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Las voces de los familiares que aún esperan
Las voces de los familiares que aún esperan
4 minutos de lectura
Las voces de los familiares que aún esperan
01 de febrero, 2013
Por: Paris Martínez (@paris_martinez) Video: Francisco Sandoval (@MrTerremoto)
@WikiRamos 
familiares pemex
Familiares al exterior del edificio de Pemex a la espera de noticias. Foto: Paris Martínez.

Daniel García García y José Luis García Mendieta son dos trabajadores que ayer se encontraban en la Torre de Pemex, cuando se registró la explosión en el sótano del edificio B2, que dejó, hasta el momento, un saldo de 32 muertos y 121 personas lesionadas; sin embargo, los nombres de estos dos empleados no se incluyen en la lista de heridos y hospitalizados presentada ayer por las autoridades federales.

Ellos son, temen sus padres, algunos de los empleados de la paraestatal que aún se encuentran atrapados bajo los escombros que dejó el estallido, ocurrido a las 15:55 horas, y que destruyó el lobby, los primeros pisos y los cristales de todo el edificio.

No se sabe cuántos empleados más puedan estar en la misma condición, tal como reconoció ayer por la noche Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, quien aclaró que la prioridad será continuar con la búsqueda de sobrevivientes o, en su caso, la recuperación de sus restos.

A ello se abocan distintos equipos de rescatistas: de la Marina, con siete perros entrenados en localización de cuerpos en zonas siniestradas; de la Policía Federal Ministerial, también con apoyo de su Unidad Canina; y de la Secretaría de Seguridad Pública del DF.

En total, informó Osorio Chong, son 500 los “servidores públicos” que, desde la tarde de ayer, operan en la Torre de Pemex y han logrado rescatar con vida, al menos, a una persona.

“Ahí está…”

Gloria García es madre de Daniel y también empleada de Pemex, asignada a su sede administrativa central, pero una cita médica la obligó ayer a dejar estas instalaciones, horas antes del siniestro.

“Poco antes de las 15:00 yo hablé con mi hijo por celular –dice Gloria, desesperada, ante el cerco policiaco que no logra trascender, a pesar de sus ruegos–, él me dijo que no saldría a comer porque estaba sacando trabajo pendiente… cuando me enteré, por la televisión, que había habido una explosión, le marqué nuevamente, pero su teléfono lo contestó otra persona y sólo me dijo ‘todo está bien’ y colgó… he insistido, he marcado ya muchísimas veces, pero ahora nadie responde.”

Daniel García García trabaja en el área de Recursos Humanos de Pemex, “su lugar está en la planta baja del edificio B2 (la zona afectada por la explosión), y nadie me quiere decir nada, y yo pregunto y nadie me responde, ni siquiera los compañeros de Pemex me quieren decir qué pasó… ya fuimos a los hospitales pero no saben de él… mi hijo ahí está, atrapado.”

La misma incertidumbre pesa sobre José Luis García, que nada sabe de su hijo, llamado también José Luis.

“Él tiene 35 años, es empleado de Pemex y trabaja en el B2 –narra el padre–, mi hijo permanece aquí, no contesta el teléfono y en los hospitales no está… su auto se quedó estacionado a una cuadra, ya fui a revisarlo, pero en el auto no hay nada.”

Como ellos, fuera de la Torre de Pemex ayer por la noche permanecieron los familiares de al menos otros cuatro empleados que se encontraban en las oficinas administrativas de la paraestatal cuando sucedió la explosión, y cuya suerte ignoran.

“No sé ni siquiera si mi hijo está en la lista de fallecidos –dice el padre de José Luis–. No existe una lista, todavía…”

Miedo

Ayer mismo, la Secretaría de Gobernación convocó a una conferencia de prensa a los pies de la Torre de Pemex, anunciada a las 22:15 horas, para rendir un corte informativo en torno a la explosión y las acciones de rescate de las víctimas; sin embargo, justo a esa hora, el pánico hizo presa por algunos minutos tanto de los marinos, militares y policías que custodian estas instalaciones, como de los reporteros que aguardaban el encuentro con Miguel Ángel Osorio Chong.

Un fuerte ruido en el sótano del edificio B2, donde se realizan las labores de remoción de escombros, puso en fuga tanto a rescatistas como a uniformados, que se alejaron del lugar corriendo, mientras a gritos alertaban sobre la presencia de una “bomba” y pedían a todos alejarse.

La alarma cundió rápidamente del primer cerco de seguridad, hasta el cinturón de granaderos capitalinos que se ubicaban una cuadra más allá, en la calle de Bahía de Ballenas.

Instantes después, los mismos uniformados restablecieron sus formaciones, incluso con refuerzos de más marinos, y luego dieron distintas versiones de los hechos, pues algunos dijeron escuchar un fuerte ruido y otros que el edificio se había movido.

El susto aún no había pasado cuando un mando operativo del Ejército, desde dentro de las instalaciones de Pemex, ordenó que todo el lugar fuera desalojado, pero su petición fue desechada y, cerca de 30 minutos después, el secretario de Gobernación se presentó ante la prensa y ante la pregunta de si había información sobre si fue un accidente o un atentado, Osorio Chong dijo que no cuentan con la información para confirmar las causas, por lo que dar cualquier información preliminar, “sería una irresponsabilidad”. .

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