Jennifer desaparece en seis países a la vez
Jennifer tiene 13 años y una extraña variante del don de la ubicuidad: en vez de poder materializarse en distintos sitios del mundo, esta adolescente de sonrisa franca posee la capacidad de desaparecer de forma simultánea igual en México, que en España, Colombia, República Dominicana, Paraguay o Argentina.
La noticia sobre la primera desaparición de Jennifer (acompañada de una foto en la que luce el cabello recogido, una sudadera blanca y jeans desgastados) comenzó a difundirse el 30 de diciembre de 2010 en España, a través de internet, y se aseguraba que la menor, cuyo nombre ahora tiene más de 94 mil menciones en Google, se perdió en Valladolid.
El mensaje pidiendo ayuda para su localización, difundido a través de redes sociales y mensajes de e-mail, va firmado por su padre, José Luis García, quien se dice “compañero de Caja Madrid”, institución crediticia del país ibérico.
“Puede ocurrir que, si todos pasan este mensaje, alguna persona la reconocerá (…) Todavía no es tarde POR FAVOR, AYÚDAME”, puede leerse en el texto que viene junto al retrato de la niña.
Sin embargo, once días más tarde, y a pesar de que Jennifer aún no era localizada en España, la niña volvió a ser reportada como desaparecida, aunque esta vez en México, más concretamente en el estado de Tlaxcala; y luego, el 15 de enero, en Irapuato, Guanajuato.
Un par de días después, el 17 de enero, la adolescente se esfumó en Chihuahua y a las siguientes 24 horas repitió su truco, aunque esta vez en la capital de República Dominicana, Santo Domingo. Transcurridos dos días más, desapareció en Ensenada, Baja California y para el 24 de enero se clamó por ayuda para su localización en Reynosa, Tamaulipas.
Posteriormente, a finales de mes se denunció que había desaparecido en Bogotá, Colombia y así fue como antes del 30 de enero, en internet podía hallarse la petición de ayuda para encontrarla traducida incluso al turco o al alemán (siempre atribuyéndosele a Jennifer la nacionalidad del país en que era publicado el reporte).
De poco sirvió que el 8 de febrero pasado la Policía Nacional española informase que Jennifer no existe y que la imagen difundida pertenece a una desconocida, los internautas continuaron su búsqueda durante los días y semanas posteriores tanto en Buenos Aires, Argentina, como en Asunción, Paraguay, así como en los estados mexicanos de Morelos, Veracruz, Puebla, Oaxaca y en el Distrito Federal.
Tampoco sirvió de mucho que, en febrero, la Caja Madrid informara oficialmente que en su sucursal de la avenida Zorrilla no labora José Luis García, el supuesto padre de Jennifer. “Aquí no trabaja siquiera nadie con ese nombre y tampoco ha desaparecida la hija de nadie”, respondió la institución crediticia al diario español El Norte de Castilla.
De hecho, a partir de esta aclaración, los nuevos mensajes de ayuda para la localización de la niña vinieron con la misma firma del padre, aunque ahora presentándolo como maestro michoacano o como investigador del Conacyt en Tamaulipas.
Gracias a esta nueva versión, distintas redes dedicadas a la localización de personas desaparecidas, así como a la vinculación de usuarios de internet, han apadrinado el caso de Jennifer, difundiéndolo como verídico entre sus seguidores, tales como el foro “Unidos Por los Niños” o los portales www.intermaniacos.com y Green Fingers Garden. De hecho, en Facebook fue creada la cuenta “Se busca a Jennifer García Quintana”, misma que cuenta ya con 171 seguidores.
Cabe destacar que, en México, el nombre de esta menor no se incluye en las listas de personas extraviadas elaboradas por las procuradurías General de la República, ni de Justicia del Distrito Federal.
Incautos
El de Jennifer es, pues, uno de los más recientes casos de “bulo” (u ‘hoax’, por su nombre en inglés), que es el término con el que se describe a las noticias falsas que son difundidas masivamente como verdaderas.
Lo que caracteriza a este tipo de informes, cada vez más recurrentes en internet, es el anonimato de su autor, ya que la identidad de sus creadores es difícilmente verificable; asimismo, suelen redactarse de forma atemporal (lo que les permite larga vida en la red) y juegan con ganchos que despiertan el interés de la gente, en este caso la desaparición de una menor de edad.
De hecho, el falso reporte sobre Jennifer clama: “Internet circula por todo el mundo, les pido a todos, les suplico a todos, por favor, pasar esta imagen a todas las personas posibles (…) Sólo hacen falta dos minutos para hacer circular este mensaje. Si se tratase de tu hijo harías lo imposible por obtener ayuda. Dios premiará tu bondad”.
Sin embargo, el objetivo real de estos mensajes no es obtener la ayuda bondadosa de nadie, sino generar bases de datos, a partir de la información personal proporcionada por la gente engañada, tales como correo electrónico, nombre completo, cuentas bancarias u otros que permitan defraudar a la víctima o suplantar su identidad para la comisión de delitos; y, en el mejor de los casos, este tipo de informaciones son únicamente bromas de mal gusto.
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