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A pesar del gasto de 120 mil millones en becas, en sexenio de AMLO hubo menos jóvenes con empleos formales que con Peña
A pesar del gasto de 120 mil millones en becas, en sexenio de AMLO hubo menos jóvenes con empleos formales que con Peña
Diseño: Nadia Núñez @naddnuk
11 minutos de lectura

A pesar del gasto de 120 mil millones en becas, en sexenio de AMLO hubo menos jóvenes con empleos formales que con Peña

El secretario del Trabajo, Marath Bolaños, presumió que el 70 % de los beneficiarios salen con empleo. Sin embargo, la dependencia federal respondió por transparencia que en 2023 menos de un 5 % de los becados logró trabajo, mientras que en 2024 la cifra no alcanzó ni el 1 %.
10 de marzo, 2025
Por: Manu Ureste
@ManuVPC 

En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se gastaron más de 120 mil millones de pesos en repartir becas de Jóvenes Construyendo el Futuro a más de 3 millones de beneficiarios en todo el país. Sin embargo, aunque el objetivo del programa es apoyar a jóvenes de entre 18 y 29 años que no estudian ni trabajan para que encuentren un empleo, datos oficiales muestran que el número de jóvenes con trabajo formal y afiliados al seguro social no solo no aumentó al término del gobierno obradorista, sino que, por el contrario, se redujo en comparación con el de Enrique Peña Nieto.

A pesar de esta reducción, Marath Bolaños, titular de la Secretaría del Trabajo, presumió en un evento en noviembre pasado que hasta un 70 % de los jóvenes que participaron en el programa social salieron con trabajo.

Pero, datos de la propia Secretaría entregados a Animal Político vía transparencia pública reflejan que la cantidad de jóvenes becados que salieron con trabajo no alcanzó ni el 5 % en 2023, mientras que el año pasado el porcentaje cayó hasta menos de un 1 %.

Por otra parte, aunque al final del sexenio anterior se logró reducir en algo más de 690 mil casos la cifra de jóvenes que no estudian ni trabajan, en comparación con los que había al inicio del sexenio, dicha cifra apenas supone unos 278 mil casos más de lo logrado en el gobierno priista, cuando no se hizo un desembolso millonario en becas.

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En cuanto a la cobertura del programa social, existen discrepancias sobre el número real de beneficiarios. Por ejemplo, la Secretaría del Trabajo reportó para 2022 un promedio de 328 mil participantes a los que entregó la beca. Mientras que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó la identificación ese mismo año de 122 mil beneficiarios; es decir, a un 37 % de los participantes que se reportan en el padrón único de beneficiarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, un tercio. O, en otras palabras: hay al menos 206 mil beneficiarios que el INEGI no encontró.

Arranque del programa jóvenes construyendo el futuro de AMLO
Foto: Cuartoscuro

“¿Por qué faltan dos terceras partes de los beneficiarios? Esta discrepancia tan amplia genera la duda sobre cuál es la cobertura real de los jóvenes que reciben transferencias económicas del programa”, señaló en entrevista Rogelio Gómez Hermosillo, coordinador de la organización civil Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

Asimismo, ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ tampoco está priorizando a los jóvenes con menos preparación escolar, pues más de un 65 % de los becados tenían la preparatoria completa, o incluso un grado de educación superior completo, de acuerdo con un análisis realizado por Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

Por su parte, Jorge Cano, coordinador del programa de Gasto Público y Rendición de Cuentas de México Evalúa, señaló que, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda, el programa tampoco beneficia principalmente a los jóvenes más pobres.

“Es un programa ligeramente regresivo: los jóvenes del decil 3, 4 y 5, es decir, de medianos ingresos, reciben más apoyos que los de menos ingresos. Por ejemplo, el primer decil, o el 10 % de la población más pobre, recibe el 7.2 % de las transferencias de este programa, mientras que el decil número 8, ya clase media, recibe el 10.2 % de las transferencias. Esto nos dice que los jóvenes en mayor situación de pobreza no son los más beneficiados y esto limita mucho la efectividad del programa”, expuso el investigador de México Evalúa, quien agregó que tampoco se ofrecen opciones de cuidado para las mujeres, “lo que limita que sean beneficiaras del programa”. 

Las fallas en el reparto de la beca son una deficiencia que ha sido constante desde el inicio del programa. Por ejemplo, en 2021, este medio publicó una investigación que reveló que Jóvenes Construyendo el Futuro se concentró en 2019, su primer año de operación, en zonas donde se necesitaba menos, según sus mismas reglas de operación, como municipios con bajo índice de pobreza o de marginación.

