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11 segundos vitales: ¿por qué no sonó a tiempo la alerta sísmica el 19 de septiembre?
11 segundos vitales: ¿por qué no sonó a tiempo la alerta sísmica el 19 de septiembre?
25 minutos de lectura
11 segundos vitales: ¿por qué no sonó a tiempo la alerta sísmica el 19 de septiembre?
01 de noviembre, 2017
Por: Sara Hidalgo y Andrés Lajous
@liz_pf 

José llegó tarde de trabajar la noche del 7 de septiembre. Sentado en la sala de su departamento escuchó la alerta sísmica que venía de un altavoz en la esquina de Insurgentes e Iztaccíhuatl, enfrente de su edificio. En ese momento no lo sabía, pero el sismo que detonó la alerta era el más fuerte que se había presentado en el país en casi un siglo, de magnitud 8.2 y originado en el Istmo de Tehuantepec minutos antes de la medianoche. Al vivir en un séptimo piso en la colonia Condesa, titubeó antes de salir de su departamento.

[contextly_sidebar id=”AIW220d7Y633FFTouLORr3W7I6bhq1Hh”]Primero pensó que era mejor idea resguardarse en alguna parte segura de la estructura, pero rápidamente decidió evacuar por una suerte de compromiso burocrático: “Si esto existe es para que bajemos”, se dijo sin imaginar que podría tratarse de un temblor catastrófico. Bajó los siete pisos de su edificio mientras la alarma seguía sonando. Salió a la calle, se paró entre los dos carriles centrales, y todavía pasaron unos segundos antes de que sintiera “como si alguien me diera un empujón y la tierra se empezara a mover”.

Según el reporte oficial del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico A.C. (CIRES), el organismo responsable de la alerta sísmica en México, los capitalinos tuvimos 124 segundos de alerta antes de que se sintiera el temblor en la ciudad ese 7 de septiembre. Así, la alerta, conectada a los altavoces que son parte del sistema de vigilancia del Gobierno de la Ciudad de México (conocido como C5), se volvió para muchos habitantes de la ciudad una fuente de tranquilidad.

El 19 de septiembre, en el temblor de la 1:14pm, la experiencia de José fue completamente distinta. Otra vez sentado en su sala, contestaba mensajes en su celular cuando sintió una vibración; escuchó ruidos y rechinidos, y dudó si se trataba de un camión pasando o de un temblor. No sonaba la alerta sísmica, que sólo 12 días antes había funcionado a la perfección. Con preocupación, abrió la puerta de su departamento y vio a algunas personas tropezarse en las escaleras.

Alarmado, bajó tan rápido como pudo mientras el edificio seguía crujiendo y el yeso de las paredes se iba reventando a la altura de su cara. Creyó que el edificio se estaba cayendo detrás de él, así que corrió a la entrada y se aventó a la calle imaginando que con un brinco final se salvaría de quedar bajo los escombros. Su edificio no se cayó, aunque poco tiempo después se enteraría de que varias estructuras en la misma zona no corrieron con la misma suerte. Una vez en la calle, vio cómo el edificio que recién había evacuado “se movía como gelatina”. Sólo entonces escuchó la alerta en el altavoz de la esquina.

Al igual que muchas otras personas, Gabriela, quien trabaja en un piso 16 en Paseo de la Reforma e Insurgentes, asegura que en su oficina no escucharon la alerta sísmica ese día. Evacuaron el edificio sólo una vez que dejó de temblar, pero nunca escucharon la sirena. Los autores de este texto escuchamos la alerta en distintos puntos de la ciudad pocos segundos después de que el suelo se empezó a mover. En internet, uno puede encontrar videos de gente que evacúa edificios segundos antes de que suene la alerta, e incluso en los noticieros que se transmitían en vivo se registró primero el movimiento del suelo y luego el sonido de la alerta sísmica.

En efecto, este improbable temblor del 19 de septiembre del 2017, que nos sacudió con más fuerza que el sismo “más fuerte del último siglo” de apenas 12 días antes y que en la ciudad de México dejó 40 edificios colapsados y más de 200 víctimas mortales, expuso de forma más cruel los límites y obstáculos del sistema de alerta sísmica que hemos construido en los últimas décadas.

