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El otro albergue de Mamá Rosa: el de ancianos (imágenes)
El otro albergue de Mamá Rosa: el de ancianos (imágenes)
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El otro albergue de Mamá Rosa: el de ancianos (imágenes)
23 de julio, 2014
Por: Majo Siscar (@majosiscar)
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[slider_pro id=”84″]Pepe tiene setenta años y en las mañanas sale a vender rastrillos a las calles de Zamora. De lo que saca se procura su comida, a veces almuerza en el mercado, otras se cocina lo que puede en el “Albergue para Gente de la Tercera Edad”, Lalo Torres. Allí reside con una veintena de adultos mayores más sin familia que viven de la caridad de los vecinos y otras personas que se asoman.

El lugar es una planta baja con un dormitorio, una sala, una cocina, un baño colectivo y un patio. Los víveres brillan por su ausencia. El refrigerador ni siquiera funciona dado que no tienen comida para almacenar. Las estanterías están vacías. Cada quién tiene algunas reservas -café, frijol, azúcar- que consigue por sus métodos, saliendo a trabajar en tanto su cuerpo se lo permita, reciclar basura o de donaciones.

Un señor de barba y uñas largas cuenta que a él una vecina le trae cada día varias comidas preparadas. No sabe ni qué edad tiene, perdió los papeles viviendo en la calle y también la cuenta.

Pepe es uno de los que se encuentra mejor y trapea de vez en cuando, pero asegura que raras veces hay jabón o cloro. Otros le ayudan. Entre los que se pueden mover bien, cargan baldes de agua de una pileta en el patio a los baños, donde no corre el agua, ni en las tazas ni en las piletas, que ya se cayeron por el uso y nadie se molestó en arreglarlas. Se bañan a jicarazos. Para calentar el agua usan una resistencia eléctrica. Solo hay gas para la estufa desvencijada, oxidada por el tiempo pero que todavía aguanta, paciente como sus habitantes, para que otro anciano hierva un poco de agua para café.

Aún así, muchos de los hombres, de origen campesino, prefieren cocinar a leña, en el patio. Tienen algunas ramas que recogieron ellos mismos en los alrededores de Zamora, todavía rurales.

[contextly_sidebar id=”sTqhnGG8xLtWt8N0UHf0x2W18j6tVngw”]El albergue está en la planta baja de una propiedad a nombre Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, conocida popularmente como Mamá Rosa, y es una extensión de la obra social de la asociación La Gran Familia. En los otros dos pisos del edificio hay departamentos que renta Verduzco. Ella les traía de repente víveres, colchonetas o enseres pero no había una fecha de entrega regular. Hace unos meses falleció uno y Verduzco se encargó del funeral. También tienen un acuerdo con el Seguro Social para atenderlos si lo necesitan. Ahora no saben que pasará con ellos.

El internado La Gran Familia, donde vivían 600 personas, entre ellas 438 menores de edad, fue intervenido por la Procuraduría General de la República (PGR) el pasado martes 15 de julio por insalubridad y denuncias de malos tratos, abusos sexuales y privación de la libertadLas autoridades han consignado a seis de los colaboradores de la directora, Rosa Verduzco, quienes permanecen arraigados en un penal de Nayarit. Respecto a Verduzco, la PGR declaró que debido a las condiciones físicas y psicológicas fruto de su avanzada edad –79 años– es “inimputable”.

María Elena Bravo es una zamorana de unos 50 años que los visita periódicamente para llevarles comida y hacerles compañía. Está muy indignada con la situación, tanto que el llanto la gana. “Mire, la gente solo ve lo malo de Doña Rosa, pero no ve lo bueno. ¿Quién se hace cargo de esta gente? Somos una sociedad que abandonamos a los niños y a los ancianos. ¿Y quién está dispuesto a ocuparse de ellos?”, espeta y señala alrededor de tres hombres cabizbajos que enmudecen.

En la casa, desangelada, el moho y la suciedad se mezclan con un fuerte olor a orines que desprenden algunos de esos adultos mayores, abandonados hasta por sus propias fuerzas. No tienen cuidador ni nadie que se haga cargo. No se quejan, peor estarían en la calle, alegan.

“Esto es descuido del gobierno. Las autoridades deben ser congruentes y hacerse cargo, pero no ahora, ya desde antes”, reclama Bravo.

En el DIF municipal de Zamora alegan que como La Gran Familia era una institución privada ellos no tenían capacidad de injerencia. Desde el municipio, el vocero de la presidenta, Jorge Zimmerman, explica que “ese albergue era una extensión de La Gran Familia y por lo tanto el subsidio municipal mensual de 14 mil pesos que recibía el internado infantil era extensivo a ese también”.

Y asegura que ya “se le puso en conocimiento al DIF estatal para que asumiera eso, pero creo que ahora no tienen mayor problema porque son solo 20 o 24 internados y creo que no han tenido ningún problema de subsistencia ahí”. En el asilo dicen no haber recibido ninguna visita de las autoridades todavía.

Verduzco operaba también un desayunador para personas sin recursos en una colonia aledaña, del que se encargaba y sigue a cargo otra persona. En algún momento tuvo otro asilo, que sigue bajo su propiedad, pero está inoperante, el Albergue Cito, apelativo con el que en el internado se referían a Enrique Hernández, uno de los señalados como presunto violador y abusador sexual.

Mamá Rosa regresó ayer martes a Zamora junto a su familia de sangre, después de un día de hospitalización en Guadalajara donde le colocaron un catéter para mejorar sus afecciones cardiacas. Todavía no saben qué va a pasar con la asociación civil La Gran Familia, por lo que ahora se dedicarán a cuidarla y preparar su 80 aniversario, el mes que viene, según explicó una de sus sobrinas a Animal Político.

 

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