Mientras que la investigación ‘México Destruyendo el Futuro’, publicada por este medio en julio de 2023, reveló que, a pesar de la inversión millonaria del gobierno federal en becas, el programa tampoco priorizó a los municipios donde la juventud se ha visto más afectada por la violencia.

Aunque las autoridades también presumieron que gracias a las becas los jóvenes ya no son reclutados por el crimen organizado, lo cierto es que las cifras oficiales recabadas para esa investigación revelan que no solo no bajaron los homicidios de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de hasta 29 años, sino que aumentaron en el sexenio de López Obrador, como también lo hicieron las detenciones de jóvenes por delitos vinculados al crimen organizado y las desapariciones. 

De hecho, a excepción de Acapulco y León, ninguno de los 15 municipios con más asesinatos de jóvenes de hasta 29 años están ni entre los 100 primeros lugares con mayor reparto de becas para jóvenes.

Previo a la publicación de esta nota, Animal Político solicitó por escrito una entrevista a la Secretaría del Trabajo, pero no hubo respuesta.

Reparten becas, pero cae empleo formal de jóvenes

En lo que respecta al empleo formal, datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) muestran que, en 2018, al término del sexenio priista de Peña Nieto, se registraron en total 6.8 millones de jóvenes entre 15 y 29 años que tenían un trabajo formal, el 18.1 % de la población joven en ese momento.

En 2024, al término de los 6 años de gobierno obradorista, y después de una inversión superior a los 120 mil millones de pesos, se registraron en total 6.6 millones de jóvenes ante el seguro social, también el 18.1% de toda la población joven.

Esto es: en el sexenio de López Obrador se crearon, según datos oficiales, 168 mil puestos de trabajo menos para jóvenes, en comparación con la administración de Peña Nieto, que también creó 1 millón 277 mil puestos formales más para jóvenes que en el gobierno de Felipe Calderón. 

“Son datos que llaman mucho la atención, porque uno esperaría que muchos más jóvenes estuvieran incorporados al trabajo formal y, de acuerdo con las cifras oficiales del IMSS, no es el caso”, subrayó Gómez Hermosillo.

Ante las cifras del IMSS, el investigador de México Evalúa, Jorge Cano, apuntó que una de las posibles causas de la caída de empleo formal en jóvenes a pesar del programa, es que dicho programa social no incluye un plan para conectar a los beneficiarios con ofertas de trabajo.

Sobre las cifras presumidas el pasado 29 de noviembre de 2024 por el actual secretario del Trabajo, Marath Bolaños, cuando aseguró que 7 de cada 10 beneficiarios del programa ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ consiguieron un empleo formal, estas, como ya se expuso párrafos arriba, tampoco se corresponden con los datos ofrecidos por la propia Secretaría del Trabajo vía transparencia pública.

A pregunta de este medio, acerca de cuál es la fuente o el estudio que corrobore la aseveración del titular del Trabajo, la dependencia solo ofreció los datos de jóvenes que estaban inscritos en el programa y que encontraron trabajo en 2023 y 2024.

En 2023, siempre según la respuesta de la dependencia federal, un total de 19 mil 355 becados encontraron trabajo después del programa, de un total de 495 mil 240 inscritos ese año. Es decir, apenas un 4 %.

Mientras que en 2024, la cifra de empleados es todavía mucho menor: 443 contratados, según las cifras de la dependencia federal, de los 120 mil 945 jóvenes inscritos en el programa ese año. Esto es, el 0.4 %.

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En ambos casos, los datos ofrecidos por Trabajo de jóvenes que terminan la beca y encuentran un empleo formal distan mucho del 70 % de efectividad que tendría el programa que presumen las mismas autoridades federales.

Jóvenes construyendo el futuro programa AMLO
Foto: Archivo/Cuartoscuro

Animal Político buscó a la Secretaría del Trabajo para preguntarle cómo llegaron a ese porcentaje tan alto de éxito, pero no hubo respuesta a la solicitud de entrevista.

La misma pregunta se le hizo a Rogelio Gómez Hermosillo, quien respondió que la Secretaría del Trabajo está utilizando de manera “engañosa” esa cifra para generar una percepción de éxito del programa.

En entrevista, el experto explicó que la dependencia federal ha elaborado a la fecha dos evaluaciones de impacto del programa social, realizados por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), que usa datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares (ENIGH) del INEGI para comparar participantes y no participantes del programa de Jóvenes, y medir cuántos consiguieron empleo.

