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Desplazados del narco en México: Los exiliados de Juárez
Desplazados del narco en México: Los exiliados de Juárez
11 minutos de lectura
Desplazados del narco en México: Los exiliados de Juárez
05 de octubre, 2012
Por: Francisco Sandoval Alarcón (@MrTerremoto)
@WikiRamos 

Insight Crime  presenta un especial realizado por cuatro medios latinoamericanos sobre crimen organizado y derechos humanos. El primer especial es sobre desplazamiento forzado en México, Colombia, Guatemala y El Salvador.

Animal Político fue a los lugares con más desplazamientos forzados en el país: Sinaloa, Ciudad Juárez y Tijuana, para tomar testimonios de cómo el narco ha provocado que miles de familias abandonen el lugar donde vivieron por años para irse a un lugar más seguro.

Lee el tercer reportaje completo:

Los exiliados de Juárez

La violencia que ha vivido Ciudad Juárez en la última década, ha provocado el éxodo de poco más de 200 mil personas. A los desplazados, se suman por lo menos 70 familias que han pedido “asilo político” a EU.

Después de enterrar a Julio César, su nieto de 24 años, en 2008; a Josefina Reyes, su sexta hija de 46 años, activista y madre de Julio César en 2009; a Rubén, su quinto hijo de 47 años y ex regidor del Partido de la Revolución Democrática (PRD), también en 2009, Sara Salazar no soportó en esta ocasión los asesinatos de Malena, su séptima hija de 45 años; Elías, el mayor de los hijos con 56 años, quien al igual que toda su familia era de oficio panadero, y su nuera Luisa, esposa de Elías, quienes desdeel homicidio de Julio César se encontraban luchando para esclarecer los crímenes cometidos contra su familia.

—No había condiciones para seguir en Guadalupe —asegura Olga, una de las tres hijas que le sobreviven a Sara, quien platica que tras el entierro de sus hermanos surgieron nuevas amenazas de muerte contra todos los integrantes de su familia.

Olga tiene 44 años, es la séptima de los hermanos y tiene la piel morena y los ojos rasgados de su madre. Dice estar convencida de que los asesinatos en su familia iniciaron después que su hermana Josefina comenzó a documentar los abusos perpetrados aparentemente por los militares que en 2008 llegaron a Ciudad Juárez y al Valle de Guadalupe (conformado por los municipios de Guadalupe y Praxedis Guerrero), como parte de la estrategia del gobierno mexicano para combatir a las bandas del narcotráfico.

Conocedores de la valentía y activismo de los hermanos Reyes Salazar, amigos y vecinos de la familia se acercaban a Josefina para ponerla al tanto de las detenciones extrajudiciales y abusos presuntamente cometidos por el Ejército

—Los militares siempre han estado cerca de donde han ocurrido las muertes o desapariciones de mis hermanos y no los han protegido —platica Olga con ese tono bronco y golpeado que suele caracterizar a los mexicanos del norte del país.

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Ciudad Juárez es el municipio más poblado de Chihuahua. Es una ciudad que debe su desarrollo, en gran parte, al agua del Río Bravo y a su frontera con El Paso, Texas, Estados Unidos (EU). En 1865, durante la intervención francesa, Villa Paso del Norte, como era llamada, sirvió como lugar de refugio y operaciones para el presidente Benito Juárez. En 1888, se cambió el nombre de la ciudad en honor de Juárez. Un siglo después, Ciudad Juárez era junto a Tijuana una de las fronteras con mayor crecimiento económico en México.

En la década de los noventas del siglo XX, la ciudad atravesaba por uno de los mejores momentos económicos. Por esos años, estadounidenses y juarenses acudían los fines de semana al rodeo a bailar o salían a alguna cantina o discoteca a tomar cerveza.

En pláticas entre jóvenes se hablaba de los asesinatos de mujeres que comenzaban a registrarse en zonas populares de la ciudad, pero se sentían ajenos al problema.

De tener 232 maquiladoras en 1994, para 2000 ya operaban 308. Al año se creaban alrededor de 300,000 empleos directos. El crecimiento poblacional anual era del 5.2%, lo que reflejaba una intensa migración de personas provenientes de estados como Durango, Coahuila y Veracruz que llegaban a buscar empleo y vivienda.

También desde entonces era la base de la organización que dirigía el narcotraficante Amado Carrillo Fuentes, el “Señor de los Cielos”, llamado así porque tenía una flota de aviones en la que transportaba cocaína proveniente de Colombia donde sus socios eran los líderes del Cártel de Cali, los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Tras la muerte de Amado en 1997, su hermano Vicente tomó el mando del grupo. Diez años después, la banda inició una lucha por el control de las rutas con la organización de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, quien hasta ese momento se desempeñaba como socio de los Carrillo. La pugna entre los dos grupos provocó que un año más tarde Ciudad Juárez y municipios aledaños se convirtieran en el centro urbano más violento del mundo. Según cifras del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), a esta lucha se le atribuían el 36% de los homicidios ocurridos hasta el 2010. Ciudad Juárez siempre ha sido por su posición geográfica privilegiada- justo en el centro de la línea fronteriza-, un punto estratégico de rivalidad entre narcotraficantes.

