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Territorio Santos Modelo <br> La casa del dolor lagunero
Territorio Santos Modelo <br> La casa del dolor lagunero
6 minutos de lectura
Territorio Santos Modelo <br> La casa del dolor lagunero
21 de agosto, 2011
Por: Dulce Ramos (@Wikiramos)
@WikiRamos 
Pánico en el estadio de Santos. Foto: Cuartoscuro

“La casa del dolor ajeno”. Con letras blancas sobre fondo verde, el mote del Estadio Corona se lee en los accesos al complejo deportivo ‘Territorio Santos Modelo’. Ayer, a las 19:40 horas,  el mote bien pudo haberse cambiado a  ‘La casa del dolor propio’. La casa del dolor de una comarca tomada por el crimen:  el 2010 cerró con más de 700 muertos en hechos violentos. En lo que va de 2011 ya suman más de 550. Ayer, la víctima fue el futbol.

La tranquilidad de un espectáculo que disfrutan miles de familias quedó herida de gravedad. Casi al terminar el primer tiempo del partido Santos-Morelia –al 41 con 48 segundos-, un estruendo de metralletas y pistolas hicieron palidecer los ruidosos tambores de ‘La Komún’, barra fiel al equipo de los “Guerreros” desde hace 10 años.

En La Laguna, donde Los Zetas y el cártel de Sinaloa se disputan el terreno, se vivió por primera vez la suspensión de un partido de futbol por la violencia del narcotráfico que era transmitido en vivo por Televisión Azteca.  En más de un siglo de futbol profesional en México, jamás había ocurrido algo similar.

Cuando se escucharon los primeros disparos, Los ‘Guerreros’ del Santos y los ‘Monarcas’ de Morelia abandonaron el campo. La pelota quedó cerca de ese medio círculo que antecede a la portería y que llaman “zona de peligro”. Aunque ayer, en el estadio, el verdadero riesgo no estaba en anotar un tanto, sino en el miedo sintió la gente a ser acribillada.

Tirados en el suelo, protegidos en el muro que separa el césped de las gradas, en los puestos de alimentos. Afición, jugadores y trabajadores se protegieron como pudieron. Durante varios minutos permanecieron  ahí. Hasta que, cuando los disparos se hicieron menos frecuentes, la gente corría hacia el túnel de los vestidores por el  también huyeron  los jugadores.

Uno de los primeros en cruzar a toda velocidad el campo fue el arquero del Morelia, Federico Vilar. Atrás de su portería fue donde se escucharon los primeros disparos.

Jesús Torres Charles, fiscal del Gobierno de Coahuila, informó que el tiroteo fue afuera del estadio, cuando un comando de tres camionetas no se detuvo en el puesto de revisión a cargo de la policía. Los presuntos delincuentes –de acuerdo con esta versión- habrían sido los primeros en disparar en su huída y los uniformados sólo repelieron la agresión. Hay un policía herido de gravedad.

Alrededor de cuatro horas más tarde, -a las 00:24 horas de este domingo- la Presidencia emitió un comunicado en el cual condenó lo sucedido en Torreón y subrayó el hecho de que los disparos fueron afuera del estadio. Hasta el momento no hay rastro ni detenciones de los presuntos responsables.

Televisión Azteca cortó la transmisión en vivo. La cadena especializada en ESPN, a pesar de no tener los derechos de transmisión, interrumpió su programación sabatina para informar lo sucedido en Torreón. Lo mismo hicieron Foro TV  y Milenio Televisión.

Animal Político ha recogido testimonios de los minutos de miedo e incertidumbre que se vivieron ayer enla Comarca Lagunera.

“¿Cómo se puede ser fuerte?”

Cada quince días, Pilar Martínez, jubilado de 58 años, ‘carga’ con su esposa y con su hija rumbo al Territorio Santos Modelo (TSM). Ayer, decidió sumar a una nieta de 7 años a la diversión sabatina y hasta la vistió igual que él. Pantalones de mezclilla, tenis y camiseta con rayas verdes y negras.

—¿Cómo le explicas a una niña chiquita lo que está pasando? –pregunta indignado don Pilar. Cuando recuerda que tuvo que tirar a la pequeña a las gradas, la voz se le hace nudo. Lo único que atinó a decir a la niña, fue que unos chamacos “andaban tirando cohetes”.

Fue una cosa muy… muy… ¿cómo decirle? Muy espantosa. Muy triste. En ese momento uno piensa que puede pasar algo tantito peor.

