Con motivo de la conmemoración este martes 8 de abril de los 100 años del natalicio de la actriz mexicana María Félix, y a 12 años de su fallecimiento, Animal Político hace un recuento de la relación de la intérprete con la política en este trabajo del periodista Alberto Tavira, que publicó en este portal el 8 de abril de 2011.
Ya no volvió a levantar la ceja. María Félix cerró sus ojos el 8 de abril de 2002 para nunca más volverlos a abrir. Ese mismo día y ese mismo mes, pero 88 años atrás, se había despedido del cordón umbilical en su natal Álamos, Sonora. Desde entonces, desde su nacimiento, comenzó la leyenda de una mujer que hizo de su personaje todo un mito que, cuando abría la boca, emitía declaraciones lapidarias sobre todo en cuanto a política se trataba.
A nueve años de su fallecimiento retomamos íntegros algunos fragmentos del capítulo “El espectáculo del poder” de su autobiografía que lleva por título María Félix. Todas mis guerras. La cual fue publicada por editorial Clío en 1993. En ese apartado comienza diciendo: “En mis ideas políticas he cambiado mucho. Antes creía más, me entusiasmaba con los grandes líderes. Ahora veo la política desde lejos y me parece un espectáculo como el cine, donde hay buenos y malos actores.”
Plutarco Elías Calles, “el jugador de su bolsillo”.
A lo largo de mi vida me ha tocado conocer políticos de toda laya: desde pulgas hasta gigantes, pasando por los de medio pelo (…). Calles fue un tipo bien intencionado, al menos yo lo creo así. Era un hombre al que le gustaba mucho el juego, pero aunque haya sido jugador, fue honrado. Le gustaba perder su dinero en la baraja, no jugar con el dinero ajeno como hizo López Portillo. Creo que los políticos de antes eran menos corruptos que los de ahora. También conocí a las hijas de Calles, Tencha y Alicia, que me parecen gentes fabulosas.
Yo he visto que mi país en lugar de ir para adelante, se fue para atrás. Nos han hundido la corrupción y la frivolidad de los gobernantes que se obnubilan con el poder y sólo escuchan a su grupito de lambiscones. Por eso yo pediría que en primer lugar se limitara el poder de los presidentes. He conocido a varios que llegan al poder muy cuerdos y acaban enloquecidos. Yo puedo tener mis veleidades y mis caprichos sin afectar a nadie. Pero las veleidades de un señor presidente pueden arruinar a todo un país, como sucedió con Echeverría y, peor aún, con López Portillo.
Lázaro Cárdenas del Río, “el extraordinario actor”.
A don Lázaro Cárdenas lo traté muy poco. Pienso que hizo mal con la nacionalización del petróleo. Eso le costó mucho dinero a México y no ha servido para nada: ahí está el gasoducto de PEMEX que estalló hace poco en Guadalajara. Pero juzgándolo como actor, sin lugar a dudas fue extraordinario, a tal punto que su gente no lo ha olvidado.
Maximino Ávila Camacho, “el mal actor”.
A Manuel sólo lo vi de lejos, pero tuve la desgracia de conocer a su hermano Maximino, que tenía tanto o más poder que él. Maximino me corrió detrás cuando yo empezaba en el cine. Yo le tenía pavor por lo que se contaba de él. Era mandón, astuto, arrogante: un típico ejemplar del circo de los malos actores. Me mandaba seguir, me invitaba a sus fiestas, pero no se le hizo el gusto conmigo porque si yo había escogido mi trayectoria de libertad y de independencia no iba a dejarlo todo por meterme con un político a ver qué regalos me daba.
Miguel Alemán Valdés, “el Jefe Pluma Blanca”.
A Miguel lo conocí ya de ex presidente. Me ligaron a él como una amante durante todo su gobierno y la verdad es que ni siquiera lo llegué a ver de cerca. Se rumoraba, entre muchas otras mentiras, que había un túnel subterráneo entre mi casa de Polanco y Los Pinos, por donde el presidente se metía para venir a verme. Como yo era la más guapa del cotarro y como a Alemán le gustaban mucho las guapas, el pueblo creía que yo me le merecía, pero nada era cierto. Si yo me compraba con mis centavos alguna piedrita o alguna alhaja de poco valor, de inmediato decían que Alemán me la había regalado. Así es que no me podía poner nada. Y a mí me daba coraje porque mis joyas eran modestas, no eran alhajas tan grandes y tan formidables como las que el presidente me hubiera podido regalar. Siempre lo estaban dejando como avaro con esos regalos.
