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Sin seguimiento y ni oportunidades: jóvenes infractores de la CDMX vuelven a delinquir
Sin seguimiento y ni oportunidades: jóvenes infractores de la CDMX vuelven a delinquir
8 minutos de lectura
Sin seguimiento y ni oportunidades: jóvenes infractores de la CDMX vuelven a delinquir
16 de agosto, 2016
Por: Manuel Ureste (@ManuVPC)
@liz_pf 

Una semana antes de salir, a Erick de 19 años le sucedió lo que nunca antes durante los 24 meses que estuvo preso y en los que presenció dos motines, peleas y diversos actos de extorsión. Por primera vez sintió miedo.

[contextly_sidebar id=”YCha9zObOiD3KHnekmSPSkxeMtwMAlsd”]Un miedo que lo angustiaba durante el día y que en la noche lo perseguía hasta la ‘tumba’; como se le conoce a la estrecha litera donde dormía en un barracón carcomido por la humedad en San Fernando, una de las seis comunidades para adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley de la Ciudad de México.

A Erick le atormentaba la libertad. Volver a la colonia y enfrentarse al barrio donde su vida era una espiral frenética de drogas, robos y asaltos, y donde los viejos camaradas lo esperaban para rendirle ‘honores’ tras cumplir condena en ‘la correccional’. El primer paso en toda carrera hacia las ‘grandes ligas’ de la delincuencia.

-La noche antes de salir tuve pesadillas –cuenta-. Soñé que salía con alguna mamada y la cagaba. Que me drogaba otra vez y asaltaba a la gente para pagarme los vicios. 

El joven, cuyo verdadero nombre fue cambiado para proteger su anonimato, niega con la cabeza como para espantar los recuerdos y se queda en silencio. Está sentado en una silla de metal, en un rincón de una habitación anodina por la que se filtran los rayos del sol que le iluminan la cara y le acentúan el rostro lampiño.

Segundos después, reanuda la plática:

-Tenía miedo a salir, me preguntaba qué pasará una vez que este en la calle. A mí me angustiaba que me regresaran de volada, porque vi a muchos compañeros que salían muy felices, pero al mes ya estaban de regreso. O a la semana. O incluso al día siguiente.

El miedo de Erick es real: la política de reinserción social de jóvenes infractores “no funciona”, según reconocen legisladores y organizaciones civiles entrevistados por Animal Político.

Cuando los jóvenes salen en libertad, por ejemplo, no cuentan con un trabajo o un seguro de desempleo; carecen de un tratamiento de salud para enfrentar sus adicciones; no hay ningún tipo de seguimiento o acompañamiento por parte de la autoridad; son nulos los apoyos económicos para que continúen sus estudios y no hay un trabajo previo de sensibilización con sus familiares.

-Sin ningún apoyo se les envía de vuelta a los mismos lugares donde cometieron los delitos y por eso recaen –asegura  Beatriz Olivares, presidenta de la Comisión de Juventud en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).

-No podemos pretender que un niño de 14 años que estuvo recluido hasta los 19, salga perfectamente reintegrado porque cumplió una condena. Ese cambio tan abrupto de volver a la sociedad lo va a desequilibrar, y si no se le da un seguimiento se refugiará en lo mismo -dice Saskia Niño de Rivera, directora de Reinserta, una de las pocas organizaciones de la sociedad civil que brinda apoyo a los jóvenes en conflicto con la ley.

Datos proporcionados por la Dirección General de Tratamiento para Adolescentes (DGTPA), dependiente de la Secretaría de Gobernación de la Ciudad de México, revelan que de una población de 215 menores infractores internos actualmente, 37 son reincidentes (que llevan dos o más ingresos). Es decir, 2 de cada 10.  De los reincidentes, el 50% es su tercera vez; el 40% su segunda y el 10 % restante tiene más de cuatro ingresos.

De lo que no se tiene registro en los archivos de la DGTPA es del número de jóvenes que salieron de las comunidades de detención y se encuentran presos actualmente en diferentes cárceles de la capital o del país. Se trata de una cifra clave para conocer el éxito o fracaso de la política de reinserción para menores infractores, que en el caso de la Ciudad de México es inexistente. La Subsecretaría de Sistema Penitenciario dijo a Animal Político que no cuenta con esa información, puesto que a partir de una reforma a la Ley que entró en vigor en 2006, los jóvenes que salen de las comunidades de internamiento “lo hacen sin antecedentes penales”.

“Los adolescentes en las comunidades no dejan registro, por lo que es complicado tener conocimiento de la reincidencia de estos jóvenes en  los penales para adultos”, expuso la dependencia a través de su departamento de comunicación social.

¿Camino hacia la libertad?

Cuando el estruendo metálico del cerrojo le abrió las puertas hacia la libertad, Erick salió a la calle nervioso y sin saber qué camino tomar. Imaginaba que en cada esquina asaltaban una tienda y le gritaban que corriera para que la policía no lo cachara.

-Salí nervioso pero feliz, hasta grité –cuenta con una sonrisa espontanea. -Por el camino me imaginaba lo peor. Me decía a mí mismo: ‘ufff, sí va a estar cabrón. ¿Y ahora qué hago? 

