Ha concluido el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, quien asumió la presidencia de México en 2018 con su promesa más importante, la de terminar con la corrupción, uno de los males más arraigados en el país. Hay evidencia de que 1 de cada 4 votantes emitieron su voto por esta promesa de campaña. 1
A través de su famoso lema “no mentir, no robar, no traicionar”, López Obrador comprometió un cambio radical en la vida pública de México, uno donde la corrupción no fuese la regla. Sin embargo, tras seis años de su gobierno, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional muestran una realidad distinta.
El IPC 2023 de Transparencia Internacional sitúa a México en el lugar 126 de 180 países, manteniendo por cuarto año consecutivo una calificación de 31 puntos sobre 100, donde 100 indica un país con muy baja corrupción. Asimismo, México se encuentra en la última posición entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y en el penúltimo lugar del G20, solo superando a Rusia. 2 A esto se suma que ningún caso de corrupción durante este sexenio y los pasados ha recibido una sentencia definitiva; algunos señalan que el único caso que existe es el de Javier Duarte, exgobernador de Veracruz.
A pesar del discurso recurrente y declarativa del expresidente sobre el exterminio de la corrupción, tenemos algunos ejemplos que nos ayudan a ejemplificar que en México aún existe, y que se requiere de mayores esfuerzos para combatir este grave fenómeno.
Durante el sexenio de López Obrador se registraron varios casos de corrupción que pusieron en duda la promesa de erradicar este problema. A continuación se enumeran algunos de los más destacados:
1. Caso Lozoya
Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex), fue arrestado en España en 2020 por cargos de corrupción y lavado de dinero vinculados al caso Odebrecht, que se supone financiaron la campaña de Enrique Peña Nieto a la presidencia en 2012. 3 Aunque el gobierno de López Obrador prometió utilizar este caso como ejemplo del combate a la corrupción, hasta la fecha no se han dictado sentencias definitivas ni se ha transparentado la investigación; incluso se ha dado cuenta de la injerencia de la Fiscalía General de la República (FGR).
2. Fraudes en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP)
En 2021 surgieron denuncias de desvío de recursos dentro del INDEP, la institución creada por el gobierno de AMLO para subastar bienes decomisados. Las investigaciones revelaron irregularidades en la venta de bienes y una falta de transparencia en el manejo de los recursos, hechos denunciados por su propio director Jaime Cárdenas. 4
3. Casos de Corrupción en Adquisiciones durante la pandemia
Durante la pandemia de COVID-19, diversos contratos de adquisición de insumos médicos presentaron irregularidades, incluyendo la compra de ventiladores y medicamentos a empresas sin experiencia o con sobreprecios, como los ventiladores comprados al hijo de Manuel Bartlett. El gobierno fue criticado por la opacidad en los procesos de adquisición durante la emergencia. A pesar de la inhabilitación a la empresa Cyber Robotic Solutions, propiedad de León Bartlett, la sanción no fue suficiente para acabar con la corrupción. “La Secretaría de Función Pública aseguró que los equipos médicos entregados por Cyber Robotic Solutions estaban en mal estado y que nunca llegaron a utilizarse, pese a costar 31 millones de pesos”. 5
4. Corrupción en el Ejército y la Guardia Nacional
Bajo la administración de AMLO, el Ejército ha asumido un papel esencial en la infraestructura pública, sobre todo en los megaproyectos del sexenio donde la gestión estuvo a cargo de las fuerzas armadas, como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y el Tren Maya. Los resultados no solo incluyeron casos de corrupción y desvío de recursos dentro de estas instituciones, sino también que la información fuera clasificada como de seguridad nacional; es decir, mayor opacidad. 6
5. Segalmex
El único caso de corrupción reconocido por el expresidente. Hasta el día de hoy no se ha podido dar cuenta de más de 15 mil millones de pesos del presupuesto, 7 aunque las autoridades señalen que es una cantidad menor. Se trata de la dependencia creada para ayudar al campo mexicano y a las personas con menos recursos, encargando a uno de sus hombres más cercanos, Ignacio Ovalle, quien fue exculpado en repetidas ocasiones en la conferencia mañanera.