Se trata de algunos límites técnicos, pero sobre todo de obstáculos establecidos por intereses concretos que no tienen como objetivo maximizar el tiempo y difusión de la alerta al público, sino mantener beneficios particulares, tanto del organismo encargado de implementar la alerta, como de varios medios que podrían mejorar su difusión.

En los momentos que siguieron al temblor, muchos habitantes de la ciudad nos preguntamos por qué la alerta que se ha vuelto el pilar de la “cultura de la prevención”, y que sólo dos horas antes, como cada 19 de septiembre, nos habíamos entrenado a escuchar, no sonó como esperábamos.

Hasta el momento, el CIRES ha dado una escueta explicación de por qué tantas personas reportan no haber escuchado la alerta, o haberla escuchado una vez que ya había empezado a sentirse el terremoto. En el primer boletín que la organización publicó en su página de internet tras el temblor, y contrario a la experiencia narrada por varios habitantes de la ciudad, CIRES señaló de forma preliminar que la alerta había dado 20 segundos de aviso a los habitantes de la de Ciudad de México. También informó que dos de sus sensores en Puebla, específicamente en San Juan Pilcaya y Tehuitzingo, reportaron el sismo que disparó la alerta.

Pero días después, en un reporte más detallado publicado el 28 de septiembre, afirmó que la alerta no dio 20 segundos de aviso pues, debido a la cercanía entre el epicentro del sismo del 19 de septiembre y la ciudad de México, las personas sintieron el temblor antes de que sonara la alerta y por tanto “no resultó útil el aviso”. El CIRES publicó esta aclaración horas después de que los autores de este reportaje entregamos un conjunto de preguntas dirigidas a su director, Juan Manuel Espinosa Aranda.

Siguiendo los rastros de las ondas sísmicas del 19 de septiembre

Entonces, ¿funcionó o no funcionó la alerta sísmica?

Para entender mejor la explicación de CIRES, es necesario comprender cómo funciona la alerta sísmica y las ondas sísmicas que lo activan. La idea básica detrás de la alerta sísmica es que hay medios de comunicación, como las ondas de radio, que se mueven más rápido que las ondas que genera un temblor.

Cuando sucede un temblor, tras un evento de ruptura en una placa, se generan varios tipos de ondas. Las que son relevantes para entender el funcionamiento de la alerta son principalmente dos: las ondas P y las ondas S.  Las primeras, las ondas P, tienen un movimiento más rápido y menos destructivo. El segundo tipo de ondas, S, se mueve más lentamente y es el que puede tener consecuencias devastadoras. Por ello la distancia entre la zona donde suena la alerta y el epicentro de un temblor es clave para el funcionamiento del sistema. Entre más lejos sea el epicentro de la zona donde puede generar daños el sismo, más tiempo hay entre la detección de las ondas y su llegada potencialmente destructiva.

Otro factor clave en el funcionamiento de las alertas sísmicas es la capacidad para estimar correctamente la magnitud de sismo de forma casi instantánea. De esta manera el sistema tiene un filtro en el que sólo dispara la alerta en caso de que la magnitud sea tal que pueda causar daños. Así, los miles de sismos de baja magnitud que suceden todos los días evitan ser reportados innecesariamente.

En las últimas décadas, sismólogos e ingenieros han desarrollado cálculos matemáticos complejos (algoritmos) para estimar velozmente la magnitud del sismo a partir de estas ondas, e incrementar así el tiempo entre el inicio del sismo y la llegada de las ondas destructivas a las ciudades. En el caso del sistema de alerta sísmica (SAS) en México, si al menos dos sensores de los 76 que actualmente tienen colocados, estiman que la magnitud será de 6 o más, entonces se emite una alerta pública. Si la magnitud del temblor es de menos de 6 pero de al menos 5, entonces se emite una alerta preventiva que no se escucha en público.