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Amenazados de muerte, Sara, Olga y otros 31 integrantes de su familia, incluido un bebé, huyeron de Guadalupe, el poblado (actualmente municipio) que hace más de treinta años los Reyes Salazar invadieron junto con un puñado de obreros del Comité de Defensa Popular (CDP). Se trata de una organización política de izquierda que surgió de los Movimientos Urbanos Populares del país a finales de la década de los sesentas del siglo XX, que buscaban la reivindicación de las tierras y hacer frente a los caciques y políticos de la época.

Por la prensa se enterarían que sus casas, así como las panaderías de los hermanos, fueron incendiadas a los pocos días de su destierro. Además, de los 10 vecinos que tenía Sara en su cuadra, sólo quedaban tres.

De acuerdo con el censo 2005 del Inegi, en ese año había 9 mil 148 personas viviendo en Guadalupe. Cinco años más tarde, había 3 mil habitantes menos.

Los Reyes Salazar llegaron a la ciudad de México la última semana de febrero de 2011, donde el Gobierno del Distrito Federal se comprometió con ellos a implementar un protocolo de seguridad para proteger sus vidas.

Por varios meses vivieron en una bodega que nunca fue acondicionada para recibir a 30 personas. Fueron días de hacinamiento para todos. De vivir las 24 horas del día encerrados por recomendación de la autoridad.

De no poder salir a la tienda a comprar un refresco. De discutir y pelear con hermanos y sobrinos por el espacio. De sentirse víctimas y prisioneros en una guerra que los orilló a abandonar sus hogares.

En la actualidad los miembros de esta familia están desperdigados entre El Paso, Agua Dulce y San Antonio, EU, donde han pedido “asilo político”. Se trata de una figura que otorgan los estadounidenses cuando se demuestra que la vida de la persona que la solicita peligra, explica el abogado estadounidense, Carlos Spector, especializado en temas migratorios y quien ha logrado que 7 de los 29 integrantes de la familia Reyes obtengan ese beneficio. Spector en estos momentos representa a 70 familias mexicanas que están solicitando asilo, pero existen más abogados que están llevando casos similares.

En esa situación se encuentran los familiares de la activista Marisela Escobedo, asesinada en diciembre de 2010 cuando realizaba un plantón frente a la sede de gobierno en la ciudad de Chihuahua para pedir castigo por el asesinato de su hija Rubí Marisol.

También la defensora de los derechos humanos Cipriana Jurado, y Marisol Valles, quien cobrara notoriedad en octubre de 2010 cuando a sus 20 años fue nombrada Jefa de la Policía en Praxedis, Guerrero (municipio localizado a 35 kilómetros de Ciudad Juárez) y quien a los pocos meses de ocupar el cargo tuvo que salir huyendo con su familia al enterarse que células del narcotráfico de la región la habían amenazado muerte.

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A los juarenses que han solicitado asilo político a EU se suman otras 230 mil personas que de 2000 a 2010 han huido de la urbe por los altos índices de criminalidad,establece una encuesta aplicada por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Según el documento, en esa década 119 mil 600 juarenses se movili-zaron a Estados Unidos, de los cuales 103 mil 500 se encuentran en El Paso, Texas. Otros 105 mil se fueron a estados mexicanos como Coahuila, Durango y Veracruz.

El desplazamiento del que informa la UACJ se ve reflejado en los censos del Inegi, que mencionan que mientras de 1990 a 2000 el crecimiento poblacional era del 5.2 % anual, de 2000 a 2010 el crecimiento fue del 0.92%. Es decir, que de haberse mantenido el crecimiento de la década antepasada, Juárez tendría en estos momentos 500 mil habitantes más.

—Hemos corroborado que sí se ha dado una salida masiva debido a una crisis social como es la violencia, pero que se aceleró con la recesión económica estadounidense —comenta Wilebaldo Martínez Toyes, uno de los investigadores que participó en la encuesta. Según Martínez, quien es Maestro en Demografía, los juarenses que se establecieron en Estados Unidos son personas que siguen manteniendo vínculos laborales o económicos con México, que cuentan con doble nacionalidad o tienen la suficiente solvencia económica para moverse allá.

En contraste, los que se desplazaron internamente, son aquellos que en la época del auge de la maquiladora, hace más de una década, llegaron a Ciudad Juárez a buscar suerte.

—La cifra que obtuvimos sobre el desplazamiento es una estimación, pero se trata de información de primera mano porque entrevistamos a los familiares que se quedaron en Ciudad Juárez.

