Aunque la señora Luz María exige la justicia que todavía no llega, tras la masacre donde murieron sus dos hijos, sabe que la detención de los sicarios no va a revivir a Marcos y Luis.
También sabe que el clima de violencia que destruyó a su familia, no ha dado tregua y las masacres de jóvenes continúan en Ciudad Juárez, más aún, están imparables.
A 10 meses del asesinato de 15 estudiantes en una casa de la colonia Villas de Salvárcar, los padres de las víctimas se sienten inconformes porque sus demandas de justicia, pero sobre todo, de acciones concretas para frenar la inseguridad, no han dado resultados.
Hasta ahora, sólo 8 de los 29 integrantes de la banda que atacó a los estudiantes han sido detenidos y el cambio de autoridades en Chihuahua ha provocado que se interrumpan las investigaciones, revela doña Luz María.
La señora Luz espera los días más difíciles de su vida.
Será la primera navidad que pase sin sus dos hijos y mientras los días avanzan, ella se aferra a elaborar, artesanalmente, flores de fomi para llevarlas al panteón.
Una semana después de la masacre, en febrero, doña Luz María y otros padres de los estudiantes asesinados acudieron a una manifestación en el parque de la colonia. Ahí, ella admitió que sólo quería morir.
“Yo pensaba que yo ya no quería vivir sin mis hijos, ya no teniéndolos a ellos ¿qué hago? y si ahora me estoy dando la fuerza es por mi esposo y él conmigo, pero yo quisiera estar con mis hijos, eran mi adoración y al no tenerlos he pensado muchas cosas”.
Con el paso de los días doña Luz María dedicó sus fuerzas a luchar por la justicia, a exigir que se esclarezca el multihomicidio y que la muerte de sus dos únicos hijos no quede impune.
En aquel momento, la mamá de Adrián, un estudiante ejemplar, uno de los 15 asesinados en la masacre, aseguró que los muchachos estaban en una casa cercana, “se estaban divirtiendo ahí donde nosotros podíamos verlos, pero desgraciadamente los padres que se dieron cuenta nada pudieron hacer para salvarles la vida”. Cuando los padres llegaron ya sólo encontraron cuerpos regados en el piso, sangre e impotencia.
Aunque la mayoría de los padres han intentando hacer su vida normal, lo cierto es que la lucha diaria no ha sido fácil, la señora Luz María se aferra al recuerdo de sus hijos.
Durante las mañanas acude a la maquiladora, donde trabajaba también su hijo mayor y en la tarde regresa para hacer sus rosas, en eso ocupa sus días enteros, en eso y en acudir a las reuniones con las autoridades para saber los avances de las investigaciones para dar con los responsables del multihomicidio.
“Ahorita no hemos tenido respuesta alguna. Estamos esperando porque el nuevo procurador que entró nos iba a llamar.”
“Conforme va pasando el tiempo, va siendo más difícil la situación porque nada se ha arreglado y más en estas fechas que se aproximan”, dice.
Y mientras doña Luz María llora una vez más, piensa en el primer cumpleaños sin sus hijos y admite que lo único que ella puede sentir es un vacío imposible de llenar.
Recuerda el día en que confrontó al presidente, Felipe Calderón Hinojosa, para exigirle que actuara para frenar la violencia en Ciudad Juárez, para decirle que sus hijos no eran pandilleros y que en la lucha contra la delincuencia estaban muriendo estudiantes.
Pero el tiempo ha pasado y reconoce que de nada sirvió enfrentarse al Estado Mayor Presidencial, la paz, simplemente no llega a Juárez.
“Más que nada enojada porque no han sabido hacer las cosas, los tres niveles de gobierno, porque ya uno no confía en ninguna autoridad. Pero yo esperaba que el presidente hiciera un cambio, que ya hubiera paz, porque es una cosa muy triste que después de Villas de Salvárcar fue Horizontes del Sur y aunque haya algunos que si la deben, pagan inocentes”.