La alerta originalmente estaba diseñada para dar a la capital varios segundos de anticipación en temblores originados en las costas del Pacífico, a 300 kilómetros y más de la Ciudad de México. Desde la década de los ochenta, varios sismólogos identificaron las costas del Pacífico como una zona de gran actividad sísmica debido a que se encuentra en una zona de subducción, es decir, un área donde una placa oceánica (la Placa de Cocos) se está hundiendo bajo una placa continental (la Placa de Norteamérica).

Considerando la distancia entre estas costas y la ciudad de México, el sistema de CIRES puede detectar las ondas P y S para emitir una alerta pública entre 50 y hasta 125 segundos antes de que las ondas más peligrosas (S) alcancen la capital, según la localización exacta del epicentro. Es así como en el terremoto de magnitud 8.2 que se originó la noche del 7 de septiembre en el Golfo de Tehuantepec, a más de 600 km de la ciudad de México, los capitalinos recibieron la alerta 124 segundos antes de que llegaran las ondas más destructivas.

Uno de los criterios más importantes que hay para evaluar el funcionamiento de un SAS es su tasa de efectividad en la detección de la magnitud de temblores y, por tanto, si no genera falsas alertas y si sí suena cuando debe hacerlo.

En el año 2009, el gobierno del entonces Distrito Federal contrató una evaluación de la alerta que CIRES maneja desde inicios de los años noventa. En ella, los autores agradecieron a CIRES por compartir su información y concluyeron que el organismo no debería de hacer una distinción entre alertas públicas y preventivas, pues para temblores abajo de magnitud 6, su detección es poco precisa.

Esa conclusión está basada en el hecho de que entre 1992 y el 2009, “de trece alertas públicas emitidas en la historia del sistema de alerta sísmica sólo tres corresponden a la definición de temblor de magnitud 6”, y que, de 53 alertas preventivas, “sólo dieciocho corresponden al rango de magnitud establecido” entre magnitud 5 y 6 (incluyendo uno que debió ser reportado públicamente con una magnitud mayor a 6). Esto quiere decir que la alerta ha funcionado de forma efectiva, según sus propios criterios de estimación de magnitud, en alrededor de 30% de los casos.

El sismo en la frontera de Morelos y Puebla comenzó el 19 de septiembre a las 13:14:40. Las ondas P del sismo avanzaron velozmente, y los dos sensores del sistema de alerta que están en Pilcaya y en Tehuitzingo, ambos en Puebla, registraron las vibraciones alrededor de 10 segundos después. El sistema hizo el cálculo matemático que estimó la magnitud del sismo y la comunicó a la ciudad de México en tres segundos (este cálculo es conocido como el algoritmo 3S). Ya para las 13:14:53 se podía saber que de esa región salía un sismo con magnitud 6 o más.

Sin embargo, los sensores en esa zona no están conectados para disparar la alerta con el algoritmo 3S, sino con un segundo cálculo que toma unos segundos más y que requiere que también se hayan registrado las ondas S que viajan casi a la mitad de velocidad que las ondas P. Este segundo cálculo (conocido como algoritmo SP), se hizo en el sensor Pilcaya a las 13:14:57, y antes de liberar una alerta pública tenía que ser confirmado por un segundo sensor. Finalmente, a las 13:15:04 el sensor de Tehuitzingo también reportó un sismo de más de 6 grados, detonando la alerta pública en la ciudad de México.

En su segundo reporte, CIRES sostiene que la alerta sonó 11 segundos antes de que llegaran las ondas destructivas a la ciudad de México. Sin embargo, afirman que esto sucedió después de la llegada de las ondas P, que originaron la primera sacudida que la mayoría de las personas percibieron y que, según el reporte, “provocó que las personas tuvieran problemas para mantener el equilibrio y poder tomar medidas preventivas con éxito”.

Siguiendo el recorrido de las ondas del sismo en los sensores que activaron la alerta, se puede decir que la alerta en la ciudad de México pudo haber sonado antes de lo que sonó. Si la alerta pública se disparara con los resultados del algoritmo 3S, hubiera sonado 11 segundos antes. Si el sensor de Tehuitzingo hubiera reportado la estimación del algoritmo SP casi al mismo tiempo que el de Pilcaya, entonces la alerta podría haberse disparado entre seis y ocho segundos antes.

