"Los mexicanos no somos cualquier gato de la historia" (discurso de León Portilla en Antropología)
Señor licenciado Emilio Chuayffet Chemor, secretario de Educación Pública. Si quisiera mencionar a todas las personalidades del presidium y a otras que están aquí, creo que no acabaría en toda la noche. Me voy a limitar a mencionar a dos damas: la señora Avecita López Mateos y la doctora Yoloxóchitl Bustamante, directora de ese instituto hermano del INAH, el Instituto Politécnico Nacional.
Señoras y señores,
En 1962 se celebró en esta ciudad el trigésimo segundo Congreso Internacional de Americanistas. Ese Congreso, que sigue realizándose cada dos años, reunía a antropólogos, historiadores interesados por investigar las culturas de los pueblos indígenas, de los pueblos originarios como hoy le llamamos. En la sesión de clausura se presentaron varios proyectos de resolución, uno de ellos fue exponer ante el presidente de la República, licenciado Adolfo López Mateos, la idea de construir un nuevo recinto para albergar al Museo Nacional de Antropología.
Fuimos varios, el doctor Eusebio Dávalos Hurtado, que era director del Instituto Nacional de Antropología e Historia; el doctor Ignacio Bernal, muy distinguido arqueólogo que luego fue director de este museo y del instituto; don Alfonso Caso, figura señera de la arqueología y de la antropología mexicana. El doctor Dávalos era director, como ya lo dije, y el doctor Bernal era presidente de ese congreso; su servidor era secretario del mismo. Fuimos a ver al presidente López Mateos, que nos respondió con la afabilidad que le era característica y le expusimos a lo que íbamos y nos contestó: “Sí, autorizaré que se edifique ese nuevo recinto, pero con la condición de que se haga en dos años para que yo pueda inaugurarlo durante mi periodo presidencial”.
Y así fue, se contrató al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para diseñarlo y coordinar la edificación de este museo. Creo que huelga decir que el arquitecto Ramírez Vázquez ha sido figura señera de la arquitectura mexicana, es una persona de fama mundial. Se crearon comisiones, diversos grupos de arqueólogos, etnólogos, para que fueran en colaboración con los arquitectos planeando la construcción. Diré que al maestro Barrera Vázquez y a quien está hablando nos correspondió seleccionar textos, a él mayas y a mí náhuatl, para que los tradujéramos y los pusieran cincelados en las paredes de este museo. Y así se inauguró en 1964, con gran sololemnidad, con la plana mayor con la que ya se mencionó al licenciado Torres Bodet, gran humanista. También estuvo el licenciado Agustín Yáñez y, en fin, no puedo enumerar a todos.
¿Qué ha sido este museo? Brevemente hago una reflexión. En él se alberga, se custodia y se muestra la riqueza enorme de la cultura mesoamericana y de las culturas del norte de México. Somos una cultura originaria, una cultura que se desarrolló por sí misma, una de las pocas culturas originarias que ha creado la humanidad a lo largo de los milenios; eso le confiere una significación enorme. ¿Qué hizo el hombre en el aislamiento en el nuevo mundo? ¿Qué hizo alejado de las grandes civilizaciones del antiguo mundo, Egipto, Mesopotamia, China, etcétera? Entonces, por eso interesa tanto la cultura indígena de México en todo el mundo. Creo que eso es una primera razón. El mayor significado de este museo es que aquí está el mayor conjunto de obras que a la vez hoy vemos como creaciones artísticas, esculturas, obras, piedras maravillosas de cerámica, en fin, este tesoro. Hemos visto también los códices que alberga la Biblioteca de Antropología, que alberga este mismo museo.
En el segundo piso del museo hay una exhibición, como ustedes saben, de la presencia indígena actual. Yo siempre he pensado que es un tema difícil, porque a mí no me gustaría, tampoco creo que a ustedes, que nos convirtiéramos en objeto de museo. ¿Les gustaría a ustedes que su señor o sus abuelitos aparecieran en una vitrina? Como que no, ¿verdad? Entonces, ¿qué se va a exhibir?, ¿vamos a exhibir la miseria, el aislamiento en que han vivido? Es difícil, es difícil. A mí me parece que aunque ya se ha ido avanzando mucho en la presentación etnográfica de los pueblos actuales, se puede enfatizar en su creatividad. Por ejemplo, los Amuzgos de Oaxaca tienen una vestimenta de mujer que es bellísima, unos tejidos maravillosos. Mostrar eso, la creatividad, mostrar a los indígenas como maestros que nos hablan de su cultura. Entonces ya no son objetos de museo, sino copartícipes de la herencia indígena de México.
