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Mesas vacías: el coronavirus amenaza pequeños restaurantes en la CDMX
Mesas vacías: el coronavirus amenaza pequeños restaurantes en la CDMX
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Mesas vacías: el coronavirus amenaza pequeños restaurantes en la CDMX
19 de marzo, 2020
Por: Zedryk Raziel
@amormundi_ 

Felipe Mendoza Gómez se desespera porque es la hora del almuerzo y no ha llegado ni un cliente.

“Nosotros teníamos gente, pero mire ahorita cómo estamos, vacío, ¡ni una mesa!”, dice.

Tiene 25 años trabajando en La casa del Pavo, por lo que el señor Felipe es un conocedor de varias crisis: le tocó la epidemia de la influenza de 2009 y también el crac de 1994, aguantando, dice, en este mismo lugar, que tiene 118 años de existencia.

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En tiempos normales, se acuerda, los 10 empleados apenas pueden con el hervidero de gente que viene al Centro Histórico, si hasta Alfonso Cuarón rodó aquí una escena de Roma en la que Yalitza Aparicio se come una torta de pavo: una postal en blanco y negro que se parece a este día en que el único ruido de fondo es el de un televisor que nadie ve.

“Lo que platico con mi patrón es que la situación por el coronavirus está tan grave que no sale para los sueldos, no salen gastos, aquí se paga luz, se paga agua, se paga teléfono, ¿y de dónde sale, si no hay venta?”, cuestiona Felipe, que funge de encargado.

No solo eso, añade: ya tienen deudas con sus proveedores y hasta han tenido que reducir el volumen de insumos como carne y bebidas.

“Un negocio, hoy en día, de por sí es difícil, y con esto se viene a agravar demasiado, entonces se han ido atrasando con pagos a proveedores y eso es un problema”, plantea.

“Si se compraban 15 pavos, ya se están comprando siete, inclusive cuatro pavos al día. Y eso tiene que ver con la baja de clientes. No se puede hacer tampoco mucho porque, en primera, no hay para comprar, y, en segunda, si se compra y no hay para consumir, ¿de dónde?, es un círculo, ¿no?”.

Encargados y pequeños empresarios del sector restaurantero de la Ciudad de México coinciden en que el gobierno debe implementar un esquema de rescate que incluya créditos de bajo interés, control de precios de productos básicos, así como prórrogas para el pago de servicios públicos y del seguro social de sus trabajadores en nómina.

Sus exigencias son semejantes a las planteadas por las principales cámaras empresariales, como el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (Concamin) y Concanaco-Servytur, que además pidieron otras medidas como la devolución del IVA y la reducción del impuesto sobre la nómina.

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“Muchos negocios van a quebrar, muchos nos vamos a quedar sin empleo, el gobierno tiene que ver esa situación, de alguna manera tiene que darle apoyo a los empresarios para que esto siga subsistiendo”, demanda Felipe, y agrega que está dispuesto a renunciar a una parte de su salario para colaborar.

“Uno también, como empleado, entiende: es nuestra fuente de empleo, es cuestión de que todos tenemos que poner de nuestra parte y el gobierno tiene que hacer la suya, ¿no?”, dice.

A las 3 de la tarde, Briseida José Juárez, dueña del Café Alameda, ubicado en Santa María la Ribera, es la única persona comiendo en una de las 12 mesas de su propio local.

“Es raro: a esta hora ya estaríamos como locas”, comenta aludiendo a las cuatro trabajadoras que tiene contratadas; dos de ellas están sentadas a otra mesa, una juega con su hijo pequeño.

El Café Alameda da empleo a cuatro mujeres; la dueña, de 29 años, es madre de dos hijas.
El Café Alameda da empleo a cuatro mujeres; la dueña, de 29 años, es madre de dos hijas.

“¿De qué van a vivir?”, murmura Briseida para que no la oigan ellas. “¿Voy a quitarles el trabajo? Viven al día, igual que muchos; yo les voy a pagar su semana, ya tengo apartado su sueldo para que pasemos esta cuarentena, para un mes… Ya después no sé cómo se vayan a poner las cosas, la veo complicada”.

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Briseida tiene 29 años y es madre soltera de dos niñas. No solo sus hijas dependen de ella, dice, sino también sus trabajadoras y hasta sus mismas familias. Ve el local vacío y Briseida comparte que está preocupada, que perdió el sueño, que sufre estrés.

“Si no vendo, no me va a salir ni para la venta, ni para sueldos, para surtir, todo se va a parar. Yo tengo dos hijas que dependen de mí, la escuela, la comida, todo depende de mí, y todo eso me preocupa, y también las trabajadoras, porque tienen hijos, y si yo tengo que cerrar ellas se van a quedar sin trabajo, son mujeres con hijos, una de ellas es madre soltera, realmente necesitan el trabajo…”, dice casi de un golpe. “Sí te quita el sueño, te quedas pensando: ¿qué va a pasar?”.

Vicente Ramírez Mauro, dueño de la fonda La Santa María, ubicada en la misma colonia, cerca del Kiosco Morisco, resume: “Sí para la economía, pero los gastos no”. Su principal preocupación, cuenta, es el pago de la nómina de las cinco mujeres que emplea. Calcula que requiere 38 mil pesos para cubrir un mes de sueldos, pero le molesta pensar en que tendrá que recurrir a un préstamo en medio de una crisis.

“El gran problema que ha tenido el país es vivir de prestado”, justifica.

En su local, también vacío a la hora de la comida, Vicente recuerda cómo ha preparado el escenario para un cierre definitivo.

“Guárdense unos centavitos”, les advirtió ya a las trabajadoras, “ahorren lo más que puedan, porque, si entramos en cuarentena, yo no les voy a poder pagar 40 días sin trabajar, ahorren lo más que puedan, vayan pensando qué van a hacer, compren despensa, yo también tengo que ir pensando cómo le voy a hacer”.

El restaurante La Santa María, abierto hace 7 años, da empleo a 5 mujeres.
El restaurante La Santa María, abierto hace 7 años, da empleo a 5 mujeres.

Vicente evoca emergencias sanitarias del pasado: la influenza AH1N1, el dengue, el zika.

“Uno se pone a pensar que no es tan grave la situación ahora”, comparte.

Al local entra una pareja y él hace un gesto con la mano como diciendo: ¿ves?

“Estamos acostumbrados a las crisis”, dice.

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