Don Pilar no se esperó a corroborar si los ruidos eran o no disparos. Al grito de ‘¡tírense, tírense! Intentó proteger a sus tres mujeres. Los otros pequeñitos que minutos antes jugaban con su nieta, comenzaron a llorar, y con ellos, sus madres.

—Yo les decía: Sean fuertes. Sean fuertes. Pero con toda la gente tirada en las gradas, ¿pues cómo? Con el llanto y todo eso ¿cómo se puede ser fuerte? —recuerda el hombre que acude a ver a los ‘Guerreros’ desde los años en que con trabajos se salvaba del descenso y no podía presumir ni un solo título.

—En aquellos ayeres, lo peor que pasaba era que un borrachito se pusiera loco. Esto que pasó…ya. Ya fue mucho.

Cuando los vigilantes del estadio comenzaron el desalojo, Don Pilar recibió la llamada de su hija mayor, que vive en Monterrey. Después de haber visto el caos del estadio por televisión, le pidió en llanto a su padre que no volviera nunca al estadio.

—¿Y le va a hacer caso? —se le pregunta.

—Pues a lo mejor ya la voy a pensar.

“La gente se estaba riendo de los nervios”

—Qué aburrido está esto.

Eso fue lo último que le dijo Abraham Moreno, estudiante de 21 años,  a los cinco amigos con los que suele ir al estadio. Después, el repentino ruido de las balas los hizo refugiarse entre las gradas verdes y las escalinatas de cemento.

—Primero me hice bolita, pero como parte de la porra seguía brincando, pensé que la cosa no estaba tan fea. Luego voltee a ver al campo y no había ni un jugador.

Futbolistas y parte de la afición se guarecieron a la orilla de la cancha. Otros dieron grandes zancadas entre las gradas para resguardarse en los túneles. Unos más –entre ellos Abraham y sus compañeros– se escabulleron a los baños.

—Me metí al de mujeres y en eso entró una chava toda alterada. Decía que la balacera se había escuchado cerca de los palcos y yo me asusté mucho. Mi papá estaba sentado en esa zona.

Un intento de llamada. Tres. Cinco. Todos fueron infructuosos. En unos minutos las líneas telefónicas quedaron saturadas. Padre e hijo quedaron en una situación de riesgo y sin saber el uno del otro. Comunicarse a casa, donde los esperaba su madre, tampoco fue posible.

—Las señoras estaban muy asustadas. Otras personas se estaban riendo. De los nervios, yo creo —la voz nerviosa de Abraham acompaña al recuerdo aún fresco.

Unos veinte minutos después, ya cuando el presidente del Santos Laguna dio por suspendido el encontró, el chico logró comunicarse a casa.

—Tu papá está bien —le informó su madre.  Pero hasta que llegó a casa y lo corroboró con ojos propios, Abraham pudo quedarse tranquilo.

Una plegaria

De lunes a viernes, Juan (su nombre real se omite por seguridad) cubre las balaceras cotidianas para un periódico local. Los sábados, su orden de trabajo tiene un rostro que, hasta ayer, parecía mucho más amable.

Con una cámara de video, este reportero de 28 años se cuela entre la afición para grabar la emoción o el sufrimiento según dicte el marcador del partido. Toma a las familias. A las chicas curvilíneas con camisetas verdes ceñidas. A los amigos pasados de cervezas.

Ayer, sin embargo, Juan logró una imagen singular para un estadio de futbol.

—Una señora abrió los brazos, los alzó al cielo y se puso a orar.

Juan registraba los cánticos de ‘La Komún’ cuando todos empezaron a tirarse al suelo.

—Yo me agaché igual que ellos, pero seguí grabando. La voz oficial del estadio nos pedía que permaneciéramos tranquilos —la voz del periodista aún está cargada de adrenalina.

En cuanto se percató de que estaba a salvo, se incorporó y vio a un puñado de ‘komunes’ combatir los tiros a su modo. Volvieron a agitar sus banderas, a saltar y a cantar, como en un esfuerzo de borrar lo sucedido con una dosis de pasión futbolera. Los más prudentes, les pidieron que siguieran en silencio y al suelo.

—Lo más peligroso que había vivido en el estadio fue el año pasado. Me tocó una bronca entre ‘La Pandilla’,la Porradel Monterrey, y ‘La Komún’.

Aquella vez vio volar piedras y peleas a palos, pero jamás escuchó ráfagas de metralleta como ayer.

¿Pasó miedo? Dice que no. Ya el año pasado, cubriendo una balacera, Juan  resultó herido en una pierna.

—No me asusto —dice—Pero me duele

ver las caras de la gente que está sufriendo.

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