Un tercer significado del museo es que aquí hay una Pinacoteca, que a veces nos saltamos, pero desde la entrada está el magnífico cuadro de Rufino Tamayo con la luna, el jaguar, es maravilloso. Hay aquí un tesoro: unos 200 cuatros que acompañan las diversas salas. Aquí hay cuadros de Leonora Carrington, de Pablo O’Higgins, de Rina Lazo. Bueno, no puedo enumerar todos los que hay. Es un tesoro.
Y, finalmente, este recinto vibra con México, no es un interés meramente académico el que tiene, es un interés vital. Como decía el licenciado Tovar y Teresa, que viene a ser la presentación plástica viviente, real, no inventada, de las raíces más hondas en el ser de México. Todos los mexicanos tenemos esa herencia, yo siempre en mis clases en la UNAM les digo a mis estudiantes: Los mexicanos no somos cualquier gato de la historia, descendemos de la gran civilización mesoamericana y de la gran civilización mediterránea, la civilización mediterránea que arranca con Egipto, que sigue con Grecia, con Roma y que nos llega también en su versión española: ésta es la raíz de México.
Y qué bueno, recuerdo yo que Bernal se preocupó por que se realizara la presencia también de la otra raíz, el museo del virreinato en Tepozotlán. Partiendo de esa idea que es una realidad viviente, nada tiene de extraño que aquí se celebren conferencias, ciclos de conferencias, exposiciones de arte egipcio, de arte chino, de arte hebreo, de arte griego, que suelen atraer a miles y miles de visitantes. Y además aquí han tenido lugar actos que han sido trascendentales en la vida de México; varios de los presidentes de la República se han reunido aquí con colaboradores o con otros visitantes extranjeros para discutir problemas vitales. Los ciclos de conferencias son constantes; voy a recordar dos episodios que creo que significan algo en la vida de México.
Uno es cuando se descubrió el Templo Mayor de Tenochtitlan, allá por mil novecientos setenta y tantos. En esa ocasión, el arqueólogo que seguramente está aquí, Eduardo Matos Moctezuma y yo dimos un ciclo de conferencias en este museo. Y aquí, en este vestíbulo y en la Sala Torres Bodet se llenó como ahora casi y venía más gente que quería saber qué se descubría en los hallazgos del Templo Mayor. Fue tal la multitud que tuvimos que suplicar que la fuerza pública impidiera la entrada. Menos mal que esta vez la fuerza pública no nos impidió llegar; al revés, nos favoreció. Ese fue un acto muy significativo que pone de manifiesto el interés que tenemos por conocer nuestras raíces.
El otro momento fue en 1985, cuando el terrible terremoto que destruyó cientos de edificios y que causó la muerte de miles de mexicanos y mexicanas. Hubo una reunión aquí en este lugar, nada más que el presidium estaba aquí y el público allá. En esa reunión hablaron muchas personas y también se recordó una profecía que devolvió el alma a los que estaban aquí. Todos estaban tristes, apesadumbrados, ¿en qué ha parado nuestra ciudad?, ¿va a desaparecer, ese es nuestro destino? Entonces se dio lectura a la profecía del cronista Chimalpahin: “En tanto que dure el mundo, no se acabará, no perecerá, la fama, la gloria de México Tenochtitlán”. Mucha gente enjugó las lágrimas.
En resumen, y con esto termino, este museo es como el templo de la mexicanidad, la raíz de la mexicanidad. Por eso, ¡qué vengan millones de visitantes mexicanos y extranjeros! Yo pido al señor licenciado Chuayffet que consiga a este museo el apoyo para seguir realizando sus funciones.
Muchas gracias por su atención.
#YoSoyAnimal
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