Cuando el resultado de la violencia imperante en el país es contado en números, revisada a través de variables algorítmicas, o analizada en función de índices comparativos, las víctimas de la conflagración dejan de tener cara, edad, género, razgos, pasiones… o, mejor dicho, todo esto sigue ahí, pero quien se para de frente no tiene manera de reconocerlo y, tal vez, tampoco de reconocerse en ellos y ellas, los mexicanos que han caído en la fosa de las estadísticas, en esta guerra que libran autoridades y crimen organizado, con la ciudadanía atrapada entre dos fuegos.
Con el objetivo de restituir su condición de humanos, en vez de cifras, la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad (que entre el 4 y el 10 de junio encabezó el poeta Javier Sicilia, en un recorrido de Cuernavaca a Ciudad Juárez), constituyó la Comisión para la Recuperación de la Memoria, encargada de compilar las historias que se hallan al frente, más que detrás, de los fríos recuentos de “daños colaterales”.
Los primeros resultados de este equipo de trabajo comenzarán a procesarse la próxima semana. Y del cúmulo de historias recabadas, ésta es sólo una pequeña parte…
“Ustedes son parte de la esperanza para encontrar a Fabiola”
Fabiola Alejandra Ibarra Chavarría, de 16 años, desapareció el 1 de junio pasado, en el Centro de Ciudad Juárez. Tenía tres semanas de haber hallado empleo en un consultorio dental de la calle Miguel Hidalgo, desde donde realizó la última llamada telefónica que sostuvo con su madre.
Aquel miércoles, ella marcó para decir “que llegaría a la casa poco más tarde, porque habían llegado otras personas al consultorio”, según reporta la prensa local.
Fabiola no ha vuelto desde entonces, pero Ciudad Juárez, en estos días, no ha dejado de buscarla en cada esquina, en cada poste, en cada muro donde la pancarta pidiendo ayuda para su localización pueda ser adherida, y en la que se lee: “Dios es grande y ustedes son parte de la esperanza para encontrarla… gracias, amigos, por su cooperación”, y luego viene el número telefónico gratuito al que puede ser reportado cualquier dato útil: 01800 821 43 33.
“Francisco quiere crecer para vengarse”
Francisco Rodríguez tiene seis años y aguarda al pie de la carretera que lleva a la capital de Durango. Porta, con dificultad, un retrato enmarcado de su papá, el minero Fernando Rodríguez Martínez, quien hace tres meses fue hallado muerto, envuelto en cobijas, sin que de sus atacantes y sus motivos se sepa algo.
Francisco es el niño con el que Javier Sicilia llora, al que toma entre sus brazos, antes de llegar al mitin planeado para el 6 de junio, como parte de la Caravana por la Paz.
Ya estando ahí, María, la madre de Francisco, toma el micrófono: “Él extraña mucho a su papá –clama, haciendo temblar a la plaza entera con cada lágrima que cae de sus ojos–, y lo malo es que me dice que quiere crecer para matar a los que asesinaron a su padre, y por más que le digo ‘no, mi amor, no tiene caso, vamos a salir adelante, yo soy tu papá y tu mamá de ahora en adelante, yo te voy a cuidar’, él tiene esa idea de vengarse, ojalá y con el tiempo cambie…”.
“Roberto, no hay algo más importante en esta vida que hallarte”
Tras varios días de intenso frío, el joven ajedrecista Roberto Galván Llop salió a tomar el sol en un camellón del municipio de Arteaga, Coahuila, donde fue detenido por la Policía Municipal. A partir de ese momento, dice su padre, don Roberto, “no hemos vuelto a saber de él… dicen que lo soltaron a las tres horas, y ya han pasado más de cuatro meses sin noticia suya”.
En su condición de “maestro nacional”, otorgado por la Federación Mexicana de Ajedrez, Roberto representó a México en distintos torneos internacionales, en el último de los cuales, recuerda su padre, “demostró que los mexicanos tenemos capacidad, venciendo a los campeones de Japón y otros países”, pero en la investigación de su paradero, denuncia don Roberto, un hombre ya maduro, al que se le quiebra la voz con cada palabra, “las autoridades que se colgaban sus medallas ni se metieron, me lo dejaron todo a mí, en la Procuraduría de Coahuila han tenido el descaro de decirme ‘deme datos para ver qué hacemos’, y uno investiga, corre mucho riesgo, procuramos encontrarlo… el nombre de la institución es Procuraduría de Justicia, ¡pero no procuran ni madres! Y nosotros, qué podemos hacer, más que realizar la tarea que le corresponde a las autoridades: no hay algo más importante que buscar a mi hijo… Para los que somos padres, ¿habrá algo más importante que buscar hasta debajo de las pinches piedras? ¿Habrá algo que un padre, una madre, unos hermanos, no hagamos por hallarte?”.
“Miss Ana fue detenida, de acuerdo con una ley arcaica”
Desde el 26 de mayo pasado, la maestra Ana Isela Martínez Amaya se encuentra recluida en el Cereso de Ciudad Juárez, enfrentando un proceso por el presunto traslado de 49 kilogramos de mariguana hacia Estados Unidos.
“La droga me la cargaron en la cajuela del auto en el trayecto de mi casa a un supermercado –denunció desde prisión la Maestra del Año 2010-2011, reconocimiento otorgado por la Escuela La Fe, de El Paso, Texas– o quizá en la noche, ya que el vehículo estaba estacionado”.
Al día siguiente, a las 6:30 horas, la miss Ana fue detenida al intentar pasar al lado texano junto a su hija, después que dos maletas con mariguana fueran detectadas en su maletero.
Alrededor de miss Ana se ha reunido la solidaridad de distintos sectores de la ciudadanía juarence (gremios, agrupaciones de derechos humanos, artistas, legisladores, la Caravana por la Paz e, incluso, la comunidad carcelaria) los cuales han realizado varias jornadas de protesta exigiendo su liberación, dado que no se trata de la primera persona “de reputación intachable”, que denuncia haber sido empleada por los cárteles locales como transportadora involuntaria de drogas, a través de los puentes internacionales que surcan el río Bravo.
De hecho, en enero pasado, el doctor de origen kenyano Justus Lawrence Opot recuperó su libertad, luego de pasar varios días en la cárcel, tras denunciar a las autoridades la aparición de dos maletas con droga en el auto de una colega.
Óscar Barraza, sobrino de miss Ana, acusa: “A ella la detuvieron de acuerdo con una ley arcaica, que no está a la par de las formas que utilizan los criminales para aprovecharse de la sociedad.”
“Sobre la desaparición de Melchor, no hicieron nada”
Melchor Flores era catalogado como ambulante por las autoridades de Monterrey, aunque la población lo conocía como El Vaquero Galáctico, el mimo de 26 años que animaba sus paseos por el centro de la capital neoleonesa.
Varias veces, durante 2009, fue detenido por realizar su espectáculo en la vía pública, hasta que en marzo de 2010 año fue presuntamente secuestrado por policías municipales. No se le volvió a ver.
“Las autoridades no hicieron nada –protesta su padre, don Melchor– aunque hubo testigos que señalaban como culpables a agentes de la Policía de Monterrey.”
Sólo dos meses después, dos agentes reconocieron haber participado en su rapto y entrega a un grupo de la delincuencia organizada, junto con otras dos personas plagiadas en el mismo momento, y, aunque ambos agentes han sido procesados, la principal exigencia de los familiares, la localización de Melchor, sigue sin solventarse.
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