Erick le dio vueltas a esa pregunta.

Primero pensó en jugar de nuevo al futbol americano, deporte que jamás le interesó, pero que en San Fernando le sirvió de ayuda para olvidar por un rato las drogas, y esa tontería que le rondaba la cabeza de fumarse una telaraña para calmar la ansiedad.

Pero en su barrio ni canchas deportivas hay. Y además, no quería reencontrarse con los viejos conocidos.

Luego pensó en continuar los estudios. En la ‘correccional’, a pesar de las carencias de material didáctico y de que las instalaciones son literalmente del siglo pasado, Erick terminó la secundaria.

Pero de nuevo, no sabía a dónde acudir, ni quién lo podía orientar.

Por último, Erick buscó trabajo. En San Fernando no hay presupuesto para comprar madera y otras materias primas, pero el taller de carpintería sigue funcionando gracias a las donaciones que hacen los padres de los jóvenes. Allí Erick aprendió el oficio de la mano de su maestro de carpintería; ya en libertad, nadie lo contrató.

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Desorientado y desanimado, y con la tentación de volver con los viejos amigos del barrio, Erick recordó entonces a los chavos de Reinserta, organización que en las tardes va a la comunidad de San Fernando a dar talleres de teatro, baile y dibujo, entre otras actividades.

Tal vez, se dijo, ahí estaba su segunda oportunidad.

Ahora, un par de meses después de cumplir condena, Erick admite que aún tiene miedo de “cagarla” y volver a la ‘correccional’.

Pero por el momento las cosas están cambiando para él: desde hace una semana trabaja como garrotero en un restaurante. No es la carpintería, pero lo agradece. Además, Erick va a continuar con sus estudios. Y de lunes a jueves asiste a sus terapias en la ‘casa de medio camino’ de Reinserta.

Erick está feliz, se siente protegido. Sensaciones a las que dice no estar acostumbrado. Por eso, cuando se le preguntó qué habría pasado si Reinserta no hubiera aparecido después de San Fernando, el joven mira de nuevo hacia el suelo y encoge tímido los hombros.

-La verdad –contestó alzando la mirada-, si no hubiera encontrado este apoyo afuera, no sé qué habría sido de mí. 

Nueva ley sin estrategia real

Ante esta inexistencia de un modelo de reinserción a jóvenes infractores, organizaciones como Reinserta y Reintegra critican que la nueva Ley Nacional de Justicia Penal para Adolescentes, en vigor desde el pasado 18 de junio, se haya puesto en marcha sin una estrategia real.

La nueva ley privilegia que los jóvenes enfrenten condenas en libertad, bajo medidas como asistir periódicamente a las comunidades de tratamiento externas, donde reciben terapias o hacen trabajos comunitarios.

Los jueces están interpretando la nueva ley de manera flexible, critican activistas, pues se están concediendo libertades totales sin medidas preventivas, lo que ha generado que las comunidades de internamiento, literalmente, se queden vacías.

Estadísticas de la Dirección General de Tratamiento para Adolescentes (DGTA), revelan que en junio pasado, tras la entrada en vigor de la ley, se registraron 141 “libertades”. Esto es, 78% más que en mayo; 45% más que en abril, y 64% más que en marzo.

Ante estas liberaciones, autoridades de la DGTPA reconocieron a Animal Político que temen que en los próximos meses se produzca “un rebote” y las comunidades vuelvan a estar saturadas, debido a que muchos internos quedaron libres antes de terminar su proceso de reinserción.  

“El patito feo” 

Para Jimena Candano, directora de Fundación Reintegra, lograr una política exitosa de reinserción para los jóvenes infractores requiere que las autoridades dejen de verlos como el ‘patito feo’ de la seguridad pública y empiecen a considerarlos como un “grupo vulnerable”, a los que se les debe ofrecer apoyos específicos.

Por ello, propone que más que elaborar una política que dependa de la DGTPA, “se debe proyectar un paquete de políticas en las que se involucre a múltiples dependencias”, e incluso a los gobiernos de las 16 delegaciones de la capital.

Por su parte, la asambleísta Beatriz Olivares, reconoce que para mejorar la infraestructura de los centros y generar políticas que ayuden a la reinserción de los jóvenes se requieren 500 millones de pesos anuales; esto es 300% más de los 125 mdp aprobados para el presente año.

Lo que es un hecho es que en la actualidad la DGTPA ya cuenta con varias iniciativas hechas por organizaciones de la sociedad civil, encaminadas a lograr una adecuada política de reinserción de jóvenes con conflictos con la ley.

Las propuestas fueron recopiladas en un informe que entregó la dependencia a la ALDF, el pasado 25 de julio, como respuesta a los dos motines violentos que se produjeron en San Fernando en mayo pasado, donde un joven perdió un ojo y varios más resultados lesionados.

En noviembre, cuando este previsto la discusión del próximo presupuesto de la capital del país, se verá si hay una intención real de construir una política de reinserción para los jóvenes. O si, por el contrario, los jóvenes como Erick seguirán teniendo pesadillas ante un futuro incierto, donde la única opción son las contadas organizaciones civiles que trabajan con ellos y que no tienen la capacidad para atenderlos a todos una vez que salen libres.

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