Maestro rural desaparece en pueblo de Michoacán, tras arribo del Ejército
A los 17 años de edad, Daniel Ramos Alfaro se inscribió como instructor voluntario en el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), de la Secretaría de Educación Pública, con un objetivo doble: convertirse en maestro rural, para de esta forma apoyar a los niños de las comunidades más marginadas de Michoacán, por un lado, y por otro, obtener una beca para cristalizar su sueño de titularse como pedagogo.
Un año después de inscribirse en el Conafe, Dany, como lo llaman de cariño sus amigos y familiares, cumplió con el tiempo requerido como instructor voluntario e inició su licenciatura en pedagogía, becado por la SEP, y aún cuando no era necesario, él decidió continuar su labor como maestro rural.
Así, con casi 21 años de edad, Daniel Ramos suma ya cuatro años de experiencia como profesor en las comunidades más alejadas y pobres de Michoacán, razón por la cual fue nombrado como coordinador de instructores, con la encomienda de visitar los distintos pueblos donde el Conafe tiene presencia, para evaluar los avances en la educación de los niños. Esta labor, no obstante, se vio interrumpida abruptamente el pasado 2 de octubre, cuando este joven desapareció en los caminos serranos de la localidad conocida como Betania, en Tierra Caliente, algunas horas después de que a ese lugar arribara un contingente militar.
“Mi hijo desapareció el mismo día que llegó una cuadrilla de soldados a Betania –narra doña Rebeca, madre del maestro rural–, esos soldados llegaron entre las 12:00 y las 13:00 horas al pueblo, y le pidieron a mi hijo, y a la maestra asignada ahí, permiso para acampar en la escuelita, y Dany les dio permiso, pero ellos terminaron acampando en la capilla… tres horas después, alrededor de las 16:00 horas, mi hijo supuestamente dejó la localidad, para dirigirse al pueblo de Nuevo San Martín, donde se encontraría con otra maestra, sin embargo, ya no se supo más de él”.
Sólo sus maletas fueron halladas a una hora de camino, junto con su cartera y sus identificaciones, “es como si simplemente se hubiera esfumado”, protesta su madre, y su búsqueda, destaca, se ha visto entorpecida por el relevo de las autoridades estatales, así como por el hermetismo y la displicencia mostradas por el Ejército.
Parácuaro
Luego de que familiares, amigos y compañeros de Daniel realizaran una marcha en Uruapan, el pasado 12 de octubre, así como protestas frente a las oficinas del gobierno estatal en Morelia, tres días después, la Procuraduría de justicia de Michoacán accedió a emprender acciones para su búsqueda, aunque, lamentó doña Silvia, tía del profesor desaparecido, “lo que hicieron fue un sobrevuelo, rapidito, por un área de 200 kilómetros, no llevaban ni siquiera equipo para ver a distancia, sólo fue como para que viéramos que algo se hacía, y eso se hizo por indicación del entonces gobernador interino Jesús Reyna, pero ahora que volvió al cargo el gobernador Fausto Vallejo (tras una licencia por razones médicas), ya ni le toman las llamadas a mi hermana, la mamá de Dany.”
Por su parte, la señora Rebeca aseguró que aun cuando la desaparición fue inmediatamente denunciada ante la Procuraduría General de Justicia del Estado de Michoacán, a 29 días de ocurrida, esta dependencia no ha tomado declaraciones ministeriales a los pobladores de Betania que encontraron las maletas del profesor rural, ni tampoco a la maestra que estuvo con él cuando llegó al pueblo el contingente militar y, de hecho, “la Procuraduría no sabe ni siquiera a qué regimiento pertenecía esa cuadrilla militar, el mismo subprocurador de Justicia estatal, Marco Vinicio, me dijo que iba a preguntar, pero que es muy difícil meterse con los soldados.”
Sólo de forma extraoficial, autoridades de la Conafe en Michoacán informaron a la familia que la cuadrilla militar que arribó a Betania el día en que desapareció el maestro Daniel pertenecía al regimiento del Ejército asentado en Parácuaro, por lo que, acompañada de sus hermanas, la señora Rebeca decidió consultarlos directamente.
“Me subí a una camioneta con mis cinco hermanas, y agarramos camino a Parácuaro, pero llegando a Apatzingán, una patrulla militar nos detuvo, y cuando les enseñamos las fotos de Dany, yo noté que uno de los soldados se sorprendió, mientras que otro ni siquiera quiso voltear a ver el retrato, simplemente negó saber de mi hijo… luego seguimos hasta llegar a la zona militar de Parácuaro, y cuando les mostramos a los soldados de la entrada el retrato, uno de ellos inmediatamente dijo ‘sí, es el maestro de Betania’, pero luego ya no quiso decir más…”
Aunque insistieron, la mamá y las tías de Daniel no fueron recibidas por ninguna autoridad militar y, por lo tanto, “no sabemos si los soldados jugaron algún papel en la desaparición de Dany, pero creemos que deben investigarlos, y con seriedad. Lo único que nos ha dicho el Ejército en torno a este asunto es que no pueden ayudarnos a rastrear la zona, y las autoridades estatales nos dicen que no pueden investigar a soldados, porque ellos tienen sus propias leyes, y eso me parece ilógico.”
–¿En la zona donde desapareció Daniel opera la delincuencia organizada? –se pregunta a la señora Rebeca.
–La gente de Betania dice que no, que ahí no hay nada de maldad, pero, si no hay gente mala, ¿qué hacía ahí el Ejército? Si no hay gente mala, ¿dónde está Dany?
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