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Una entrevista con Yoani Sánchez, tuitera, bloguera y disidente cubana
Una entrevista con Yoani Sánchez, tuitera, bloguera y disidente cubana
12 minutos de lectura
Una entrevista con Yoani Sánchez, tuitera, bloguera y disidente cubana
04 de febrero, 2012
Por: Olivia Zerón
@WikiRamos 

“Cuando yo me indigno en Cuba nunca falta alguien de

Madrid que me diga pero de qué te quejas si en Honduras están peor”

Filóloga de profesión e informática por vocación, Yoani Sánchez comenzó en 2007 una terapia personal en forma de un blog donde escribía sobre la vida en Cuba. Ese blog es  Generación Y, hoy traducido a 15 idiomas, espacio que la ha dado a conocer en todo el mundo como una de las voces más críticas dentro de la isla. Esta semana, Yoani Sanchez fue propuesta por dos diputados conservadores de Noruega para el Premio Nobel de la Paz 2012, junto con el disidente cubano Oswaldo Payá.

Yoani Sánchez mostrando su blog, Generación Y. Foto: El Nuevo Día.

La bloguera más famosa del único país comunista de América oculta su mirada tras unas gafas de sol mientras charlamos. Aclara que no es descortesía, sus ojos son en extremo sensibles a la luz. Tampoco es en afán de que no le reconozcan: dice tener el don de pasar desapercibida. Y es que a primera vista nada en ella haría suponer que es la @yoanisanchez  de la cuenta de tuiter con más de 200 mil seguidores, quien sorteando las dificultades que hay en Cuba para tener acceso a internet, envía desde La Habana tuits de denuncia a través de mensajes de telefonía celular. Ni una pista del Premio de Periodismo Ortega y Gasset con que fue reconocida en 2008 y menos de haber sido ese mismo año señalada por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del mundo.

Yoani llega puntual a nuestra cita en el lobby del cine Yara, en El Vedado. No me conoce y se recarga en una columna esperando confiada que sea yo quien la identifique. Tengo la impresión de ser la única que la reconoce, quizá porque hasta hoy Yoani sigue siendo mucho más leída fuera de su país que dentro de este. Al acercarme noto que es mucho más blanca, delgada y pequeña de lo que suponía por sus fotos. Viste una falda roja hasta los tobillos y una blusa negra sin mangas; el cabello oscuro y suelto le llega a la cadera. No conozco su voz, (acordé la entrevista por intermediación de su esposo, el también activista Reinaldo Escobar, después de muchos intentos infructuosos por comunicarme con ella) y cuando habla me sorprende su tono dulce. Sonríe y dice que escuchó todos los mensajes de voz que dejé en su grabadora. Me sonrojo y respondo algo torpe como “ya ves cómo somos los periodistas”. Por suerte parece no escucharme y explica su ausencia contándome que algunos fines de semana sale de La Habana a impartir cursos de tecnología, uso de las redes sociales y modos de potenciar el empleo del teléfono móvil como mecanismo de comunicación con “el afuera”, así llama a todo lo que está más allá de la frontera que delimita los 110 mil 860 kilómetros cuadrados de la isla donde nació hace 35 años.

Me pide que andemos algunas cuadras hasta un lugar que conoce donde podremos hablar tranquilas. Al llegar, el restaurante resulta inapropiado: demasiado regetón. Caminamos luego hacia un parque que dice conocer bien. El ritmo de sus pasos, veloces y decididos, es el mismo de sus palabras y se vuelve difícil ir a la par de unos y de otras. Sólo que con las palabras sabe siempre a dónde va, a diferencia de lo que ocurre con sus pasos: nunca damos con el parque. Por fortuna cuarenta minutos después llegamos a la espléndida calle Paseo y en una de las bancas de su arbolado camellón podemos finalmente sentarnos, ambas con los pies adoloridos.

– ¿Cómo comienza el 2012 en Cuba?

