No hay razones para el triunfalismo. El sexenio terminó y dejó atrás una oportunidad para superar las fallas estructurales del sistema laboral que producen la mayor parte de la pobreza. Indicadores como personas con salarios de pobreza, en desempleo o exclusión, con trabajos informales, se encuentran prácticamente igual a como inició en 2018.
La raíz de la pobreza permanece. Es inadmisible que ante el tamaño y dinamismo de la economía exista un nivel de pobreza desproporcionada, aún con su reciente reducción en esta administración y el incremento al salario mínimo.
No fue suficiente; falta mucho para lograr que millones de personas que trabajan dejen de ser pobres, que cuenten con salarios dignos y con derechos fundamentales.
Acción Ciudadana Frente a la Pobreza elaboró un balance sexenal con base en datos oficiales sobre el mundo del trabajo y su relación con las causas de la pobreza (ver reporte completo aquí).
En esencia, la raíz que genera pobreza tiene que ver, al menos, con cinco ramificaciones que a lo largo de este sexenio están prácticamente igual que al final de la pasada administración. Compartimos una mirada concreta de cada una de ellas.
El ingreso ha mejorado en estos 6 años. La leve reducción de la pobreza se explica, fundamentalmente, por mayor ingreso laboral en los hogares; sin embargo, la realidad estructural del sistema laboral no se ha transformado. Ahora hay 5 millones de personas más que carecen de salario suficiente para superar la pobreza que las que había en 2018.
La informalidad no sólo es comercio ambulante; dentro del sector formal de la economía hay millones de personas que trabajan sin acceso a los servicios de salud y sin el resto de los mecanismos de protección social del seguro social. El sexenio de López Obrador culmina con 2.7 millones de personas más que tienen trabajos informales.
Uno de los mayores errores de percepción es la magnitud del desempleo. La tasa de 2.7 % que se suele difundir recientemente refleja únicamente la desocupación; es decir, personas que en la encuesta del INEGI mencionaron que no trabajaron ni una hora y que sí buscaron empleo la semana previa.
Sin embargo, para dimensionar el desempleo real debe sumarse, al menos, las personas disponibles; es decir, aquellas que sí pueden laborar pero que ya no buscaron trabajo “la semana previa” a la encuesta porque saben que no tienen posibilidades de conseguirlo. En los indicadores internacionales de la OIT y la CEPAL se les denomina “desalentadas”.
Considerando ambos grupos, la tasa de desempleo total o “completo” es de 10 %. El sexenio de López Obrador culmina con apenas una reducción de 2 puntos porcentuales en relación con hace 6 años en este rubro.
Además de las personas desempleadas, hay otro amplio sector de la población potencialmente productiva, que está excluido del trabajo. Son en su gran mayoría mujeres, que no están disponibles porque trabajan en su hogar, en labores de cuidado y sin remuneración.
A lo largo de 6 años solamente 279 mil personas lograron salir de esta condición. El tamaño del desafío es monumental: hay 13.7 millones de mujeres que no pueden emplearse por dedicar su tiempo a tareas de cuidado. Se perdió la oportunidad de crear el sistema de cuidados.
Otro sector de la población excluido del sistema laboral son las y los jóvenes oportunidad. El sexenio de López Obrador cierra con 5 millones más que están fuera de la escuela, con rezago educativo y sin trabajo. Son menos que hace 6 años, pero siguen siendo un gran reto, pues esta condición se presenta al inicio de su vida laboral.
La raíz de la pobreza laboral tiene otros factores que la nutren y reflejan la indefensión de personas empleadas (trabajo subordinado y asalariado). Son dos factores que contribuyen a mantener la precariedad laboral: carecer de contrato estable, así como de organización sindical y representación para la negociación colectiva de salarios y condiciones laborales.
En ambos, prácticamente no hubo cambios significativos en los últimos 6 años.
La agenda laboral arrastra muchos sexenios, de todos colores, sin ser prioridad; aunque en el sexenio de López Obrador el aumento al salario mínimo fue una medida acertada, no se alcanzó la meta de cubrir el costo de dos canastas básicas. Al actual salario mínimo general en 2024 le faltan 1,500 pesos al mes para superar el umbral de pobreza, es decir, para cubrir el costo de dos canastas básicas.
