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‘¿Nosotros qué vamos a hacer?’: Comerciantes temen que emergencia por COVID-19 los deje sin ingresos
‘¿Nosotros qué vamos a hacer?’: Comerciantes temen que emergencia por COVID-19 los deje sin ingresos
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‘¿Nosotros qué vamos a hacer?’: Comerciantes temen que emergencia por COVID-19 los deje sin ingresos
17 de marzo, 2020
Por: Itxaro Arteta
@iartetam 

David Javier tiene un puesto de revistas justo en frente de Bellas Artes y este lunes de puente, 16 de marzo, ya empieza a notar que hay un poco menos de gente en la calle que en un día festivo cualquiera, como consecuencia de la pandemia de coronavirus o Covid-19.

Esta es la situación de 1.3 millones de personas que trabajan en el sector informal en la Ciudad de México, 15.3 millones en todo el país, de acuerdo con cifras de 2019 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Como trabajador por su cuenta a David Javier nadie le ha dicho hasta el momento que tenga que tomar alguna medida y solo se mantiene atento a las noticias sobre el virus. No está pensando en cerrar, como no lo hizo hace 11 años cuando la epidemia de influenza AH1N1, pero no se le olvida lo difícil que se las vieron entonces.

“Mi hermano hoy no quería venir, él también se dedica a esto, tiene su puesto aquí en 5 de mayo, y le digo: no, ahorita hay que ir para lo que más se pueda guardar, porque en un dado caso de que pase lo de la influenza… No teníamos nada, nada (de clientes)”, recuerda.

Su papá atendía el negocio en ese entonces y le llamaba para decirle que ni fuera a ayudarlo con la jornada, que iba a cerrar temprano porque no había gente. Pasaron semanas antes de que la afluencia de personas volviera a lo normal y sus bolsillos se recuperaran.

Por ahora, lo que más ha sentido como efecto del coronavirus, es que lleva meses sin recibir productos de China. Además de revistas, vende dulces, cigarros y bolsas de tela estampadas. En la parte de arriba del puesto cuelgan unas de Hello Kitty, y abajo otras con imágenes de las ruinas de Chichén Itzá y un jaguar, otra de una mujer con moños y rebozo.

Las de abajo son nuevas, compradas a fabricantes mexicanos. A inicio de año, explica, su proveedor de las otras les dijo a todos los que le compran que agarraran todo lo que pudieran, porque se iba a bloquear la importación.

David no hizo mucho caso —tampoco tenía tanto dinero para invertir—, pero fue cierto.

Lo mismo han sufrido comerciantes de la zona centro. Detrás de Palacio Nacional, la calle Soledad todavía no es representativa de su nombre, pero Juan Carlos dice que sí está sola, para lo que hubiera esperado en día festivo. Su tienda presume en la entrada: “importaciones”. Venden mochilas, bolsas, carteras y otros artículos para dama, pero dos de sus tres proveedores no le están surtiendo desde hace un mes.

Eran artículos chinos que ya no están saliendo de allá, tanto porque las fábricas dejaron de producir a ritmo normal, como porque los contenedores están parados, explica. Por ahora sacaron todo lo que tenían en bodega, pero lo que más les preocupa no es tener menos mercancía, sino que vayan a bajar los clientes.

En la calle Madero, cerca de ahí, María Elena y su hijo Óscar son organilleros y ya les preocupa lo que pueda venir en las próximas semanas. Por ahora, la Unión Mexicana de Organilleros que los agrupa les ha dado la instrucción de ser estrictos con las medidas de higiene.

“Aquí pasa mucho extranjero y luego se toman fotos, hasta nos dan besos. Entonces todo eso ya no. También limpiar la manija cada que alguien toca, y ya no dejar que ellos la toquen. Pero eso del cubrebocas, no, dicen que no sirve, que hasta se contamina una más”, explica.

Ella está en silla de ruedas, tiene que pagar 180 pesos diarios por la renta del aparato, y en dos horas apenas ha sacado 70. Desde hace unos días, lamenta, apenas están logrando sacar dinero. Dice que la gente ya no quiere acercarse y tener contacto al dar una moneda. Por eso está dispuesta a seguir viniendo a tocar a pesar del riesgo de la enfermedad.

“Nosotros vivimos al día. Entonces desafortunadamente tenemos que salir, a lo que la gente nos quiera cooperar, porque tenemos que comer diario, tenemos hijos, pagamos renta, incluso renta del aparato, ¿entonces nosotros qué vamos a hacer?”, se pregunta.

Luisa tiene un puesto de dulces, botanas y refrescos sobre Avenida Juárez. Confía en que como todo lo que vende está empacado, hay menos riesgo de contagio, y eso le permita seguir vendiendo sus productos.

Todavía no ha recibido ninguna información de su asociación de vendedores ambulantes ni de autoridades de la Ciudad de México que la lleven a pensar que tendría que dejar de salir a trabajar, y espera que no haga falta, como no dejó de trabajar cuando la AH1N1 en 2009.

“Que claro, no había la venta, pero aunque sea sacábamos para comer”, recuerda.

“Esperemos que no sea tan malo. Como lo de la influenza, como que no duró mucho. Pero en ese entonces casi era en México, pero ahorita ya se expandió… Pues ojalá no pase a mayores”.

Si Luisa, María Elena o David tienen que dejar de trabajar o se quedan sin clientes por el coronavirus, no tendrán ningún respaldo económico para sostenerse los días que dure la contingencia.

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