Cuando Alemán ya había desocupado la silla me lo encontré en casa de Nabor Carrillo en un banquete y le dije: “Mire, me han achacado tantas cosas con usted que véngase a comer a la casa conmigo. Total, ya somos famosos ¿no?” Ahí empezó nuestra amistad, que fue muy buena porque yo simpatizaba con su hija Beatriz, Alex se hizo amigo de Alemán y como éramos vecinos nos juntábamos a cenar muy seguido. A parte de su importancia como político, Alemán era simpático, alegre, fácil de tratar, sencillo, inteligente y muy atractivo. Yo le decía Jefe Pluma Blanca, por su mechón canoso. Estoy perfectamente de acuerdo con las mujeres que se volvían locas por él. Si nos hubiéramos conocido más jóvenes quién sabe qué hubiera pasado. Pero Alemán ya tenía su segundo frente, una mujer Austriaca bellísima. Yo también era invitada a la casa chica y para no herir susceptibilidades me apalabraba antes con Beatriz y le avisaba. “oye, mi reina, me invitan a la casa chica, no vayas después a enojarte conmigo porque tu padre me invitó”. Fuera de la cosa mundana tengo la impresión de que Alemán fue un gran presidente. Se preocupaba mucho por el país y nunca tomó las decisiones a la ligera. Nadie puede negar que dejó cosas buenas y eso ya es mucho en un país en el que la mayoría de los presidentes dejan horrores.
Adolfo Ruiz Cortines, el de la esposa tramposa
A Ruiz Cortines lo traté en cenas de Los Pinos y alguna vez jugué canasta con su mujer, que por cierto era muy tramposa. Estaba acostumbrada a jugar con un grupo de lambisconas que se dejaban ganar para congraciarse con ella, una vez tiró un nueve al monte y se le ocurrió gritar:
–¡Con el nueve no se mueve!
Yo le dije que esa regla no existía en la canasta, y como tenía un par de ese número, me llevé el monte. Sus amigas se quedaron con el ojo cuadrado.
López Mateos, el político que no apostaba
A Fito López Mateos lo conocí cuando era muy joven y él era profesor de la Universidad. Tomé un curso con él y nos hicimos amigos antes de que llegara a la presidencia, pero no llegamos a ser íntimos. Era mucho más atractivo como hombre Miguel Alemán que Fito, y también más inteligente. No quiero decir con esto que Fito haya sido tonto. Algo debía de tener para llegar a un puesto como ese, pero le faltaba el atractivo intelectual de Alemán. Cuando Fito estaba en Los Pinos con mucho estrés y mucho trabajo, se venía de incógnito a mi casa a jugar canasta. Lo que no me gustaba a mí era que no apostaba: con él puros juegos de frijolito.
Una vez le pregunté cómo se sentía después de cierto tiempo de ser Presidente de la República.
–¿Qué diferencia notas en ti? ¿Eres el mismo? ¿Has cambiado?
–Mira -me dijo-, tú no puedes tener una idea de lo que es esto. Llega un momento en el que te lavan el cerebro las gentes que están todo el día contigo para alagarte, para decirte que eres guapísimo y que tienes el pelo rizado. Al principio dice uno: se están burlando de mí. Pero después te lo acabas creyendo, porque es muy envanecedor que nadie te diga que no a nada.
Si me podía decir eso era porque en el fondo no llegó a perder la cabeza. Creo que tuvo un gobierno tranquilo, con la ventaja de que no había grandes problemas. Ya estaba enfermo cuando lo vi por última vez en París. Supimos que había llegado y Alex (Berger, esposo de María) lo invitó a cenar en el Maxim´s. Ya estaba un poco tocado por su aneurisma y le costaba un trabajo llevar la conversación. Era un hombre disminuido y un poco triste, como si le doliera haber dejado las mieles del poder.
Gustavo Díaz Ordaz, “el gran presidente”.
De Díaz Ordaz no puedo contar anécdotas, porque lo conocí poco. No tenía encanto personal pero siempre lo he considerado un gran presidente. Su mérito fue tomar decisiones muy difíciles y muy peligrosas. Lo que hizo en Tlatelolco fue atroz pero salvó al país en un momento de crisis. El mundo estaba viviendo una coyuntura difícil y aquí había muchos contactos en el exterior en la cuestión del movimiento estudiantil. Se estaba reproduciendo en México el movimiento de Cohn-Bendit en París, y sino se paraba la cosa a tiempo, quién sabe que hubiera pasado, sobre todo con los Juego Olímpicos encima. Yo creo que estaba muy preocupado por el país y no tuvo más alternativa que ocupar la fuerza. En Francia los estudiantes protestaban, hacían cosas tremendas, pero eran más controlables.