Resulta por tanto inevitable preguntarse: ¿cuántas víctimas menos habría si la alerta se hubiera disparado 11 segundos antes?

El desenlace de un centro opaco

El director de CIRES, Juan Manuel Espinosa Aranda, manifiesta sentir una satisfacción moderada con el funcionamiento de la alerta. En entrevista explica que los sensores detectaron correctamente la magnitud del temblor a partir de las ondas P, pero que la alerta de la Ciudad de México no solo usa las ondas P como criterio inicial de activación, sino también la detección posterior de las ondas S. En cambio, en Oaxaca la alerta sí se activa al estimar la magnitud de un sismo con las ondas P antes de registrar las ondas S.

Esto se debe a que en Oaxaca es una región históricamente cercana al epicentro de muchos sismos, y por tanto se necesita que la alerta suene lo antes posible. Pero el uso de las ondas P como gatillo de la alerta no se usa en la CDMX porque en Oaxaca ha probado ser demasiado sensible, y hay preocupación porque sobreestime temblores.

También afirma que esta experiencia es una suerte de experimento sobre la red de sensores, y que es probable que hacia el futuro la alerta sísmica en la ciudad de México se active de inicio con las ondas P, para reducir así el tiempo la detección de un temblor con epicentro cercano y la activación de la alerta en la capital.

Por otro lado, Armando Cuellar, también del CIRES, explica que sí hubo un desfase en la detección del sismo entre el sensor de Pilcaya y el de Tehuitzitngo. Este desfase, en el que el sensor de Tehuitzingo tardó alrededor de siete segundos más que el de Pilcaya en estimar la magnitud del sismo usando el algoritmo SP, pues las ondas no se propagan de la misma forma ni a la misma velocidad en todas las direcciones.

Esto se debe tanto a las características del terreno como a que las rupturas de las placas que generan temblores pueden suceder en distintas direcciones. Es decir, la ruptura puede suceder en una dirección que hace que en un sensor detecte las vibraciones antes que un sensor que está en la dirección opuesta. Ésta es una explicación posible de por qué el sensor de Tehuitzingo no reconoció que la magnitud de más de 6 del temblor hasta unos segundos después que el de Pilcaya.

Cuellar explica que hay dos formas de reducir estos desfases: una es incrementando el número de sensores en las regiones sísmicas, de tal manera que podemos ganar tiempo con sensores más cercanos al epicentro; la otra es ajustando los algoritmos que usa CIRES a partir de estudios sobre el terreno en estas zonas, para que sea posible predecir en qué dirección sucede la ruptura de la placa.

Parte del problema que existe para evaluar públicamente el comportamiento y eficiencia de la alerta es que toda la información sobre la misma –incluyendo las decisiones respecto a los criterios que se deben usar para activarla, la información sobre cómo hacen sus estimaciones y la efectividad que presenta durante cada sismo— no está abierta al público. Incluso datos básicos que permitirían entender, verificar y aclarar el reporte de CIRES no están disponibles públicamente para ciudadanos o investigadores.

El sismólogo Diego Melgar Moctezuma trabaja como profesor en el departamento de ciencias de la tierra de la Universidad de Oregon, y es especialista en sistemas de alerta para sismos y tsunamis. Melgar sostiene que para hacer un análisis honesto de qué funcionó y qué no con la alerta y poder ajustarla a las necesidades del país, resulta imperioso que los datos sobre el comportamiento de la alerta en cada sismo sean públicos: “¿Qué estaciones funcionaron, cuántas repetidoras sonaron? ¿Cómo se dispararon? Exactamente, ¿cuándo se escuchó la alerta y cuándo se sintió la sacudida? Se necesita hacer pública la medición por estación, por bocina, por estación de radio, y por microsegundos en cada una.

Cualquier persona debería poder estudiarlos. A diferencia de otros países con este tipo de alertas, hoy día es imposible hacer esto en México. Tienes que conocer alguien adentro para tener acceso a esta información”.

