Gracias a la emergencia sanitaria por el COVID-19, en México y en gran parte del mundo ha disminuido el ruido provocado por la vibraciones de la actividad cotidiana de los seres humanos.
En nuestro país, el ruido antropogénico (como se le conoce científicamente) es medido por el Servicio Sismológico Nacional (SSN), a través de sismómetros.
En un comunicado, la UNAM señaló que, desde el inicio de la contigencia sanitaria, los niveles de ruido antropogénico en el Valle de México y otras ciudades como Querétaro han disminuido gradualmente.
De acuerdo con los datos del SSN, la reducción de niveles es más notoria en la última semana.
Mientras que las estaciones de monitoreo del SSN en los diversos planteles educativos del país “registran una disminución dramática del ruido antropogénico”.
El comunicado añade que los niveles han aumentado solo en algunas zonas como la costa del Pacífico. Lo cual, según la UNAM, podría deberse a la visita de vacacionistas en zonas donde habitualmente el ruido es bajo, o bien, a la actividad meteorológica, entre otras posibilidades.
En las últimas décadas los niveles del ruido antropogénico han aumentado considerablemente, sobre todo en ciudades con grandes poblaciones, redes amplias de transporte y explotación de recursos.
El tener niveles bajos de ruido antropogénico ayuda a los geofísicos, por la calidad de la información que cotidianamente recaban para analizar el comportamiento del planeta.
En otras palabras, la disminución de ruido permite, por ejemplo, a quienes analizan datos de las estaciones sismológicas hacerlo en condiciones excepcionalmente buenas.
