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Entre la inconsciencia y las pesadillas por la fiebre: un mexicano con COVID-19 en Nueva York
Entre la inconsciencia y las pesadillas por la fiebre: un mexicano con COVID-19 en Nueva York
7 minutos de lectura
Entre la inconsciencia y las pesadillas por la fiebre: un mexicano con COVID-19 en Nueva York
22 de abril, 2020
Por: Andrea Vega
@EAndreaVega 

“Creo que ya es hora”, le dijo Joan a su esposa Irene, en mitad de la madrugada del 28 de marzo. “Hora de qué”, le inquirió ella. Él no supo responder. “Me sentía tan mal, tenía tanta fiebre que creo que me estaba despidiendo. Sentía que me moría”, dice él, casi tres semanas después.

Irene aprovechó para llevarlo al hospital. Joan llevaba 14 días con síntomas de COVID-19 pero no había querido ir a una institución de salud. “Escuchaba que una vez entrando, tú familia ya no sabía de ti. Después sólo se enteraban de que te habías muerto. Así pasó con mi patrón, por eso no quería ir”, dice el hombre.

Joan M. Solís es mexicano, nació en Puebla, pero vive en Estados Unidos desde hace 20 años. Ahora tiene 41 y radica en New Jersey, a 45 minutos de Nueva York, donde trabajaba como cantante de ranchero, banda y norteñas, en un restaurante y en fiestas. Todavía convaleciente él y su esposa narran por teléfono su experiencia frente al nuevo coronavirus.

En Estados Unidos el primer caso de COVID-19 quedó registrado de forma oficial el 23 de enero. “Es solo una persona que vino de China y lo tenemos bajo control. Todo va a estar bien”, afirmó el presidente Donald Trump, en una entrevista con el canal estadounidense CNBC.

Alrededor de mes y medio después, el país se había convertido en el nuevo epicentro mundial de la pandemia, con Nueva York como foco rojo. Pero Joan siguió con su rutina de ir allá seis días por semana a cantar en un bar y a recoger a su esposa, también cantante.

“Es que uno no lo cree, no se lo toma en serio. Yo no me lo creía, pensé que no me iba a contagiar o que no sería grave. Acá no nos pararon. El presidente no paró la actividad a tiempo. La gente siguió saliendo y mire”, explica.

El cantante cree que fue en una de esas idas a Nueva York donde se contagió. La primera señal que tuvo del virus fue un dolor de garganta, por ahí del 14 de marzo. No se quiso alarmar. La molestia no era diferente a otras que había sentido alguna vez por una infección cualquiera. Tomó tés y remedios caseros para esos malestares, como las gárgaras de agua con sal.

En lugar de sentir alivio, lo que le invadió fue el frío. Un frío que empezó en los pies y le recorrió todo el cuerpo. Fue la antesala de la fiebre elevada, que ya no lo dejaba ni dormir.

Joan recurrió a las pastillas para controlar la temperatura alta y los dolores. Su esposa le ponía paños y lo cuidaba, pero todo iba peor. Hasta la madrugada en la que, casi a punto de perder el sentido, dijo “creo que ya es hora”.

“Me estaba despidiendo, me sentía ya tan mal que me estaba despidiendo, pero Irene aprovechó para llevarme al hospital”, explica “Cuando llegamos no me querían recibir. Me dijeron que sólo ingresaban a los adultos mayores y yo estaba joven, eso pese a que estoy seguro que me tambaleaba”.

Querían regresarlo a casa

Joan no lo recuerda con claridad. En algún momento alguien le dijo que lo pasarían a un carpa donde le tomarían una muestra. Pero no se acuerda por la fiebre y la debilidad. Irene, en cambio, tiene grabado en la memoria lo que ocurrió.

Ahí estaba, con su marido casi inconsciente sin que quisieran recibirlo en una institución de salud.

“Les dije que no podía llevarlo así de regreso, que tenía 14 días con síntomas y se estaba agravando, que yo no sabía ya qué más hacer. Conozco gente que se ha muerto en su casa, un conocido, un muchacho de 29 años, no quiso ir al hospital y lo encontraron muerto en su domicilio. A otros los regresaron y se murieron; por eso yo me puse a convencerlos”, recuerda.

Las presiones tuvieron su efecto. Joan fue ingresado. Le dijeron que se despidiera de su esposa y lo llevaron a la carpa, donde le tomaron la muestra para hacerle la prueba de COVID-19. Dice que le introdujeron un hisopo de unos 10 centímetros por la nariz y le rasparon. Después lo pasaron a la sala de espera. A los 30 minutos lo llamaron por su nombre y quedó formalmente hospitalizado.