-Siento que a inconformidad y la insatisfacción con lo que sucede están dejando de ser algo epidérmico para expresarse con más fuerza y eso me da optimismo. Por otro lado están los pequeños cambios, las pequeñas flexibilizaciones que se han hecho en el 2011. Esas flexibilizaciones van a traer un resultado impredecible para el propio gobierno. Cuando tú en una habitación que tiene todas las ventanas cerradas abres una rendija, no puedes imaginar la conmoción que esto pueda generar en los ojos, en el respirar de la gente que está en la habitación, y eso es lo que está pasando. Raúl Castro abrió una rendija. Auguro que en los próximos años esa rendija pueda convertirse en una puerta abierta totalmente.

– Entonces, ¿ves como positivos estos cambios que han tenido impacto en la vida de los cubanos?

-Yo considero que los cambios raulistas, para ponerle algún apellido, están encaminados en la dirección correcta de la apertura y la flexibilización. Sin embargo padecen de falta de profundidad y de falta de velocidad. Cuando Raúl Castro abre, por ejemplo, el trabajo por cuenta propia, lo hace a un número de profesiones limitadas que se concentran más en el tema de los servicios que en el de la producción, con impuestos muy altos y sin un mercado mayorista. Son unas reformas de un calado muy superficial y a una velocidad desesperante. Yo no quiero que mis hijos o mis nietos, ya cuando sean adultos, puedan disfrutar de los resultados de estas reformas económicas. Yo quiero que mi generación no siga escapando en masas y pueda vivir con un poco más de holgura sin esta esquizofrenia económica, entre el peso cubano y el peso convertible, en que vivimos.

– En este contexto de modificaciones que se han aprobado, hay una especialmente esperada que sigue pendiente…

Sí: una reforma migratoria. Entre los grandes dramas de la realidad cubana de hoy están precisamente esas restricciones que han separado a familias enteras, a padres e hijos, a hermanos y hermanas durante décadas, sencillamente porque la burocracia, la tramitología, el voluntarismo de unos pocos ha determinado que así sea. En estos momentos todavía un cubano que se radica de forma permanente, por ejemplo, en México DF, tiene el castigo de que no puede regresar ya como residente a su país, sólo como turista. Por otro lado los cubanos de aquí adentro nos vemos impedidos de salir libremente de nuestro país, necesitamos un permiso de salida conocido también como carta blanca que se convierte en un elemento de sumisión ideológica. Y ¿cuál ha sido la respuesta de Raúl Castro?: Que se está estudiando la reforma, que se va a implementar de forma paulatina.

-¿Cómo se entiende políticamente la próxima visita del Papa? ¿Qué expectativa tiene la gente?

-Con ésta, voy a haber vivido dos visitas papales ya. La primera en el año del 98 con Juan Pablo II, un hombre extremadamente carismático, fue impresionante. Sin embargo, aunque el Papa nos dejó una frase muy bonita de que Cuba se abre al mundo y el mundo se abre a Cuba, muchos años después eso prácticamente no se ve en la vida nacional. Si Juan Pablo no pudo tengo mis dudas de que Ratzinger pueda. El papa actual, Benedicto XVI, viene fundamentalmente a cumplimentar una invitación por el 400 aniversario de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba. De todas maneras es interesante ver cómo un régimen que promulgó el ateísmo y castigó a las personas que expresaban una fe, recibe con bombo y platillo al máximo representante de la religión que él mismo satanizó.

– ¿Tú eres católica?

– No soy católica. Fui formada en el ateísmo al igual que mis padres. Mis abuelos no. Pero ahora mismo no soy ya atea. He renunciado al ateísmo y soy agnóstica con muchas dudas metafísicas. La figura papal la respeto como representante de una religión pero no tiene ninguna ascendencia sobre mí.