Espinosa Aranda ofrece varias respuestas a la pregunta de por qué CIRES no comparte las bases de datos de los registros de sus sensores, cuya red ha sido financiada primordialmente por los gobiernos de la ciudad de México y Oaxaca: “se les puede dar mal uso [a los datos] y no consideramos que esos datos hagan falta para cosas de seguridad de construcciones”. Argumenta también que CIRES sigue “perfeccionando el acervo” de datos que tienen. Y simplemente manifiesta que “no los vemos como datos importantes para liberarlos”. De la misma manera, cuando preguntamos por qué no son públicos los lugares precisos de localización de los sensores de la red de alerta sísmica, contestó: “hemos tenidos problemas de vandalismo y robo”.

Pero sin los datos exactos de registro, como la localización de los sensores, resulta sumamente difícil estudiar y evaluar seriamente el SAS que hemos construido, y que CIRES ha operado desde el inicio.

La satisfacción moderada del director de CIRES está fundada en que el sistema ha logrado detectar y alertar sismos destructivos o potencialmente destructivos. Pero hasta ahora está limitada la posibilidad de auditar y evaluar a profundidad su funcionamiento.

Una alerta… ¿para quién?

El sistema de alerta sísmica no sólo está compuesto por la detección temprana de movimientos telúricos: una parte fundamental de su eficacia radica en asegurarse que sea transmitida y escuchada por el mayor número de personas posible. Cuando se emite una alerta pública, ¿cuánta gente realmente la escucha?

A pesar de que la noche del 7 de septiembre la alerta sísmica en la ciudad de México sonó con 124 segundos de anticipación, no todos se sintieron aliviados con el funcionamiento de la alerta después de ese temblor. A Emilio, quien vive en un séptimo piso en la calle de Ámsterdam en la colonia Condesa –a sólo tres edificios de uno de los inmuebles que colapsaron el 19 de septiembre— la sacudida lo tomó por sorpresa mientras veía televisión.

Desde que se mudó a ese edificio hace algunos años, Emilio se había preparado para escuchar la alerta a como diera lugar: todos los días dormía con las puertas del balcón y de su cuarto abierta para escuchar los los altavoces de la calle, tiene instalado la app “AlertaSísmicaDF” en su celular, y cuenta con dos aparatos “Grillo” que están diseñados para recibir la señal de la alerta. Incrédulo de que la infraestructura que tenía preparada no hubiera servido, bajó corriendo los 7 pisos de su edificio mientras su edificio se sacudía de un lado a otro y escuchaba los gritos de pánico de sus vecinos.

Otras personas de la zona que estaban dormidas sólo se despertaron al sentir sus casas moverse. A pesar de haberse disparado 124 considerables segundos antes del temblor, la alerta pública no se transmitió de tal forma que despertara a las personas de su sueño, interrumpiera sus actividades cotidianas, y llegara a los oídos del mayor número de habitantes de la ciudad antes de que la tierra se empezara a mover.

Durante el simulacro de las 11:00 a.m. del 19 de septiembre, varios más corroboramos con preocupación que en nuestros hogares y oficinas la alerta pública no se alcanzaba a escuchar. La lección parece haber sido que, para escuchar clara y nítidamente la alerta, uno tiene que estar cerca de uno de los altavoces de la ciudad, de preferencia sin otros ruidos en el ambiente, o sintonizado a una de las estaciones de radio y televisión que emiten la alerta.

Desde principios de los años 90 se firmó un acuerdo voluntario entre CIRES y la Asociación de Radiodifusores del Valle de México (ARVM). A través de este acuerdo se instaló un teleinterruptor en estaciones de radio y televisión que, al originarse una alerta pública, automáticamente interrumpe el sonido con una peculiar sirena, y la conocida voz que repite “alerta sísmica”. Es decir, las televisoras y estaciones de radio que decidan participar en la alerta reciben “un pulso” con la señal que envía CIRES que automáticamente activa la sirena.

