Maya Goded no tiene tiempo de mirar las cosas como las desea, se le escurren sobre la mirada y recrea momentos intensos y repentinos. A través de su cámara ve reflejos suspendidos en otros: oye latir la luz del otro lado.
Dice que desde pequeña la educaron de una forma racional y tomó la decisión de entender las cosas que fotografiaba desde la intuición. Dejó a un lado la lógica y las emociones se encargaron de capturar a sus personajes. Permitió que los augurios del alma le ayudaran a descifrar cuando el sol precisa sombras.
Y de alguna manera, el taller de escritura que cursó con Beatriz Novaro en el Centro dela Imagen, provocó que tuviera más confianza en su mirada. Maya no escribía para acompañar sus fotos, usó la palabra para aclarar el rumbo de sus series y reportajes.
“Lo sufrí muchísimo pero fue un proceso muy bonito. Siento que en el momento en que mis imágenes las paso a palabras sí hay como un orden en mi cerebro, entiendo lo que estoy haciendo y sé hacia dónde voy. Eso ocurre a la mitad del proyecto y me da luz para terminarlo. Mis ojos van delante de mi entendimiento”.
Maya Goded estudió en la Escuela Activade Fotografía, en el Consejo Mexicano dela Fotografíay en el Centro dela Imagen, así como en el Institute Center of Photography de Nueva York. Además cursó la carrera de sociología enla UNAM. Dejoven, cuando viajó a la sierra Tarahumara empezó a mezclar la sociología y la fotografía como una forma de expresión.
Luego de fotografiar las ausencias de las muertas de Ciudad Juárez y observar tanta desgracia e impunidad en esa zona fronteriza del país, Maya sentía una desolación profunda que no le permitía dormir. Buscaba que algo o alguien le diera protección y tranquilidad. Tenía una sensación de buscar justicia ante los terribles feminicidios.
Tierra de brujas
Maya leyó una investigación dela UNAM sobre brujas y la inquisición en México, el tema la atrapó de inmediato. En ese tiempo quemaban a las mujeres por ser brujas. Dolor de hechizo. Así que tomó su auto y viajó sola a recordar viejos tiempos, donde la fotografía era pasión y necesidad. En sus recorridos por pueblos y rancherías, se enteró que en el desierto de San Luis Potosí había una escuela de brujas.
Llegó a un pueblo fantasma y preguntó por la escuela, pero la gente miraba a Maya con desconfianza, negando la existencia de esas mujeres con poderes mágicos. En esos lugares de arraigo católico ellas son mal vistas, por lo que viven en las periferias de los pueblos. En esas zonas a las brujas se les conoce como “Bolita de Fuego”.
Hasta que un señor que conocía a una bruja le enseñó el camino para llegar a su casa. Cuando tocó a la puerta de madera se encontró con una viejita y la invitó a pasar. Maya entró y su respiración aumentó. El tiempo se diluyó en distintos silencios. Le llegó un olor a cera y a flores secas.
La anciana de cabello negro, lucía un vestido blanco y tenía una mirada poderosa. Representaba a una mujer distinta a las que había en el pueblo. Era independiente y sin hijos, estuvo enamorada y gozó de su sexualidad libremente.
“Estoy contenta porque llegaste a curarme”, le dijo la bruja con una vocecita que apenas se escuchaba…
Maya no tuvo tiempo para pensar y se sorprendió. La mujer de estatura pequeña le reveló que ya sabía que iba a llegar al pueblo y lo que estaba haciendo. Maya sintió escalofríos extraños en su cuerpo. La bruja tenía una pileta de agua donde tenía visiones, pero estaba perdiendo sus poderes por su edad avanzada.
La bruja trabajaba con muertos y Maya sentía que estaba hablando con alguien así. Se encontraban en un cuarto donde hacía curaciones y hechizos. Sin titubear, Maya le pidió tomarle una foto. Al instante de verla a través de la lente, la viejita la miró y no tuvo ninguna duda de que era una bruja.
“Las brujas tienen historias de amor super tristes. Son mujeres rechazadas porque se salen de las estructuras y reglas sociales. Su especialidad era el amor”.
Con esa fotografía, Maya empezó su proyecto Land of Witches, sobre las brujas que escapan del destino.
La Zona
Maya Goded siempre tiene necesidad de contar historias. Le importa más las vidas de las personas que las fotos que toma. ¿Quién mira a quién?
A finales del 2009, estaba trabajando un tema ecológico en Zapotitlán, Puebla, por invitación de un amigo biólogo. Quería descansar un poco de sus preocupaciones habituales, pero las mujeres al límite del abismo seguían los pasos de la chica de ojos verdes que brillan como luz de oro.
Sin saber, la sierra que se ubica al sur del estado, sería el escenario de su primer cortometraje Una reina a su gusto, que describe los anhelos de decenas de jóvenes que buscan ganar el concurso de belleza del pueblo, para representar durante un año a su comunidad en tareas sociales y culturales.
Regresando a la ciudad de México, una productora alemana le propone realizar una historia de prostitución en el norte del país, que sería parte de un documental que incluiría testimonios de Tailandia y Bangladesh. Maya no estaba tan segura de aceptar hasta que vio el trabajo del director. Además tendría libertad total para sacar fotos y se adentró más de una semana en la zona roja de Reynosa, Tamaulipas, una verdadera granada.