“Los primeros días estaba casi inconsciente, estaba viviendo por segundos, parecía que sólo por momentos. Mis hijos me pasaban por la mente. Pero me sentía tan mal que yo decía, Dios, ya llévame. Pedía perdón y decía que estaba listo”, cuenta Joan.

Los días siguientes fueron peor. Como llevaba muchos días medicándose, los médicos determinaron que su hígado resultaría afectado y le suspendieron los fármacos para la fiebre y el dolor.

En uno de esos días le dieron el resultado de la prueba de COVID.

Era positivo.

Su familia, Irene y sus hijos de 11 y 10 años, tenían síntomas leves de la enfermedad, pero nunca les hicieron el análisis. “Aquí en New Jersey no hay muchas pruebas. Se las hacen solo a los que van graves a los hospitales. A nadie más”, dice ella.

En el hospital y sin fármacos para controlar la fiebre, Joan recuerda que tenía pesadillas. “Eran horribles. Ya no quería ni dormir. Me empezaron a poner hielo en la cabeza, en las axilas y la cintura para bajarme la temperatura. Al cuarto o quinto día me empezó a faltar el aire, sentía que me asfixiaba. Me tuvieron que poner oxígeno, pero sin entubarme”.

Casi no podía moverse. “Con hacer un poco de fuerza, un movimiento, se acentúa la falta de oxígeno y el dolor en el cuerpo. No queda más que estar inmóvil”, recuerda.

Fue hasta el noveno día que se empezó a sentir mejor. Cedió la fiebre. De a poco, respirar era ya menos sofocante. Al decimotercer día en el hospital lo dieron de alta. Era 10 de abril. Volvió casa, pero se mantuvo aislado en un cuarto.

Muchos otros no corrieron con su suerte. La Secretaría de Relaciones Exteriores reportó el 17 de abril un total de 311 mexicanos fallecidos en Estados Unidos por COVID, 258 de ellos en Nueva York.

Allá nadie te habla para informarte

Ninguno de los otros tres integrantes de la familia de Joan se agravó. Irene no entiende por qué él sí si no tenía condición de riesgo previa. Pero agradece que los demás de la familia no tuvieron que ser hospitalizados.

Aunque la pesadilla para ellos tampoco fue menor. “Joan entró en el hospital y no lo vi más. Dos días no supe nada de él. Allá nadie te llama del hospital para decirte cómo está tu familiar. Tuvimos noticias hasta que mi hija llamó y sólo le dijeron que estaba estable. Tuvimos que conformarnos con eso hasta que él pudo usar su celular y comunicarse con nosotros”.

La mujer subraya que nunca pensó que eso les pudiera pasar. “Él es joven, sano, jamás pensé que se pusiera tan mal. Jamás pensé que pasáramos por eso. Fue terrible. Limpiamos bien el cuarto de él y montamos un altar. Nos metíamos a orar, a llorar, después los niños se iban a ver la televisión o a jugar y yo me ponía a llamarle a todo mundo a ver cómo estaban, a decirles que se cuidaran”, dice.

La pareja explica que han muerto varios de sus conocidos. “Ha sido muy triste todo. Familias que se han quedado incompletas. De un amigo murió ya su esposa y él se quedó solo con dos niños. Muchos no han podido ni despedirse. Ha sido terrible”, asegura Irene con la voz quebrada.

Mientras se recupera, el matrimonio explica que solo dejan la seguridad de la casa para cuestiones básicas. Joan dice que se siente como un caballito recién nacido al que se le doblan las piernas después de la baja de peso y el saldo de la debilidad de un mes en cama.

Solo se ha subido al auto para acompañar a Irene a llevar un par de despensas a las puertas de las casas de dos familias amigas que siguen en cuarentena lidiando con el coronavirus.

No saben cuándo todo volverá a la normalidad. Pero están tranquilos porque lograron ahorrar.

“Podemos vivir bien con eso varios meses. Claro, dosificando. Y pues se pueden ir los ahorros pero al menos no tenemos una situación tan crítica”, dice quién

Desde New Jersey, todavía terminando de ponerse en pie, los dos mandan un mensaje a México: “que se lo crean, que se cuiden, que se queden en casa. Uno cree que no pasa nada, hasta que pasa, hasta que un familiar está en el hospital y los amigos empiezan a caer, entonces ya es tarde, por favor, allá todavía están a tiempo, cuídense”.

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