En esos estudios la Secretaría del Trabajo llega a la conclusión, por ejemplo, de que los jóvenes que participan en el programa tienen hasta 2.7 veces más probabilidades de conseguir empleo, que los que no estuvieron en él. Es decir, que 62 % con beca consiguieron empleo, frente a 23 % sin beca y que también consiguieron empleo. Y de ese 62 % –aunque en noviembre pasado el titular del Trabajo elevó el dato a un 70 %–, es de donde se agarran las autoridades para presumir la alta efectividad del programa social.

El problema, apuntó Hermosillo, es que esos datos del INEGI solo reflejan un tercio del universo de participantes del programa en 2022. Además, compara esos 120 mil participantes con un universo de 12.2 millones que no participó.

Es decir, el 70 % de los casos de éxito sería sobre ese 15-20 % de la muestra total, por lo que, a decir del experto, se trata de una cifra “sesgada e incompleta, que no respalda las conclusiones triunfalistas”.

“Más aún –agregó–, las estimaciones estadísticas robustas, de ‘pareamiento’ y sus similares, presentan resultados de diferencia entre participantes y no participantes del programa de un 30 %, de ninguna manera de 270 % (las 2.7 veces más posibilidades de éxito de encontrar un empleo que presume el programa) como se trata de sugerir”.

Mucho desembolso, poco impacto 

Por otra parte, ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ busca beneficiar a jóvenes que están fuera de la escuela y sin trabajo, y reporta que apoyó a 3 millones de jóvenes para que estudiaran y aprendieran un oficio al mismo tiempo.

Sin embargo, los datos muestran resultados muy limitados en la reducción del número de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, a pesar del desembolso millonario, o al menos no distan tanto de lo sucedido en el gobierno anterior (2012-2018), cuando no se había creado el programa.

De acuerdo con datos del INEGI, al final del sexenio de López Obrador se registraron 5.8 millones de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, una reducción con el gobierno antecesor de 691 mil casos. Aunque se trata de una cifra significativa, no obstante, está muy lejos de los más de 3 millones de jóvenes a los que el programa dijo que entregó una beca.

Por su parte, al final del gobierno de Peña Nieto se registraron 6.5 millones de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, una cifra que supuso una reducción de 413 mil casos en comparación con el gobierno de Calderón.

Es decir, en el gobierno de AMLO se redujeron 691 mil jóvenes que están fuera de la escuela y el trabajo, mientras que con Peña, sin el desembolso de la beca, la reducción fue de 413 mil casos en comparación con Calderón. Por lo que el efecto ‘diferenciador’ de Jóvenes Construyendo el Futuro fue de apenas 278 mil jóvenes en 6 años que salieron de la condición de estar fuera de la escuela y sin trabajo, menos del 10 % del total que recibió la ayuda.

El investigador Rogelio Gómez Hermosillo concluyó que ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’, uno de los programas sociales ‘estrella’ de la administración pasada y actual, “no garantiza una experiencia laboral significativa, ni capacitación o desarrollo de competencia”.

“Es decir, el joven puede estar en un centro de trabajo y no aprender nada, pues no hay un seguimiento real de su estancia en el programa. Incluso, hay evidencia de que puedes no estar presente en el trabajo. Es decir, alguien puede decir que te registró y te mandan el dinero, y tú, o bien te quedadas ese dinero, o bien lo comparte con quien dijo que te registró”.

“No sabemos si esto lo hace 1 persona o 100 mil –añadió–, pero no hay mecanismos de control en el programa que garanticen que realmente estés en un centro de trabajo, ni que estés aprendiendo, ni que luego salgas con un empleo formal”, subrayó el investigador.

Sobre esto, cabe recordar también que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha detectado en varias ocasiones irregularidades en la operación del programa Jóvenes Construyendo el Futuro.

En la Cuenta Pública de 2020, la ASF determinó que la Secretaría del Trabajo no logró mejorar sus mecanismos para evitar pagos irregulares, como los 28 millones de pesos entregados a jóvenes que se registraron para ser aprendices, pero en realidad eran beneficiarios de otros programas sociales y empleados en la administración pública y privada.

Por ejemplo, la ASF detectó “un probable daño o perjuicio, o ambos, a la Hacienda por 19 millones 604 mil pesos”, por el pago a 1 mil 315 beneficiarios del programa, “los cuales también se identificaron como beneficiarios en el Padrón de Beneficiarios del programa Jóvenes Escribiendo el Futuro, inscritos en alguna institución de educación superior  del Sistema Educativo Nacional”.