La raíz principal de la pobreza se produce desde el sistema laboral; el trabajo sigue siendo fábrica de pobreza para millones de personas. Se requieren acciones efectivas desde la política económica y sobre todo desde la política laboral. En este campo es obligado el diálogo social y la concertación, no se puede imponer “por decreto”.
Por su parte, las grandes políticas sociales deben garantizar derechos sociales: educación, salud, vivienda, alimentación. Y los programas sociales pueden contribuir a enfrentar condiciones estructurales que crean barreras para ejercer esos derechos, pero no son la vía ni tienen la capacidad para “combatir la pobreza”.
Mientras se siga discutiendo la pobreza desde la política social y se deje de lado la raíz laboral de la pobreza, el país está condenado a mejoras marginales y retrocesos cíclicos.
El gobierno que inicia tiene en sus manos condiciones para afrontar este desafío y cambiar el paradigma para que, en México, ninguna persona que trabaja viva en condición de pobreza.
Abogada, fiscal de distrito, fiscal general de California, senadora y vicepresidenta de Estados Unidos: BBC Mundo te cuenta algunos momentos que definieron la carrera de Kamala Harris hasta su postulación para la presidencia.
Kamala Harris, la mujer de 60 años que podría asumir como la primera presidenta de Estados Unidos, ya hizo historia en 2021, cuando se convirtió en la primera vicepresidenta de EE.UU. y la primera mujer negra y de raíces asiáticas en el cargo.
La trayectoria profesional de la candidata demócrata arrancó como fiscal de sala en los tribunales de su California natal, y fue ascendiendo hasta llegar a la Fiscalía General de California.
De allí dio el salto al Senado de EE.UU. y, tras una legislatura, pasó a ser vicepresidenta del país.
En BBC Mundo repasamos 5 momentos que han marcado su carrera y de alguna manera reflejan sus valores y sus fortalezas y debilidades.
En 2003, Kamala Harris logró su primer cargo electo como fiscal de distrito de San Francisco.
Poco después de haber asumido hubo un caso que le dejó huella.
El agente de policía Isaac Espinoza y su compañero investigaban a un sospechoso el 10 de abril de 2004. El hombre sacó un arma AK-47 y disparó contra los agentes.
Espinoza, de 29 años, fue alcanzado por varias balas y murió. Su compañero recibió un disparo en la pierna y fue atendido en un hospital local.
El atacante, de 21 años e identificado como David Hill, fue detenido y puesto bajo custodia.
A los pocos días, antes incluso del funeral del agente, Harris anunció que no pediría la pena de muerte para Hill, como muchos esperaban que se hiciera en un caso así.
Fue una decisión que enojó a muchos, en especial a los compañeros de Espinoza.
“Isaac pagó el precio más alto”, dijo durante el funeral Gary Delagnes, presidente de la Asociación de Agentes de Policía de San Francisco.
“Y hablo en nombre de todos los agentes al exigir que su asesino también pague el precio más alto”.
Y es que en 1973, California había aprobado una ley de “circunstancias especiales” que hacía que el asesino de un agente de policía fuera elegible para la pena de muerte.
Pero Harris se mantuvo fiel a su oposición a la pena máxima, una postura que había dejado clara durante su campaña para el cargo de fiscal de distrito.
En su libro de 2009 Smart on Crime, Harris escribió: “La suposición generalizada de que simplemente aumentar la pena por cualquier delito disuadirá automáticamente a más personas de cometerlo es un mito”.
Su razonamiento no tuvo eco en el seno de la policía y la relación de Harris con las fuerzas del orden se ha visto afectada desde entonces.
Aunque con el tiempo, el propio inspector Delagnes aprendió a valorar que Harris honrara sus principios con una decisión que le generó tantas críticas.
“Habría sido muy fácil para ella decir: ‘Oye, estoy en contra de la pena de muerte, pero este tipo mató a un policía y voy a cambiar de opinión sobre esto’. Hay algo notable en su convicción, fue coherente”, afirmó el policía en 2021.
Con la misma convicción que expresaba su oposición a la pena de muerte, la fiscal Harris se erigió en férrea defensora de los derechos sociales.
