantas de biogás y otra de composta.

El sello del lugar son los 68 búnkers abandonados, los cuales sirven de base a un mismo número de paneles fotovoltaicos con los que Saerbeck ordeña energía al sol. “Era el antiguo depósito de las municiones de Alemania del Este. El Ejército no sabía cómo demolerlo”, recuerda el alcalde del pueblo Wilfried Roos.

La capacidad de generación conjunta alcanza los 55 MW, mientras que el consumo promedio no rebasa los 20. Es decir, el pueblo genera casi 150% más energía de la que ocupa. Otras 24 hectáreas del parque fueron consagradas a la creación de una reserva natural.

El carácter comunitario de este proyecto está asegurado también en su modelo administrativo, una cooperativa en la que cada uno de sus casi 400 miembros es también propietario. “Cada miembro tiene derecho a decidir sobre la compañía”, explica Ansgar Heilker, miembro de la junta de supervisión y uno de los nueve cooperativistas fundadores de la compañía.

Solo en el sector de las energías renovables, Alemania cuenta con más de 850 cooperativas y más de 150,000 agremiados. Las empresas participan en fases tan diversas del sector como producción, transmisión, mantenimiento de las redes y comercialización.

Debido a su tenacidad, Saerbeck ha sido distinguido en varias ocasiones, la más importante en 2010, cuando ganó el Premio Europeo de Energía.

Punto de no retorno

Bajo el mandato de su Acta de Energías Renovables (Erneuerbare Energien Gesetz o EEG en alemán), Alemania debe tocar varias postas en el camino a 2050. La más cercana es alcanzar una participación de 40 o 45% de estas energías en 2025, luego 55 o 60% para 2035 y finalmente 80 o 95% para 2050.

La tarea es monumental, pero los analistas se muestran confiados con el desarrollo de las energías renovables hasta ahora.

“Con los precios en caída de las tecnologías de energías renovables y el renovado momento en las negociaciones climáticas internacionales, el Energiewende podría haber alcanzado un ‘punto de no retorno’ en Alemania y globalmente”, concluye sobre el economista Sascha Samadi.

Los objetivos de la transición se han cumplido a pesar de los altibajos en el camino. Ahora la Energiewende entra en su madurez, reanimada por la determinación de los Acuerdos de París, que exhorta a prácticamente todos los países del mundo a seguir una ruta similar a la de Alemania y así lograr detener el cambio climático bien por debajo de los 2oC. En esta etapa deberá esforzarse más para alcanzar los objetivos restantes que a convencer a los escépticos.

Sin embargo, los obstáculos en el horizonte no son pequeños. El mismo gobierno federal regatea para conformarse con el objetivo de 80% de renovables, y no el 95% demandado por activistas. En tanto, los cabilderos de las grandes corporaciones continúan minando legislaciones vanguardistas en Berlín.

“La Energiewende está en marcha, pero el viaje apenas ha comenzado”, concluye Samadi.

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Etiquetas:
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