Se despide con la voz entrecortada, con los ojos llorosos y con un solo pensamiento en la mente: “que se haga justicia y que podamos vivir en paz”.
A 15 minutos de la vida…
Tiene 20 años, es estudiante de Administración Pública, es sobreviviente de una masacre en Ciudad Juárez.
“Lo único que recuerdo es la sangre, los gritos, las detonaciones. Lo único que siento es el dolor, la pérdida, recuerdo nada más los gritos de las mamás cuando entraban llorando, los cuerpos tirados de personas que hace cinco minutos los había visto reír, comer. Despierto a ratos y me asustan los ruidos fuertes, los estruendos, tengo pesadillas. Revivo el momento y pienso que a lo mejor pudo ser de otra manera”.
Han pasado los meses y ella aún despierta en las noches con esa misma pesadilla que la persigue desde aquel día.
El 31 de enero ella estaba con su novio y su cuñado en la fiesta de un amigo cuando un comando armado irrumpió y asesinó a 15 estudiantes de la Universidad Autónoma de Chihuahua, del CBTIS 128 y del Colegio de Bachilleres.
“Me dispararon por la espalda varias veces. Fueron momentos terribles que cambiaron mi vida, que marcaron mi vida”.
A diez meses del multihomicidio en Villas de Salvárcar, ella aún tiene miedo. Su familia le insiste en que salga lo menos posible; sin embargo, ha regresado a la universidad y aunque analiza la posibilidad de cambiar de carrera –porque le perdió el amor y también perdió la fe en las personas-, se refugia en los estudios y en el futbol.
Pero la imagen aún la despierta en las noches. Es la misma pesadilla que se repite interminable, a pesar de los 6 meses en terapia.
“A veces sueño bonito, sueño con él, a veces revivo todo lo que pasó pero con diferentes finales. A veces no duermo, me despierto de madrugada y vuelvo a escuchar la misma música electrónica que sonaba cuando entraron corriendo y disparando”.
Quince minutos antes de la irrupción del comando de sicarios, ella le pidió a su novio que se fueran de la fiesta. “le pedí que nos fuéramos, que ya estaba aburrida, que tenía mucho frío y me dijo que sí pero nos sentamos y ya no nos fuimos. Sueño que en ese momento nos vamos y ya no vivimos eso”.
Pero el sueño con final feliz sigue siendo una terrible pesadilla, lo único que la conforta es pensar que su novio no hubiera podido con el dolor de perder a su hermano.
Junto a ella quedaron los dos cuerpos ensangrentados y lejos, muy lejos, el recuerdo de las últimas palabras, de las últimas sonrisas, del último baile.
Luego de perder un semestre de la escuela, dice que ese fue un tiempo muerto.
“No pasó nada, me la pasé deprimida, llorando, en terapia psicológica que creo que no me sirvió realmente, fue como un tiempo muerto en el que no hice nada, ni estudié, ni salí, no hice nada”.
Cada día libra una nueva batalla para olvidar lo que vivió, reconoce.
“¿Lo más difícil…? todo ha sido difícil, lo que más me afecta es que hago las cosas, salgo, voy a la escuela, pero extraño la presencia, no puedo hacerme a la idea de que ya no está”.
No ha regresado a Villas de Salvárcar. Dice que cuando está cerca, a unas cuadras, se derrumba, se queda paralizada y no puede llegar, ni a la casa de su suegra ni al panteón.
No se hace a la idea de que sus amigos y su novio están muertos.
“Hay un hueco en mi corazón que no puedo llenar. Lo intento por mí, por mi familia, por todos y no puedo, cuando parece que ya voy bien, nuevamente me tropiezo y me caigo”.
Aun cuando el panorama es difícil para ella, porque aún vive con miedo y con tristeza, ha encontrado un refugio, jugar futbol. Espera que el año próximo su equipo participe en el campeonato nacional femenil; mientras tanto, seguirá batallando con la escuela para recuperar las calificaciones y con sus recuerdos para poder vivir.