Y así podría seguir enumerando casos que ponen en evidencia que la promesa de campaña más importante quedó en el olvido.
Toca ahora a la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum, reconstruir este país, fortalecer nuestro debilitado Estado de Derecho a través de sus instituciones y de la independencia de los Poderes de la Unión, transparentar las adquisiciones públicas con mecanismos robustos e inquebrantables donde se conozcan a los beneficiarios finales, proteger a los denunciantes, recuperar activos y resarcir el terrible daño que esta plaga causa a quienes menos tienen. Y, sobre todo, poner en el centro a las víctimas de la corrupción.
Para combatir la corrupción no en el discurso, sino en los hechos, habrá que fortalecer los mecanismos existentes, como el Sistema Nacional Anticorrupción, y trabajar con un enfoque de participación ciudadana.
* Vania Pérez Morales es consejera del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción, y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México.
1 Para uno de cada cuatro votantes en la elección presidencial, el tema de la corrupción fue el más importante de estos comicios, El Financiero, disponible aquí.
3 Emilio Lozoya: detienen en España al exdirector de Pemex señalado en el caso de sobornos de la empresa Odebrecht disponible aquí.
5 El Gobierno mexicano inhabilita a la empresa del hijo de Bartlett por las irregularidades en la venta de ventiladores, disponible aquí.
“Es un enfoque integral, que combina incentivos financieros con educación pública y regulaciones estrictas”, le dice un experto surcoreano a BBC Mundo.
“Estoy acostumbrada. Para mí es un hábito”.
Yuna Ku es periodista del Servicio Coreano de la BBC y vive en Seúl. La joven paga por reciclar sus restos de comida, que coloca en máquinas con sensores ubicadas en distintos puntos del complejo de 2.000 apartamentos donde reside.
El reciclaje de residuos de alimentos en Corea del Sur puede parecer complejo a primera vista, pero ha transformado al país en un ejemplo para otras naciones.
Jae-Cheol Jang es profesor del Instituto de Agricultura de la Universidad Nacional de Gyeongsang, en el sur del país, y es coautor de un reciente estudio sobre el sistema coreano de reciclar residuos alimentarios.
“Según los datos más recientes que tenemos del Sistema Nacional de Manejo de Residuos, de 2022, en Corea del Sur se procesan cada año cerca de 4,56 millones de toneladas de restos de alimentos (de hogares, restaurantes y negocios menores)”, le dice Jang a BBC Mundo.
“De esa cantidad, 4,44 millones de toneladas son recicladas para otros usos. Eso significa que se recicla en torno al 97,5 % de los residuos de comida“.
El porcentaje es extraordinario.
Si lo comparamos con el caso de Estados Unidos, por ejemplo, la Agencia Ambiental de ese país estima que de los 66 millones de toneladas de residuos de comida generados en 2019 por restaurantes, hogares y supermercados, cerca del 60 % acabó en vertederos.
Naciones Unidas calcula que en 2019 el desperdicio de alimentos en viviendas, establecimientos de venta al por menor y restaurantes ascendió a nivel global a 931 millones de toneladas.
Y destaca este problema cada 29 de septiembre en el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida (en la cadena de producción) y el Desperdicio (en hogares y restaurantes) de Alimentos.
¿Cómo logra Corea del Sur reciclar sus residuos alimentarios en forma tan eficiente? ¿Y qué pueden aprender otros países?
El sistema coreano es fruto de un esfuerzo de décadas.
En 1996 Corea del Sur reciclaba solo el 2,6 % de sus residuos de alimentos, pero esto cambió durante la rápida transformación de la economía que venía de los años 80.
“La década de los 80 fue un período fundamental para el desarrollo económico de Corea del Sur”, señala el profesor Jang.
“Con la industrialización y urbanización también surgieron problemas sociales, y uno de ellos fue el manejo de residuos“.
Corea del Sur, un país de más de 50 millones de habitantes, también tiene una alta densidad de población, de más de 530 personas por km cuadrado.
En Perú, por ejemplo, la densidad es menor de 30 habitantes por km cuadrado.