El día 19 de septiembre en los primeros minutos de la una de la tarde, Miguel Ángel Mancera estaba dando una entrevista en Wradio a Fernanda Tapia. La entrevista versaba sobre el simulacro conmemorativo que se había llevado a cabo en toda la ciudad. Unos segundos antes de la 1:15 p.m., Fernanda Tapia le dice al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, “de hecho está temblando Doctor, es muy fuerte” a lo que él contesta, “hay alerta sísmica, estamos teniendo un sismo Fer”. Inmediatamente corta la llamada. Wradio nunca transmite la sirena de la alerta sísmica ese día.

El canal 13 de TV Azteca, el 19 de septiembre pasada la 1 p.m., transmitía el programa “Cocineros Mexicanos”, donde una conductora dice “oigan está temblando, está temblando”, y unos segundos después la pantalla se va a rojo, acompañada de la sirena, y el mensaje “alerta sísmica”. ForoTV, como se conoce al canal 4 de Televisa, no interrumpe automáticamente la señal, sino que deja que se oiga en vivo en el estudio. El 19 de septiembre, el conductor Enrique Campos dice “está sonando la alerta sísmica; en este momento se siente un temblor”, mientras se nota el movimiento en el estudio.

No todas las estaciones de radio y televisión del Valle de México son parte del acuerdo para transmitir la señal de la alerta sísmica. Aunque este acuerdo incluye a algunos de los grupos radiofónicos más grandes de la ciudad como Grupo Radio Centro, Grupo Acir, Núcleo Radio Mil, y Grupo Fórmula, es notable la ausencia de Televisa Radio y Multivisión Radio. Lo mismo para televisión, aunque Televisión Azteca e Imagen Televisión están en la lista de quienes transmiten la alerta, por parte de Televisa sólo lo hace ForoTV dentro de su cobertura noticiosa.

Los directivos de la industria argumentan que una razón de peso para no transmitir la alerta sísmica es que sus transmisiones tienen alcance nacional, y por tanto no quieren transmitir la alerta de un temblor que sólo sucede en una región del país al resto de la república.

Sin embargo, Alejandro Navarrete, Titular de la Unidad de Espectro Radioeléctrico del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), aclara que se puede bloquear la transmisión a regiones dónde la alerta es relevante: “Hacer bloqueos [por región] sí es técnicamente posible, aunque supone un costo… si se tuvieran que hacer estación por estación. Pero por lo pronto, no debería ser un tema para las estaciones que no funcionan encadenadas (las estaciones que automáticamente retransmiten la señal de una estación en la CDMX a otras ciudades del país)”.

Pero incluso si las estaciones están encadenadas, para Raúl Trejo, especialista en medios de comunicación del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, no debería de haber mayor problema con que se transmita al resto del país pues “los conductores podrían explicar en ese momento que se trata de una alerta local, aunque nadie sabe hasta dónde llegarán los efectos de cada sismo. De todos modos, las emisoras que transmiten desde la CDMX constantemente hacen referencia a lo que ocurre en esta capital…. las vicisitudes del tránsito en Insurgentes, la falta de agua en Iztapalapa y las lluvias que se pronostican para esta zona”.

Además, la información sobre qué estaciones de radio y televisión transmitieron la alerta y cuáles no tampoco está disponible al público. En llamada telefónica para este reportaje, la coordinadora de marketing de la ARVM, Paloma Contreras, afirmó que todas las radiodifusoras del valle de México, excepto las de grupo Televisa, transmitieron la alerta. Sin embargo, la ARVM no publica datos sobre la verificación de la transmisión de la alerta.

En realidad, Wradio no fue el único medio que no transmitió la alerta. Al revisar videos sobre la transmisión del 19 de septiembre a la hora del sismo, se puede ver, por ejemplo, que Imagen Televisión tampoco la transmitió.

En un video subido a YouTube en la cuenta de Imagen explican que sus conductores e ingenieros salieron del estudio y dejaron las cámaras prendidas. En él se ve el movimiento del set del programa “De primera mano” sin audio. Se buscó en múltiples ocasiones a directivos del Grupo Imagen para que explicaran por qué en el video no se escucha la alerta, pero hasta el momento ha sido imposible conseguir una respuesta telefónica.

