“Ser defensores de derechos humanos es, aquí, un delito que se paga con el secuestro y el asesinato. Pedro Leyva está muerto; Nepomuceno, muerto; Don Trino… ahora llegamos a la triste desdicha de tener que oír los sollozos de nuestros compañeros, cuando son atacados. Yo le pregunto al gobierno: ¿quién sigue?”.
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