Los cambios económicos en Corea del Sur significaron un aumento de vertederos, algunos cercanos a zonas pobladas, y esto generó protestas.
Los restos de comida mezclados con otros tipos de basura no solo causan mal olor y producen efluentes líquidos, sino que contribuyen al cambio climático.
Los residuos de alimentos, cuando se descomponen, son una fuente de metano, un gas de efecto invernadero aún más potente que el dióxido de carbono.
Campañas ciudadanas exigieron una respuesta al problema de los vertederos.
“Había un fuerte sentido de comunidad destinado a abordar los problemas sociales juntos, y las políticas de gestión de residuos del gobierno combinadas con esfuerzos a nivel nacional nos llevaron a donde estamos hoy”, afirma Jang.
En 1995 se aprobó un sistema de pago por el volumen de residuos generado, sin separar aún restos alimentarios de la basura en general.
En 2005 se prohibió por ley tirar restos de comida en vertederos. Y en 2013 se implementó el actual sistema de Pago por Peso de Residuos de Comida, Weight Based Food Waste Fee o Wbfwf por sus siglas en inglés.
El sistema sigue evolucionando a medida que avanza la tecnología, pero se basa en un principio básico: “debes pagar cada vez que tiras tus restos de comida“.
El sistema de pago por residuos de alimentos varía según la región o distrito, e incluso entre diferentes bloques de apartamentos.
Pero en general hay tres opciones.
1. Comprar bolsas autorizadas
En caso de usar bolsas para tirar restos de comida, es obligatorio hacerlo en las bolsas autorizadas.
“En el caso de mis padres, que viven en una casa, ellos compran las bolsas y cuando están llenas las colocan en el jardín por el olor. Las bolsas son recogidas una vez por semana por el servicio municipal”, le dice Yuna a BBC Mundo.
Hay bolsas de distintos tamaños. Una de tres litros cuesta 300 won surcoreanos, unos 20 centavos de dólar. Una de 20 litros cuesta US$1,5.
2. Comprar calcomanías
Los negocios de comida suelen usar calcomanías o stickers que deben comprar previamente. Las calcomanías necesarias son luego colocadas en cada recipiente de residuos según el peso.
Los restos de comida sin consumir en casas y restaurantes pueden ser considerables en Corea del Sur debido a una tradición culinaria del país, el banchan, una gran variedad de platillos que acompañan al plato principal.
3. Usar máquinas con identificación por radiofrecuencia
Hasta junio de este año Yuna compraba bolsas, pero su bloque de apartamentos pasó a un sistema automatizado.
La joven coloca sus residuos en máquinas con identificación por radiofrecuencia, RFID por sus siglas en inglés, que permite la transmisión de datos por ondas de radio a un centro remoto.
“Cada día pongo los residuos en un pequeño recipiente de acero. Y cada tanto lo llevo hasta la máquina, que está cerrada. La máquina se abre cuando coloco mi dirección, o la toco con una de las tarjetas que me dieron al mudarme aquí y que identifican cada apartamento”.
La máquina automáticamente pesa los residuos de comida. En algunos casos el costo es deducido en ese momento de la tarjeta de crédito del usuario. En otros, como en el caso de Yuna, la máquina computa cada uso y el costo se agrega a la factura mensual de servicios públicos como el agua.
“Lo que pagas por mes depende de cuántos residuos tiras”.
La joven, que vive sola, paga por tirar sus residuos de comida menos de US$5 al mes.
“Siento que las máquinas con RFID son más intuitivas que las bolsas”, dice Yuna.
“Personalmente creo que este sistema hace que la gente sea más cuidadosa con sus desperdicios, porque ves el peso exacto cada vez que los tiras“.
Además de las máquinas en edificios de apartamentos, en algunos distritos hay camiones equipados con RFID que pesan los recipientes grandes al recolectarlos y calculan el costo.
Yuna señala que en general la población cumple con el sistema de reciclaje, que además de reglamentos para restos de comida, incluye normas y recipientes diferentes para aluminio, plástico, papel y otros materiales.