Probablemente el límite más importante que tiene la difusión de la alerta sísmica a través de radio y televisión es que la mayoría de la gente no tiene una radio o una televisión prendidas todo el día. Por ello existen aparatos de radio dedicados sólo a transmitir la alerta.

El único radio de este tipo que hoy existe en México se produce bajo el auspicio de CIRES, y es comercializado por la empresa Mderieck S.A. de C.V. En Animal Político, Paris Martínez ha documentado con detalle el conflicto de interés que existe entre CIRES y la empresa comercializadora y casos de corrupción en los que han participado. Más grave aún, ha mostrado cómo cantidades sustantivas de recursos públicos e incluso la legislación se han usado para convertir a CIRES en un monopolio comercial, pese a ser formalmente una asociación sin fines de lucro.

Parte de las prácticas monopólicas en las que CIRES incurre es que no permiten que cualquier persona que haga o compre un aparato de radio con la capacidad de captar la señal de radio que se emite de la alerta.

Por ejemplo, hace unos años, Andrés Meira creó el aparato “Grillo”, que fue de limitada comercialización. Había llegado a vivir a la Ciudad de México poco antes de uno de los temblores fuertes del 2014, y al corroborar que la alerta no se escuchaba en todos lados, hizo todo por asegurarse de que la alerta se escuchara en su casa. Su solución fue crear “Grillo”, un aparato que lograba captar la señal de radio dedicada emitida por CIRES para hacer sonar una alarma y una luz de alerta. Pero para hacerlo, Meira tuvo que circunvenir la codificación con la que CIRES restringe la señal.

La señal que emite CIRES está basada en la frecuencia y los códigos del sistema de alertas públicas de Estados Unidos, conocido como SAME, y que se usa principalmente para avisar a la ciudadanía sobre fenómenos naturales como tornados y huracanes. Este sistema depende del National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de Estados Unidos, y no tiene mayores restricciones a que cualquiera haga un radio que reciba su señal.

Sin embargo, CIRES decidió no hacer pública la codificación. Meira explica: “si tú vas a la página de NOAA, ellos publican las fichas técnicas para que cualquiera haga un radio que pueda agarrar la señal. Pero en el DF, hace unos años, CIRES ayudó a escribir una norma que estipula que solo el radio de CIRES puede recibir la señal”.

Ante pregunta expresa, Espinosa Aranda reconoce que la señal que emite CIRES está restringida, y dice que es porque pese a usar el sistema de NOAA, CIRES otorgó una licencia exclusiva a un productor y comercializador de los radios porque hizo mejoras a una tecnología que ya existía. Estás mejoras, argumenta, deben de tener cierta protección comercial para “recuperar la inversión”. Cuando preguntamos a qué inversión se refería si el financiamiento del CIRES se hace con dinero público y sin fines de lucro, no contestó y repitió que es una protección que se justificaba por una mejora en la tecnología.

En este caso también resulta casi inevitable preguntarse: ¿cuántas víctimas menos habría si más personas hubieran escuchado la alerta sísmica?

Todos alerta

El sismólogo Diego Melgar afirma que “el verdadero reto para el futuro de la alerta sísmica en México es el mecanismo de distribución.  La pregunta que nos deberíamos hacer es ¿qué nos ha detenido todo este tiempo para distribuirla mejor? Un mecanismo de distribución no es suficiente. Se necesitan cinco o seis mecanismos de distribución simultánea. No es una u otra. Debemos pensar en tener conjuntamente radio, televisión, bocinas públicas, aparatos caseros (tipo Grillo), y una app para celulares. Y, además de todo esto, una vez que recibamos la alerta, gritar para correr la voz al mayor número de personas posible”.

Melgar también ofrece como ejemplo la forma en que se está desarrollando el sistema de alerta sísmica de California, un proyecto en el que él participa: “En California el sistema es abierto. Hay un prototipo que todavía no es público desde hace tres años. Éste produce alertas y las distribuye por smartphone. La alerta es un servicio público, pero existen mecanismos para que la iniciativa privada puede participar en difundirla por medio de apps o aparatos”.

