Menú guadalupano: el 12 de diciembre en la comida

Una cajuela con botellas de agua y un retrato de la Virgen de Guadalupe y Juan Pablo II. Foto: Francesc Messeguer
-¿Un cafecito?- pregunta la voz de un chico que, sobre Boulevard Puerto Aéreo, ofrece café de olla a los peregrinos que se dirigen a la Basílica de Guadalupe.
Hoy es 11 diciembre y gente de todos lados viene a la Ciudad de México para visitar a la Virgen de Guadalupe y, con suerte, llegar a las 12 de la noche al altar donde se encuentra su imagen para cantarle las mañanitas. La tarea por supuesto es difícil: se habla de millones de peregrinos que año con año llegan a La Villa para ver a la Virgen y agradecerle por sus milagros. Pero hay un factor que ayuda a aguantar la caminata y que no necesariamente es la fe. Se trata de la comida, en grandes cantidades, que le es ofrecida a los peregrinos.
Aquí, el menú incluye: pan dulce y café, té o atole para el frío, naranjas y botellas de agua, hot dogs, tortas, tamales, tacos al pastor, latas de coca cola, chilaquiles, gorditas de nata, dulces, cigarros y mezcal. Los alimentos son ofrecidos sin costo alguno. Y todo agradecimiento que puede emanar de ellos es rápidamente transferido. Aquí, si un peregrino da gracias por la comida que le acaba de ser entregada, se topa con la siguiente respuesta: “no me des las gracias a mí, dale gracias a la Virgen”.
Pero la tradición de venir a regalar (y recibir) comida es de todos los años.
Oscar empezó a las cinco de la tarde a preparar las tortas que está regalando. También trae agua de horchata. Aunque el trabajo le llevo toda la tarde, ya está acostumbrado, pues viene cada año con su esposa. “Preparamos esta comida para colaborar un poco con la gente que viene de lejos”, cuenta.
Jesús Hernández viene de San Jerónimo. Trajo tacos al pastor de una persona que donó la carne de puerco para los peregrinos. Aún no ha regalado nada, pues sigue preparando la comida. Pero confía que sus tacos se van a ir de volada. “¿A quién no le gustan los tacos al pastor?”, se pregunta.
-¡Pásele, hay tacos!- grita otro hombre que atiende otro puesto de comida en la Avenida 503. La gente se acerca, pero el esfuerzo es inútil: ya se acabaron todos. Ya no hay vitamina T- bromea el mismo hombre-. Ahí pa’l próximo año les traemos más.
Entre las tantas personas que estaban haciendo fila para recibir algún taco, se encuentran Chayo y Ofe, dos hermanas que desde hace 13 años van a La Villa para ver a la Morenita. Los años les han enseñado el ritual: ambas cargan dos bolsas vacías que, a lo largo de la noche, se llenarán de los alimentos ofrecidos. Las dos son tan parecidas, que podrían pasar por la misma persona. Su silueta, compuesta de suéter rosa y pelo negro chino, es perceptible en casi todos los puestos de comida que hay en la ruta hacia la Basílica.
-Aunque me lo tengo que acabar aquí y no llevar mucho para mi casa- cuenta Ofe-. Si no, mi hija me va regañar: “ay, mamá, para qué te traes tanta comida. ¿Qué no ves que es para la gente que viene de lejos?” El primer año que vine con mi hija no me dejo agarrar nada. Ahora ya no vengo con ella.
Chayo la interrumpe, como queriendo entrar en una comparación de travesuras:
-Yo una vez agarré tantas tortas que al día siguiente el jamón estaba todo azul y las tuve que tirar. Mi hijo me regañó mucho.
Norma Leticia Córdoba Juárez vino con toda su familia a regalar los tamales prepararon juntos. Su puesto está lleno porque una de sus nietas no deja de gritar: “¡Támales! ¡Últimos tamales, últimos!”. Tiene 20 años de estar aquí.
-La receta de los tamales es secreta- cuenta Norma, quien entre risas continúa- sólo puedo decir que tienen mucha masa. Pero damos colaciones y refrescos. Nosotros somos guadalupanos. Lo hacemos con corazón y amor. Estas personas vienen de lejos. Nosotros les damos comida porque porque allá en la Basílica lo dan todo muy caro. Entonces aquí les ayudamos. Y además todo es sano porque es comida hecha en casa.
Para Norma, el regalar comida a las peregrinos es tanto un agradecimiento para la gente que viene a ver a la Virgen, como para ellos, que son católicos. “Se siente uno bien porque la Virgen nos ha dado muchísimo”, afirma.
Al cuarto para las nueve Chayo y Ofe hacen una pausa para comerse una torta y tomar un poco de agua. A sus sesenta y pico de años, una caminata de cuatro horas, desde Metro Boulevard Puerto Aéreo hasta La Villa no es poca cosa. “La mera verdad yo vengo por la virgen”, cuenta Chayo con un tono de solemnidad. Aunque casi al momento, en una risa traviesa, rectifica: “aunque la comida sí que ayuda”.
Sentadas una parada de autobús, mientras Chayo se termina su torta y Ofe empieza a degustar su tamal de elote con naranja, ambas hablan acerca del ritual:
Lo que pasa es que la gente viene a dar comida porque le hace mandas a la Virgen– explica Chayo-. Le piden ayuda en algo o que les haga un milagro. Y se comprometen: si la Virgen les ayuda, entonces ellos vienen a ayudar a los peregrinos que vienen a verla. Les dan comida y agua y les dejan usar sus baños.
Pero para Ofe, el milagro está en otra parte: en que haya comida para tantos peregrinos.
Después de caminar poco más de hora y media, Ofe le preguntó a Chayo:
-¿De qué es este puesto, Chayito?
-De hot dogs y arroz con leche, Ofe.¡Véngase!
El puesto era atendido por Gloria Romo de Herrera, una mujer que, por 40 años le ha ofrecido a los peregrinos hot dogs y arroz con leche, durante la noche del 11 de diciembre.
-Todo lo preparamos entre mis hijas y yo-platica Gloria-. Llevamos 20 kilos de arroz y 80 litros de leche. El arroz lo preparamos con canela y vainilla, y le echamos su azúcar. Es fácil y rápido. También compramos Mil piezas de hot dogs.
Cuando por fin Chayo y Ofe llegan a la Calzada Guadalupe ya tienen sus morrales llenos de comida. Al día siguiente los nietos de Chayo tendrán pan dulce y tortas para desayunar. Pero mientras caminan se dan cuenta que aquí, a unos pasos de la entrada de la Basílica, ya no hay gente regalando comida. Aquí, lo más cercano a los puestos de unas calles atrás es un McDonalds, un Burger King y un Toks, que están sobre la avenida principal.
A las 00:18 horas, Chayo y Ofe logran entrar a la Basílica. La larga caminata ha terminado. Pero apenas minutos antes, junto con miles de personas, le cantaban las mañanitas y le hacían una porra a la Guadalupana: “¡A la bio, a la bao, a la bim-bom-ba, la Virgen, la Virgen, ra, ra, ra!”
Entre los aplausos a la virgen, una niña le preguntó a su madre:
-¿Por qué le cantan las mañanitas a la Virgen?
–Éste es su cumpleaños– respondió la madre- y todos nosotros estamos invitados a su fiesta.
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