Por: Bernardo Altamirano Rodríguez (@beraltamirano)
¿En qué estado de salud se encuentra nuestra Constitución hoy que cumple 98 años? No tenemos que ser abogados, politólogos ni sociólogos para identificar la grave decadencia que ésta atraviesa, sino que sólo basta con recorrer nuestras calles, e identificar factores en común que evidencian que nuestras vías de convivencia social y tránsito enfrentan padecimientos semejantes.
Estas comparaciones evidencian que algo está mal. No es un problema superficial, sino estructural. Por eso, hoy más que conmemorar un aniversario más de nuestra Constitución es el momento adecuado para convocar a una profunda reflexión social sobre el valor que representa ésta como centro de gravedad de nuestra vida en comunidad. De ahí que rumbo al centenario de la Constitución de 1917 debemos propiciar un doble debate.
En primer lugar, identificar qué constituye efectivamente el núcleo de nuestro Pacto Social. Es momento de debatir cuáles son los pocos elementos que unen a una sociedad mexicana tan desigual y dividida, para que podamos trabajar en fortalecerlos. Estas discusiones deben darse en los ámbitos social, empresarial, académico y cívico, no en el político-partidario, pues es responsable del grave deterioro de desconfianza social que vivimos. Una vez que encontremos el núcleo de nuestra comunidad, darle un sentido institucional, mediante el debate de una nueva Constitución. En esta etapa debemos dirigirnos a un modelo minimalista y simplificado, que permita un cumplimiento y observancia generalizados, y que nos quite lastres y pesos burocráticos y políticos que solo limitan el ejercicio de nuestras libertades.
Tenemos que convocar a un nuevo constituyente, que retome el espíritu básico de lo que es una Norma Fundamental: que potencie la capacidad de ejercer nuestros derechos y libertades fundamentales, y que defina claramente los límites de actuación de los gobernantes. Que la Constitución deje de ser el cajón de sastre donde políticos colocan sus programas y agendas de gobierno, y que adquiera el verdadero sentido de una norma jurídica.
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