Y mucho antes de que el matrimonio gay fuera legal y estuviera asentado en EE.UU., la ahora candidata presidencial estuvo a la vanguardia en la batalla por la igualdad.
Lo demostró en dos significativas ocasiones.
La primera fue en 2004, durante el llamado Invierno del Amor en San Francisco.
El alcalde en ese momento, Gavin Newsom, ordenó la aprobación de varios matrimonios entre personas del mismo sexo a pesar de que no existía ninguna ley que los reconociera.
Harris, que acababa de ser nombrada fiscal de distrito de San Francisco, no titubeó y ofició varias bodas, que poco después serían anuladas.
Con este gesto se desmarcó de la mayoría de las figuras demócratas del momento, que tardaron varios años aún en dartes su apoyo a estas uniones.
Barack Obama, por ejemplo, lo hizo en 2012 y Hillary Clinton en 2013.
En su autobiografía, The Truths We Hold, Harris explicó que su decisión de oficiar las bodas fue espontánea.
“Hubo un maravilloso entusiasmo cuando dimos la bienvenida a la multitud de parejas de enamorados, una por una, para casarse en ese mismo momento. No se parecía a nada de lo que hubiera formado parte antes. Y fue hermoso”.
La cuestión del matrimonio igualitario recobró un significado importante en su carrera, cuando llegó a la Fiscalía General de California en 2010.
Dos años antes, los votantes de ese estado prohibieron las uniones entre personas del mismo sexo al aprobar la Proposición 8.
Nada más acceder a su nuevo puesto, Harris dijo que como máxima autoridad policial del estado no defendería la norma.
La Corte Suprema de EE.UU. finalmente anuló la polémica medida en 2013 y a Harris prácticamente le faltó tiempo para oficiar su primera boda legal.
Fue al ayuntamiento y casó a dos mujeres, Kris Perry y Sandy Stier, que formaban parte del colectivo que presentó ante la Corte Suprema el recurso contra la Proposición 8.
Actualmente el matrimonio igualitario es una piedra angular de la plataforma del Partido Demócrata e incluso cuenta con el apoyo de sectores republicanos.
Pero los activistas todavía ven a Harris como una pionera en el tema debido a su temprano compromiso.
Tras dos mandatos como fiscal general de California, al frente del segundo Departamento de Justicia más grande del país, Harris decidió dar un giro a su carrera y se postuló al Senado en las elecciones de 2016.
Su victoria del 8 de noviembre tuvo un sabor agridulce para la demócrata: Donald Trump se había impuesto a Hillary Clinton en las presidenciales esa misma noche.
Ya desde su primer discurso tras la victoria, Harris se colocó en el centro de la resistencia a la presidencia de Trump.
Pero sin duda su momento más destacado de esta etapa ocurrió en 2018, cuando, como miembro del Comité Judicial del Senado, participó en las audiencias para evaluar a Brett Kavanaugh como candidato designado por Trump para ser juez de la Corte Suprema.
El conservador Kavanaugh, que era objeto de escrutinio luego de que una mujer lo acusara de haberla violado durante los años universitarios, tuvo en Harris a una incisiva e implacable inquisidora.
La senadora recuperó las habilidades de fiscal para interrogar a Kavanaugh sobre su posición sobre el derecho al aborto.
Harris intentó que el juez dijera abiertamente si iba o no a trabajar por revertir la entonces vigente norma Roe vs Wade, que garantizaba la protección constitucional al aborto en EE.UU.
En un momento clave le planteó a Kavanaugh la pregunta que pasaría a representar lo que fueron aquellas audiencias:
“¿Usted recuerda alguna ley que le dé poder al gobierno sobre el cuerpo de los hombres?”.
Un titubeante Kavanaugh terminó por responder que no.
El vehemente interrogatorio de Harris se volvió viral en los días posteriores y dio a conocer globalmente su agudeza y capacidad para plantar cara a rivales de alta categoría.
A partir de entonces, Harris se convirtió en una estrella ascendente entre las filas demócratas y cobró relevancia en el ámbito nacional.
De ahí que en 2019 el anuncio de su candidatura a la nominación del Partido Demócrata para las elecciones de 2020 no resultara tan sorprendente.
Pero aquella aventura presidencial le duró poco a Harris.
