Cubanos varados en Nuevo Laredo esperan que Trump les permita ingresar a Estados Unidos
Mario era un ingeniero en ciencias informáticas en la provincia de Granma, Cuba, hasta que un día decidió abandonar su país para viajar a Estados Unidos. Actualmente es uno de los 120 cubanos varados en la frontera de Nuevo Laredo, Tamaulipas, en espera de que la administración del presidente norteamericano Donald Trump le permita el ingreso legal a ese país.
“Sólo queda pedirle a Dios y al gobierno que tenga misericordia de nosotros, que tenga en cuenta todo el trabajo que hemos pasado, que estamos huyendo”, comentó Mario, quien llegó a Nuevo Laredo poco después de que el entonces presidente Barak Obama, durante la segunda semana de enero, cancelara la conocida ley “Pies Secos, Pies Mojados”, que permitía acceder a Estados Unidos a cualquier cubano.
La mayoría de los cubanos como Mario se reúnen en la Plaza Juárez, a una cuadra del puente Internacional 1 de Nuevo Laredo. Sus teléfonos celulares no dejan de ser usados para comunicarse con familiares y amigos tanto en la isla como en Estados Unidos; otros prefieren platicar entre ellos, caminar en círculos o dedicarse a la organización de una suerte de comunidad temporal que se ha formado desde que la ley estadounidense se anuló.
“Algunos cubanos estamos buscando trabajo para vivir aquí, porque no hay de otra. No queremos quedarnos en México pero tenemos que alargar los días porque no queremos ser deportados. Se agradece a México toda la ayuda pero queremos llegar a Estados Unidos”, dijo Anelí, una masajista cubana originaria de Camagüey, cuyo esposo la espera en Miami.
La travesía
La mayoría de los cubanos en Nuevo Laredo salieron de su país vía Guyana, Costa Rica, Surinam, Ecuador o Panamá, con visas de distinto tipo.
En algunos casos atravesaron largas distancias en transporte público, a pie cuando se trataba de algún tramo selvático, o en lancha privada cuando el paso por tierra se volvía imposible, tal y como lo reportan en el cruce de Costa Rica hacia Honduras, donde Nicaragua se convierte en un duro obstáculo dado sus férreas políticas migratorias.

Yadira y Héctor, una pareja de cubanos que ha viajado desde Ecuador hasta la frontera de México con Estados Unidos.
Desde diciembre de 2014, año en que comenzaron a descongelarse las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, pero también, momento en que las restricciones para salir de la isla disminuyeron, un amplio número de cubanos comenzó a buscar mejores rutas para llegar a Estados Unidos. Una de ellas fue México.
Una vez en México, esta población –que se define a sí misma como refugiados políticos y no como migrantes económicos– acude al Instituto Nacional de Migración (INM) para solicitar un salvoconducto que les permita cruzar México sin vivir los horrores que miles de centroamericanos –e incluso mexicanos– pasan todos los días.
Finalmente, la mayoría, ya con apoyo de familiares y redes solidarias en Estados Unidos, toma el avión y arriba a Nuevo Laredo para sumarse a la espera. Mientras tanto albergues como la Casa del Migrante Nazareth los alojan, en lo que se resuelve su situación migratoria o logran cruzar la frontera.
Prevén crisis humanitaria
El pasado 23 de febrero la Casa del Migrante Nazareth celebró su XIII aniversario. Dirigida por el padre scalabriniano Giovanni Bizzoto, y ubicada a pocos metros del río Bravo en la ciudad de Nuevo Laredo, Tamaulipas, el albergue es un referente fundamental en lo que respecta a la migración en esta región.
A diferencia de años anteriores, en que las nacionalidades centroamericanas predominaban en el albergue, en el último año las cosas han cambiado: son las y los migrantes de Cuba quienes ocupan alrededor de un 80 por ciento del cupo que ahora tiene la casa.
El acento que se escucha en pasillos, en los dormitorios y en el comedor ya no cuenta con el vos, ahora se habla de aseres y de comida cubana.
En entrevista para Animal Político, el padre Bizzoto estimó -según sus propias cifras no corroboradas por la autoridad- que de los cerca de 60 mil cubanos que cruzaron a Estados Unidos durante 2016, 43 mil lo hicieron por Nuevo Laredo, por lo que no descartó que en este 2017, ante la cancelación de la ley por parte de la administración Obama, se dé una posible crisis humanitaria por el número de cubanos que se quedarán en la frontera.
“Podemos albergar algunas personas. Más de 150. Si hubiera una emergencia tenemos la posibilidad de auxiliarlos con la Casa del Migrante, con la fuerza de todas las parroquias de Nuevo Laredo, así mismo en diálogo con los gobiernos municipal y estatal se verá cómo enfrentar el problema. Estamos a la expectativa de cómo solucionar la situación”, dijo Bizzoto.
El trabajo humanitario
Alrededor de las 2 de la tarde, distintas congregaciones religiosas llevan comida a la Plaza Juárez y la reparten de manera gratuita.
Así, mientras se comen un plato de arroz con frijoles o algún guisado, las y los cubanos se mantienen a la espera de que cambie su suerte.
Algunos grupos pequeños caminan por las calles aledañas, miran las tiendas, entran a algún restaurante o prefieren pagar un hotel a quedarse en el albergue, todo depende del dinero que les manden sus familiares residentes en Miami u Orlando, aunque de no tener recursos, la situación es más precaria y las diferencias entre unos y otros se notan de inmediato.
“Fue una trayectoria muy larga y muy dura para todos los cubanos aquí presentes, por eso necesitamos que alguien nos ayude para hacernos escuchar allá; queremos que nos dejen pasar para demostrarle que podemos trabajar, no queremos ser un carga para el gobierno de Estados Unidos”, dijo Anelí.
Para los responsables de la ayuda humanitaria otorgada, como el padre Bizzoto, surge la pregunta sobre el límite del tiempo que esta situación podrá sostenerse, porque los recursos para hospedaje, comida y transporte son limitados.
Algunos cubanos ya comienzan a buscar trabajo, sin embargo la mayoría pasa los días en la Plaza Juárez, esperando.
Del lado institucional, tanto los gobiernos cubano y mexicano no han emitido un posicionamiento público oficial y no se han pronunciado frente a la creciente población flotante de ciudadanos de origen cubano varada en Nuevo Laredo, u otras ciudades.
Lo que ha ocurrido durante los primeros meses de 2017 es la repatriación a Cuba por parte del INM de por lo menos 161 personas, que se encontraban en México y cuya situación migratoria era irregular.
La realidad dicha por los propios cubanos es que se encuentran dispuestos a esperar el tiempo que sea necesario para cruzar a Estados Unidos, y solo utilizar México como país de paso.
“Tenemos tremenda fe en que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nos ayude a nosotros; los hermanos cubanos de Miami confían y votaron por él. No nos vamos a aventurar por la frontera, no vamos a brincar el muro, no vamos a cruzar el río, todo lo haremos pacíficamente”, dijo Anelí.
Fotos: Heriberto Paredes
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