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El asesinato de dos autodefensas atemoriza a una comunidad indígena de Michoacán
El asesinato de dos autodefensas atemoriza a una comunidad indígena de Michoacán
5 minutos de lectura
El asesinato de dos autodefensas atemoriza a una comunidad indígena de Michoacán
21 de noviembre, 2016
Por: Heriberto Paredes (@BSaurio)
@arturodaen 

El pasado 24 de octubre, un grupo de por lo menos 15 sujetos encapuchados y fuertemente armados irrumpió en las casas de una ranchería ubicada en la comunidad nahua de San Pedro Naranjestil, municipio de Aquila, Michoacán.

Este grupo, que la población relaciona con los Caballeros Templarios, secuestró a dos campesinos, Luis Olascón y Juan Cruz, quienes pertenecían al grupo de policía comunitaria o autodefensa local.

[contextly_sidebar id=”12qxXyb3U0aZ93y0ltB8WFEySS4YAe9l”]Desde mediados de 2013 se habían comenzado a organizar pero no fue sino hasta finales de marzo de 2014 que la comunidad indígena encontró finalmente las condiciones para levantarse contra el crimen organizado, detener las extorsiones, los asesinatos y las desapariciones.

«Cayeron en la mañanita y mataron a mi jefe, lo mataron y lo quemaron, cuando lo encontramos había pasado todo esto»,  dice Juan Diego, hijo de Luis Olascón, uno de los dos comunitarios asesinados la madrugada del 24 de octubre en las inmediaciones de San Pedro.

«No sé quién fue la verdad, dicen que los malandros de enfrente, pero yo no los miré; ya no se puede estar tranquilo, mi única defensa es esta –toca su arma– y nomás esperando cuándo le toca a uno», comenta Juan Diego.

En la imagen, Juan Olascón, hijo de uno de los comunitarios asesinados
En la imagen, Juan Olascón, hijo de uno de los comunitarios asesinados

La lucha por San Pedro

Habitado por una población que en su mayoría es mestiza y campesina, San Pedro es parte de un extenso territorio montañoso de clima húmedo que pertenece a la comunidad indígena nahua de Pómaro dentro de uno de los municipios más violentos en la entidad.

En sus tierras existen yacimientos de hierro y oro, cuenta con una gran diversidad en recursos naturales, desde amplias extensiones de tierra altamente fértil hasta una conexión con la costa michoacana, siempre a través de brechas y caminos de terracería.

Quienes cuidan de la entrada de la comunidad, casi en su totalidad hombres, no rebasan los 25 años, la mayoría se integró desde el inicio del movimiento y otros tienen alrededor de un año.

«Los vamos a ir escoltando, las cosas acá están muy peligrosas, no es como en el otro extremos del municipio, allá ya está más controlado y limpio todo el territorio, de este lado estamos en la mera frontera con la maña», advierte el Tuzo, un joven que con un chaleco antibalas, un fusil de asalto y un cigarro en la boca, será nuestro guía en este recorrido.

Subimos por el camino de terracería, no hay rastros de tránsito pero a lo lejos se alcanzan a ver algunas casas con techos de lámina. Son las rancherías que circundan San Pedro y en donde tuvieron lugar dos asesinatos a integrantes de la policía comunitaria o grupo de autodefensa de esta zona el pasado 24 de octubre de 2016.

Nadie en la única plaza del pueblo. Chava, otro de los comunitarios, comenta que en los cerros que están enfrente están escondidos los “malandros”, es por eso que siempre están  en alerta, “porque si nos descuidamos nos chingan”.

“Ya nos mataron a algunos compañeros antes y ahora mataron a otros dos, nos hacen emboscadas, hace poco hubo una, yo no iba pero hubo seis heridos, entre ellos mi hermano y ahora está hospitalizado».

El Chava termina su cigarro, hace unas bromas con el Tuzo y nos pide esperar un momento a que las familias de los comunitarios asesinados nos puedan recibir.

Uno de los autodefensas de San Pedro Naranjestil
Uno de los autodefensas de San Pedro Naranjestil

Los asesinatos de Luis y Juan

A Luis Olascón lo sacaron de su casa en la madrugada, según relata su esposa María, quien se resiste a llorar o doblegarse frente a nosotros y guarda el temple para seguir denunciando lo que vivió.

«Los malandros entraron y se llevaron a nuestros maridos y se llevaron todo lo que uno tenía, ellos vienen también a cobrar la cuota y nosotros ya no queremos eso».

Luis Olascón apoyó a las autodefensas de esta población pero no estuvo involucrado en «alguna muerte de los malandros», según nos cuenta su hijo Juan Diego.

Luego de tres años en los que el movimiento de autodefensas ha mantenido el control de la seguridad en la región de la sierra-costa michoacana (municipios de Coahuayana, Chinicuila y Aquila) los Caballeros Templarios no sólo no han sido perseguidos por la policía federal, la marina o el ejército, sino que hay graves denuncias de que se les ha proporcionado ayuda para mantenerse impunes.

Tras varios comunicados emitidos por las comunidades indígenas de esta región, se han hecho públicos los nombres de los supuestos jefes templarios que han organizado los ataques, selectivos o emboscadas, contra comunitarios y algunos habitantes de estos municipios.

A pesar de las numerosas denuncias que los pobladores han hecho de la presencia y reorganización de los líderes templarios, al oriente del municipio, éstos continúan en libertad, aseguran los pobladores de San Pedro Naranjestil.

«Los autodefensas son los únicos que han estado al pendiente de los ranchos, de las familias, de esta zona. Juan tenía tres años en la lucha de las autodefensas», dice Margarita, viuda de Juan Cruz, el otro comunitario asesinado luego de ser secuestrado por un grupo de hombres vestidos de negro y encapuchados que irrumpió en su casa del rancho Los Parajes mientras dormía junto con su familia.

A los dos hijos que estaban en el domicilio los pusieron boca abajo, les amarraron las manos por la espalda con alambre y los encañonaron, su padre, Juan, pidió que no los mataran y los hombres armados se lo llevaron.

Margarita explica que luego de que se llevaron a su esposo ella no sabía qué hacer, así que esperó a que amaneciera antes de moverse de su casa, pero que justo antes de salir escuchó muchos disparos; de camino a San Pedro, a pie, llegó a un crucero de brechas y terracería en donde estaba el cuerpo de Juan, amarrado con alambre y con varios disparos.

Luego de este asesinato, «todos los vecinos del rancho se han ido, unos están en San Pedro y otros están escondidos en el cerro. Si los malandros ya avanzaron hasta acá, es posible que vengan a San Pedro, por eso vivimos con miedo pero no tenemos a dónde ir, perdimos todo».

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