Refrescos sin azúcar. Embutidos bajos en sal. Pan sin gluten. Son las modificaciones que la industria de los alimentos ha hecho para satisfacer las necesidades de un consumidor cada vez más preocupado por su salud. También están los interesados en el medio ambiente que buscarán un auto eléctrico o incluso preferirán transportarse en bicicleta o scooter. Otros, incluso montarán paneles solares en su azotea y colocarán sensores de luz para que éstas se apaguen en las habitaciones vacías. Y las industrias correspondientes realizarán las innovaciones para atender a esas necesidades.
Pero hay un cambio más profundo en el sector empresarial que el Foro Económico Mundial empuja desde 2016 como la Cuarta Revolución Industrial, concepto acuñado a partir de la influencia de la tecnología en la manufactura de todos los productos que consumimos. El concepto se remonta a la Primera Revolución Industrial con la máquina de vapor. La segunda transformación industrial se dio con el uso de combustibles fósiles; la tercera con la revolución digital a mediados del siglo pasado y, actualmente, vivimos los albores de la Industria 4.0, en el litoral de lo que será el Internet de las Cosas (IoT) donde las máquinas podrán comunicarse entre ellas a través de sensores y bluetooth. No es un futuro tan lejano, pues justo así es como se puede rentar un scooter a mitad de calle, con solo escanear un código desde el celular para liberar el candado de esa patineta eléctrica. Inclusive, el término “Cuarta Transformación” ha migrado al ámbito político sustentado en los vuelcos históricos del país.
¿Cómo aterriza el consumo 4.0 y la cuarta revolución industrial en un sector tan complejo como el tabacalero? El primer hito de la industria tabacalera se dio cuando comenzaron a producirse cigarros masivamente. El segundo, cuando el filtro y las versiones mentoladas abrieron nuevos segmentos de mercado. El tercer momento, cuando modificó su publicidad y sus empaques para advertir de los daños a la salud de sus productos. Lo cierto es que cada vuelco está anclado al avance tecnológico, la evidencia científica y/o a las exigencias de sus consumidores, por ello es una industria que también ha tenido que subirse al circuito del consumo inteligente.
En la última década, ha explicado Moira Gilchrist, vicepresidente de Comunicaciones Científicas y Públicas de Philip Morris Internacional (PMI), la industria tabacalera se ha dedicado a investigar sobre distintos dispositivos y productos que permitan seguir ofreciendo el consumo de manera menos nociva a la salud, pues los expertos internacionales y las empresas reconocen que, aunque la nicotina es adictiva y no es inocua, es la combustión del tabaco la principal causa de enfermedades relacionadas al consumo de cigarros. Es justamente a este tipo de productos que no queman tabaco ni líquidos, los cuales van desde cigarros electrónicos y snus hasta el tabaco calentado, a los cuales se les denomina “productos alternativos” o “nuevas alternativas”.
La industria tabacalera recapacita y empuja su propia “cuarta transformación” al ofrecer productos alternativos a los cigarros tradicionales pero sin perder la experiencia lúdico-recreativa que ofrece el tabaco al ser humano, desde hace siglos. Así lo describe el escritor regiomontano Álvaro Ruiz Abreu en “Tabaco, humo y destrucción”. Termina diciendo: “El tabaco tiene demasiadas relaciones con el hombre que resultan imposibles de enumerar en este espacio pues son tan extensas y profundas que resultan sin límite”.
Son estas complejas relaciones que ahora impulsan hacia la cuarta transformación de los consumidores de tabaco. Algunos optarán por la mejor opción que es no fumar ni consumir nicotina, pero quienes quieren seguir haciéndolo exigen innovación que les ayude a seguir consumiendo nicotina con menor daño a su salud, como ocurre con quienes toman refresco sin azúcar, comen embutidos bajos en sal y compran pan sin gluten.
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