Además, la dependencia, en ese entonces encabezada por Luisa María Alcalde, no presentó pruebas de las revisiones que, según los lineamientos del programa, se deben hacer a los centros de trabajo donde los jóvenes aprenden un oficio.

Jóvenes Construyendo el Futuro
Foto: Cuartoscuro

En 2022, la ASF también detectó que, al tiempo que trabajaban en una dependencia pública de gobierno, al menos 242 funcionarios estaban inscritos en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro y cobraron la beca, lo que representó un monto total de 5 millones 110 mil pesos.

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Además de los 120 mil millones de pesos gastados en el sexenio obradorista en Jóvenes Construyendo el Futuro, para este 2025, ya con Claudia Sheinbaum, se aprobó un presupuesto de otros 24 mil 200 millones de pesos. Una cifra, no obstante, que supone un recorte del 39 % en comparación al monto máximo ejercido en 2019, al inicio del sexenio pasado, o 15 mil 700 millones de pesos menos.

“Es un programa que está limitando su prioridad, y esto también está limitando que abarque o beneficie a más personas”, concluyó el investigador de México Evalúa, Jorge Cano. 

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Imagen BBC
¿Por qué ‘Requiem por un sueño’ sigue causando polémica a 25 años de su estreno en el cine?
9 minutos de lectura

Esta película sobre la adicción a las drogas fue muy aclamada y criticada cuando se estrenó en 2000. Hoy, no es menos polémica.

10 de junio, 2025
Por: BBC News Mundo
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Cuando el filme Réquiem por un sueño se estrenó hace 25 años, generó excelentes críticas y una acalorada polémica.

La proyección de medianoche en el Festival de Cine de Cannes culminó con una efusiva ovación de pie por parte de los 3 mil espectadores del auditorio.

Cuando se encendieron las luces y se vio a Hubert Selby Jr., autor de la novela de 1978 en la que se basó la película, las lágrimas corrían por sus mejillas.

La admiración de la crítica llegó pronto, y Peter Bradshaw, del diario británico The Guardian, dijo con entusiasmo que el director Darren Aronofsky había alcanzado las legendarias alturas de Orson Welles en cuanto a “energía, consistencia y dominio absoluto de la técnica”.

Sin embargo, la recepción fue muy distinta en el Festival de Cine de Toronto, donde algunos espectadores vomitaron de asco.

Con una clasificación para mayores de 17 años, la película recaudó apenas 7.5 millones de dólares con un presupuesto de 4.5 millones, y fue criticada duramente por algunos detractores por, como expresó Jay Carr en el Boston Globe, “refugiarse en una visión del infierno nacida de la comodidad burguesa”.

Lo que dividió la opinión de la crítica fue la forma en que Réquiem por un sueño retrataba a los drogadictos, con detalles desgarradores y en primer plano.

La película presenta a una viuda, Sara Goldfarb (interpretada por Ellen Burstyn), que se vuelve adicta a las pastillas para adelgazar con el objetivo de participar en un concurso televisivo.

Mientras tanto, su hijo Harry (Jared Leto) y su mejor amigo Tyrone (Marlon Wayans) traman un plan para enriquecerse vendiendo heroína. Cuando las cosas se complican, presionan a Marion (Jennifer Connelly), la novia de Harry, para que intercambie sexo por drogas.

La trama se arremolina como un torbellino que los arrastra hacia sus espantosos destinos: torturas con electrochoques, amputación de un brazo gangrenoso, reclutamiento en una cuadrilla de trabajo penitenciario supervisada por un guardia racista y explotación sexual.

Darren Aronofsky quiso ofrecer al público un bombardeo sensorial que imitara la experiencia de la adicción.

Pero terminó haciendo mucho más, provocando serios debates sobre el libre albedrío del adicto, la línea entre la observación compasiva y el voyerismo explotador, y el tóxico canto de sirena del propio sueño americano.

Veinticinco años después, estos debates siguen latentes.

La idea de la película surgió cuando el productor Eric Watson vio una copia de la novela de Selby en la estantería de Aronofsky en 1998.

“Darren me dijo que había tenido que dejarla a la mitad; era demasiado oscura e implacable, y eso me intrigó”, le dice Watson a la BBC.

“Le pregunté si podía prestármela para leer en un viaje de esquí con mis padres. Me arruinó las vacaciones por completo. Al volver, le dije a Darren: ‘Esta es la indicada; tenemos que hacer esta película’. Así que adquirimos los derechos de la novela por 1.000 dólares, y Darren escribió el guion”.

