En un lugar común: "El Bunko"
Es, simplemente, el refugio donde la libertad los alcanza.
Una mirada le permite atravesar las rejas y entonces, su imaginación lo transporta a un mar ansioso, las olas parecen violentas al chocar contra las enormes rocas, es de un azul intenso, profundo, solitario.
Pasan las horas y en esa pequeña ventana, la única que conecta con el exterior, el sol da paso a una oscura noche, es momento de volver.
Una vez más, las rejas están ahí, hasta el día siguiente, hasta que pueda regresar, a ese rincón donde todo parece posible, donde incluso se puede escapar.
El Bunko es, simplemente, un reducto, un oasis.
Hasta hace un año era un pequeño cuarto divido en dos, de un lado la biblioteca con apenas una mesa, una cantidad de libros, la sala de lectura y de literatura y junto, un escritorio. Del otro lado, detrás de esa pared, una puerta que divide, el rincón donde cada día, los sueños no tienen límite.
Ahí, en “El Bunko”, Nadir descubrió que le gusta leer y que cuando escribe es como si se reconociera. Y donde Linares pasa sus mejores momentos, horas y horas aferrado a su pincel, imaginando ese mar que no conoce pero que pinta como si le perteneciera.
Son más de 30 las obras que enorgullecen a Linares: paisajes, cuerpos, ángeles, sus miedos y sus esperanzas atravesando del gris al amarillo sin ningún reparo.
Cuando conocí a Nadir y a Linares, el Bunko fue un descubrimiento.
Junto a las pinturas empaquetadas que regresaron de la última exposición, están apenas unos 10 libros de arte que repasa para aprender, para justificar sus líneas, sus inventos, sus atrevimientos y sobre todo, para confirmar que encontró su pasión.
Linares tenía 18 años cuando tuvo su exposición más importante, su obra empezó a deambular por la Ciudad de México.
Pero cuenta que empezó desde que tenía 4, primero fueron garabatos y luego grafitis, hasta que confirmó que pintar es su vida.
Hace un año, cuando su papá murió, en lo único que pensaba era en exponer sus obras y en llegar a ser tan bueno que su trabajo llegara de Bellas Artes hasta Roma, todo lo necesario para hacer que ese hombre que ya no está, se sienta orgulloso.
Nadir, en tanto, sólo hizo una pintura. Decía que le gusta, pero no está seguro de que sea lo que más le gusta hacer. Aprendió a disfrutar más cuando le propusieron que escribiera sus memorias.
“Cuando tenía cinco años…” Así empieza mi historia, me dice. Y es que fue justo entonces que todo empezó, que todo, cambió.
“Justo cuando cumplí cinco nos cambiamos de casa, mi papá que vivía en Chihuahua regresó. Él canta opera y tuvo que salir a buscarse la vida. El desastre llegó poco tiempo después”.
Nadir y Miguel publicaron su primer libro, junto con otros adolescentes.
Pero escribir no era fácil, primero porque le implicaba recordar, reconocer y reconocerse y además porque en prisión, las reglas que imperan son las del más fuerte y para alejarte de los problemas, a veces tienes que esconderte.
Es difícil encontrar momentos y lugares para leer y sobre todo para tomar su libreta y revelar sus secretos.
En esas paredes que lo aprisionaron por años, admite que ser diferente a veces le daba pena, porque era mal visto, por eso se refugiaba en “El Bunko”. Por eso se pasaba las horas hasta que ya sólo quedaba irse a dormir.
Eran cinco jóvenes que tenían dos cosas en común: el arte es una pasión recién descubierta y se encontraron purgando una sentencia en el centro de tratamiento “San Fernando”.
Homicidio, robo con violencia, narcotráfico. Delitos de alto impacto que esconden tras la playera blanca y el pantalón desgastado.
En la pintura favorita de Linares, el cuerpo cubierto de tatuajes de un hombre, se plasman sus miedos, sus cadenas, pero resalta una mariposa amarilla. “Es la esperanza de lo que viene”, lo que está por vivir.
Fue integrante de una pandilla que vivía y promovía la violencia, sólo porque sí. Mató en una riña. 20 puñaladas bastaron. “Fue él, pero también pude ser yo”. Así llegó a San Fernando.
Tuvieron que pasar muchos días de silencio, de ausentarse en medio de las riñas, de rehuir a los conflictos, de sobrevivir hasta que por fin, pasado el tiempo, descubrió “El Bunko”.
Ahora comparte ese espacio con medio centenar de adolescentes, que como él, buscan refugiarse en actividades que los alejen de conflictos y de paso, les permitan lograr que el tiempo de encierro se pase más rápido, que los días sean más cortos y la sentencia más llevadera.
Nadir llegó por robo de vehículo. Tres horas bastaban para asaltar con violencia, apoderarse del auto y trasladarlo a Guerrero. Siempre por encargo. Pero le salió barato, dice. “Yo hice de todo, me metí con los narcos, subí y subí, quería que la gente me viera pasar y dijera: míralo es bien malote, quería que me respetaran, pero me equivoqué, al final sólo era miedo”.
Mientras él era arrestado y trasladado a San Fernando, su jefe era asesinado. Lo que vino después fue una matazón, cuenta. “Si no me hubieran agarrado, seguro estaría muerto”.
Se esconde para escribir sus memorias. A sus 19 años, tiene demasiado que contar.
Escribir en su dormitorio era casi imposible. “Somos 20 en la celda, a veces agarro mi libreta o un libro y tengo que tapar la litera con las cobijas para que no me vean. Así queda a oscuras y puedo escribir, aunque con dificultad, “pero al menos no me arrebatan la libreta y me arrancan las hojas”, es ahí donde sólo se tiene a él.
Por eso empezó a ir al Bunko, escuchó la primer historia que leyó una maestra y descubrió que nunca había agarrado un libro, pero a partir de entonces, siempre hay algo nuevo que quiere saber.
En esa “nave de los locos”, como lo llamaron, cinco amigos encontraron un refugio, lograron alejarse de los problemas y como ellos, cada vez son más los internos que se suman a la aventura cotidiana de dejar volar la imaginación y refugiarse en ese rincón donde todo parece posible, incluso deshacerse, aunque sea por momentos, de ese historial delictivo que los llevó a prisión.
Nadir salió del centro, Linares pronto cumplirá su sentencia. Y mientras el tiempo los alcanza, en el Bunko, la unidad educativa y de arte al interior de los centros de Tratamientos para Adolescentes, se siguen contando –esas que parecen inimaginables- historias, dibujando sueños y refugiando emociones.
#YoSoyAnimal
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