"A mí se me quita el miedo cuando caminamos todos juntos": Movimiento por la Paz
Al pie de la Estela de Luz yace desde anoche una placa plateada, con una inscripción, casi como un epitafio: “Aquí andamos buscando solidaridad, justicia, consuelo y respeto. Si se muere uno en esta guerra, no se sienta ni diga nada, sólo que murió porque andaba peleando por su hijo. Ya se empieza a ver una lumbre, una luz en el camino, hay que darle pa’delante, nada para atrás”.
Son palabras de Nepomuceno Moreno, el padre de familia que, hace un año, fue asesinado en Sonora, luego que la búsqueda de su hijo –desaparecido por policías estatales en julio de 2010– lo llevara incluso a increpar al presidente Felipe Calderón no muy lejos de donde esta placa conmemorativa ha sido instalada, y que lleva por título a “A mí se me quita el miedo cuando caminamos todos juntos”.

Durante el acto recordaron a Nepomuceno Moreno integrante del Movimiento asesinado el 28 de Noviembre de 2011, luego de haberle exigido a Felipe Calderón el esclarecimiento del asesinato de su hijo. Foto: Francisco Sandoval
La Estela de Luz, inaugurada por el presidente Felipe Calderón en enero pasado para conmemorar (con dos años de retraso) el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, tiene una altura de 104 metros. La placa de Nepomuceno carece de altitud, amoldada, como está, a ras de suelo.
No podían ser monumentos más diferentes, que resultan de visiones no menos encontradas de lo que es México al final del sexenio calderonista: una, la del gobierno incólume, que se yergue como roca; otra, la de las 80 mil víctimas de asesinato y las 10 mil de desaparición, que la dureza oficial dejan como saldo.
Son como David encarando a Goliat.
¿Quiénes somos?
Esta misma semana, el Centro de Análisis de Políticas Públicas México Evalúa calculó en más de 100 mil los homicidios ocurridos en el país durante el sexenio de Felipe Calderón, y en más de 344 mil el número de “víctimas invisibles”, es decir los padres, hijos y cónyuges de las personas asesinadas en los últimos seis años.
Y este aproximado se refiere, únicamente, a las víctimas del delito de homicidio doloso, que no son las únicas existentes al cabo del sexenio calderonista.

A Calderón le dijeron “Genocida” y aseguraron que será recordado como el presidente mexicano de los 83 mil muertos y 20 mil desaparecidos. Foto: Francisco Sandoval
Anoche, Concepción Lemus, del Movimiento por la Paz, hizo un recuento.
“No sólo somos víctimas de la violencia generalizada –dijo al centenar de personas que se reunió para recordar a Nepomuceno–, además somos víctimas de la violación de los derechos humanos y, por tanto, víctimas de los gobiernos federal, estatales y municipales; somos, además de víctimas de asesinatos, víctimas de desapariciones forzadas, de feminicidios, de secuestros, de trata de persnas, de violación a los derechos de los migrantes, víctimas de desplazamientos forzosos, y de violencia por la mala estrategia de guerra. Somos violencia de instituciones podridas, de procuradores, de policías, de jueces, de ministerios públicos, del Ejército, de la Marina, de diputados y de senadores, que siguen trabajando con delincuentes. Y tambuén somos víctimas de la indiferencia social, de la indiferencia de nuestros vecinos, de nuestros compañeros de trabajo, incluso de nuestras propias familias. Y por eso, queremos transformar nuestro país”.
¿Qué queremos?
Graciela es mamá de Eder Islas Villagómez, quien en 2011 desapareció, junto con Elvis Axel Torres y Héctor Vera, cuando se encontraban internados en una clínica contra adicciones. Primero, el dueño del lugar reconoció que les había hecho una encomienda especial, luego se retractó y dijo que los tres jóvenes se habían fugado, a pesar de que faltaban unos días para que concluyera su tratamiento de rehabilitación, desde entonces no se sabe nada de ellos.
Graciela lleva la cuenta exacta desde que su hijo desapareció: un año, ocho meses y 29 días.
“¿Qué queremos las víctimas? –se pregunta– Queremos que las investigaciones lleguen a fondo, que se castigue a los culpables, que no se ignoren los protocolos de seguridad. Queremos que se publique la ley de víctimas, que el presidente Calderón vetó; queremos el alto a la guerra, libre acceso a la justicia, derecho a la verdad y a la reparación… Queremos que las autoridades no se coludan con la delincuencia y, cuando sea así, que sean investigadas y castigadas… Queremos que no se nos revictimice, que no se fabriquen responsables, ni se proteja a asesinos y delincuentes, no queremos que se normalice la violencia…”
¿Por qué lo hacemos?
