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El discurso antimexicano de Trump no tiene sentido en la economía global
El discurso antimexicano de Trump no tiene sentido en la economía global
7 minutos de lectura
El discurso antimexicano de Trump no tiene sentido en la economía global
03 de marzo, 2016
Por: Lizbeth Padilla
@liz_pf 

Este texto se publicó originalmente en El Daily Post. Da click para ver la versión original en inglés.

Por Nathaniel Parish Flannery

Donald Trump está cerca de obtener la nominación como candidato del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de este año. Sus peroratas han inspirado a que gente de todo Estados Unidos grite alegremente su apoyo a un plan para construir un muro a lo largo de la frontera sur con México. “¿Y quién va a pagar por ese muro?”, pregunta siempre Trump enardeciendo a la multitud. “¡México!”, responden sus excitados partidarios.

Trump insiste en que México tiene un montón de dinero por ahí y por allá con el que puede pagar la construcción de ese muro fronterizo. “Cuando dicen que México no puede pagar la barda, yo respondo que, por supuesto que pueden. Tenemos (EU) un déficit comercial con México increíblemente grande… Son miles y miles de millones dólares, mucho más de lo que se necesita para pagar el muro”, dice.

De acuerdo con los datos de la oficina del censo de EU, en 2015 Estados Unidos efectivamente tuvo un déficit comercial de 58 mil 400 millones de dólares con México, una cifra gigantesca que supera el PIB anual de Vermont o Alaska.

Sin embargo, una mirada más profunda a las cifras de exportaciones de México revela una historia diferente. Las mayores exportaciones de México son los autos y los aparatos electrónicos. Pero la mayoría de la gente tendría problemas para nombrar una marca de autos o de aparataos electrónicos 100% mexicana.

Una buena parte de las importaciones que llegan a EU procedentes de México son en realidad carros General Motors o Ford, y pantallas y electrodomésticos de grandes firmas norteamericanas como Philips o LG.

Analistas económicos sostienen que quienes compran esos productos en EU están ayudando a pagar los salarios de trabajadores mexicanos en lugar de pagar a trabajadores gringos, pero se les olvida mencionar que al mismo tiempo, los consumidores de esos productos están aumentando los beneficios de las firmas multinacionales que los manufacturan, muchas de las cuales son estadounidenses.

Ford plant in Mexico Cuartoscuro

El argumento clásico en favor de este tipo de comercio es que cualquier persona en EU que tenga un fondo de inversión o un plan de retiro que invierta en acciones empresariales, se benefician tremendamente cuando las acciones de estas compañías incrementan sus ventas y sus ganancias.

Los efectos de la globalización están modificando las relaciones entre los diferentes estratos sociales en EU. La cerveza que más importa EU es la Corona. Y si algunos estadounidenses nacionalistas fanáticos prefieren tomar Budweiser, es posible que no sepan que en realidad esas dos marcas son propiedad de Anheuser Busch InBev, una compañía que cotiza en la Bolsa de Nueva York pero que tiene su sede en Bélgica. (Las cosas se complican un poco más si se toma en cuenta que los derechos de distribución de Corona son propiedad de Constellation Brands, una empresa con sede en EU)

La Corona puede ser elaborada y embotellada en México, pero hoy resulta demasiado forzado considerarla una cerveza estrictamente mexicana. Por cierto, la principal rival de la Corona, la empresa que fabrica Dos Equis, es ahora propiedad de la firma holandesa Heineken, un hecho que complicaría cualquier investigación que pretenda averiguar adónde van las ganancias de las ventas de cerveza.

CULLEY

Otro dato. El aumento en el consumo de tequila en EU también puede tener un impacto en la balanza comercial entre EU y México. Pero, como ocurre con las cervezas, tratándose de Tequila también es difícil seguir la ruta del dinero. Por ejemplo, cualquiera que en EU pague por un trago de Tequila Don Julio estará entregando su dinero a Diageo, un conglomerado global que, además de esa marca de tequila, posee también Tanqueray, Johnnie Walker y la, supuestamente, muy americana marca de whiskey Bulleit Bourbon.

Atrás quedaron los días de las meras cadenas de suministro o de los agitados llamados internacionales en favor del proteccionismo mercantil. Se volvió difícil incluso identificar el origen de la mayor parte de los productos que utilizamos cotidianamente. Los beneficios de la globalización se expresan generalmente a través de la amplia gama de artículos de bajo costo que los compradores en EU pueden hoy encontrar en tiendas como Wal-Mart u otros grandes almacenes.

