Sin habérselo imaginado, según me cuenta, la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide jugó un importante rol de documentación de uno de los momentos más importantes de la contracultura mexicana: el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro celebrado en 1971, también conocido como el Woodstock mexicano.
Como el concierto, su participación en éste fue tomando forma de manera casi fortuita. “Era impresionante la cantidad de personas que había. ¡Se esperaba que fueran como 15 mil máximo y había hasta 300 mil parece!”, me dice al respecto en entrevista telefónica.
Avándaro fue un parteaguas porque, puede decirse, mostró el músculo de la contracultura en México. Miles de jóvenes buscando paz y amor en medio del escándalo de una sociedad conservadora.
Iturbide nos habla sobre este crucial momento, sobre su libro ‘Yo estuve en Avándaro’ y también acerca del rol de la fotografía en México respecto a la contracultura y los movimientos sociales.
¿Por qué decidiste publicar ‘Yo estuve en Avándaro’ 45 años después del concierto?
“Bueno, cuando yo fui a Avándaro hicimos un pequeño libro chiquito y se hicieron como mil ejemplares con editorial ‘Diógenes’ y los jóvenes de esa época lo compraron y ahora es un libro muy difícil de conseguir y que a muchos coleccionistas les gusta tener. Entonces se le ocurrió a Débora Holtz volver a hacer este libro con editorial ‘Trilce’ y entonces saqué mis negativos y empezamos a tratar de diseñarlo e invitamos a Federico Rubli a participar, él sabe mucho de toda la cuestión política de Avándaro”.
¿Qué es lo que más recuerdas del concierto? ¿Qué es lo que más te sorprendió?
“Híjole, eran tantas personas que ya los dejaban entrar sin pagar, libre. Entonces me impresionó ver tal cantidad de jovencitos emocionados con la música, ver a los grupos de rock y sí, la paz y el amor de ellos en esos momentos. Como si fueran paz y amor, el símbolo que tenían era ese, y pues me emocionó mucho verlos a todos cantando, festejando”.
¿Por qué crees que el Festival tuvo un rol histórico?
“Estamos hablando que veníamos por el año 69-70 en un movimiento de rock original mexicano. Entonces, la cúspide de ese movimiento muy prolífico en grupos, en composiciones, en discos, en tocadas, fue precisamente el festival de Avándaro. Desafortunadamente se suscita una muy feroz censura y represión en contra de lo que era el rock mexicano.
¿Crees que la foto en México ha influenciado los movimientos sociales y la contracultura?
“Sí, claro, yo creo que la foto ha influido en las protestas, pero también cualquier disciplina artística que esté a favor de la no violencia, de salvar a la mujer de todos estos ataques tan espantosos que se cometen últimamente. Afortunadamente todas las disciplinas se han juntado y han luchado constantemente por esto y se ha avanzado, porque antes no existía tanto esta demanda, por ejemplo, esta protesta actual por las mujeres, por su seguridad y derechos”.
¿Crees que hay fotos en específico que hayan promovido la conciencia y los movimientos sociales en México?
“Yo creo que sí, hay fotos de Tina Modotti por ejemplo, quien llegó de Italia y trabajó con el Partido Comunista. Era una mujer muy liberada e hizo esta foto que es la hoz y el martillo con un maíz. Ella vino de San Francisco, estaba con Weston, un fotógrafo que era su maestro. Y en el Partido Comunista empezó a hacer fotos pensadas por ella aunque también emblemáticas sobre esta lucha.
Pero también hubo fotógrafos como Lola Álvarez Bravo o como Manuel Álvarez Bravo, quien capturó, por ejemplo, la icónica imagen del ‘Obrero en Huelga Asesinado’. Álvarez Bravo nunca tomó fotos políticas, nunca, pero se topó con el obrero asesinado en Oaxaca y fue a fotografiarlo: un señor que estaba tirado en la calle, en el campo, con sangre, y es como un icono de muerte y la injusticia e incluso es bello. Entonces, sí siento que hay fotos que han cambiado la percepción de todos nosotros”.