– En el terreno personal, Yoani, comenzaste con un blog y ahora eres una tuitera con muchos seguidores en todo el mundo, ¿cómo ha sido ese proceso para ti?

– Acelerado, traumático y gratificante. Todas esas cosas al mismo tiempo. Yo le digo a la gente que mi vida en cuatro años se ha puesto patas arriba. Está bien, no me quejo. Digo también que prefiero estresarme que aburrirme. He tenido que aprender a vivir con vigilancia. He tenido que aprender a vivir viendo mi rostro en la tele rodeado de los peores adjetivos. Mi respuesta ante eso es ser feliz, que es una manera contestataria de responder. Y por otro lado está la gratificación enorme de ser leída por miles de personas dentro y fuera, caminar por las calles de mi país, que me identifiquen y que no me griten ni me insulten espontáneamente, sino que me den su solidaridad.

– Dices que no te han agredido de manera franca, ¿qué es lo que sí te ha ocurrido?

– He estado en el epicentro de actos de repudio pero ya sabemos que los actos de repudio no son una reacción espontánea de la población sino actos organizados, impulsados por el gobierno. Muchas veces los agresores, la gente que grita, escupe, golpea en esos actos de repudio, ni siquiera conoce al agredido. Les dicen: “vamos a aquella esquina que vamos a agredir a unos mercenarios” y no saben si la persona que está ahí escribe, es un activista de los derechos humanos, es un político que tiene un partido de oposición o es una manicure. Y ese desconocimiento, esa ignorancia se usa precisamente como caldo de cultivo para la agresión verbal y física.

– Hacia fuera eres quizá la opositora más conocida de Cuba; aquí los cubanos quizá conocen tu nombre, pero ¿te leen?

– Yo pienso que no solamente a Yoani Sánchez, a muchas figuras del periodismo independiente, de la blogósfera alternativa, incluso de la disidencia las están conociendo lentamente, como se puede conocer en un país donde hay un monopolio informativo. Afortunadamente uno de los cambios que experimenta la sociedad cubana es la aparición de redes alternativas de información: antenas parabólicas ilegales, memorias flash (USB) que circulan de mano en mano con textos, videos, entrevistas. Tengo la gratificación personal de saber que los actores de opinión de esta sociedad me están leyendo, es más, me está leyendo todo el oficialismo. Me están leyendo para responderme o insultarme pero algo mío está quedando en ellos. Esa es mi manera de incidir. Yo te quisiera aclarar una cosa: no me considero y no me llamo a mi misma una opositora, en primer lugar porque yo no tengo un programa político. Yo me considero una cronista de la realidad. El problema es que en Cuba la realidad es opositora.

– 2011 fue un año de manifestaciones en todo el mundo. Vimos la Primavera Árabe, lo que ocurrió en Madrid, los estudiantes en Chile, Occupy Wall Street… ¿Tú crees posible que en Cuba pudiera surgir un movimiento de jóvenes exigiendo los cambios que desean para su país?

– Un amigo mío dice que en Cuba no estamos indignados: estamos indignadísimos; lo que pasa es que para indignarse como lo hemos visto en las plazas de Wall Street o Madrid hay que tener un marco de libertad y de respeto, aunque sea mínimo. En Cuba si vas a una plaza y sacas un cartel, lo más probable es que te condenen a prisión y eso lo sabe todo el mundo aquí. Ese miedo está en el tuétano de nuestros huesos. Desde que somos niños nunca se nos ha hablado de que podemos ir a las calles a protestar, de que es una manera pacífica y ciudadana de mostrar la inconformidad. Entonces yo no veo probable que en los próximos meses, ni en los próximos dos años, se pueda dar en Cuba un fenómeno como el de la Primavera Árabe. Ojalá la vida me sorprenda con un movimiento pacífico, recalco: pacífico, no me gustaría para nada algo violento en las calles de mi país. Pero sí me gustaría ver a la gente tomando las plazas, a los jóvenes acampando en los lugares. Pero para hacer eso se necesita una infraestructura de convocatoria y las tecnologías no han entrado aquí como ya habían entrado en África del Norte, donde el acceso a Facebook, a Twitter, a las redes sociales era ya familiar para muchos de esos jóvenes. Aquí no.

