"Revolución de Chávez, un gran sueño que acabó en tragicomedia"
Es febrero del año 2010 y Rory Carroll (1972, Dublin), corresponsal del diario The Guardian, está en Caracas para cubrir un Aló Presidente; el maratoniano show de Hugo Chávez en el que lo mismo se puede ver al comandante cantar, bailar, rapear; montar a caballo o conducir un tanque; o hacer de loco, hombre de Estado, o patriarca de los venezolanos.
Durante los minutos iniciales del programa, el comandante se dirige al público que abarrota la Plaza Simón Bolívar. Sonríe, saluda aquí y allá, manda un abrazo para Fidel, critica al Imperio, habla de música, y ensalza el legado de El Libertador, de estatua presente. Sin embargo, repentinamente Chávez deja de sonreír. Apunta en un gesto teatral hacia un elegante bloque de diez pisos que se levanta en las inmediaciones de la plaza y, en uno de sus habituales golpes de timón, pregunta al alcalde de la ciudad qué hay en ese edificio. “Pausa expectante –escribe Carroll en su crónica del suceso-, porque todo el mundo sabía, el comandante sabía, que era La Francia, un célebre punto de referencia ocupado por las mejores joyerías del país”. Tras unos segundos de incertidumbre, el alcalde caraqueño traga saliva, se seca el sudor de la frente, y confirma que, en efecto, se trata de un edificio “de joyerías privadas”. Entonces, “con el brazo extendido y el dedo apuntando hacia allí, el comandante soltó su dictamen: “¡Exprópielo! ¡Señor Alcalde, exprópielo!”.
“Chávez fue un animal político, un genio de la política, y un ser humano muy sensible que tenía una visión de sí mismo muy romántica”
Esta es una de las anécdotas que el lector encontrará en el libro Comandante: La Venezuela de Hugo Chávez (editorial Sexto Piso), una crónica de primera mano sobre Hugo Chávez y su proyecto político, escrita por Rory Carroll durante seis años de corresponsalía en Caracas.
“El libro es una crónica, y en algunos sentidos una fábula del poder; un retrato de la revolución que Chávez creó y de cómo el poder la consumió”, explica en entrevista con Animal Político Carroll, para quien el comandante no fue un dictador, sino un “híbrido”, un “autócrata electo”, que se puso a sí mismo en el centro de una “revolución narcisista” que acabó siendo “un fiasco, una tragicomedia repleta de humor negro”.
–Tras seis años cubriendo la información de Venezuela, ¿cómo definirías a Chávez como persona y político? –se le cuestiona-.
-Al final de su vida era imposible separar uno de otro. Chávez fue un animal político, un genio de la política, y un ser humano muy sensible que tenía una visión de sí mismo muy romántica. Además, era muy astuto, con un cerebro sofisticado. Aunque a veces pudiera actuar como un payaso, o solía hacer cosas aparentemente ridículas, en su actuar siempre había cierta lógica.
-En tu libro plasmas que en Venezuela existe una atmósfera de adoración y odio hacia el comandante que separa a chavistas de antichavistas. Incluso, señalas que pareciera que ambos bandos viven en “planetas diferentes”… –
Sí, Chávez escogió la polarización como táctica política, y lo hizo exitosamente tanto en Venezuela como en el exterior, para inspirar a sus seguidores y provocar a sus enemigos. Porque él pensaba que la revolución requería de enemigos y también de la pasión de sus seguidores. Y esa táctica le ayudó mucho a ganar elecciones.
-¿Qué era lo más importante para Chávez? –
La lealtad siempre fue lo más importante para él. Su prioridad fue tener el poder, y luego protegerlo y extenderlo. Por eso quería estar rodeado siempre de gente leal, fiel. Para Chávez la lealtad era mucho más importante que la honestidad o la capacidad. Por eso muchos de sus ministros eran corruptos y poco capaces, y esto fue uno de los grandes fallos de la revolución: la incompetencia.
-¿Crees que el comandante fue responsable directo de la corrupción al interior de su gobierno? –
Al final sí fue responsable. Él tenía todo el poder en sus manos, y la revolución era su criatura. -¿Chávez era corrupto? -No lo era en cosas materiales. Pero él toleró la corrupción en sus propias filas por varias razones. Una, porque cuando un ministro o un funcionario era corrupto, también era más vulnerable, porque sabía que Chávez sabía. Toleró la corrupción para fortalecer su poder y autoridad.