Si alguien bota residuos de comida en forma no autorizada debe pagar multas. La infracción puede verificarse en el caso de negocios por la baja cantidad de residuos computados, o por cámaras de seguridad.
“En mi edificio hubo una advertencia, por ejemplo, con este mensaje: ‘recientemente alguien tiró residuos de alimentos en forma no permitida. Tenemos cámaras de seguridad y estamos observándote. Así que si sigues haciendo esto deberás pagar una multa'”.
En el caso de los hogares las multas pueden superar los US$70, dependiendo de la frecuencia de la infracción.
En el caso de empresas, dice Jang, las multas pueden superar 10 millones de won surcoreanos, que equivalen a más de US$7.000.
Los restos se reciclan con diferentes fines.
Los principales usos según datos de 2022 son ración para animales (49 %), abono (25 %) y producción de biogás (14 %), explica Jang.
El sistema de reciclaje en Corea del Sur aún enfrenta desafíos.
Uno de ellos es el posible riesgo para la salud animal, ya que las raciones con restos de comida no procesados correctamente pueden transmitir enfermedades.
“Actualmente en la mayoría de los países industrializados se prohíbe o limita el uso de restos de comida en raciones para animales”, le dice a BBC Mundo Rosa Rolle, experta en pérdida y desperdicios de alimentos de la FAO.
En 2019 varios países asiáticos incluyendo Corea del Sur padecieron un grave brote de fiebre porcina africana, una enfermedad viral letal que causa fiebre hemorrágica en cerdos.
El brote llevó a que el gobierno surcoreano prohibiera temporalmente en granjas porcinas el uso de raciones elaboradas a partir de restos de alimentos.
Rolle aclara, sin embargo, que “hay estudios según los cuales, si se usan los métodos correctos de procesamiento, las raciones elaboradas a partir de restos de alimentos son seguras…La industria porcina en Corea del Sur no se ha visto afectada negativamente por el uso de estas raciones”.
Jang afirma que Corea del Sur tiene un sistema estrictamente regulado de procesamiento de residuos de comida para raciones animales a través de métodos como el calentamiento y la fermentación.
Otros desafíos del reciclaje en Corea del Sur son el alto contenido de sal de las comidas típicas (el exceso de sal puede ser nocivo para los animales) y la necesidad de mejorar la tecnología para hacer más eficiente la producción de biogás.
Un secreto del éxito del sistema coreano es que tiene numerosos pilares, como el pago por peso de residuos, las multas, y las campañas frecuentes que enseñan cómo separar residuos y el impacto ambiental de no hacerlo.
“Es un enfoque integral, que combina incentivos financieros con educación pública y regulaciones estrictas“, le explica el profesor Jang a BBC Mundo.
“El sistema ha demostrado ser eficaz para reducir el desperdicio de alimentos y podría servir como un modelo valioso para otros países que buscan mejorar su propio sistema de gestión de residuos”.
Otro factor clave es la aceptación por parte de la población.
“En general, los coreanos tienden a cumplir las reglas y tienen un fuerte estándar moral”, dice Yuna.
“Claro que no todos, pero en general. Y además, comparado con el salario promedio en Corea del Sur, el costo mensual de reciclar tus restos de comida no es tan alto”.
El ingreso neto mensual promedio en Corea del Sur es superior a los US$2000.
¿Funcionaría un sistema de “paga por tus restos de comida” en países con ingresos mucho menores?
Rosa Rolle señala que políticas como la surcoreana son muy eficaces para sensibilizar a los consumidores sobre sus hábitos de eliminación de residuos, cambiar comportamientos y promover el reciclaje.
Pero agrega que en países con inseguridad alimentaria, como es el caso de naciones en Latinoamérica, el énfasis debería ponerse en maximizar el uso de los alimentos mediante reducción de pérdidas y donación de alimentos, entre otras medidas.
Los sistemas de cada país “deben basarse en datos sólidos y una comprensión de dónde, por qué y en qué cantidad se producen la pérdida y desperdicio de alimentos. Las soluciones deben basarse en la evidencia científica y ser apropiadas al contexto“.
Para la experta de la FAO, “no hay una talla única que sirva para todos”.
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