Jared Leto interpretando a Harry en la película
Alamy
La película provocó ovaciones y repulsión en la misma medida, y lo sigue haciendo.

Aronofsky y Watson enviaron el guion a todos los grandes estudios. ¿La respuesta?

“¡Silencio!”, recuerda Watson. “Nadie se molestó en llamarnos para rechazarlo”.

Sin desanimarse, consiguieron la mitad de la financiación que necesitaban de Artisan Entertainment y contrataron a un productor independiente, Palmer West, para que les ayudara a reunir el resto de un presupuesto ajustado.

El proceso de casting también resultó complicado.

“Tobey Maguire, Adrien Brody, Joaquin Phoenix, Giovanni Ribisi… todos exploraron el proyecto o se presentaron a la audición para interpretar a Harry, pero rechazaron el papel”, recuerda Watson. “Era un riesgo demasiado grande para sus carreras”.

Una vez elegidos, Leto, Connelly, Wayans y Burstyn se esforzaron por lograr autenticidad en sus interpretaciones.

Leto perdió 11 kg y convivió con heroinómanos sin hogar en el East Village de Nueva York.

Wayans recorrió sin camisa las gélidas calles de Brighton Beach, en Brooklyn, en febrero.

Al comenzar el rodaje, Burstyn simuló la pérdida de peso poco saludable de su personaje poniéndose un traje de 18 kg para sus primeras escenas, luego cambiándolo por uno de 9 kg y, finalmente, tomándose dos semanas de descanso y perdiendo 4.5 kg con una estricta dieta de sopa de repollo.

Representando la adicción a las drogas

Aronofsky, inspirado por los planos de Spike Lee en “Haz lo que debas”, utilizó tomas SnorriCam (cámaras acopladas al cuerpo del actor) para transmitir una sensación de disolución de la realidad externa.

A esto añadió pantallas divididas, aceleraciones y desaceleraciones, fundidos a blanco, tarjetas de título, espirales de cámara, lentes ojo de pez, planos generales extremos, pixelaciones y puestas en escena surrealistas.

Todas eran herramientas para imitar las distorsiones sensoriales inducidas por los opioides.

Pero aunque estos efectos visuales generaron entusiasmo, la visión de la película sobre la adicción a las drogas generó controversia.

Mientras que Trainspotting (1996) había sido criticada por glorificar la estética de la “heroína chic”, Réquiem por un sueño se percibía como un retrato incesantemente sombrío del consumo de sustancias.

Ewan McGregor, quien interpretó a Renton en la película Trainspotting
Getty Images
Ewan McGregor, quien interpretó a Renton en la película Trainspotting.

La imagen de una “espiral” se convirtió en la metáfora preferida de la crítica para describir la idea de la película de que los adictos, una vez enganchados, son arrastrados casi inexorablemente hacia finales horribles.

“Lamento decir que la forma en la que describe la trayectoria de la adicción a la heroína es notablemente precisa”, afirma David J. Nutt, profesor de neuropsicofarmacología en el Imperial College de Londres.

“La mayoría empieza a consumir por desesperación o desesperanza, pero muchos, como Harry y Tyrone, ven el narcotráfico como una aventura empresarial, como una forma de ganar dinero rápido y luego seguir adelante con sus vidas. Pero rara vez termina bien”.

Por otro lado, el profesor Nutt considera a Sara Goldfarb un símbolo de toda una generación de amas de casa de las décadas de 1950 y 1960 a las que se les recetaron anfetaminas sin supervisión médica adecuada.

En cuanto al destino de Marion, afirma que hoy en día “los proxenetas siguen controlando y abusando de las mujeres explotando sus adicciones”.

Pero lo fundamental de la película, añade Nutt, es que dramatiza la adicción como un trastorno químico cerebral que induce conductas compulsivas.

“No recurres a la reutilización de puntos de inyección extremadamente dolorosos a menos que seas presa de impulsos irresistibles”, afirma.

No todos los expertos en adicciones están de acuerdo.

Gene Heyman, profesor titular del departamento de Psicología y Neurociencia del Boston College, le dice a la BBC que Réquiem por un sueño describe admirablemente la euforia de la iniciación en las drogas, seguida de episodios de abstinencia cada vez más intensos y dolorosos.

Pero ahí termina su precisión.

“Esta película cuenta una historia conocida: una vez adicto, siempre adicto, y es necesariamente una trayectoria descendente de la que nadie se recupera”, dice Heyman.