Araceli es mamá de Luis Ángel León Rodríguez, un policía federal desaparecido el 16 de noviembre de 2009, junto con otros seis compañeros de corporación y un civil que los acompañaba.
Pero Araceli no sólo busca a Luis Ángel y sus amigos, sino que, al interior del Movimiento por la Paz, ella ha tenido a su cargo dar seguimiento a todas las búsquedas de personas que, en medio de la guerra con el crimen organizado, desaparecieron.
“¿Mucha gente nos pregunta ‘¿por qué luchar?’ –dice Araceli–, ‘¿sirve de algo luchar?’ Y nosotros pensamos que ante tanto terror, muerte y dolor, lo único que no se vale es no hacer nada. Pensamos que cuando se vive una emergencia como ésta en la que está sumido el país, no hay acción pequeña, y las voces de los que nos unimos son como la voz de la conciencia del país, porque queremos un país justo, acceso a la verdad, a la justicia y a la no repetición. Queremos llevar a cabo nuestros sueños y los de aquellos que vengan… Nuestra intención es tocar el corazón de la sociedad y de las autoridades, con un amor tan claro y fuerte que toque incluso los corazones de los delincuentes sean tocados. Por eso luchamos, por nuestros hijos y los hijos de todos, por el dolor y la vergüenza que nos produce ver este país en estas condiciones. ¿Qué país vamos a dejar a nuestros hijos e hijas? Esto es lo que nos quita el sueño y nos hace luchar cada día.”
¿Hacia dónde vamos?
“Todo pa’delante y nada para atrás –dice María Herrera, con con cuatro hijos desaparecidos, dos en 2008 y dos más en 2010, cuando buscaban a sus hermanos–. Ése es el lema que Nepomuceno nos dejó, y es exactamente lo que estamos haciendo.”
Doña María es como la voz del Movimiento por la Paz, una voz hecha girones y que, tal vez por eso mismo, ondea con gran fuerza.
“Hoy es para nosotros un día de mucho dolor –grita–, porque hace un año nos arrebataron a nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro compañero, Nepomuceno Moreno, y quiero decirle a su familia de sangre, que no pudo estar aquí, que estamos nosotros, hermanos de búsqueda, compañeros de dolor. Y seguimos en la lucha que él nos dejó. Nos lo arrebataron físicamente, pero sentimos que está aquí, porque seguimos esa lucha que junto a nosotros él emprendió, y seguiremos luchando para que la sociedad despierte y se entere de lo que estamos viviendo. Hemos recibido muchas, muchísimas, promesas y, hasta la fecha, no tenemos ninguna cumplida. Y esto es muy doloros para todos nosotros, sin embargo tenemos confianza y fe en la sociedad, porque si se une la sociedad a nosotros, si nos ayuda, si nos escucha, esto puede terminar. Es un dolor muy fuerte el que se lleva en el alma, es algo que no puede entender nadie, sólo los que ya lo vivimos, las que nos entendemos unas a otras, y somos las que estamos aquí, de pie, luchando, para lograr una sociedad justa donde todos quepamos y vivamos en paz.”
Epílogo: ¿Qué te espera?
Guadalupe Fernández Mártínez es madre del ingeniero José Alfredo Robledo Fernández, quien fue desaparecido el 25 de enero de 2009. Ella habla en nombre de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México, organización surgida en Coahuila y que, luego, ante la magnitud del problema, adquirió presencia nacional, y su mensaje es para ser escuchado por todos, pero tiene un sólo destinatario, Felipe Calderón, quien este sábado concluye su periodo como presidente de la República.
“¿En verdad te vas con la conciencia tranquila?”, pregunta a aquel que “deja miles de huérfanos, madres mutiladas, familias destrozadas y el dolor latente para las siguientes generaciones.”
“Felipe de Jesús Calderón Hinojosa –prosigue Guadalupe–, la nación te recordará como el presidente más cruel, sanguinario e inepto de la historia de México. Nuestros hijos, hijas, madres, padres, hermanos, no son daños colaterales de tu guerra, sino víctimas inocentes de tu ambición, de tu miopía política, enorme ego y ansia de poder. Nuestros familiares tienen nombre, no son un número de averiguación previa o acta circunstanciada, ellas y ellos tienen sueños, historias de vida, y una familia que los ama y los buscará a cada instante de nuestras vidas. La historia y nuestras familias se encargarán de recordártelo y nuestro pueblo te juzgará. Nuestros reclamos serán tu sombra, te seguirán a donde vayas, no tendrás reposo ni te vamos a dejar dormir hasta que la justicia llegue con nuestros hijos e hijas. Al pueblo que gobernaste lo dejas masacrado, pero no vencido. Por ello, a pesar del dolor, te gritamos: ¡hoy y siempre, no estamos vencidas y nos proponemos encontrar a nuestros seres queridos!”
#YoSoyAnimal
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