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Desaparecer dos veces: la burocracia que pierde cuerpos
Desaparecer dos veces: la burocracia que pierde cuerpos
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Desaparecer dos veces: la burocracia que pierde cuerpos
29 de septiembre, 2020
Por: Francisco Rodríguez / Quinto Elemento Lab
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Marcela Balderas llegó la mañana del 6 de mayo de 2011 al anfiteatro de Torreón. Desesperada y angustiada preguntó si ahí estaba su hijo Cosme Humberto Alarcón Balderas de 16 años, quien no había regresado a casa la noche anterior después de terminar su trabajo como empacador en City Club.

-Tiene 16 años. Llevaba camisa de manga larga blanca con letras rojas enfrente. Traía pantalón de mezclilla negrito y tenis blancos –describió la mamá con voz temblorosa.

-¿16 años? – preguntó el funcionario del lugar.

-Sí, 16 años –recalcó la madre y sintió como un galope en el pecho.

-No hay con esas características –respondió y le dejó ver solo los cuerpos que consideró se asemejaban a la descripción. 

Marcela Balderas no lo halló entre aquellos cuerpos balaceados y tatuados. Aquel año, en Torreón morían violentamente entre dos y tres personas cada 24 horas debido a la lucha por la plaza entre Los Zetas y el Cártel de Sinaloa. 

Cuatro días visitó el Servicio Médico Forense (Semefo) con el dolor punzándole el pecho.” Ya no entre, jefecita”, le decían a la entrada los trabajadores. “Mire, mamita, ya no entre, se va a enfermar”, repetían. Ella quería encontrar a su hijo, como fuera pero encontrarlo.

-¿Aquellos cuerpos? –preguntaba Balderas con la fotografía de su hijo en mano.

-Son de más edad. Esos tienen tatuajes –era la repetida respuesta.

Marcela Balderas se retiraba de la morgue con la esperanza de que, si su hijo no estaba entre aquellos cuerpos no identificados, en algún momento regresaría a casa.  

Un día ya no la dejaron entrar a revisar. Y no volvió a pisar el Semefo.

Ilustración sobre crisis en sistema forense
Las morgues de México están rebasadas. Reciben más cadáveres de los que pueden guardar. Y muchos más de los que pueden identificar. Ninguna autoridad ha aclarado cuántos cuerpos son.

Cosme Humberto Alarcón Balderas

El 5 de mayo de 2011 a las 3 de la tarde, Cosme Humberto Alarcón Balderas salió de su casa como todos los días. “Ya me voy. Te quiero mucho, mamasota”, le dijo a su madre después de embarrarla de besos. “Dios te bendiga y te acompañe”, respondió. Cosme caminaba hasta el City Club donde trabajaba como cerillito, cerca de la carretera Torreón-Matamoros.

A las 7:10 de la tarde Cosme se comunicó con su mamá: “Acuérdate que no te voy a dar nada hoy. Me voy a comprar unos calcetines y una camisa”, recordó sobre el dinero que ganaba.

Los hijos menores de Marcela, Leonardo y María Luisa, también trabajaban como empacadores en dos Sorianas diferentes. Habían acordado de verse en Soriana Oriente para regresar juntos a casa.

A las 7:50 de la noche las llamadas al celular de Cosme entraban a buzón.

Su hijo no llegó al punto de reunión. La madre comenzó a desesperarse. El celular, como un eco que zumbaba la cabeza, seguía mandando a buzón.

“A lo mejor se fue a la casa a ver la lucha libre americana”, pensó porque su hijo era aficionado. Pero en el camino recordó que ese día no transmitían la lucha. Era jueves. Se apuró para llegar a la casa.

No lo halló.

Pasó al City Club y un vigilante le contó que lo vio irse como a las 7:45 de la noche. “Andaba recogiendo carritos y se nos perdió de vista”, informó el guardia.

Marcela Balderas, madre de Cosme Humberto Alarcón Balderas
El 5 de mayo de 2011 desapareció Cosme Humberto Alarcón Balderas. Su madre, Marcela Balderas, acudió varios días a buscar el cuerpo en el Semefo de Torreón.

Marcela Balderas habló a la policía pero le explicaron que debía dejar pasar 72 horas para reportarlo como desaparecido. “Vaya primero a hospitales y al Semefo”, recomendaron. El viernes 6 de mayo, muy tempranito, ella comenzó a peregrinar por hospitales, por la cárcel municipal y el anfiteatro de la ciudad, ubicado entonces en el sótano del Hospital Universitario, un bodegón donde en la época más violenta de la ciudad hacinaban los cuerpos como bultos de papa. 

Fue al ejido Hormiguero porque allí vivía la novia. Fue a buscarlo a un templo cristiano donde su hijo solía reunirse con amigos. No encontró ni una señal. 

Ese viernes visitó la entonces Procuraduría de Justicia estatal que encabezaba Jesús Torres Charles, quien 5 años después sería acusado por testigos en Estados Unidos de proteger a Los Zetas. La agente del Ministerio Público le echó en cara que seguramente su hijo andaba de vago. “Mi hijo no es así”, respondió la madre, segura y de frente.

La pasaron con otra licenciada de la que ella no recuerda el cargo.

-¿Qué ropa traía? –le preguntó la funcionaria con las palabras de concreto desde su escritorio.

-Una camisa de manga larga blanca con letras rojas enfrente. Sin cuello. Traía pantalón de mezclilla negrito y tenis blancos.

La licenciada se comunicó por teléfono al Semefo.

-¿Tienes un cuerpo con estas señas: camisa blanca, pantalón negro, 16 años. Tenis blancos? –preguntó frente a ella. Un hormigueo le recorrió el pecho.

-No, aquí hay uno pero tiene tenis negros –alcanzó a escuchar que una mujer informó.

-Ah, no es –decretó la licenciada sin más pruebas. Colgó y soltó: “No se desespere, allí anda, esos muchachitos allí andan de vagos”, repitió sin empacho.

Y Marcela Balderas se retiró con la desesperación cargada como losa en los hombros, pero con la esperanza de que su hijo regresaría a casa.

Lee el texto completo publicado por Quinto Elemento Lab

 

Este reportaje es parte de la serie #CrisisForense de Quinto Elemento Lab, que revela el colapso del sistema forense en México y las consecuencias para miles de familias que buscan a sus seres queridos y para los miles de cuerpos que siguen sin identidad. Próximos lanzamientos cada semana de septiembre y octubre. 

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