“Y eso es completamente falso. Todos los datos epidemiológicos muestran que, a los 30 años, la mayoría de los consumidores habituales de drogas maduran y dejan de consumir, no vuelven a consumir, y lo hacen sin tratamiento ni intervención profesional. “Eso son solo los datos, no mi opinión. Están ahí para que todos lo vean”.

El sueño americano

Por su parte, Watson se exaspera al responder preguntas sobre la veracidad de la adicción en Réquiem por un Sueño.

“Hubert Selby fue muy activo en AA y NA [Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos], pero nuestra película nunca tuvo la intención de ser un documental ni un panfleto sobre el camino a la recuperación”, dice.

“No, no es realista. Es surrealista. Relájense”.

El propio Selby siempre insistió en que consideraba la drogadicción solo una manifestación del poder seductor del sueño americano y de lo que consideraba sus efectos tóxicos.

Antes del estreno de la película, escribió un nuevo prólogo para su novela, que decía: “Obviamente, creo que perseguir el sueño americano no solo es inútil, sino autodestructivo, porque en última instancia lo destruye todo y a todos los que lo componen”.

Muchos críticos han llegado a considerar que Réquiem por un sueño está en la misma línea que El gran Gatsby (1925) y Revolutionary Road (1961), obras que exponen el lado oscuro del mito estadounidense.

Con su televisión y su comida basuras, la película se circunscribe en un ambiente de adicciones específicamente estadounidense, afirma Kevin Hagopian, profesor de Estudios de Medios en la Universidad Estatal de Pensilvania.

Los personajes transportando equipos en una calle
Alamy
Tyrone (Marlon Wayans) y Harry (Jared Leto) inicialmente ven el tráfico de drogas como una forma de ganar dinero rápido antes de seguir adelante con sus vidas.

“El concurso televisivo que cautiva a Sara se centra en crear una alegría ansiosa, exagerada y falsa”, dice.

“Aquí hay una búsqueda desmedida de panaceas irrealistas, un atajo hacia una solución rápida para no tener que pensar nunca en el propósito de la vida. Aquí, el sueño americano no es lo que hay que perseguir, sino el villano definitivo. Y esa crítica es tan devastadora para los mitos que nos sostienen que no es de extrañar que mucha gente no la acepte”.

Danny Leigh, ahora crítico de cine del diario Financial Times, elogió efusivamente Réquiem por un sueño en la revista Sight and Sound cuando se estrenó.

“Me cautivó lo que era: sin duda, una obra cinematográfica con estilo, con un crudo brío cinematográfico”, le dice Leigh a la BBC.

Trainspotting había sido un acontecimiento cultural trascendental, que desencadenó un momento de vértigo en la cultura británica del momento, y vi ‘Réquiem por un sueño’ como una poderosa corrección, una advertencia casi paródica que golpeó con fuerza”.

Sin embargo, con el paso de los años, Leigh ha desarrollado recelos sobre la obra de Aronofsky.

“He llegado a sentir que hay cierta lascivia en su cine, como si se entrometiera en situaciones emocionalmente desesperadas y aplicara una condescendencia desagradable, incluso voyerista, a circunstancias trágicas”.

Leigh señala que este impulso alcanzó su extremo más grotesco en La Ballena (2022) de Aronofsky, en la que un profesor de inglés solitario y con obesidad mórbida, interpretado por Brendan Fraser, come hasta morir.

Hagopian, en cambio, considera que Aronofsky ha demostrado una genuina curiosidad por comprender a las personas marginadas de la sociedad.

“Muchas películas experimentales crean lo que yo llamaría ‘pesadillas de distanciamiento psíquico'”, opina.

“Piensen en Terciopelo azul (1986) de David Lynch, La pianista (2001) de Michael Haneke o Tenemos que hablar de Kevin (2011) de Lynn Ramsay; en todas ellas, nunca sabemos qué piensan o sienten realmente los personajes”.

Réquiem por un sueño, añade, adopta el enfoque opuesto al lograr lo que él llama una “pesadilla de intimidad psíquica”.

“Nos vemos tan cerca de los personajes que, en algún momento, su dolor y trauma parecen filtrarse en nuestra conciencia.

“Puede resultar claustrofóbico, incluso invasivo. Pero para mí, ese es el tipo de cine más valiente, y explica por qué esta obra de arte, ya sea que la admires o la detestes, queda grabada para siempre en la mente de las personas”.

*Si quieres leer el artículo en inglés en BBC Culture, haz clic aquí

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