En México todavía hay caminos no explorados para la difusión de la alerta. Empiezan a existir apps para teléfonos celulares como Skyalert, que está desarrollando su propia red de sensores en las zonas sísmicas. El propio Meira hoy trabaja en el desarrollo de una red de sensores para Grillo y una app basada en los sensores de teléfonos inteligentes.

Pero más allá de estas iniciativas, ante el riesgo sísmico al que está expuesta la ciudad, resulta urgente incrementar la difusión de la alerta con las tecnologías actualmente existentes, y que no hemos usado para asegurar que la alerta llegue a tantas personas como sea posible.

Una de ellas es la posibilidad de usar una de las frecuencias de radio AM para que transmita una señal sin sonido a lo largo del día, excepto cuando haya una alerta sísmica. Después de la reciente migración de estaciones de FM a AM, un par frecuencias del espectro AM han quedado liberadas. Así, se podría aprovechar el hecho de que más de 80% de los hogares en la CDMX cuentan con radio (según datos del INEGI), para dejarlos prendidos continuamente en la estación que transmita la alerta sin estar obligados a escuchar ninguna otra transmisión, de manera que permita a los habitantes de un hogar dormir, trabajar o realizar actividades cotidianas sin distracción.

Alejandro Navarrete, del IFT, dice que esta es una opción técnicamente posible en el espectro AM al haberse liberado dos frecuencias, una para radios indígenas, y otra que aún no tiene fin definido.

Otra opción sería usar lo que se conoce como “cell broadcast”, una tecnología que hoy tienen los operadores de celulares, y la cual permite enviar un mensaje de forma casi instantánea a los teléfonos de sus suscriptores en las zonas posiblemente afectadas por un sismo. Este sistema se usa desde hace años en algunas ciudades de Estados Unidos para alertar de emergencias producidas por fenómenos climáticos, y para la “alerta amber”, de niños desaparecidos. También se usa en Japón, incluso para notificar el despliegue de misiles de prueba norcoreanos.

Armando Cuéllar del CIRES, explica que implementar el “cell broadcast” no tendría costo para los usuarios de celulares, y tan solo un costo de equipamiento menor para los operadores. Sin embargo, “estuvimos hablando con ellos, al IFT le interesó, pero los operadores no quisieron pagarlo. Luego se intentó con una iniciativa de ley que obligara a las compañías de celulares a hacer ‘cell broadcast’, pero quién sabe dónde quedó”.

Intentamos contactar a todos los operadores de celular en México para conocer su posición con respecto al uso de “cell broadcast” para difundir la alerta. Hasta el momento no ha sido posible conseguir respuestas de Telefónica y ATT. Pero la oficina de relaciones públicas de Telcel sostiene que ellos no pueden implementar la difusión de la alerta unilateralmente, y que es responsabilidad de las autoridades emitir las directrices para hacerlo.

Dicen no haber recibido un requerimiento oficial de CIRES para hacerlo. Asimismo, informaron que participan en diversos grupos de trabajo sobre protocolos de emergencia tanto con el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública como con el IFT. Hasta el momento de publicación de este artículo, el IFT no ha aclarado si en estos grupos de trabajo ha planteado o no a los operadores usar “cell broadcast” para difundir la alerta sísmica.

La pregunta debe volverse inaplazable: ¿Cuántas víctimas menos habrá en el próximo temblor si más personas escuchan con más tiempo de anticipación la alerta sísmica? El terremoto del 19 de septiembre expuso una serie de obstáculos que, en una ciudad con el riesgo sísmico al que está expuesto la ciudad de México, resulta urgente superar.

Estos obstáculos incluyen el control que CIRES ejerce sobre la información de un sistema de alerta sísmica construido con dinero público, pero que es tratado como una empresa privada que no está obligada a rendir cuentas; la falta de interés de las empresas de medios y de telecomunicaciones por incrementar el número total de personas que escuchan la alerta; y, por supuesto, la falta de compromiso del gobierno –tanto federal como varios estatales— por priorizar la seguridad de sus ciudadanos frente a este conjunto de beneficios privados.

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