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En EU la vida es difícil. Más cuando se llega “sin dinero, dependiendo de la caridad de la gente, sin trabajo y sin conocer las leyes y costumbres de un país diferente al tuyo”, dice Marisela Reyes, la menor de los Reyes con 40 años de edad, quien junto a su esposo, hijas, yerno y nietos, viven desde enero de 2012 en un albergue para migrantes de El Paso, Texas, cuyos encargados dieron el aval legal para que la familia pudiera buscar formalmente el asilo político en EU.

Para hacerlo, Marisela y su familia tuvieron que llegar a la frontera. Ya frente a los oficiales de la Oficina de Reforzamiento de Inmigración y Aduanas (ICE) dijeron que buscaban refugio porque en México temían por sus vidas. Tras seis meses de análisis y de “la entrevista de credibilidad”, los oficiales del ICE establecieron que la familia de Marisela si corría peligro y que eran candidatos a solicitar ante un juez la petición de asilo político, tramite en que se encuentra ella y otros 24 miembros de la familia.

Por lo pronto, las autoridades del ICE le concedieron a Marisela un permiso para trabajar. Acostumbrada a administrar la panadería familiar, en Estados Unidos tiene que cuidar a una señora de 90 años de edad. —Es empezar de cero —dice la menor de las Reyes, a quien la prensa sensacionalista de Ciudad Juárez llegó a señalar como la líder de un supuesto grupo de pistoleros del “Cartel del Pacífico”, todo porque el día que encontraron los cuerpos de sus hermanos Malena y Elías cerca de una base militar, los responsables dejaron un mensaje donde la amenazaban de muerte y la acusaban de dirigir a un supuesto grupo de “sicarios del CDP”. Algunos representantes de la prensa local dedujeron, erróneamente, que se trataba de la organización que dirige Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo” y no del Comité de Defensa Popular movimiento social con el que ella y su familia siempre han estado vinculadas.

Para conocer el número de mexicanos que han solicitado asilo político a EU por cuestiones de violencia, así como las acciones que han implementado ante la llegada de miles de mexicanos desplazados a lo largo de la frontera sur, Animal Político buscó una postura oficial de las autoridades estadounidenses sobre esos dos temas a través de la embajada estadounidense en México. Hasta el cierre del reportaje, la petición no había sido respondida, así como tampoco la solicitud que se le hizo a la Secretaría deGobernación mexicana.

—A Estados Unidos no le conviene que la gente solicite asilo político por razones de violencia, porque cualquiera, por cualquier frontera, podría argumentar que tiene miedo de que le pase algo en su país y no quieren que se convierta en una vía de entrada —asegura Leticia Calderón, investigadora del Instituto Mora, quien se ha dado a la tarea de iniciar un estudio para profundizar sobre las consecuencias que acarrean que estos mexicanos se vayan a exilio.

Originaria del Valle de Guadalupe pero radicada en la ciudad de México donde labora de tiempo completo como investigadora, asegura que los juarenses que han logrado exiliarse oficialmente son casos extremos en donde se ha demostrado a través de un largo proceso de documentación antes las autoridades estadounidenses que sus vidas peligraban de quedarse en el país.

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A Marisela Reyes se le quiebra la voz al recordar cómo ha cambiado su vida desde que llegó a EU. Después de varios años de dormir con miedo, ahora lo hace tranquila y sin sobresaltos. Ya no tiene que apretar las manos de sus hijas cada noche antes de acostarse, ya no tiene que rogar porque la providencia le permita escuchar cualquier ruido que la despierte y la salve de un ataque nocturno. No se siente perseguida si sale a la calle.

El Paso es una de las ciudades más tranquilas de Estados Unidos, mientras Ciudad Juárez (a 10 kilómetros) llegó a estar catalogada como la más violenta del mundo —dice con ironía Marisela, quien fue la última de su familia en huir del Valle de Guadalupe, esperando a que las autoridades de su país resolvieran los crímenes de sus hermanos, sobrino y cuñada, y esperando que se garantizara la seguridaseguridad de su familia. Critica que a sólo unos meses del fin del sexenio de Felipe Calderón, el discurso oficial se centre en la supuesta disminución de los índices de violencia en Ciudad Juárez, que hacen referencia a una baja del 50 % de los homicidios.

—Presumen las cifras, pero no explican qué ha pasado con miles de asesinatos y desapariciones sin resolver. Tampoco hablan de la gente que está amenazada de muerte, la que tiene miedo a denunciar o la que se ha marchado de la Ciudad.

Marisela y su familia continúan su vida en Estados Unidos, donde no sólo han tenido que pasar “hambre y humillación” por su calidad de exiliados. La “discriminación” que ha vivido allá es una sensación nueva para ella y sus hermanos, quienes acostumbrados a una vida de activismo, trabajo y lucha tuvieron que optar por el destierro.

*Nota publicada originalmente el 03 de octubre de 2012.

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