Así funciona la prostitución por redes sociales en México
El internet y más recientemente las redes sociales han trastocado las actividades humanas en todos sus aspectos. La prostitución no ha sido inmune a esta evolución, y ahora se desarrolla con características particulares que muestran su adaptación a los nuevos tiempos. Un consultorio prostíbulo, unos apasionados del sexoservico que crean blogs de prostitutas, proxenetas en la era del Facebook y las escorts-escritoras son cuatro historias que nos das dan un acercamiento a la prostitución en el siglo 21 en México.
La caliente doctora Judith y Juan el aventurero
Juan se considera, más que un vicioso de las prostitutas, un vicioso de la aventura, rectifica después de pensárselo mejor. “Sí, corrígelo en tu reportaje”, me ordena cuando platicamos. Pero en su caso —pienso— ambas pasiones van de la mano indefectiblemente. De ahí las aproximadamente 50 sexoservidoras con las que se ha encamado a sus 37 años y de que se hubiera presentado a esa casa sombría de la colonia Condesa. Buscaba a la doctora Edith, sicoterapeuta. Pero no había ni un solo indicio de que fuera un consultorio, ni un anuncio ni una puerta abierta con recepcionista a la vista. Sólo tres grises pisos de ventanas mugrientas. “Ya estando ahí pensé que era una trampa y que me iban a secuestrar o de perdida a madrear con atraco incluido”, cuenta Juan.
La historia comenzó unos días antes, cuando navegando por los anuncios sexuales en internet se topó con uno que lo arrobó: “Bella-escultural-joven-mujer-busco-relacion-sexual-sin-compromiso”. No hacía alusión a pago alguno, lo que le extrañó, pero excitó más, sobre todo a su bolsillo. ¿Pero qué no se puede encontrar entre la infinitud del ciberespacio? Sólo la página mx.mileroticos.com, una de las muchas, un día común tiene registrados 53,728 anuncios. Heterosexuales, bisexuales, travestis, transexuales, omnisexuales, todos buscando el intercambio monetario. Aunque no falta la que oferte: “Mujer guapa de buen cuerpo, si me haces venir, yo invito”. O lo contrario, la que discrimina: “Sorry, no atiendo a nacos. Por lo mismo soy real”. O la que te reta a probar “su rica puchita mordelona”. O el gay que en la contratación de sus servicios te venda poppers “sellados” a cien pesos. Cualquier persona puede anunciarse, de cien pesos a doscientos cuesta hacerlo. En tanto las tarifas por los servicios sexuales van desde los modestos 300 pesos hasta los 2,500 pesos. Incluso más, si te interesan los servicios extremos como “la lluvia dorada” o que se “traguen tus mocos”. Los anuncios contienen fotos e incluso algunos tienen enlaces a videos donde los ofertantes muestran sus aptitudes en plena acción. En Facebook abundan los grupos que se denominan llanamente: “Sexo por dinero”. Sin que se reconozcan como prostitutas, las participantes aducen premuras económicas, por lo que se anuncian como novatas.
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A Juan lo convenció la excitante foto que la mujer puso en su anuncio. “No, pues en chinga le escribí. ‘Soy moreno y mido de 1.80 de estatura'”. La mujer le respondió que tenía 27 años y que le “encantaría” conocerlo más: “quiero saber tu forma de ser, a qué te dedicas, tu nivel académico, nombre completo…”, y le dejó bien en claro que “no buscaba un niño bonito, sino más bien un caballero, fino educado y respetuoso”. Y le envío otras fotos. Intercambiaron unos emails más y por fin la mujer le soltó: “Cariño, al grano y sin rodeos. Ambos buscamos lo mismo: sexo. No tiene caso perder tiempo y esfuerzo en carteos inútiles. ¿No crees?” Y le propuso dos opciones. La primera que la llevara a bailar, cenar y finalmente al hotel Crowne Plaza. “Y a las horas tempranas de la mañana me llevas y me dejas en la casa de mi madre”. Juan hizo cuentas y enarcó las cejas, pero sonrío con la segunda opción: la “económica, pero también muy excitante”, le especificó la mujer.
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