La desventaja, por supuesto, es que en los últimos treinta años en que muchas empresas estadounidenses se volvieron globales, en muchos casos trasladaron sus plantas de producción al extranjero. Profesionistas en las áreas del derecho, la ingeniería, el marketing y las finanzas se han adaptado hábilmente a los mercados globalizados, mientras que los trabajadores de las líneas de ensamble se han quedado con pocas alternativas.

En una entrevista reciente, Megan Murphy, jefa de la oficina en Washington de Bloomberg, dijo que “… el movimiento que Donald Trump ha construido en esta angustia económica, en esta ira económica que produce la sensación de que mucha gente no ha conseguido una vía para continuar hacia el futuro, en términos del impulso a los salarios, o del aumento de oportunidades de empleo. Si ubicas en un mapa las áreas más pobres de Estados Unidos, verás que es de ahí de donde (Trump) está obteniendo su apoyo, es de ahí de donde viene todo este movimiento”.

Con el estallido de la crisis financiera de 2008, la fe de muchas personas en la fortaleza de la economía de EU comenzó a desmoronarse. El movimiento Ocupa Wall Street y las brigadas del Tea Party se convirtieron en manifestaciones embrionarias de descontento.

Gente en ambos extremos del espectro político están empezando a procesar los efectos de la globalización económica. En general, los países se benefician del comercio, pero los costos y beneficios de ese comercio no se distribuyen de manera igualitaria.

Los profesionistas especializados o los ejecutivos ven cómo sus ingresos se disparan al llevar sus talentos a los mercados globales. Por el contrario, los trabajadores no calificados se ven de pronto atrapados en una espiral hacia el fondo, conforme sus salarios se igualan al promedio de los salarios que se pagan en el mundo a la mano de obra más barata.

Una profesión honrada como es el trabajo en una fábrica ha quedado reducida a una mercancía (traducida en horas hombre de trabajo) que es completamente sustituible o que puede subcontratarse o comprarse al postor que ofrezca el menor precio posible. El resultado directo ha sido un aumento de la desigualdad entre la clase profesional que hábilmente navega por las cambiantes aguas de la economía global y la clase trabajadora que simplemente lucha por sobrevivir.

Los recientes cambios en la economía de EU han sido asombrosos. En 2012 el 1% de la población del país obtuvo el 23% de los ingresos totales del país. Mientras las ganancias se han concentrado en la cima, las familias de clase media y de escasos recursos han visto sus ingresos evaporarse.

Aproximadamente la mitad de los hogares en EU carecen de ahorros suficientes para sobrevivir durante más de tres meses. Durante los últimos 10 años el número de personas en EU que vive en comunidades con dificultades económicas en las que más del 40% de los residentes viven en pobreza ha aumentado en más de 70%. Muchas familias que alguna vez se consideraron de clase media ahora se enfrentan a una realidad económica cada vez más precaria.

En un artículo publicado en marzo del 2015, la historiadora y crítica cultural de la Universidad de Harvard, Jill Lepore, escribió: “Lo que hay de nuevo en cuanto a la brecha entre ricos y pobres en EU, entonces, no es que (la brecha) esté creciendo o que los investigadores la estén estudiando o que la gente esté preocupada por ella. Lo nuevo es que los políticos estadounidenses de todos los colores están hablando de ella, aunque sea débilmente: desigualdad aquí, desigualdad allá”.

En círculos académicos, la creciente desigualdad en EU no ha pasado desapercibida. El libro de Robert Putnam “Our Kids: The American Dream In Crisis”, o el de Joseph Stiglitz, “The Great Divide” y o el libro “Capital in the Twenty-First Century”, de Thomas Piketty, todos ellos analizan la brecha creciente entre las élites globalizadas de EU y la clase trabajadora cada vez privada de más derechos.

En las primarias del partido Demócrata, el fenómeno económico descrito en esos libros ha ayudado a propulsar la impresionante candidatura del socialista Bernie Sanders.

Si quieres leer el resto de la historia ve a El Daily Post.

* Nathaniel Parish Flannery es un periodista e investigador que vive en la ciudad de México. Nate cubre economía, negocios, política y cultura. Se graduó de la School for International and Public Affairs de la Universidad de Columbia.

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