“Para Chávez la lealtad era mucho más importante que la honestidad o la capacidad. Por eso muchos de sus ministros eran corruptos e incompetentes”
-En tu libro también expones que nadie en el gobierno, salvo Chávez, tenía permitido brillar. Incluso, dices que los “discípulos” del comandante “no aportaban ideas ni un talento especial”, y que se ofrecían “como relleno para cualquier puesto”… –
Sí, los funcionarios tenían terror de hablar con los periodistas, porque podían decir algo que contradijera al comandante. Y esto era muy fácil que pasara, porque de un día para otro Chávez cambiaba de opinión fácilmente. Por eso, para sus ministros era mejor callarse y dejar a Chávez como el rey del sol. Él era el único que podía mostrar su poder en público, y esto lo veíamos en el uso que hacía de la televisión, con esos maratones inacabables, y con ese uso tan característico de la sorpresa y la improvisación.
-Sorpresas que, tal y como narras en la anécdota de la expropiación de unos edificios de joyerías en Caracas, aplicaba a sus propios funcionarios. –
Claro, a Chávez le encantaba cambiar de opinión o de planes en el último minuto. Y lo hacía para desestabilizar a la oposición, y también para provocar pánico dentro de sus propias filas. Esa era su manera de demostrar que él era el comandante.
-Antes mencionabas los “maratones inacabables” de Aló Presidente. ¿Cómo llevaste escuchar a Chávez hasta por ocho horas? –
Soportar los discursos fue realmente duro (ríe). Pero para mí lo más difícil fue conseguir fuentes confiables dentro del gobierno. ¡Nadie quería hablar! Tuvieron que pasar años para que consiguiera contactos y fuentes para poder escribir este libro. Y esa es una de las paradojas de la revolución: que en muchas cosas era muy incompetente, pero al mismo tiempo era muy disciplinada para que no se hablara con la prensa.
“A Chávez le encantaba cambiar de planes en el último minuto para desestabilizar a la oposición, y también para provocar pánico dentro de sus propias filas. Era su forma de mostrar que él era el comandante”
-En Venezuela los medios que no son chavistas denuncian represión por parte del gobierno. En tu caso, ¿hubo alguna vez presión de las autoridades? –
Como corresponsal extranjero yo tenía una posición privilegiada y el gobierno nunca hizo nada para intimidarme. Hubo alguna excepción, por ejemplo cuando Chávez me criticó fuertemente en un Aló Presidente. Pero no lo tomé como una amenaza. -¿Por qué te criticó? -Le pregunté por su intención de querer presentarse a la Presidencia de manera indefinida, y él convirtió eso en una oportunidad para criticar a Europa. Básicamente, dijo que mi pregunta había mostrado el cinismo europeo porque, por ejemplo, nadie votó a la Reina de Inglaterra.
-Pero tú eres irlandés…–
Sí, cuando me regresaron el micrófono le expliqué que no era inglés, sino irlandés y que además era republicano. Pero no me ayudó en absoluto. Chávez volvió a criticar a Europa como los responsables de todo lo malo en América Latina y África.
-¿Cómo ves hasta ahora la gestión de Nicolás Maduro? –
Maduro sigue la misma línea de gobierno en cuanto a la economía y a la política, con dos diferencias: una, que su gobierno no tiene la misma plata que la que tenía Chávez, por el petróleo. Y la segunda es obvia: Maduro no tiene el carisma del comandante. Imita su forma de hablar, de caminar, usa las mismas expresiones… pero simplemente no es Hugo Chávez. Luce como un ‘mini-me’, una versión falsa del comandante.
“Maduro no tiene el carisma de Chávez; luce como un ‘mini-me’, una versión falsa del comandante”
-En la última elección Capriles se quedó cerca de la Presidencia. ¿Está la derecha venezolana más cerca del poder sin Hugo Chávez? –
Capriles tiene un reto sumamente complicado. Es muy difícil enfrentar al gobierno chavista porque, por ejemplo, no tiene un canal de televisión para difundir sus mensajes. Su espacio para actuar es muy limitado.
-Ya para concluir, ¿cómo defines la revolución bolivariana? –
La revolución socialista en Venezuela fue un gran sueño. Una oportunidad histórica que contaba con muchos recursos procedentes del auge petrolero y con el enorme talento político de Chávez. Fue una gran oportunidad para transformar Venezuela que al final se quedó en una revolución nula, porque el resultado es un fiasco lleno de tragicomedia y humor negro. Aquí puedes leer o descargar el primer capítulo de regalo de ‘Comandante: La Venezuela de Hugo Chávez’, del periodista Rory Carroll:
Comandante Adelanto by http://www.animalpolitico.com
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