– Hablabas de la apatía que hay en algunos jóvenes, tú misma tienes un hijo adolescente, ¿cómo ves a los jóvenes de tu país?

– Tengo un hijo de 17 años. No es una impresión superficial, no es una observación del tipo “sí, son apáticos, esta juventud está perdida”, no, no. Lo palpo, lo siento cuando me acerco a mi hijo, a  su grupo de escuela. Hay mucha indiferencia con los temas sociales y políticos. ¿Por qué? Porque el adoctrinamiento excesivo produce también esto. Puede producir o soldados fundamentalistas o esto que está ocurriendo en el país que es: brazos cruzados, hombros que se levantan, frases de para qué. Sin embargo yo tengo esperanzas porque tengo mi propia tesis de que de la apatía se despierta; yo fui apática en un momento también. De lo que no se despierta tan fácilmente es del extremismo ideológico, del fundamentalismo, por eso creo que tenemos más posibilidades de salvarnos. A veces, un poco en broma, un poco en serio, digo que la frivolidad nos va a salvar porque este es un sistema que necesita la movilización del individuo; no puede vivir, no puede prosperar entre individuos apáticos.

-MHaz dicho que te gustaría que la gente no se fuera y tratara de buscar un cambio quedándose aquí. Tú misma no quieres irte de Cuba, ¿cierto?

-Yo me siento ciudadana del mundo y a lo mejor si mi país no estuviera en la situación que está, si yo no tuviera una responsabilidad con el presente y con el futuro, que siento que la tengo, podría vivir en Sidney, en Buenos Aires o en Cancún. Sin embargo en esta vida que me ha tocado, la vidita que me ha tocado: he decidido quedarme aquí. Y me gustaría que la gente se quedara, ver jóvenes que me dijeran “no, no, yo voy a plantar tierra aquí y voy a poner las rodillas en el suelo y quiero trabajar por mi país”. Lamentablemente es un proceso que todavía no percibo. La gente cuando le digo: yo he vivido en el extranjero y he regresado, me dicen: estás loca. Si la gente estuviera en una situación peor pero con la posibilidad de mejorar se quedarían, pero esa inopia, ese camino siempre igual, sin altas ni bajas, no es estimulante.

– Cuando uno visita Cuba, Yoani, se percibe la frustración y la falta de libertad, pero también son inevitables las comparaciones, sobre todo en aspectos que en Cuba están resueltos mientras que en otros países, el mío por ejemplo, siguen siendo un problema. Estoy hablando de la educación, de la erradicación del analfabetismo, del acceso a la salud. ¿Qué reflexionas sobre esto?

– He escuchado muchas opiniones del tipo de: “¿para qué te quejas si en Honduras están peor?” o “¿para qué te quejas si en Nigeria están matando por temas religiosos?” o “¿para qué te quejas si en tal país no tienen un plato de comida que llevarse a la boca?” Y yo siempre digo que yo estoy tratando desde mi país de hacer algo para cambiar lo que no me gusta. Me parece tan lícito indignarse en las calles de Madrid por el desempleo, por la falta de posibilidades profesionales, que indignarse en Cuba. La diferencia es que cuando yo me indigno en Cuba nunca falta alguien de Madrid que me diga: “pero de qué te quejas si en Honduras están peor”. No quiero compararme ni con Honduras, ni con el pasado que una vez tuvimos, que es otra recurrencia que se hace mucho, un sofisma, de decir “pero antes del 59 todo era peor”. Yo no soy un pájaro que lo quieren tener encerrado y entonces cada vez que quiero que abran la puerta de la jaula me recuerdan el alpiste, la educación y la salud.

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