“Entré a la zona porque fui con extranjeros. La mitad del tiempo estuvo lloviendo y fue muy difícil. Como era documental no podía ir con ellos porque no se puede oír el click click de la cámara. No se tocó nada sobre narcotráfico ni me interesaba. Lo que importaba era retratar la vida de esas mujeres”.
Dice que Reynosa es un territorio sin ley. Se camina casi siempre con la cabeza agachada porque el miedo invade el cuerpo de las personas. Nadie se puede enojar con nadie porque alguien puede apuntarte con un “cuerno de chivo”. En Reynosa hay injusticia y miseria. La gente sobrevive y se traga un puñado de impotencia todos los días.
Para la gente de Reynosa la violencia ya es normal, es parte de la vida cotidiana. Un taxista le dijo risueño “güerita si empieza una balacera se tira al piso, máximo dura 2 horas y ya. Aquí nos gustan las emociones fuertes”. Si alzas la voz te matan. Esta experiencia para Maya fue aterradora: llegar a la normalidad de la violencia del narcotráfico.
El videoarte se titula Welcome to Lipstick, y muestra la desolación en La Zona, un lugar donde se ejerce la prostitución cuyos habitantes están aislados de la sociedad.
“Es un lugar horroroso. Estoy totalmente en contra de que existan este tipo de lugares. Es como sacar a las mujeres para que la sociedad no las vea, no tienen la posibilidad de hacer una vida normal. Es una zona donde viven y trabajan las 24 horas, ven a la misma gente todo el tiempo. La prostitución es un trabajo que las tiene como esclavas. Es inhumano”.
La vida para las mujeres de La Zona tiene que seguir a pesar de la violencia y las complicaciones inimaginables para poder respirar un aire nuevo. Maya fue en época de Navidad y la fiesta se prolongaba todos los días. Grabó a mujeres cantando y con ánimos para levantarse y seguir caminando entre vivos y muertos.
Nunca olvidará la noche cuando llegó una monja tratando de evangelizar a varias prostitutas. La mujer de edad avanzada les decía “váyanse y no pequen más”. Las putas le reviraron con ironía “estamos pensando irnos a Laredo porque está más tranquilo”.
Land of Witches y Welcome to Lipstick se presentan en la 42ª edición del Festival de Arlés, posiblemente el más importante encuentro internacional de fotografía, que se realiza en esa localidad del sureste de Francia y que estará abierto hasta el 18 de septiembre.
Vietnam y Orozco
Maya luce una blusa blanca y unos pants cafés sofisticados. En su estudio se dejan ver decenas de libros de arte y fotografía. Varias plantas hacen de su lugar de trabajo algo confortable. Dice que aparte de vagar por las calles de la ciudad, le encanta la jardinería, ya que le da mucha tranquilidad. En una pared lateral tiene colocada una gran hoja de corcho, donde pega varias de sus fotografías para ordenarlas y observarlas con mayor detenimiento.
A ella le parece “increíble” que ahora todo mundo pueda sacar fotos gracias a la tecnología que está más accesible a la gente. Sin embrago, el uso indebido y fuera de contexto del material de los fotógrafos en Internet hace que pierda significado y se desconceptualiza la imagen.
“Realmente mi búsqueda no es tanto la técnica porque igual todo el mundo ya edita, hace películas y videos en su casa, pero saltan las preguntas ¿Qué quiere decir con esa imagen? ¿Qué búsqueda tiene? ¿Cuál es el contenido? Eso es realmente lo difícil”.
Ahora está obsesionada por contar historias a través del video. Se quitó temporalmente la carga de explicar todo con el ensayo fotográfico, por lo que pone todas sus fotos en una secuencia lógica para crear relatos visuales. El video más que un recurso técnico se volvió una necesidad de expresión visual. Requiere movimiento y sonido para pisar caminos desconocidos.
Las fotografías de Maya es luz filtrada en el tiempo: mujeres, rostros y miradas. El dolor que se congela en un instante que ya es de todos. El cielo azul con su verdad. Los personajes de Maya con su realidad. Dice que desde niña tiene marcada en la cabeza todo ese pasado de su padre de los 70’s y el compromiso social de su tío Ramón con los campesinos del norte del país.
Tiene muy claras las imágenes de los niños desnudos de Vietnam corriendo por las carreteras. O las fotos donde unos gitanos están velando el cuerpo de un señor. Al ver esas fotografías, Maya quería hacer algo parecido. También su padre pintaba en sus tiempos libres y tenía una fijación por la obra de José Clemente Orozco, el gran muralista mexicano. Con el tiempo, Maya tuvo una fascinación por sus dibujos y perspectivas asombrosas.
Maya tiene dos hijos maravillosos: María de 16 años y Lucio de 13. Dice que ser madre es muy divertido y ha tenido que retractarse de lo que creía antes “que horror, los niños siempre llorando”… Siempre piensa en ellos y dice su casa es una democracia, entre todos deciden todo.
“Si no estuvieran mis hijos estaría todo el tiempo metida en mí misma, en mis cosas y me parece egoísta. Es un ejercicio de todos los días aceptar otra forma de pensar, respetarlos y explicarles cosas de la vida porque son dos seres que se están cuestionando las cosas todo el tiempo”.
Maya tiene un tatuaje en la muñeca izquierda. Se lo hizo un monje cuando visitó Tailandia y significa pedirle misericordia al mundo cada vez que sale de casa para tomar sus fotografías: tener un buen viaje siempre. Que así sea.
#YoSoyAnimal
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