Si bien empezó con fuerza, con una sólida intervención en el primer debate entre los numerosos candidatos a la nominación demócrata, su campaña se fue desinflando y no llegó a competir en las primarias que arrancaron a inicios de 2020.
Meses después, en un gesto que demostró su falta de rencor por la dureza que había mostrado contra él, Biden la eligió como compañera de fórmula y candidata a la vicepresidencia para las elecciones del 3 de noviembre de 2020.
Y con la victoria de la papeleta demócrata, Harris llegó al segundo puesto más importante de la política de EE.UU.
Pocos meses después de asumir la vicepresidencia, la hoy candidata concedió una entrevista que marcó un antes y un después en su relación con los medios y que expuso su dificultad para manejar situaciones incómodas.
Biden le había encargado la gestión de la relación diplomática con México y Centroamérica para abordar de raíz la problemática migratoria.
En un viaje a Guatemala en junio de 2021, Kamala pronunció su famoso “No vengan a EE.UU.” dirigido a los migrantes, un mensaje que le generó críticas por su dureza en un marco en el que se esperaba una mayor voluntad de cooperación.
Fue durante esa misma visita que se dio la entrevista que dejó entrever la irritación de la vicepresidenta en relación con uno de los temas más importantes para su gobierno.
Con voz tranquila, el presentador de la cadena NBC News Lester Holt le preguntó por qué no visitar la frontera, planteando que esta sería una manera de ver de primera mano lo que allí ocurría.
Ella se puso a la defensiva y no respondió directamente, por lo que Holt insistió en si tenía planes de ir a la frontera.
“En algún momento, ya sabes, iremos a la frontera. Hemos estado en la frontera. Entonces, con todo este asunto de la frontera, hemos estado en la frontera. Hemos estado en la frontera”, repitió Harris.
“No ha estado en la frontera”, replicó Holt.
“Y no he estado en Europa”, exclamó Harris con cierta molestia. “Y quiero decir, no entiendo el punto que está planteando. No estoy menospreciando la importancia de la frontera”.
La vicepresidenta esquivó a los medios durante aproximadamente un año completo después de aquella conversación, que fue calificada de “desastrosa”.
Sus apariciones fueron escasas e intermitentes, ganándose con ello fama de no saber lidiar con la prensa salvo en escenarios controlados, sin margen para la improvisación.
Una faceta que ha mejorado notablemente en el último año, en especial durante la acelerada campaña presidencial de apenas cuatro meses en la que los expertos reconocen que se ha visto a una Harris más cercana y espontánea en múltiples medios.
Volvamos por un momento a 2022.
Mientras la popularidad de Harris languidecía y sus apariciones públicas escaseaban, la Corte Suprema de EE.UU. discutía un tema que, paradójicamente, terminaría por devolver a la vicepresidenta al primer plano.
Era el caso Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization por el que el alto tribunal estadounidense terminó por revocar el derecho federal al aborto, devolviendo a los estados la competencia de legislar sobre el tema.
Quedaban unos meses para las elecciones de mitad de mandato del 8 de noviembre y Harris recuperó un papel protagonista en la escena política del país.
La vicepresidenta se convirtió en portavoz de la batalla por el derecho a decidir y expandió su discurso más allá de la causa del aborto para convertirlo en una defensa integral del concepto de libertad.
“Esta es la primera vez en la historia de nuestra nación que se le ha quitado un derecho constitucional al pueblo de Estados Unidos: el derecho a la privacidad”, dijo en una primera reacción al fallo de la Corte Suprema.
Esas palabras de hace dos años se reflejan con fuerza en los actuales discursos de campaña de Harris.
En cada uno de sus mítines, la candidata demócrata defiende los derechos reproductivos, enfatizando la libertad de las mujeres para tomar decisiones sobre sus cuerpos “sin que el gobierno les diga lo que tienen que hacer”.
Sus promesas de cambio y de dar vuelta a la página, y su lema “no podemos regresar al pasado” se inspiran, en cierto modo, en aquella decisión judicial.
Un fallo que supuso un gran revés para los demócratas, que confirmó los temores que expresó Harris en aquel interrogatorio a Brett Kavanaugh cuando era senadora y que terminó por catapultarla hacia la pugna electoral más importante de su vida.
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