Esos brotes de rebeldía como los que hubo en el 68 me parecen naturales en la juventud. En todas las épocas los jóvenes han protestado, lo aburrido sería que protestaran los viejos. Lo que a mí no me gustaba era el lado feo de todo eso; el lado siniestro: las drogas y el desenfreno autodestructivo. Los hippies no me gustaban. Sus ideas y sus filosofías no las critico, pienso que eran interesantes. Pero la limpieza es algo fundamental para mí, y esos jóvenes daban una impresión muy desfavorable. Por lo que toca a la revolución sexual de esa época, la verdad no le di ninguna importancia. Para mí, el amor es privacidad y secreto. Eso de andarse desnudando en la playa me parece que le quita sabor al sexo.
Miguel de la Madrid Hurtado, “el fan de La Doña”
A De la Madrid lo tengo un poco borrado. No pudo hacer gran cosas con un país hecho jirones. ¿Cómo iba a levantar la cabeza? Lo que hizo fue capear el temporal, poner parches aquí y allá para que no se hundiera la nave. Pero fue un gobernante discreto, y eso ya fue una ventaja después de las vedettes que lo antecedieron.
Cuando recibí el Ariel de Oro por mi trayectoria en el cine, De la Madrid mandó a uno de sus ayudantes a pedirme un autógrafo. Yo pensé que era un truco de un fan y le dije:
–Pues dígale al presidente que si quiere un autógrafo que me lo venga pedir en persona.
Se había formado frente a mí una fila de gente y le preguntaban a cada persona cuál era su nombre para escribir la dedicatoria.
De pronto llegó el primer mandatario con su esposa. Yo no recordaba su nombre de pila y tuve que tratarlo como a todo el mundo:
–Su nombre, por favor.
–Miguel de la Madrid Hurtado, a sus órdenes -me respondió muy serio-.
Octavio Paz se rió mucho cuando le conté esa anécdota. Según él, De la Madrid debió responderme “Axayácatl” o “Benito Juárez”.
Carlos Salinas de Gortari, “el hombre de pantalón blindado”
Salinas de Gortari va cada vez mejor. Al principio no lo conocía, y como todos los presidentes empiezan igual –prometiendo, prometiendo, pero luego todo cae al agua–, pensé que iba a pasar sin pena ni gloria. Pero a fuerza de verlo, he notado que tiene inteligencia, valentía y atractivo personal. La primera vez que lo vi por televisión no me di cuenta de lo que traía por dentro. Pero como está en la pantalla a todas horas y dice cosas sensatas, una termina reconociendo que el tipo vale. Ha tomado decisiones importantes y benéficas para el país. Que vende los teléfonos, pues bueno, de alguna forma tenemos que conseguir dinero ¿no? Siento que ahora sí tenemos un jefe de buena fe, que nos puede conducir al progreso. Me tiene asombrada su capacidad de trabajo y la energía mental con que resuelve problemas. Además tiene el pantalón blindado como lo tenía el Jefe Pluma Blanca, y sabe tomar decisiones con la cabeza fría. Ojalá mantenga los pies en la tierra y no se envanezca.
A últimas fechas la oposición a empezado a crecer en México. A mí me parece bueno que haya oposición, pero no sé si estemos capacitados para ejercer el voto. Hace unos años no lo estábamos. Ahora la gente ya está cansada de que le impongan todo y quiere votar, aunque no sepa bien por dónde va la cosa. Equivocándose tienen que aprender, pero a mí se me figura que le PRI todavía es un partido exitoso y ahora, con enemigos fuertes, tiene una gran oportunidad de mejorarse y renovar a sus gente.
Casi al finalizar el capítulo “El espectáculo del poder”, La Doña, a los 79 años que tenía en 1993, dijo: “Si no hubiera sido actriz, me habría dedicado a la política para ayudar en algo a mi gente. Soy una persona que sabe decir las cosas y creo que podría hacer una serie de gestiones importantes para el beneficio del pueblo”.
Comercial de Miss Clairol 1983:
María Felix en un comercial de la tarjeta Carnet:
También hizo un comercial para una empresa de telefonía celular:
*Nota originalmente publicada el 8 de abril de 2011.
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